A basque in OxfordEscuchar artículo - Artikulua entzun

Xabier Ezeizabarrena, Basque Visiting Fellow, St. Antony’s
Traducción: Xabier Ezeizabarrena
Fotografías: http://www.oxford.gov.uk/oxford/leisure.nsf/pages/parks.html
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Michaelmas Term 2003/04, week 1

He llegado a Oxford poco antes del inicio oficial del Michaelmas term y ya tengo que acometer mis primeras tareas. De hecho, me he comprometido conmigo mismo a elaborar un pequeño relato sobre esta experiencia. Debo reconocer previamente que se trata de una idea original de Demetrio Loperena & Mr. Felix Dodds, conocido lobbysta británico ante las Naciones Unidas, presente en mi breve y fugaz despedida en Donosti, y promotor, entre otros proyectos, de la futura inclusión de un equipo vasco de rugby en el Torneo de las 6 Naciones, que con los vascones pasarían a ser siete, número, en todo caso, estética y políticamente mucho más interesante.

En este caso, el punto de partida no puede ser otro que Oxford. La ciudad del "Town & Gown", como punto de encuentro de académicos e intelectuales británicos, europeos y mundiales de todas las esferas y colores; en ese crisol inimitable que es el mundo. Como en la mítica milla recorrida por Roger Bannister bajo las almenas del Christ Church College en menos de cuatro minutos; pero desde la visión singular del mundo excéntrico y particular que representa Oxford en el Reino Unido y en Europa. Esta es la historia de mi etapa soñada en Oxford; esta es la historia de un sueño hecho realidad.

En Oxford hay tres periodos oficiales de actividad académica: Michaelmas term, Hilary term y Trinity term, cronológicamente ordenados. Sus fechas tienen escasa importancia y no coinciden de forma sistemática con trimestre alguno. Lo importante, por tanto, no son las fechas, sino lo que sucede en esta excéntrica ciudad universitaria dentro y fuera de ellas; dentro y fuera de las aulas; dentro y fuera de las tabernas; dentro y fuera de cada una de las particulares mentes que pueblan este lugar gobernado por un extraño espíritu de tradición, formalismo y ordenada anarquía académica y social.

El Sábado por la mañana he llegado al Sant Antony´s College, al que se accede por una casi inapreciable puerta digna de cualquier monasterio románico, a los pies de Woodstock road. Dentro, inicialmente he sido tomado por un estudiante más, hasta que, una vez reconocido por el portero de guardia, he recogido mi correo personal en uno de los buzones que se alojan en el mismo porche de entrada al College (Pigeonshole). A continuación, me han informado de la reunión dominical que tendrá lugar a la curiosa hora de las diez de la noche del citado domingo, para conocer los planes de futuro y entrenamiento de nuestro equipo de remo. Parece que mi procedencia les ha interesado en este aspecto, de modo que he prometido asistir inicialmente a tan extemporáneo encuentro "arraunlari", dentro de Hilda Besse en el mismo St. Antony´s. Claro que minutos más tarde he tenido una segunda e inesperada cita. Desde el boulevard de Sant Giles llegaba a mis oídos una hermosa melodía sacra, proveniente, sin duda, de algún coro de jóvenes cantores. Nada más entrar en la pequeña iglesia de Sant Giles y, con toda cortesía británica, he sido provisto de sendos libros de salmos, acomodado en uno de los bancos frente al padre correspondiente y, lógicamente, invitado a cantar durante media hora. Todos los feligreses se han congratulado de mi presencia y he entonado lo mejor que sé.

Michaelmas term, week 2

Mi segunda semana en Oxford hace soñar a cualquiera que se deje llevar por el alma de sus calles, conventos e iglesias, cuando no por entre sus canales. En tan solo un puñado de manzanas urbanas puedes entrar en la casa donde Edmund Halley descubrió su cometa; visitar el Ashmolean museum, el más antiguo de Gran Bretaña; bañar tus labios y tu mente en la misma taberna en la que J. R. Tolkien comenzó a diseñar su conocida trilogía o, porqué no, bañarte en el canal donde el matemático Lutwidge Dogson definió la fórmula de la trigonometría plana. A lo largo de High Street, para muchos la calle más hermosa de toda Inglaterra, uno puede emular los pasos camino del College de personajes como Samuel Johnson, Adam Smith, Jonathan Swift, Roger Bacon, Oscar Wilde, Graham Greene o Indira Gandhi, entre otros. Pero Oxford es, en la historia, mucho más que todo esto. Cuentan las crónicas que en el siglo XII algunos estudiantes de órdenes religiosas pretendieron partir hacia París a estudiar; aquello no gusto al Rey Enrique II y la intención de exilio francés fue objeto de inmediata prohibición. Como solución inicial, los estudiantes comenzaron a encontrarse en los monasterios de Oxford, en aquel entonces una simple villa comercial sobre el Támesis, a unas 55 millas de Londres.

