Preservar un deporte sin dopaje (I de II)Escuchar artículo - Artikulua entzun

José Manuel GONZÁLEZ ARAMENDI, Doctor en Medicina y Cirugía. Especialista en Medicina del Deporte

:: Preservar un deporte sin dopaje (II/II)

 

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  Foto: José Manuel González
Foto: José Manuel González.

l título puede parecer ilusorio. Considerando el carácter egoísta del ser humano, que sólo se minimiza al interiorizar las ideas de respeto y cooperación, eliminar el dopaje del deporte es una utopía. Pero preservar de esta lacra a parte del deporte, de los deportistas y de quienes trabajan con ellos, haciéndolos inmunes a la creciente agresividad en el uso de los arsenales farmacológicos y de los métodos de dopaje, y a las nuevas formas de dopaje, no es sólo una idea romántica algo más realista; es una necesidad imperiosa.

El ansia de ganar, en el trabajo, en las guerras, en las apuestas o en la competición deportiva, no haya variado sustancialmente a lo largo de los siglos. Siempre ha existido porque siempre ha habido unos beneficios externos, en forma de dinero, poder, prestigio o fama. Por encima de ideales y formas elegantes, los posibles beneficios han determinado las actuaciones de personas, pueblos y naciones. Y, a tal fin, la búsqueda de ayudas, naturales o artificiales, que faciliten la obtención de estos resultados ha quedado casi siempre justificada.

Nuestro conocimiento sobre el uso de ayudas para mejorar el rendimiento deportivo se remonta a varios siglos antes del inicio de la era cristiana. Se tiene constancia de que en los Juegos Olímpicos (JJ.OO.) del año 668 a.C. los atletas ya usaban dietas especiales, y que en los JJ.OO. del siglo III a.C. los deportistas trataban de mejorar su rendimiento usando estimulantes. La literatura científica menciona el uso en el siglo XIX de varias substancias ergogénicas, como el alcohol, la estricnina, la cafeína, el opio o la cocaína. Durante la Segunda Guerra Mundial, se utilizaron estimulantes para mejorar la atención y reducir la fatiga de los soldados y de los pilotos de aviación, experiencias que impulsaron su extensión y gran utilización en los deportes de los años 40 y 50 del pasado siglo. A la vez, comenzó el uso y el abuso de los esteroides anabolizantes; de los primeros casos documentados en levantadores de peso soviéticos se pasó, ya en la década de los 60, a su uso generalizado en varias modalidades deportivas.

Los progresos científicos y tecnológicos de finales del siglo XX en el área de la salud facilitaron el estudio de los efectos fisiológicos de muchos fármacos así como su disponibilidad. De este modo, los estimulantes y los esteroides anabolizantes comenzaron a ser utilizados en el deporte, en ocasiones de manera habitual. Comenzaron a realizarse los primeros análisis para controlar el uso de fármacos en el deporte. El primer control anti-doping importante tuvo lugar en Tour de Francia de 1955, arrojando un 20 % de positivos (actualmente se habla de “resultado analítico adverso”).

Pero la dificultad para detectar muchas substancias en los controles antidopaje era clara, y este hecho fue aprovechado por muchos. La ya extinta República Democrática Alemana, un país con una población de unos 17 millones de personas, logró en los 5 JJ.OO. en los que participó como país independiente un total de 409 medallas, una cifra exorbitante si se compara con el medallero de otros países. Este éxito deportivo estaba basado en unos métodos de entrenamiento abusivos que sólo podían ser soportados con una política de dopaje sistemático. El Rahmentrainingplan fue tratado como secreto oficial de estado.

El continuado desarrollo de la industria farmacológica ha posibilitado la utilización de más medicamentos para potenciar las cualidades fisiológicas de los deportistas. El uso de fármacos que son efectivos en el tratamiento de diversas enfermedades ha sido desviado al deporte, en aras de mejorar artificialmente el rendimiento en entrenamientos y competiciones. Hasta 1985, la hormona del crecimiento sólo podía conseguirse extrayendola de la glándula pituitaria de los cadáveres. Era utilizada en medicina para paliar el déficit congénito de esta hormona en los enanos hipofisarios. Pero como también era muy útil para potenciar el desarrollo muscular de deportistas y amantes del culturismo, eran éstos quienes copaban este escaso y caro recurso, dejando desabastecidos a los niños que nacían con este defecto.

