EL ÚTIL
Cuando se piensa en útiles derivados del palo el primero
que se nos ocurre es el bastón, que de hecho es el más
común, pero como enseguida veremos no el único:
existen varas para medir, muletas para andar, martillos o mazas
para llamar, punteros para señalar, varas para dirigir
el ganado, sin hablar de las incontables aplicaciones que el simple
bastón ha recibido por mor del ingenio humano.
Hace la friolera de 4.600 años aproximadamente, el rey
babilonio Dungi I de Ur, introdujo una medida de longitud, la
vara doble, que ya se aproximaba sorprendentemente a nuestro metro
(995 mm. aproximadamente). La posterior vara medieval se tomó
como unidad de longitud "natural", es decir equivalente
a 7 anchos de mano (50-80 cm.).
Por lo que respecta los bastones, ya los nobles egipcios llevaban
como signo de distinción largos palos de madera -entre
120 y 200 cm.- ricamente decorados con flores de loto, ojos, etc.
En el parisino Museo del Louvre se pueden contemplar algunos ejemplares
egipcios y hebreos, también muy largos, rematados con puños
de gancho o bola.
El historiador griego Heródoto relata que en Babilonia
los ciudadanos de buena posición nunca salían de
sus casas sin sus cañas labradas rematadas con representaciones
de flores, frutos o águilas, entre otros, que los mismos
griegos -tan amantes de las modas, ya por entonces- popularizaron
con el nombre de "bastones pérsicos"; fue durante
un tiempo el último grito en Atenas, en oposición
al popular y muy rústico cayado. No en vano, los helenos
siempre fueron muy bastoneros, con tendencia además hacia
los ejemplares de largo tamaño -hasta la cabeza, hombros
o aún más- para permanecer de pie apoyados de la
axila, adornados con espiral o terminados en palmeta o flor estilizada,
y muy especialmente tortuosos, angulosos y retorcidos. Claro que,
entonces como ahora, la moda marca tendencias a menudo contrapuestas,
y una época hubo en que el vulgar garrote lacedemonio causó
sensación (cosa nada rara, pues todo lo que venía
de Esparta hacía furor entre los áticos).
En el teatro helénico las formas y tamaños de los
cayados indicaban la condición de los personajes: el largo
representaba al pedagogo, al anciano o al campesino, y el bastón
recto muy adornado a la gente rica o elegante de la polis.
Los pueblos dóricos llevaban la syctala, y los filósofos
cínicos (vagabundos cosmopolitas y plenos de ingenio, históricamente
conocidos por la figura del desvergonzado Diógenes el Perro)
la maza de Hércules, en honor a su dios protector, que
era una de sus escasísimas posesiones pues decían
que así como "los dioses no necesitan nada, los que
se parecen a los dioses pocas cosas".
De Grecia se transmitió a Etruria, hecho plasmado en bajo
relieves y pinturas murales de ese período. En Roma, al
margen de los ya mencionados símbolos de dignidad o mando,
tan sólo persistió la rudimentaria vara, esto es,
una rama cortada de un árbol y despojada de tallos y hojas,
entre enfermos, ancianos y mendicantes.
La virga romana cumplía otras funciones: fusta de jinetes
y aurigas, insignia y herramienta de los jefes de equipo de las
escuelas de gladiatura (y, antes, de las palestras griegas)...
Los lictores que precedían a los magistrados romanos portaban
siempre fasces para llamar a las puertas donde aquéllos
intervenían.
Pero como adorno o elemento de lujo, el bastón no vuelve
hasta último tercio Edad Media. Entre los siglos XIII-XV
alcanza su máximo esplendor en potencias o bastones de
San Antonio; muletas en "T" o bastones abaciales; bastones
blancos de los apestados; bastones de chantre; bastones de iglesia;
bastones de escucha, característicos de los escuderos escuchadores
(así llamados por su misión de escuchar y transmitir
las impresiones de los caballeros durante el combate); bastones
de oficios, que los servidores de Francia llevaban como signo
de fidelidad a su monarca y a cuya muerte arrojábanlos
a la tumba.
Es
así que el útil y el símbolo con frecuencia
se confunden o yuxtaponen, y lo que en principio fue punto de
apoyo para cuerpos cansados o decoro de los más presumidos,
adquiere naturaleza ritual. Es el caso, por ejemplo, del avisador
de los teatros que todavía hoy en muchos países
da tres golpes de puntero antes de inciarse la función,
lo que constituye (en la Era de las telecomunicaciones) un residuo
ritual de orígenes mucho más prosaicos. O el de
los silenciarios, personajes que en los templos vigilaban, bastón
en ristre, la compostura y el recogimiento de los feligreses durante
los oficios; y también podemos incluir en este grupo a
los responsables de la custodia de los bastones de cofradía
y de llevarlos solemnemente en las procesiones, llamados bastoneros.
Hora es de regresar a tiempos y lugares más cercanos para
recorrer los utensilios del mismo tenor empleados por la gente
del campo para sus labores cotidianas. Elementos empero universales
y que podemos encontrar en cualquier latitud del globo, con sus
particularidades locales y su nomenclaturas. No se entiendan los
siguientes ejemplos como excepcionalidades, pues no lo son.
