Sobre topónimos vascos en territorio uruguayoEscuchar artículo - Artikulua entzun

Renée Fernández & Danilo Maytía

No resulta extraño que en la denominación de localidades, parajes y accidentes geográficos, aparezcan entremezclados en el territorio uruguayo, nombres de variada procedencia. En su necesidad de identificar el espacio que habita, el hombre marca y distingue quebradas, cauces, cerros, poblaciones, por mínimas que sean. Algunas denominaciones se prolongan desde tiempos remotos y mantienen su original designación indígena; otras han surgido vinculadas a algún mojón distintivo, como arboladas circundantes y así tenemos abundantes sauces y sarandíes dando nombre a un sinnúmero de ríos y arroyos; algunas otras, se apropiaron de nombres propios de personajes vinculados a su entorno, tomando y respetando sus distintos orígenes.

Resulta comprensible, por tanto, encontrar nombres vascos distribuidos en cada uno de los departamentos, destacados en los mapas designando localidades diversas o por el uso habitual de los vecinos, quienes al denominar así algún paraje, hacen perdurar la presencia de algún inmigrante o su descendencia. Algunas designaciones se sustituyen con el tiempo, otras pierden vigencia y va quedando en el olvido el motivo que las vinculara con aquel inmigrante vasco que les dio origen; pero en los registros quedan aquellos nombres que alguna vez marcaron la historia del lugar.

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Ubicación de algunos topónimos vascos en Uruguay (diferenciados de las capitales departamentales con grafía vasca) 1

Desde aquel tiempo remoto de la conquista española, cuando el Adelantado Juan Ortiz de Zárate nombró a nuestro territorio Nueva Vizcaya, la influencia de la inmigración vasca fue marcando el mapa. Hemos ilustrado, en esquema, esa presencia diseminada por toda el área; en algunos casos aún se conserva la razón de esa designación; en otros, el motivo ha quedado perdido en el olvido.

Muchos habrá que se sorprendieron y sorprendan al leer, o escuchar entre los lugareños, un nombre que los acerque con sus raíces, con su gente. Para nosotros, la sorpresa fue saber que una subida en el tramo de Ruta 8, entre Treinta y Tres y Melo, era conocida como “Repecho Maitía”. La inquietud permitió conocer que los campos de ese paraje habían pertenecido a un Maitía, del cual sus descendientes eran vecinos del lugar. La ansiedad por averiguar la historia encontró la oportunidad de acercarnos al sitio y, dialogando con los actuales Maitía en la zona, comprobar que los ascendientes se unían en un tronco común. Por supuesto que no faltó, en las navidades siguientes, una enorme tarjeta reproduciendo el árbol genealógico constatado y un “Zorionak eta urte berri on” en grandes letras vascas.

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Vista del Repecho Maitía. 2

Al Este del Uruguay, próximo a la Laguna Merín, se encuentra la localidad de Lascano. Debe su nombre a uno de sus fundadores, Francisco Lascano, nacido en Guipúzcoa por 1820 e instalado como comerciante en la zona de Rocha, una vez llegado al Uruguay. El deslinde del pueblo fue realizado por los agrimensores Reis y Juanicó, sobre solicitud de Lascano, quien había donado conjuntamente con Francisco Antonio Fernández los terrenos necesarios para plaza pública, iglesia, escuela, policía, municipio y cementerio. Oficialmente queda establecida la fundación del Pueblo tras el Decreto del Poder Ejecutivo del 10 de febrero de 1876. Entre los primeros pobladores estaban los carpinteros Casto Eizmendi y Sebastián Arzola, los herreros José Sagastiverry, Domingo y Pedro Aispurúa, Pedro Garra como dependiente y el hornero José María Iraola. Después de 1880 llegaron otros, algunos traídos por el propio Lascano, como José Otamendi y Francisco Eizmendi, sobrino éste del fundador, quienes se establecieron con comercio propio el primero y como dependiente de farmacia el segundo, hasta la adquisición de la suya propia. Con el tiempo y de acuerdo con su crecimiento sostenido, el pueblo se transformó en Villa en 1908; por ese entonces hacía ya veintidós años que había fallecido Lascano, pero seguramente habrá podido apreciar el progreso generado en aquellos solares donados algunos años antes.4

