Iñaki Perurena |
Beñat Doxandabaratz
Traducción: Beñat Doxandabaratz
Fotografías: Usoa Otaño
Jatorrizko bertsioa euskaraz
La cita es en su carnicería, ubicada en el centro de Leitza, justo detrás de la gasolinera. Para cuando llegamos Iñaki, con su imponente planta, ya está esperándonos. Nada más iniciar la conversación nos apercibimos de que el forzudo de Leitza, amén de ser un hombre sumamente cordial, no es de los que antes de nadar guarda la ropa y toca con la punta de los dedos del pie a ver si la temperatura del agua es de su gusto. En otras palabras, con respecto a esos temas en los que muchos prefieren callar, Iñaki no anda con medias tintas y vaya si se moja.
Si en Euskal Herria tenemos un hombre polifacético, ese es usted. No obstante, en cuanto a su profesión, ¿qué ponemos?
¡Vaya, hombre! Me has hecho una pregunta difícil. Si por algo soy conocido es gracias a mi labor como levantador de piedras. De hecho, es mi deporte y mi pasión. Pero claro, como no se puede vivir sólo de eso, pues pon lo que viene en mi carné: carnicero.
Inaxio, su hijo de 19 años es el que ha seguido su camino.
Sí. Además de levantar la piedra como yo, él es quien me ayuda tanto en el caserío como con el ganado.
Inaxio ha tenido en casa la ayuda que usted no tuvo. Según tengo entendido, en su casa utilizaban el hacha, pero la piedra no la querían ni ver.
Sí, eran otros tiempos. Sin embargo, para entender mejor esa evolución habría que remontarse a épocas pretéritas. En la antigüedad, los que cortaban la madera con el hacha eran los leñadores; y de vez en cuando, hacían apuestas. Los que cortaban la hierba con la guadaña eran los caseros; y los que levantaban piedras, en cambio, eran los canteros. Poco a poco, esas competiciones pasaron de celebrarse en romerías a hacerlo en las plazas de los pueblos, siempre por medio de las apuestas. El desafío, la apuesta, la disputa, la puja... De esa manera empecé yo precisamente con la piedra.
Es decir, cuando todavía no se consideraba como un deporte.
Eso es. La gente, más que a ver levantar la piedra, iba a ver la disputa entre dos hombres, apostando por uno o por otro. Llegado un momento, yo opté por dejar a un lado las apuestas y levantar la piedra con otros fines, yo contra la piedra en busca de un récord. Para ello me leí no pocos libros de halterofilia. En cualquier caso, tengo claro que si he llegado hasta aquí es gracias a las apuestas. Inaxio, por el contrario, ha empezado con la piedra desde el prisma del deporte. No ha tenido que peleárselo. En ese sentido ha cogido la senda que yo abrí en su día, sin cruces de caminos que le pudieran hacer dudar.
El que tuvo retuvo. Aunque ya no tiene aquel estado de forma de antes, sigue levantando la piedra de 250 kilos.
Sí, todavía me mantengo bastante bien. Pero para no sufrir de la cintura tengo que hacer bastante calentamiento y estiramientos. Y a decir verdad, así me gustaría envejecer, levantando piedras.
¿Cuál es el premio más bonito en las exhibiciones?
Cuando estoy en la plaza me alegra escuchar a la gente diciéndome: ¡Iñaki, cómo te mantienes! Pero quizá, lo más emocionante es ver a Inaxio en ese ambiente. A su vez, ahora puedo ofrecer a la gente algo que no podía cuando actuaba en solitario. En un momento dado, cojo el micro y le explico a la gente el origen del levantamiento de piedras, que el cantero agarró la piedra y convirtió la actividad en juego, pasando de trabajo a deporte; que los euskaldunes levantamos la piedra de diversas maneras para medir nuestra fuerza. Luego añado que los monumentos, aunque están presentes en cualquier parte del mundo, en el año 2003, los euskaldunes somos los únicos en hacer un deporte de la piedra, y que disponemos de una normativa, con federación propia y todo.
Ha estado en Japón realizando exhibiciones. ¿Qué cara pusieron al verle?