La ingeniería genética permite, desde hace unos cuantos años, fabricar hormonas. La insulina, la hormona de crecimiento, los esteroides anabolizantes o la eritropoyetina son ahora fácilmente producidas por los laboratorios especializados, facilitan el tratamiento médico de muchas enfermedades y situaciones patológicas; y también se usan para acelerar la reposición de la glucosa utilizada en el ejercicio, para aumentar el tamaño y la fuerza muscular, o para enriquecer la sangre con más glóbulos rojos de los que el organismo, en condiciones normales, permite crear.

Un mercado accesible a los jóvenes

El mercado de las drogas está, en las sociedades como la nuestra, al alcance de cualquiera. Cualquier joven puede abastecerse de drogas de ocio y cualquiera puede hacerlo también de numerosas sustancias dopantes. No es de extrañar que los datos sobre consumo de sustancias dopantes sean alarmantes. En los EE.UU., sólo el consumo de esteroides anabolizantes, que se inicia hacia los 11 años de edad, alcanza al 3 - 3.5% los estudiantes superiores, siendo la población deportiva en riesgo del 12%. Los porcentajes de consumo son similares en Canadá. Y según el Canadian Centre for Drug-Free Sport, en el 29% de los casos este consumo es por medio de jeringas, que en un tercio de los casos se comparten.

Foto: Miren Etxabe
Foto: Miren Etxabe.

Al consumo de esteroides anabolizantes habría que añadir en muchos casos el uso de estimulantes, hormonas y otros suplementos. Así las cosas, se estima que en Francia un millón de jóvenes se dopa con alguna sustancia. Y al consumo de drogas deportivas el de drogas de ocio en no pocos casos. Estudios sociológicos realizados con estudiantes de ciencias del deporte en los EE.UU. muestran la existencia de una relación significativa entre el consumo de anabolizantes y la frecuencia de consumo de cocaína, drogas inyectadas, marihuana y tabaco. Y aunque el boom de la heroína afortunadamente ya ha pasado, es importante recordar la relación que en los centros de desintoxicación de heroinómanos de los alrededores de París se encontró una relación entre consumo de heroína y sustancias dopantes: en el Centre Monte-Cristo el 20% de los acogidos habían sido deportistas de alto nivel y habían comenzado su drogodependencia durante la práctica deportiva en la mitad de estos casos, acompañando el consumo de drogas de ocio al de productos dopantes; en el Centre Nova-Dona el 50% habían practicado deporte de manera intensa (más de dos horas diarias).

Dopaje sanguíneo

El transporte de oxógeno por sangre desde los pulmones a los músculos en actividad resulta clave para el rendimiento en los deportes de resistencia (cualquiera que se prolongue más allá de 3 minutos), incluidos los deportes de equipo. Una práctica habitual para mejorar la capacidad de transporte de oxígeno por sangre es provocar una poliglobulia, un aumento en la cantidad de glóbulos rojos sanguíneos circulantes. El método clásico ha sido realizar estancias en altitud. La baja presión parcial de oxígeno en la atmósfera en altitudes elevadas provoca una respuesta adaptativa natural del organismo que fuerza la producción de glóbulos rojos en la médula ósea, en un intento de transportar el máximo posible de oxígeno que llega a los pulmones. Esta adaptación a la altitud se traduce en una ventaja una vez que el deportista regresa a nivel del mar o a altitudes bajas.

El entrenamiento en altitud siempre ha estado permitido. No así el dopaje de sangre (transfusiones), consistente en extraer sangre del deportista lejos de las fechas importantes de competición, dar tiempo a una recuperación normal de los valores hematológicos, para luego, unas semanas antes de las competiciones importantes, reponer la sangre extraída y convenientemente almacenada, aumentando así notablemente el porcentaje de glóbulos rojos (hematocrito) y, por lo tanto, la capacidad de transportar oxígeno.

Foto: Jessika Gonzalez
Foto: Jessika Gonzalez.