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Francisco Lascano3

En los mapas actuales ya no aparece identificada la Parada Artola en el departamento norteño de Artigas, sin embargo, Orestes Araújo la menciona en su Diccionario Geográfico, de 1912, y la podemos ubicar aún en un mapa de 1962, además de ser un referente para los artiguenses. La Parada Artola correspondía al apeadero del Ferrocarril Norte del Uruguay, en el trayecto de vía que unía las localidades de Baltasar Brum y Cuaró. Su nombre respondía al comercio que el vasco Artola tenía instalado en ese punto.5 José Artola Martinicorena había nacido en Errasquin, aproximadamente en 1850, llegando muy joven a Uruguay en 1866, donde trabajó por un tiempo en Montevideo. De acuerdo con el autor Orlando Arbiza, Artola adquirió hacia 1870 un campo por las costas del arroyo Cuaró, por información que pudo haber sido transmitida por Vicente Saralegui, el primer vasco llegado a la zona del actual departamento de Artigas y quien fuera cruelmente asesinado. De hecho, Artola queda vinculado con López Saralegui, pariente de Vicente, con quien se asocia, quedando encargado de la administración de las propiedades.6

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La parada Artola se ubica cercana a Cuaró7.

Siguiendo a Arbiza, Artola fue un hombre progresista que supo administrar su producción ganadera, estimulando y premiando a colaboradores que traía de provincias vascas, habilitándolos según era la costumbre. Llegó a producir lanas de calidad internacional reconocidas como “lanas tipo Cuaró”, las que eran comercializadas en los centros fabriles europeos por el propio Artola. La sociedad no sólo traía mano de obra capacitada en la cría de ovinos, principalmente llegada desde las aldeas de Errazquin, Inza y Betelú; también reclamaba la presencia de jóvenes vascas como mucamas para servicio de sus familias, pero con el objetivo principal de lograr casamientos entre los inmigrantes vascos.

Entre tantos llegados a nuestras tierras del norte, mencionaremos a Miguel Iriarte, Asencio Soravilla Ochotorena, Francisco Olaechea, José María Odriozola, Gregorio Aspíroz, los hermanos Goldaracena, José Miguel Goicoechea, Juan Recalde, José Zaldías, José Ibarguren, Vicente Telechea, Miguel Arazolaga, Antonio Juanena, Mariano Hospitaleche. Esta primera tanda no dudó en incrementar años más tarde la inmigración, reclamando a su vez a otros coterráneos y habilitándolos como Artola lo había hecho con ellos. Es comprensible que no todos vinieron a criar ovejas; la creciente población reclamaba también comerciantes para atender las necesidades de consumo y cumplir con los reclamos sociales que ese incremento de población generaba. Esto respondía al desarrollo que la sociedad Artola – López Saralegui adquirió, convirtiendo en región productiva una zona inicialmente deshabitada e inexplotada. La imagen del lugar se transformó no sólo con los campos en pastoreo, también los edificios destinados a comercios surgieron cada 15 o 20 kilómetros, convirtiéndose a su vez en núcleos de esparcimiento social.

Marcados por los años, los socios fundadores determinaron la disolución de la sociedad para volver a su tierra de origen, con la cual don José estuvo en permanente contacto, en base a sus negocios lanares y donde mandó a estudiar a sus hijos. Artola dejó fracciones de su campo a sus colaboradores más cercanos, mientras que los sucesores de Vicente Saralegui, dejaron a Martín Martinicorena como administrador. Esta etapa generó nuevos polos de producción, pero la zona ya estaba encaminada.8

La nomenclatura vasca no siempre responde al inmigrante de primera generación; es necesario profundizar su estudio, porque quien tiene apellido vasco es siempre identificado como tal, no importa a qué generación corresponda respecto a aquél vasco natural que inició una rama uruguaya. Además, sea o no comprensible, en caso de quedar claro el origen criollo, siempre existirá alguna referencia de alabanza al origen vascongado.

