Alberto Palomera tiene un gran sentido del humor, sabe titular sus obras, conoce muy bien todos los medios pictóricos, y además da con la idea que predomina entre las inquietudes de la sociedad. Todo esto está muy bien, y desde luego que consigue atraer a mucha gente a sus exposiciones y es un buen anfitrión en las mismas, muy atento y sabiendo medir los tiempos que concede a cualquier asistente a sus exposiciones, sea este conocido de largo o conocido en una primera impresión. Pero claro, todo eso no basta; basta para una primera exposición pero no para un lugar repetido (aunque haya pasado el tiempo) dado que no muestra gran trabajo final en sus obras, sino muestras de ingenio. Y aunque el público vasco tampoco espera que todas las exposiciones sean inigualables sí sabe lo que desea de la pintura; y aquí no aparece.
Hay imaginación, hay ideas, hay efectismo, hay referencias a elementos tecnológicos, pero no hay pintura que te impela a concentrarte en el cuadro sino a pasar atisbando algo que parece que está hecho por el autor para su círculo más íntimo y no por su dificultad conceptual sino para hablar de los cuadros y de como haya podido reproducir una anécdota concreta, tan concreta que lo aleja del arte que es una de las actividades humanas más indefinidas y que menos acepta los fuegos artificiales implícitos en un gran chiste.
La opiniĆ³n de los lectores:
comments powered by Disqus