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Fragmento de un mapa del Mar del Norte (hecho en 1535) a donde los vasco subían en busca de ballenas. |
En un principio, el hombre pescaba desde la costa sin atreverse a surcar el misterioso mar. Con el paso del tiempo aprendió a construir balsas, barcas y lanchas que le permitían pescar flotando en el agua.
En la Edad Media algunas villas subastaban al mejor postor la facultad de pescar con redes en su costa. Así lo declaran, por ejemplo, las Ordenanzas Municipales de San Sebastián, dictadas por los Reyes Católicos en el año 1489, en las que además se especificaba que el pescador tenía la obligación de vender los productos en la misma villa para el suministro de sus vecinos (arts. 117 y 111)1.
Respecto a la pesca de ballena, su tradición está documentada a partir del siglo XIII. Aparece como emblema en los escudos de las villas costeras, en los dinteles de las casas y en toda la tradición épica que ha llegado hasta nosotros2. Fue negocio próspero la caza de la ballena para los marinos de Euskal Herria hasta que desde el siglo XVII la fuerte competencia implantada hizo entrar en decadencia esta industria. Sirva de demostración la Real Cédula dictada en 1521 donde se prohíbe con firmeza que “ningún extranjero mate ballenas en los mares y puertos de España”3. Casi 100 años después, en 1613, los ingleses irrumpen la caza de ballena de los marinos vascos en los mares de Noruega4.
A esto replica el estado español con una Real Orden que impide a los marinos de Gipuzkoa servir en barcos extranjeros que cacen ballenas en aquellas aguas5.
El año 17326 se crea la “Compañía de pesca de ballenas” en San Sebastián. Cara a esta industria, el puerto de Pasajes jugó un papel destacado en el avituallamiento de los barcos. Allí llegaban las naves no sólo guipuzcoanas sino también laburdinas, como lo demuestra la autorización real extendida en 1755 permitiendo embarcar cuatrocientas veinte barricas de sidra (que al ir llenas hacían función de lastre y a su vuelta se utilizarían para transportar en su interior la grasa de cetáceo) a unos navíos de la “Compañía de Bayona” creada para la misma utilidad que la de San Sebastián.7
Otro capítulo de importancia considerable dentro de la pesca de altura fue el de los bacaladeros. En efecto, la pesca del bacalao, su salazón y venta fueron factor activo en la economía vasca durante centurias. En un documento que se conserva en el Archivo Provincial de Gipuzkoa8, se puede leer la siguiente recomendación que realiza la jerarquía en 1587: “Que los barcos que tratasen de ir aquel año a terranova, a la pesca de bacalao, fuesen bien armados para su defensa contra los corsarios ingleses”.
Rumbo a Terranova, donde estarán seis meses. (Cortesía M. Sendón). |
No bastaba con una larga travesía hasta llegar a aquellas tierras, soportar su dura climatología, el frío y una muy peligrosa niebla. No bastaba con arriesgarse a navegar en arcaicas e inconsistentes embarcaciones, ni con separarse de sus seres queridos como si cada despedida fuera la última (muchos hacían testamento antes de embarcar); también debían enfrentarse con los barcos piratas que tenían por oficio la rapiña.
Por otro lado, al ir en disminución la explotación de la ballena por su paulatina desaparición de los mares –menos especies y cada vez más alejadas de las costas-, la economía de la pesca de altura fue girando hacia la pesca del bacalao. Al amparo de la administración pública, que veía en esta industria una fuente de ingresos lo bastante considerable para prestar toda su ayuda, se dictan desde 1639 una serie de gracias a favor de los barcos de la provincia de Gipuzkoa que acudieran a la pesca del bacalao a Terranova. La propia corona fomentó la expansión de la flota a sabiendas de que podría ser utilizada en caso de guerra con fines bélicos9.
Los marineros guipuzcoanos elevan en 1655 un escrito donde se quejan de las dificultades que los “vasco-franceses” les ponen para su trabajo en Terranova10. En 1697 la provincia gestiona directamente la libertad de pesca en aquel lugar.
Proximidades de Terranova. Icebergs (Cortesía M. Sendón). |
Por supuesto que el bacalao ocupaba mucha mano de obra de hombres que partían a su captura, pero también generaba trabajo para cubrir la amplia infraestructura organizada en tierra: tan solo en lo que trata de la fabricación de los complementos para aquel menester, se podrían citar decenas de oficios (toneleros, rederos, cordeleros, veleros, poleeros, carpinteros, curtidores, herreros...), sin contar los comerciantes de productos alimenticios, vendedores de pescado o de sal, y otros que indirectamente vivían de las labores marítimas.
Dentro de los oficios de costas y puertos, encontramos los que se sirven para sus actividades laborales de los productos del mar: fabricantes de conservas, empleados de factorías de envase y distribución, vendedores...
Encuadremos en este grupo a los que se sirven para sus actividades de los productos del mar, como las o los vendedoras/es de pescado, los fabricantes y trabajadores de escabeches, salazones, etc.
Su número e importancia ha variado según las épocas. Desde los que fundían las grasas de la ballena o los que salaban el bacalao, hasta los afamados conserveros de Bermeo o las actuales factorías de harina de pescado.
Pescadoras entregadas a labor de salazón de pescado con destino a las fábrica de escabeche. Año 1909. |
En las Ordenanzas Municipales de San Sebastián de 1489 se lee:
“Otrosi ordenamos e mandamos que ninguna ni algunas personas no puedan comprar en grueso para salar, echar ni caminar ningún pescado que estuviere en la calle de la Pescadería a vender, porque la dicha Villa deja mejor vastecida...”11
En 1614 se dicta la Real Orden que permite la fabricación de escabeche de pescado sólo durante el mes de enero de cada año12.
Si hemos de mentar a las pescadoras, habremos de referirnos a sus proverbiales caminatas en su intento de vender el pescado fresco. En 1781 las pescadoras de Zarautz solicitan una preferencia en la compra de pescado sobre los arrieros13.
Esto es una parte de la utilidad y complejidad del mar en la vida de las gentes que han habitado la parte costera de Euskal Herria. A esto cabe añadir muchas cuestiones, entre ellas, las influencias comerciales de nuestros puertos, las tradiciones, leyendas y todo su mundo mágico, la religiosidad de los marinos, su exvotos, novenas, naufragios y sufragios.
Todo está interrelacionado. Cada persona, cada oficio cumplía una misión que, en concatenación con las restantes, movía lo que bautizamos como economía, que no es otra cosa que el estudio de las formas de subsistencia del ser humano en sociedad.
1Colección de Documentos Históricos del Archivo Municipal de la M.N y M.L Ciudad de San Sebastián. La Unión Vascongada. San Sebastián, 1985.
2En el sello del concejo de Fuenterrabía de 1297 figura la captura de un gran cetáceo y en el escudo de la ciudad parece una ballena arponeada. Otras localidades con referencias a la caza de ballena en Guipúzcoa en sus escudos son: Zarautz, Getaria, Mutriku y la propia Hondarribia.
3A.P.G. 2/12/7
4A.P.G. 2/12/25
5A.P.G. 2/12/26
6A.P.G. 2/12/72
7A.P.G. 2/23/39
8A.P.G. 2/12/16
9A.P.G. 2/12/81
10A.P.G. 2/12/34
11Colección de Documentos Históricos del Archivo Municipal de la M.N y M.L Ciudad de San Sebastián. La Unión Vascongada. San Sebastián, 1985.
12A.P.G. 2/23/14
13A.P.G. 2/23/50
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