A decir verdad, los japoneses ya no se sorprenden con nada. Parece que están vacunados contra la sorpresa. Cuando voy al extranjero, lo único con lo que se extraña la gente es que se utilice la piedra para fines deportivos, cuando en realidad, en este mundo moderno lo que esta en boga es utilizar aleaciones lo más ligeras posibles. Por otro lado, unos pocos me miraban divertidos cuando yo estaba más rellenito, y más con esos coloretes en las mejillas.
¿El futuro del deporte rural pasa por ir de la mano del folklore?
Pero, ¿a qué llama folklore?
Por ejemplo, lo que hacen en Iparralde con los hitos y costumbres vascos.
Viéndolo por ahí, sí, sobre todo los festivales que organizan en verano para los turistas a fin de vender la imagen del Oh la la! La force basque! Cuando acudo, los parisinos se me acercan y empiezan a hablarme en francés. “Oh, mais vous ne parlez pas français”. “Que no, que no. Que yo soy euskaldun”, les contesto, y se quedan alucinados. A pesar de lo dicho, y aunque el folclore no sea más que la superficie, en su interior está la esencia. De ahí que podamos utilizarlo a nuestro favor, como una manera de sacarse las castañas, pero sin olvidar que la conciencia del deporte rural es otra cosa, y que hay que trabajarla.
Los aficionados al deporte rural saben que el récord del mundo a dos manos lo posee Mieltxo Saralegi con 329. Más aparte de eso, pocos saben en cuánto están el resto de récords de la piedra.
Efectivamente. A usted nadie le va a preguntar: ¿en cuánto está el récord de atletismo? Sino más bien: ¿en cuánto está el récord de maratón? ¿Y el de 100 metros? Es decir, a la gente se le olvida que en el levantamiento de piedra existen varias modalidades: rectangular, cilíndrica, cúbica y esférica, a dos manos, a una, etc., siempre en base a diferentes tiempos y tandas.
Usted mismo y harrijasotzailes como Saralegi, Goenatxo o Zelai, ¿tienen una cantera joven que siga sus pasos?
No hay tantos como harían falta, pero sí que los hay. Además de Inaxio, hay un grupo de jóvenes que lo está haciendo bien: Aimar Irigoien, Izeta IV, Unai Aresti, Unai Anasagasti.
¿Qué es lo que frena el trabajo de cantera?
¡Anda! Son varias cosas. Si un futbolista joven –de buen nivel- sale para adelante, tiene la garantía de que los medios de comunicación lo van a apoyar. En el deporte rural, en cambio, no ocurre así. Por otro lado, para poder trabajar la cantera, además del eco de los medios, hace falta algún tipo de apoyo en forma de ayudas, tales como las que puedan tener los atletas. De esa manera, los levantadores jóvenes podrían entrenarse a conciencia y con la debida tranquilidad, también cobrando un sueldo. Si no conseguimos eso, el futuro del deporte rural lo veo discurriendo por un camino marginal.
Aparte de artículos, también ha publicado libros;
tal es el caso de
“Harria mundu, mundua harri”. ¿Escribir le resulta tan
vital como levantar piedras?
Ya lo creo. Todos escribimos un montón en nuestro interior. Y en mi caso, en lugar de guardármelo, lo saco, con la creencia de que puede ser útil para mí y para los que me rodean. ¿Por qué no va un harrijasotzaile a dar su opinión sobre los temas que le preocupan? Ahora, por ejemplo, algunos políticos afirman que la solución al conflicto vasco es sumamente sencilla. Y yo les digo: “quizás es fácil ver cuál podría ser la solución; pero que de ahí vaya a venir la resolución del problema hay un trecho”. Haciendo un símil atlético: cuando te dispones a salir en la maratón sabes dónde está la salida; sin embargo, tienes que correrla, dosificando muy bien tus fuerzas si es que quieres llegar al final. Algo parecido ocurre con el problema vasco.
Al hilo de eso, ¿ha visto el documental de Medem? Si es así, ¿qué le ha parecido?
Creo que es un trabajo elogiable y valiente. Acudí al cine un domingo y fue emocionante ver como al final de la proyección la mayoría de la gente empezó a aplaudir, yo entre ellos. A Medem le agradezco que haya contado que el problema vasco no es sólo ETA. El otro día, estando yo en los estudios de ETB en Miramon, a una persona le oí decir que Medem era un oportunista. Pues bien, ¡ojalá hubiera muchos más oportunistas en este país! Es un trabajo muy adecuado para ser visto en España, para que todos esos ciudadanos que todos los días compran el “ABC” y “La Razón” se puedan dar cuenta de que la piedra no sólo tiene un lado, sino varios.