Michaelmas term, week 3

Durante los últimos días he recibido la primera comunicación oficial venida del equipo de remo de Sant Antony´s College. El correo electrónico hablaba de una primera salida al Támesis. Lo cierto es que el correo en cuestión me citaba a las seis y media en el hall de entrada a Sant Antony´s para, desde allí, partir en grupo rumbo al río en su parte más ancha a su paso por Oxford. Al no aclarar la misiva si la referencia era matutina o vespertina, tomé la precaución de preguntar al entrenador si la cita era “AM o PM”. A los pocos segundos, mi correo electrónico recibió de forma fulgurante y taxativa el momento de la cita: 630 AM de aquel mi segundo viernes oficial en Oxford. No tenía más remedio que apechugar con el compromiso adquirido y prepararme para vivir aquella, la que yo siempre había deseado, mi experiencia “arraunlari” en Oxford. A las seis de la mañana de aquel viernes inolvidable tomé decidido mi bicicleta tras un frugal desayuno y me dirigí alegremente a lo largo de Banbury Road hasta llegar a la entrada de Sant Antonys, candar debidamente mi belocípedo junto al monasterio en total oscuridad y enfrentarme con mi gran cita deportiva, años después de retirarme del baloncesto, del tenis, del atletismo y demás aficiones adolescentes. Efectivamente, eran las seis y media de la mañana, y ni en el College ni en todo el Norte de Oxford había más seres vivientes que los remeros de Sant Antony´s fieles a su intempestiva cita.

Mis expectativas de posible sufrimiento no se han visto defraudadas, pues a la hora señalada hemos comenzado a correr en grupo de forma compulsiva rumbo al “Boat club”; hemos terminado de recorrer Woodstock Road, atravesado el boulevard de Sant Giles, Cornmarket, High Street, Sant Aldates y finalmente girado hacia el Oeste a la altura de Christ Church College. En este punto, frente a la entrada del mítico College, Oxford se convierte prácticamente en campo abierto para cualesquiera fines deportivos y agropecuarios. Hay vacas pastando, y algunas continúan profundamente dormidas a nuestro paso por prados, vallado para ganado y una impresionante alameda de hayas y robles que nos conduce a la parte ancha del Támesis a su paso por Oxford.

Llevado a cabo el pertinente calentamiento, la primera maniobra de dificultad es sacar el batel de un estrecho y largo garaje presidido por diversos escudos, estandartes y, como no, remos de todos los colores, dimensiones y tamaños posibles. Una vez a nuestro alcance, y debidamente centrado el batel en el hangar, los remeros obedecimos las consignas del patrón, que por lo visto nos dirige tanto dentro como fuera del Támesis (Isis, por cierto, en pura terminología Oxfordiana).

- “Now, guys, two inches up”;
- “On your legs at three”,
- “On your shoulders at four”;
- “Onto the water at three”.

La tripulación, junto al patrón de evidente procedencia militar, está compuesta por mi amigo de Tomsk, Marcus de Göteborg, Michael del Sur de Gales, un norteamericano llamado Shasha, Diego de Buenos Aires, Jonathan de Ciudad del Cabo, Ernst de Hamburgo y yo mismo. No quiero abundar demasiado sobre lo que ha pasado sobre las aguas del “Isis”, pero cuando bogábamos los ocho al tiempo el batel parecía volar sobre las aguas; sólo puedo deciros que hemos vuelto también corriendo hasta Sant Antony´s y que ahora ya conozco el sentido de nuestro dicho sobre lo que sucede cuando uno “mete el remo”.

De regreso a casa, incluso mi hija Sofía se ha percatado de mi penoso estado; manos y “lipurdi” en plena descomposición, pero eso sí, por dentro, muy por dentro, me siento mucho más joven.

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