Elça
Martins Clemente de Brito, Licenciada en Filología hispánica
y Miembro de Eusko Ikaskuntza
Traducción: Elça Martins
Euskara
Português
Nací en un pueblecito de Cáceres, hija de padres portugueses, que después emigraron a Brasil cuando yo cumplía un año y cinco meses. No podría imaginar que, además de ser un poco portuguesa, española y brasileña, algún día me sentiría un poco vasca. Así que traigo en mí un poquito de cada uno de esos pueblos. A veces, no sé decir, en realidad, qué soy. Sin embargo, siempre he experimentado una pluralidad en mi formación, que afortunadamente me ha aportado muchísima sensibilidad como ser humano.
Me gustaría hablar de por qué “yo también soy un poco vasca”. En 1974, después de 19 años en Brasil, mis padres querían volver a España donde vivía gran parte de la familia de mi madre. Mi hermana Izilda y yo decidimos dejar todo: nuestros estudios, trabajo y amistades y nos fuimos a España. Concretamente, fuimos a Bilbao, donde teníamos y todavía tenemos familia. Fue una experiencia inolvidable y una de las épocas mas felices de mi vida. Me acuerdo perfectamente de mi primer día en Bilbao. Había un grupo de jóvenes vascos con sus hermosos trajes típicos, tocando sus instrumentos. ¡Qué bonito! ¡Qué diferente! Yo todavía no conocía la historia de los vascos. El tiempo que viví en Bilbao pude conocer un poco de ese pueblo tan hermoso que me cautivó para siempre. Mi estupenda familia, amistades, profesores, y otras personas influyeron positivamente en mi vida personal. Euskadi, Euskera, Zorianak, Agur, la Ikurrina... fueron palabras que pasaron a formar parte de mi vida y de mi misma.
En la casa de Izilda y Orival. São Paulo, Brasil. (Elça: primera fila, primera, de dcha. a izda. Izilda: segunda fila, primera, de izda. a dcha.). |
Yo sabía que nunca más sería la misma. Desde aquella época soy también un poco vasca. Muchas cosas importantes sucedieron en Bilbao, que cambiaron mi vida para siempre. En Bilbao experimenté entre otras cosas mi nuevo nacimiento espiritual en Cristo. Una experiencia que me trajo un cambio de percepción de la realidad y de la vida; no simplemente cambio de religión, sino cambio de vida y de valores; una relación personal con Dios por medio de Jesucristo con connotaciones diferentes a las hasta entonces experimentadas. Bilbao con su entorno, su belleza, sus caseríos, su puente colgante, su gente tan especial; es una ciudad que forma parte de mi vida, que me ha atrapado con sus encantos para siempre. Al transportarme a ese espacio geográfico y cultural sé que formo parte de él; mis sensaciones están impresas en mi cerebro de una forma imborrable. Y esas sensaciones me traen la emoción de aquella vivencia inolvidable en Euskera. Esa nueva realidad – la vasca – con todas las sensaciones y percepciones positivas que se tradujeron en una experiencia interpersonal inolvidable - supuso para mí un cambio inmenso en mi humanidad y forma de concebir la realidad.
Dejar Brasil significaba dejar lo conocido, lo estable, lo concreto; un espacio geográfico y también cultural que formaba parte de mi, que constituía mi ser personal. Además, vivir en otro espacio era una forma de confrontar toda una concepción de ser y de actuar con otra tan distinta, pero tan humana y sensible como la mía. Significaba todavía echar de menos muchos paisajes físicos y personales, mi propia historia; era en definitiva afrontar un nuevo reto en mi vida. Fue una época de juventud. Había en mí y todavía hay una búsqueda inquietante por nuevas formas de ser y sentir. Convivir y conocer al pueblo vasco me posibilitó ampliar mi sensibilidad, y aprender nuevas formas de ternura que desde entonces alimentan mi desarrollo personal.
Establecer esta relación con una cultura milenaria y tan singular me hizo adentrar en el territorio de “lo sagrado”, el espacio del otro, con sus misterios, con su magia; vivenciar otras formas “humanas” de sentir, de pensar, de ver el mundo. Lo sagrado para mi en una cultura es todo aquello que es inviolable, que es del Otro, su historia, su forma propia de ser, de sentir y expresarse. Sus rasgos propios como pueblo y nación, su singularidad. Yo experimenté en Euskadi y después con los vascos tan especiales que he conocido en Brasil, su magia, su valor como pueblo que lucha por hacerse respetar y oír en este mundo, donde las minorías suelen ser silenciadas. Su coraje en preservar su lengua y su cultura a lo largo de los siglos y, especialmente, en este último siglo, donde cada vez mas hay menos espacio para las minorías. Si “somos lo que recordamos que somos y lo que queremos recordar”, mis memorias son muy positivas y al recordar ese tiempo ya lejano, pero tan presente, me veo y me siento más plural, envuelta en un ecosistema en que “lo vasco” forma parte de mí.