En toda Euskalerria los ganaderos se sirven de aguijadas, generalmente
de avellano, para estimular a los bueyes. Miden entre metro y
medio y dos metros, con una punta de hierro en el extremo para
picar a la pareja (pinchando al buey de la derecha la pareja se
desvía hacia la izquierda, y viceversa). Cuando el amo
marcha por delante con la vara al hombro, los bueyes le siguen
por detrás, y haciéndoles frente con el palo en
posición horizontal marchan hacia atrás; apoyada
en tierra verticalmente indica que deben detenerse. La aguijada
en euskera se llama AKULLU y en otros lugares -como Lezáun-
pértiga.
Pariente también es el AZKON, PORDOI o PORDOIN, vara con
un regatón o cuenco metálico en su extremo, semejante
a bordones, garrochas, chuzos y espiches.
A los bastones empleados por los ganaderos por lo común
se les daba mayor peso en el extremo, para que al lanzarlos contra
los cuernos del animal causara el efecto deseado (sea detenerlo
o desviarlo), habida cuenta que las vacas, por ejemplo, son muy
sensibles en esa zona. Así como los dandys de principios
de siglo adoptaban un aire de distinción con el bastoncillo
de caña, igualmente los tratantes y ganaderos al ir a las
ferias gustaban llevar palos largos de avellano, bien de color
plateado (como en la localidad navarra de Lezáun) o bien
marrón oscuro. No en vano se consideran más elegantes
a los primeros, sobre todo teniendo en cuenta que el avellano
de color marrón crece en zona frondosa, alto y recto, mientras
que el plateado lo hace entre peñas, en zona de poca tierra
y por ende escasamente arbórea, por lo que surge de forma
sinuosa; de modo que es difícil encontrar una vara larga
y recta de esta clase de avellano para confeccionar una makila.
Los vecinos de Lezáun suelen ir hasta la zona de Acuandi,
en la sierra de Urbasa, para conseguir estas pértigas -como
las llaman- a las que aplican un clavo o punta de metal denominada
chirta (datos facilitados por mi buen amigo el investigador navarro
Pedro Argandoña Ochandorena).
El investigador Isidro Sáenz de Urturi Rodríguez
nos aporta una serie de datos muy interesantes recogidos en tierras
alavesas, concretamente en Apodaca y su comarca. Por ejemplo,
llamaban cachabas a las armas arrojadizas de los pastores de ganado
mayor alaveses; cachabas y cachabicas medían entre 80 y
100 cm. y por lo común se confeccionaban con avellano o
boj (datos recogidos en San Vicente Arana, Alava, desde ahora
A); con un azadón se sacaba o extraía un manojo
en bruto y con un hacha pequeña lo limpiaban y trabajaban
formando la caña y su correspondiente bola, de modo que
en ocasiones salían varias cachabas de un mismo porrón
y a veces ninguna, dependiendo de la consistencia del material
y la habilidad del pastor. Añade Sáenz de Urturi
que no era infrecuente que los pastores se excedieran golpeando
al ganado, acarreando las iras del propietario.
Abundando en lo que apuntamos más arriba sobre la universalidad
de estos instrumentos, conviene saber que pequeñas son
las diferencias entre las cachabas alavesas y las cachiporras
tradicionales de los criadores de ganado masais, en Kenya, recogidas
por quien escribe, y que se cifran en el tamaño (unos 50
cm. tan sólo) y el material de confección.
Curiosos son los casos de las trallas, típicas también
de tierras alavesas. Durante la trilla arreaban las yeguas en
la parva, portando en una mano el ramal de las bestias y chascando
la tralla con la otra. Consistía en una vara de un metro
con correa de cuero de metro y medio atada al extremo. La tralla
para gatos es otra variante, de unos 50 cm. de largo o incluso
menos, hecha de avellano y adornada con pequeñas incisiones
de navaja; en una punta una badanita de cuero para colgar detrás
de las puertas de las cocinas, y al opuesto varias tiras de cuero
-estrictamente trallas- con cascabeles. Cada vez que el ama abandonaba
la cocina para hacer otros trabajos, hacía sonar la tralla
intensamente, y en un abrir y cerrar de ojos todos los gatos desaparecían
de los alrededores. El signo era evidente para los felinos: el
que husmeara en la cocina durante la ausencia de la mujer recibiría
unos azotes con la temida tralla.
En su ensayo sobre Las Améscoas (N), D. Luciano Lapuente
escribe en referencia a un pasado inmediato (apenas unos años):
"En
Améscoa, únicamente llevaban bastón los
curas cuando iban de paseo. Los pastores usaban y siguen usando
un palo liso. Los tratantes una varita, generalmente de fresno,
con una correa en la empuñadura, para atarla en la muñeca.
Los ganaderos usaban la churra. Es la churra un palo de olivastro
con su raíz, que es muy gorda (muy leñosa) y se
procura que tenga forma de pera".
Pero además de todas estas sencillas aplicaciones del elemental
palo, existen otras mucho más sofisticadas, que no ha lugar
describir aquí pero que mencionamos por su originalidad:
el bastón estoque (como el azkon); el bastón escopeta;
el bastón de pesca (que evolucionó hasta la caña
de pescar); el bastón lámpara (con lamparita, pila
y conmutador); el bastón soporte (de fotógrafos)...
Y, típico elemento del siglo XIX, ¡el bastón-pitillera!.
EL ARMA
Antxon Aguirre
Sorondo, miembro de la sección de Antropología de
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