Palos, bastones y makilas: EL ÚTIL
Antxón Aguirre Sorondo


EL ÚTIL

Cuando se piensa en útiles derivados del palo el primero que se nos ocurre es el bastón, que de hecho es el más común, pero como enseguida veremos no el único: existen varas para medir, muletas para andar, martillos o mazas para llamar, punteros para señalar, varas para dirigir el ganado, sin hablar de las incontables aplicaciones que el simple bastón ha recibido por mor del ingenio humano.

Hace la friolera de 4.600 años aproximadamente, el rey babilonio Dungi I de Ur, introdujo una medida de longitud, la vara doble, que ya se aproximaba sorprendentemente a nuestro metro (995 mm. aproximadamente). La posterior vara medieval se tomó como unidad de longitud "natural", es decir equivalente a 7 anchos de mano (50-80 cm.).

Por lo que respecta los bastones, ya los nobles egipcios llevaban como signo de distinción largos palos de madera -entre 120 y 200 cm.- ricamente decorados con flores de loto, ojos, etc. En el parisino Museo del Louvre se pueden contemplar algunos ejemplares egipcios y hebreos, también muy largos, rematados con puños de gancho o bola.

El historiador griego Heródoto relata que en Babilonia los ciudadanos de buena posición nunca salían de sus casas sin sus cañas labradas rematadas con representaciones de flores, frutos o águilas, entre otros, que los mismos griegos -tan amantes de las modas, ya por entonces- popularizaron con el nombre de "bastones pérsicos"; fue durante un tiempo el último grito en Atenas, en oposición al popular y muy rústico cayado. No en vano, los helenos siempre fueron muy bastoneros, con tendencia además hacia los ejemplares de largo tamaño -hasta la cabeza, hombros o aún más- para permanecer de pie apoyados de la axila, adornados con espiral o terminados en palmeta o flor estilizada, y muy especialmente tortuosos, angulosos y retorcidos. Claro que, entonces como ahora, la moda marca tendencias a menudo contrapuestas, y una época hubo en que el vulgar garrote lacedemonio causó sensación (cosa nada rara, pues todo lo que venía de Esparta hacía furor entre los áticos).

En el teatro helénico las formas y tamaños de los cayados indicaban la condición de los personajes: el largo representaba al pedagogo, al anciano o al campesino, y el bastón recto muy adornado a la gente rica o elegante de la polis.

Los pueblos dóricos llevaban la syctala, y los filósofos cínicos (vagabundos cosmopolitas y plenos de ingenio, históricamente conocidos por la figura del desvergonzado Diógenes el Perro) la maza de Hércules, en honor a su dios protector, que era una de sus escasísimas posesiones pues decían que así como "los dioses no necesitan nada, los que se parecen a los dioses pocas cosas".

De Grecia se transmitió a Etruria, hecho plasmado en bajo relieves y pinturas murales de ese período. En Roma, al margen de los ya mencionados símbolos de dignidad o mando, tan sólo persistió la rudimentaria vara, esto es, una rama cortada de un árbol y despojada de tallos y hojas, entre enfermos, ancianos y mendicantes.

La virga romana cumplía otras funciones: fusta de jinetes y aurigas, insignia y herramienta de los jefes de equipo de las escuelas de gladiatura (y, antes, de las palestras griegas)... Los lictores que precedían a los magistrados romanos portaban siempre fasces para llamar a las puertas donde aquéllos intervenían.

Pero como adorno o elemento de lujo, el bastón no vuelve hasta último tercio Edad Media. Entre los siglos XIII-XV alcanza su máximo esplendor en potencias o bastones de San Antonio; muletas en "T" o bastones abaciales; bastones blancos de los apestados; bastones de chantre; bastones de iglesia; bastones de escucha, característicos de los escuderos escuchadores (así llamados por su misión de escuchar y transmitir las impresiones de los caballeros durante el combate); bastones de oficios, que los servidores de Francia llevaban como signo de fidelidad a su monarca y a cuya muerte arrojábanlos a la tumba.

Es así que el útil y el símbolo con frecuencia se confunden o yuxtaponen, y lo que en principio fue punto de apoyo para cuerpos cansados o decoro de los más presumidos, adquiere naturaleza ritual. Es el caso, por ejemplo, del avisador de los teatros que todavía hoy en muchos países da tres golpes de puntero antes de inciarse la función, lo que constituye (en la Era de las telecomunicaciones) un residuo ritual de orígenes mucho más prosaicos. O el de los silenciarios, personajes que en los templos vigilaban, bastón en ristre, la compostura y el recogimiento de los feligreses durante los oficios; y también podemos incluir en este grupo a los responsables de la custodia de los bastones de cofradía y de llevarlos solemnemente en las procesiones, llamados bastoneros.

Hora es de regresar a tiempos y lugares más cercanos para recorrer los utensilios del mismo tenor empleados por la gente del campo para sus labores cotidianas. Elementos empero universales y que podemos encontrar en cualquier latitud del globo, con sus particularidades locales y su nomenclaturas. No se entiendan los siguientes ejemplos como excepcionalidades, pues no lo son.