Nacido en la ciudad de Salto en agosto de 1854, hijo de Silvestre Lacaze y María Beleche, Juan Luis Lacaze9 fue un emprendedor hombre de negocios. En 1882 había obtenido una concesión para explotar una mina de oro en el departamento de Tacuarembó, que debido a ciertas dificultades no pudo concretar. En 1884 conoce accidentalmente las riberas del Arroyo Sauce en el departamento de Colonia; con visión empresarial evalúa las posibilidades de los inmensos médanos, la calidad del granito azulado de las canteras del Minuano y las características del puerto de aguas profundas, con abrigo natural para embarcaciones de poco calado, además de la cercanía a la amplia demanda del mercado argentino. No demora en concretar la explotación de las canteras, la que encara asociado con Juan Médici, tras lo cual se suceden los emprendimientos. Obtiene luego la aprobación parlamentaria para la construcción de un puerto artificial en la ensenada del Sauce, a la cual se accedía por una vía férrea de trocha angosta de 14 kilómetros de largo, iniciándose su construcción en 1894, bajo la firma Lacaze y Cía. En 1897 se complementan las mejoras con la concesión del ramal del ferrocarril del Oeste permitiendo con ello acelerar las obras del puerto, incrementando los 14 pies de profundidad iniciales a 25, con lo cual se lograba la presencia de embarcaciones de mayor tonelaje, favoreciendo con ello a esta rica zona de intercambio comercial. Siempre en base a su iniciativa, se incorporan espacios para maniobras y depósitos. Tras una enfermedad que lo aquejaba desde los veintiséis años, fallece en Europa en 1908. En homenaje a su gran emprendimiento en la zona, por ley del 15 de marzo de 1909, se cambia la denominación de Sauce, con la cual se conocían puerto y pueblo, por Juan L. Lacaze.10

No queda duda sobre la visión de Lacaze, en cuanto a la correcta ubicación del puerto; aquella primera población conformada por sus trabajadores y familiares, se fue incrementando con la implantación de una industria papelera y una textil que atrajeron cientos de operarios. No han faltado posteriormente, los homenajes y monumentos a este empresario que dio origen a la población.

Nuestra investigación sobre la presencia de nombres vascos en el territorio nacional, es ambiciosa y extensa en demasía; pretendemos rescatar, por medio de ella, la presencia vasca en los rincones escondidos de nuestro campo, sorprendida y aquerenciada en los recodos de los caminos. No cabe duda que resultan más accesibles aquellos personajes que trascendieron por sus grandes obras y que dieron empuje con su tesón, a una zona o producción. Pero de aquellos vascos que la historia no rescata, hay un sinnúmero de mojones que los delata. Así como el Repecho Maitía es un referente entre los lugareños, también lo será algún día, el campo que en Cerrillos explotaba Beracochea, “el vasco de las ovejas”.

Nuestra tarea es ardua y apenas si comienza. Más arduo aún lo fue el camino de aquellos que anduvieron por nuestros pagos; de ellos perduran los rastros de sus nombres, que aún sin estar escritos, nos trazan el mapa de sus pasos.

1 Diseño de Danilo Maytía publicado en “Revista de los Vascos” del Centro Haize Hegoa, N°1, jun. 1994, Montevideo p.18.

2Vista del Repecho Maitía (arriba a la izquierda) desde Treinta y Tres a Melo.

3 “Norte periodismo con criterio”, Rocha, 28 de enero de 1998, Año III, N° 9. Material proporcionado por Víctor Velásquez.

4 “El Lascanense”, 10 de febrero de 1926, Año XVII, N° 983; VALLS, Luis, 1918 “Españoles en el Uruguay”, Mont. Tipografía moderna, pp. 86-87.

5 ARAÚJO, Orestes, 1912 “Diccionario geográfico del Uruguay”, Mont. Tipo-Litografía Moderna, pp. 38-39.

6ARBIZA, Orlando, 1987 “El aporte vasco al departamento de Artigas”, Mont. Ediciones de la Plaza, pp. 79-80.

7Guía vial del Uruguay Banco Cmercial, 1962, sector 27.

8 ARBIZA, O. ob. Cit., pp. 49-55 y 80-81

9 Si bien es conocido por Lacaze en el acta de bautismo figura como: “… Juan Luis Bartolomé Lacasa, que nació el veinticuatro de agosto deste año (1854), hijo legítimo de Silvestre Lacasa y de María Velech..”

10FERNÁNDEZ SALDAÑA, José, 1945 “Diccionario uruguayo de biografías, 1810-1940, Mont. Editorial Amerindia, pp. 676-677;

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