La información incontrolada me esclavizaEscuchar artículo - Artikulua entzun

Josemari VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA
Traducción: Koro GARMENDIA IARTZA
Jatorrizko bertsioa euskaraz

Hace tres meses y medio, me dispuse a probar una nueva experiencia, sin saber exactamente lo que su desarrollo me depararía. Todo empezó a principios del año 2005, harto ya del bombardeo diario de noticias. Pensé que debía concederme una bocanada de aire fresco.

¿Cómo? Desenganchándome paulatinamente de los informativos. Me parecían prácticamente maniqueístas, fieles a una filosofía de la que discrepo total y absolutamente. Ni todo cuanto me rodea es obra de Dios, ni el diablo ha creado todo cuanto atañe a los otros. De modo que, en nombre del mutuo respeto que siempre he proclamado, pensé que podía resultar saludable detener como fuera el flujo de noticias diarias que la televisión me transmitía sin cesar. Y no sólo lo pensé, sino que, además, lo llevé a la práctica. En la primera semana de enero decidí dar la espalda a todos los teleberris, informativos y telediarios. Habían dejado de interesarme en el formato de confrontación que todos comparten.

El siguiente paso lo di con respecto a las emisoras de radio. Paso algo más de dos horas diarias al volante, y, convencido de que, además del castigo que supone el tener que padecer el tráfico, aguantar los noticiarios o boletines de información que las emisoras nos suelen programar era ya demasiado –y eso, sin contar las tertulias e insultos de los tertulianos- me propuse no escuchar más que música clásica. Este paso lo di durante la segunda semana. Y en la tercera semana de enero, tomé la deliberación más dura de todas: dejar de leer los periódicos. Desde entonces no he leído ni uno.

Es decir, el agobiante esquema de funcionamiento de los medios de comunicación que tratan de ordenar nuestras vidas me ha llevado a renegar de mi condición de espectador-oyente-lector de las noticias que se nos clasifican como de interés general. Y dado que esta experiencia me está resultando de lo más interesante, todavía no le he puesto fecha de caducidad.

No puedo decir que esté totalmente aislado de las ondas informativas. Eso es imposible, porque la información nos llega de la forma más inesperada. Pero una cosa es enterarse de una noticia, y otra –muy distinta- profundizar en ella. Y, gracias a la fórmula que estoy empleando, me he librado del incontrolable y repulsivo diluvio de noticias. Os voy a poner unos cuantos ejemplos: sé que Ibarretxe estuvo en Madrid, porque ese mismo día me lo comentó un compañero de trabajo, pero no he oído, visto o leído nada sobre aquella visita conscientemente. No sé si en Irak han celebrado ya las elecciones o si la Real va ganando o perdiendo los partidos. Sé que el 17 de abril tendré que acudir a las urnas, porque he tenido que adelantar una reunión que estaba programada para ese día, ya que en la fecha que previamente escogí van a celebrarse elecciones. Ya no rumio sobre las desgracias, la violencia social o/y las calamidades en las cuatro esquinas del mundo. Lo he venido haciéndolo durante toda mi vida y sé perfectamente lo que he ganado (perdido) con mi actual actitud. Ignoro si la economía está cayendo en picado o si, por el contrario, los balances de las empresas presentan beneficios.

Un amigo mío, tras comentarle mi rara decisión, me ha asegurado que los ignorantes viven felices. Es posible. ¿Saben ustedes lo bien que se está dándole la espalda a la información que uno no desea -ni necesita-? Al levantarme para ir a trabajar me siento mucho más tranquilo, y noche tras noche me acuesto en paz con el mundo. Pero no piensen que esto resulta fácil, no. Hay que hacer un notable esfuerzo para impedir la llegada de información no deseada. El no prestar atención a la información al cambiar de dial, al zappear con el mando a distancia o al pasar frente a un quiosco, exige una postura activa. Mi proceder me recuerda, por comparar con algo, el cartelito "esta comunidad no desea propaganda" que hoy día podemos ver en algunos portales. Pero en activo.

Sé que para muchos esta postura es totalmente desacertada. Pero no pretendo convencer a nadie, y mucho menos demostrar que llevo la razón. Además, sé que antes o después voy a terminar por rendirme. De todos modos, en tanto en cuanto siga adelante con mi decisión, invertiré las horas que habitualmente dedicaba a mantenerme informado (¿) en otros menesteres. No voy a convertirme en un experto en música clásica, pero voy a entablar amistad con estilos, intérpretes y autores que hasta ahora me resultaban prácticamente desconocidos. Y voy a recuperar aquellos libros que, al no haberles podido dedicar el tiempo que requieren, llevan años amontonados en la biblioteca de mi casa, y empezaré a leerlos con calma. Y veré los documentales sobre naturaleza de ETB y TV2. Lamentablemente, sé que mi felicidad no durará eternamente, pero, desde el momento en que tomé esta decisión, me he dado cuenta de que un exceso de información nos convierte en presos de nosotros mismos. Y no estoy dispuesto a tener que volver a luchar contra fuentes incontroladas. Quiero velar por mi libertad. Y por mi salud mental.

GAIAK
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2005/04/15-22