A su entender, ¿no faltaban las opiniones de gente más de a pie, no tan experta?
Tal vez, sí. De hecho, yo también fui entrevistado por Medem, pero luego no aparezco en el montaje cinematográfico. Aun así, creo que hay un mosaico amplio de opiniones, reflejando todos los puntos de vista. Eso sí, hubo algo que me produjo cierta preocupación. Fueron las palabras de Bernardo Atxaga al final, acerca de que el concepto de Euskal Hiria (Ciudad Vasca) es más amplio que el de Euskal Herria, en el sentido de que los que sólo se sienten españoles, los que se sienten tan vascos como españoles y los que sólo se sienten vascos se integrarían mejor en esa Euskal Hiria. Entonces mi pregunta es: en esa Euskal Hiria, ¿cuál es el lugar que ocuparía esa Euskal Herria que quisiera vivir en euskara dentro de esa ciudad? No nos engañemos, si el euskara ha pervivido ha sido gracias a los pueblos.
Sin dejar de lado el tema del documental, ¿qué sintió cuando vio aparecer al hijo de José Javier Múgica, concejal de UPN asesinado en Leitza?.
Tristeza. Me vino a la mente es momento tan terrible, de cuando estaba en la carnicería y oí la explosión de la bomba. Y pensé que podía tratarse de él, aunque no sabía quién era. En fin. El hijo decía que a su padre le habían matado por las ideas. En mi opinión, es inadmisible asesinar a nadie, ni por sus ideas ni por nada. Pero en eso estoy de acuerdo con Jonan Fernández, de Elkarri: pronunciarme a favor de las víctimas (y lo he hecho) no quiere decir que esté de acuerdo con sus ideas y opiniones, ni mucho menos. Bajo mi punto de vista, está claro que ETA hace daño a la labor de hacer país, entre otras cosas, porque con sus actos la gente que está un poco a medio camino se echa para atrás. Al mismo tiempo, considero que aquí no hay libertad, que los euskaldunes estamos sometidos, quizás para siempre. Con todo, creo que el diálogo es la única vía posible; no nos queda más remedio que apostar por esa vía, por mucho que seguramente salgamos perdiendo.
¿Por qué dice eso?
Porque el contrario nos llevaría a su terreno. Pongamos que hay dos personas que se desafían, nosotros somos los velocistas y el otro es maratoniano. A bote pronto, ¿cuál es el punto medio?
Los veinte kilómetros. Pero no...
Pues sí; aunque no sea esa la distancia objetiva, es la que tendríamos que correr.
En eso de aunar fuerzas para hacer país, son muchos los que abogan por acuerdos entre abertzales.
Eso es precisamente lo que yo reivindico. Por ejemplo, ¿tanta diferencia hay entre EA y Aralar para concurrir por separado a las elecciones? No obstante, el concepto de construir país me parece más adecuado que el término nacionalismo.
En estos tiempos del pensamiento único, en el que todo se nos presenta como o blanco o negro, parece que opinar sobre ciertos temas es tan arriesgado como que se te resbale la piedra de 300 kilos...
Sí, en buen sitio está la libertad de expresión. Y eso también sucede con los periodistas. Por eso hay que andar con cuidado. Si yo dijera: “ETA no es el problema, aunque sea un gran problema”, ten por seguro que sacarían la frase de su contexto y sólo incluirían la primera parte.
En el libro “100 años de historia y libertad en Navarra” Miguel Sanz dice que Euskal Herria es una gran mentira. Que políticamente apenas existió durante diez años. ¿Qué le sugiere eso?
(Silencio expresivo, y suspiro). De todos modos, no podemos estar pendientes de lo que digan los demás. Lo más sensato es trabajar en pos de despertar la conciencia. Para eso tenemos que explicar cómo ocurrieron las cosas en realidad.
Ya que ha mencionado eso, en uno de sus artículos afirma que es el euskara la llave que pone en marcha a Euskal Herria.