Elça Martins Clemente de Brito (de amarillo). São Paulo, Brasil. |
Nací en Valverde del Fresno, Cáceres; viví siempre en São Paulo, Brasil, pero Bilbao ha sido un tiempo de ensueño, de felicidad. Yo no sería yo misma sin la esencia vasca: su identidad propia, su característica mas básica – pueblo fuerte y persistente -, mantenedor de sus tradiciones y historia; que en su diversidad y diferencias supo plasmar el concepto de unidad, no perdiendo su esencia. Por eso, yo también me siento motivada a buscar mis propias raíces, mi historia personal en mi pueblo. Lo que uno siente en esa tierra vasca es: acogida. Es un país que supo a partir de una tragedia como la de Gernika ubicarse en el mundo con su propia sensibilidad, ternura y emoción. Mi vida ha sido transformada con un nuevo vivir. Yo ya no puedo mas ser lo que era, ahora forma parte de mi un estilo especial de también sentirme un poco vasca. Poder hacer una (re) lectura de mi misma a partir de lo vasco fue y sigue siendo un campo fértil de emociones sensaciones y auto conocimiento.
Hablar otra lengua es tener el privilegio de ver el mundo un poco como el hablante de esa lengua lo ve y lo siente. Por eso conocer el “euskera”, oír el sonido de sus fonemas, conocer algunas palabras me ha aportado una visión distinta de mi propia realidad personal formando parte de una nueva sensibilidad que se asienta en mi mundo interior. La convivencia en un espacio geográfico como Euskadi me ha aportado la condición de experimentar una nueva realidad con sus sensaciones; y vivir a partir de otra sensibilidad experimentando emociones diversas. Esta nueva realidad es que soy también un poco vasca. Y hasta hoy, esta sensibilidad especial permanece en mi.
Conocer otra cultura supone experimentar nuevas formas de actuar y sentir frente a la realidad. Aprendí que la plena expresión de la singularidad ocurre cuando incorporo la sensibilidad y la emoción del otro. Cuando le dejo ser. Aprender de esa singularidad nos transforma como personas y como pueblo. Si coexistimos y nos movemos en el espacio cultural del otro, si interactuamos y permitimos que el otro sea el otro, sin condicionamientos, sin que sea moldeado según nuestra voluntad, si le dejamos expresar la fuerza que emerge de su singularidad, reconociendo sus diferencias, si aprovechamos el conflicto para alimentar un mutuo crecimiento, podemos convivir en un “ecosistema” donde la sensibilidad humana ocupa un espacio que supone la ternura como vinculo entre esos espacios de tolerancia hacia lo diferente.
En la casa de Arantxa Ugartetxea y Jose Ramón Zubizarreta. Donostia. Elça Martins, su esposo Otilio con Jônatas. |
Cuando en 1996, volví a Bilbao, ahora con Jônatas, mi hijo y Otílio, mi esposo, fue una alegría enseñarles un poco de mi historia. Me sentí como si estuviera en mi propia ciudad. Todo me era tan familiar: sus calles, sus plazas, los sitios por donde anduve en aquellos ya lejanos años de 1974, pero tan presentes y reales en mi corazón. Tuvimos la oportunidad de conocer San Sebastián-Donostia que nos cautivó a todos de una forma tan especial, incluso por los grandes y queridos amigos que ahí tenemos. No puedo dejar de hablar un poquito de ellos: José Ramón Zubizarreta Oteiza y su esposa Arantxa. A él un homenaje, porque ya nos dejó. Pero su encanto personal sigue en nuestros corazones. Todo lo que él hizo porque fuera conocido “lo vasco” aquí en São Paulo es inolvidable. Como vasco supo asumir su identidad cultural en esta inmensa ciudad de Sao Paulo. Y Arantxa, que sigue siendo siempre el puente entre nosotros y esa bella tierra. Desde aquí mi gratitud a ellos y a todos vosotros que formáis parte de ese país tan especial, que también lo siento como mío.
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