Víctor Goikoetxea refleja su entorno de una manera realista: se reconocen perfectamente los motivos, se podrían discernir sus personajes entre una multitud, los colores que emplea son muy naturales. Pero todo es idílico, amable, e incluso con sentido del humor. Y no creo que ese sentido suyo del humor sea parte del encargo, sino que es algo bien suyo... muy personal. Sólo así se explica el personaje histórico con un Paris no menos histórico, aunque la Dama te haga pensar en alguna mujer vivita y coleando. O esa /ese mujer/hombre rana como fondo subacuático de un ascensor (como en un cuadro sale el Aquarium donostiarra, el segundo más antiguo de Europa, apetece sumergirse en la idea de que dicho ascensor tuviera su tramo “descensor” ... hasta nuestra tan breve plataforma litoral cantábrica) que da alegría a quien suba en él.
Idílico, porque muestra de una manera amable la realidad. Ni sórdida ni fotográfica como Antonio López (para eso ya está la fotografía), ni con afán de documentación (en el caso de López, incluso se ha visto que caduco en caso de encargos familiares).
Sí, definitivamente Víctor Goikoetxea recrea un mundo de una manera más humana e idílica. Que la realidad, ya la conocemos.
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