Es que estoy convencido de eso. Los euskaros organizaron su lengua, pero además de eso, también una forma de ser y unas costumbres. Hoy en día, en bastantes pueblos de Navarra, aunque hayan perdido el euskara, siguen manteniendo esos trazos y costumbres. Y por el contrario, entre algunos vascos que sí saben euskara, han perdido esa naturaleza. Por tanto, la pregunta es la siguiente: ¿una persona que ha venido de fuera y ha aprendido euskara es automáticamente euskaldun? En mi opinión, ha logrado algo. Además, no es lo mismo aprender euskara en un euskaltegi de Bilbao o hacerlo en un caserío de Erratzu interno dos años. ¡A ver si entienden el mundo de la misma manera!. Todo esto, claro está, lo digo a modo de reflexión. Y yo qué te voy a decir; si bien con mis hijos hablo en euskara, con mi mujer normalmente lo hago en castellano. ¿Por qué? Porque los dos fuimos a la escuela en castellano. A día de hoy leo más fácil en castellano que en euskara.
Volviendo a la política...
Ah, ¿pero es que hemos hablado de política? El invierno pasado me encontraba dando una vuelta por la ciudadela de Pamplona, cuando me encontré con un hombre bastante conocido: Carlos Garaikoetxea. “Ahí va, ¡cuánto tiempo sin verte!” Y le pregunté lo siguiente: “Oye Carlos, un euskaldun qué tiene que hacer, luchar a favor de su cultura y de su lengua, o meterse en política? Su respuesta fue clara: “Mira, Iñaki, una cosa sin la otra se cae”. Y tiene razón, sin la fuerza de la política poca ayuda podrán tener la cultura y la lengua. Todo va unido.
¿Con qué sueña Iñaki Perurena?
Los sueños más dulces son los que se tienen con los ojos abiertos.
¿Y pesadillas?
Suele ir por rachas. Pero hace tiempo que no sufro ninguna. Hace unos quince años, en cambio, me iba a la cama y andaba de un lado para otro mojando la almohada de sudor. O no podía dormirme o me despertaba con escalofríos y de paso despertaba a mi mujer, que se asustaba. Me levantaba a tomar una manzanilla y luego iba al cuarto de los niños a ver si estaban bien.
¿Y cuál era el motivo, si puede saberse?
Sí, me estaba exigiendo demasiado a mi mismo. Ya sabes, tener que mejorar las marcas, atender a los medios de comunicación, las exhibiciones, el trabajo, etc. Y al final, ¿sabes cómo se me fue todo?
¿Cómo?
Empecé a decir que no, y ¡tachán! Se acabaron la angustia y el estrés.
En sus sueños, ¿no se le aparece un hombre ataviado con unas coloridas gafas de pasta ancha?
Afortunadamente, no. Menos mal que estoy acostumbrado a escribir y contesté con rapidez a su desvergüenza. Y me escribió una segunda vez, llamándome mentiroso, diciendo que no sabía ni una palabra de historia y que lo mío era pura mitología. Leyendo esos disparates le volví a escribir, argumentando que en la mitología está la verdad más grande, porque no es sino historia pulida por el tiempo.
Iñaki
Perurena Gartziarena
Las nuevas generaciones lo conocen como Imanol, el de “Goenkale”.
Los veteranos, en cambio, como levantador de piedras. Pero ambos están
en lo cierto, pues Iñaki Perurena Gartziarena (Leitza, 1956) tiene
tantas facetas y recovecos como las piedras que levanta; todas distintas,
pero que se complementan hasta formar una sola pieza: levantador de piedras,
actor, poeta, casero, ganadero, carnicero y hombre desenvuelto ante el público.
Si bien trabaja en la carnicería (“todo el tiempo que puedo”),
Iñaki suele tener la agenda llena: cuidar el ganado, hacer el papeleo,
acudir a la grabación de “Goenkale” y atender compromisos
de otra índole antes de llegar el fin de semana, en el que toca ir
de exhibición a los pueblos. Con todo, asegura no tener estrés,
“ya que he aprendido a decir que no, para estar con mi mujer y mis tres
hijos: Maite, Inaxio y Xabier”.
Al alcance de la mano
Comunicación Básica en euskara-castellano
À portée de main
Communication basique en euskara-français
Aurreko Aleetan |