En toda Euskalerria los ganaderos se sirven de aguijadas, generalmente de avellano, para estimular a los bueyes. Miden entre metro y medio y dos metros, con una punta de hierro en el extremo para picar a la pareja (pinchando al buey de la derecha la pareja se desvía hacia la izquierda, y viceversa). Cuando el amo marcha por delante con la vara al hombro, los bueyes le siguen por detrás, y haciéndoles frente con el palo en posición horizontal marchan hacia atrás; apoyada en tierra verticalmente indica que deben detenerse. La aguijada en euskera se llama AKULLU y en otros lugares -como Lezáun- pértiga.

Pariente también es el AZKON, PORDOI o PORDOIN, vara con un regatón o cuenco metálico en su extremo, semejante a bordones, garrochas, chuzos y espiches.

A los bastones empleados por los ganaderos por lo común se les daba mayor peso en el extremo, para que al lanzarlos contra los cuernos del animal causara el efecto deseado (sea detenerlo o desviarlo), habida cuenta que las vacas, por ejemplo, son muy sensibles en esa zona. Así como los dandys de principios de siglo adoptaban un aire de distinción con el bastoncillo de caña, igualmente los tratantes y ganaderos al ir a las ferias gustaban llevar palos largos de avellano, bien de color plateado (como en la localidad navarra de Lezáun) o bien marrón oscuro. No en vano se consideran más elegantes a los primeros, sobre todo teniendo en cuenta que el avellano de color marrón crece en zona frondosa, alto y recto, mientras que el plateado lo hace entre peñas, en zona de poca tierra y por ende escasamente arbórea, por lo que surge de forma sinuosa; de modo que es difícil encontrar una vara larga y recta de esta clase de avellano para confeccionar una makila. Los vecinos de Lezáun suelen ir hasta la zona de Acuandi, en la sierra de Urbasa, para conseguir estas pértigas -como las llaman- a las que aplican un clavo o punta de metal denominada chirta (datos facilitados por mi buen amigo el investigador navarro Pedro Argandoña Ochandorena).

El investigador Isidro Sáenz de Urturi Rodríguez nos aporta una serie de datos muy interesantes recogidos en tierras alavesas, concretamente en Apodaca y su comarca. Por ejemplo, llamaban cachabas a las armas arrojadizas de los pastores de ganado mayor alaveses; cachabas y cachabicas medían entre 80 y 100 cm. y por lo común se confeccionaban con avellano o boj (datos recogidos en San Vicente Arana, Alava, desde ahora A); con un azadón se sacaba o extraía un manojo en bruto y con un hacha pequeña lo limpiaban y trabajaban formando la caña y su correspondiente bola, de modo que en ocasiones salían varias cachabas de un mismo porrón y a veces ninguna, dependiendo de la consistencia del material y la habilidad del pastor. Añade Sáenz de Urturi que no era infrecuente que los pastores se excedieran golpeando al ganado, acarreando las iras del propietario.

Abundando en lo que apuntamos más arriba sobre la universalidad de estos instrumentos, conviene saber que pequeñas son las diferencias entre las cachabas alavesas y las cachiporras tradicionales de los criadores de ganado masais, en Kenya, recogidas por quien escribe, y que se cifran en el tamaño (unos 50 cm. tan sólo) y el material de confección.

Curiosos son los casos de las trallas, típicas también de tierras alavesas. Durante la trilla arreaban las yeguas en la parva, portando en una mano el ramal de las bestias y chascando la tralla con la otra. Consistía en una vara de un metro con correa de cuero de metro y medio atada al extremo. La tralla para gatos es otra variante, de unos 50 cm. de largo o incluso menos, hecha de avellano y adornada con pequeñas incisiones de navaja; en una punta una badanita de cuero para colgar detrás de las puertas de las cocinas, y al opuesto varias tiras de cuero -estrictamente trallas- con cascabeles. Cada vez que el ama abandonaba la cocina para hacer otros trabajos, hacía sonar la tralla intensamente, y en un abrir y cerrar de ojos todos los gatos desaparecían de los alrededores. El signo era evidente para los felinos: el que husmeara en la cocina durante la ausencia de la mujer recibiría unos azotes con la temida tralla.

En su ensayo sobre Las Améscoas (N), D. Luciano Lapuente escribe en referencia a un pasado inmediato (apenas unos años):

"En Améscoa, únicamente llevaban bastón los curas cuando iban de paseo. Los pastores usaban y siguen usando un palo liso. Los tratantes una varita, generalmente de fresno, con una correa en la empuñadura, para atarla en la muñeca. Los ganaderos usaban la churra. Es la churra un palo de olivastro con su raíz, que es muy gorda (muy leñosa) y se procura que tenga forma de pera".

Pero además de todas estas sencillas aplicaciones del elemental palo, existen otras mucho más sofisticadas, que no ha lugar describir aquí pero que mencionamos por su originalidad: el bastón estoque (como el azkon); el bastón escopeta; el bastón de pesca (que evolucionó hasta la caña de pescar); el bastón lámpara (con lamparita, pila y conmutador); el bastón soporte (de fotógrafos)... Y, típico elemento del siglo XIX, ¡el bastón-pitillera!.


EL ARMA


Antxon Aguirre Sorondo, miembro de la sección de Antropología de Eusko Ikaskuntza

Euskonews & Media 148.zbk (2001/12/21-2002/01/04)


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