El dopaje sanguíneo fue una práctica relativamente extendida en los años 80, hasta aparición en el mercado de la eritropoyetina humana recombinante (EPO), una “copia” por ingeniería genética de la hormona eritropoyetina, que se segrega en los riñones y es la que regula la concentración de glóbulos rojos en la sangre. La EPO ha estado disponible desde 1985, y su uso inicial fue el tratamiento de las anemias en pacientes que tenían impedida la secreción normal de esta hormona. De su utilización para fines curativos pasó rápidamente al ambiente deportivo. La Federación Internacional de Esquí la incluyó en sus listas como sustancia dopante en 1988, y el Comité Internacional Olímpico en 1992.

La detección de EPO en las muestras de orina utilizadas en los controles anti-dopaje ha sido difícil hasta hace pocos años. Este hecho, junto a la evidencia de sus efectos de mejora de la resistencia (los primeros estudios en laboratorio realizados por Ekblom y Berglund demuestran que a las 6-7 semanas de su administración a dosis “normales” se produce una mejora cercana al 8% en la potencia máxima aeróbica y del 17% en la duración del ejercicio hasta el agotamiento) han animado a cientos de deportistas a utilizarla. Dado los efectos secundarios que su uso y abuso puede acarrear (ver más adelante) algunas federaciones decidieron poner un límite a los valores de hematocrito (UCI: 47 % en mujeres y 50 % en hombres) o de hemoglobina (Federación Internacional de Esquí: 16,5 g/dl en mujeres y 18,5 g/dl en hombres), así como realizar controles preventivos antes de las competiciones, para para proteger la salud de los atletas.

Mejoradas las técnicas de detección de EPO en orina, y puestas en práctica medidas de control por sorpresa, el uso y abuso de Epo y de productos similares ha disminuído, recuperando las auto-transfusiones como método rápido e indetectable para enriquecer la sangre, y utilizando cámaras hiperbáricas que, reguladas para crear un ambiente hipóxico (pobre en oxígeno), simulan una estancia en altitud. Se trata del llamado por algunos “bed-doping” (dopaje en la cama), ya que es la hora de dormir la que se aprovecha para intentar esta mejora. Por cierto, las hay portátiles y se distribuyen en Gipuzkoa.

Suplementos

En relación a los suplementos nutritivos y deportivos, a la vista está que existe una agresiva y mal regulada industria de los suplementos que procura una oferta de productos nutritivos, energizantes, recuperantes, quemadores de grasa, etc., de muy fácil disponibilidad en todo el mundo. En los EE.UU., el 50% de la población afirma que toma algún tipo de suplemento dietético, un porcentaje que se eleva al 76% de los deportistas. Los estado-unidenses gastaron en suplementos 12.000 millones de dólares en 1997, un gasto que va en aumento año a año.

Muchos de estos productos no ofrecen en su etiquetado información suficiente sobre contenido, posología, reacciones adversas o sobredosificación. La Agencia Canadiense de Inspección de Alimentos realizó un análisis de 191 productos de nutrición deportiva que despertaban sospechas: sólo un 4.4 % de ellos cumplían los requerimientos de etiquetado, y sólo un 5.8 % cumplían con las regulaciones de contenido del gobierno canadiense.

Foto: Jessika Gonzalez
Foto: Jessika Gonzalez.

La mayor parte de los suplementos no aporta beneficio probado alguno, y algunos son peligrosos. Además, muchos de ellos, entre el 13% y el 20%, se encuentran inadvertida o deliberadamente contaminados con hormonas o con sustancias que se metabolizan a productos similares a los derivados del metabolismo de los anabolizantes prohibidos, y que pueden dar lugar a un control antidopaje positivo.

La barrera que separa los suplementos del dopaje, lo considerado por muchos inocuo y lo peligroso, no está clara. Como ya explicó Paracelso (1493-1541), “Todas las cosas son venenosas y nada está carente de veneno. Sólo la dosis hace una cosa venenosa o no venenosa”.

Efectos secundarios de las sustancias y métodos dopantes

Los posibles efectos secundarios del uso de sustancias y métodos dopantes son numerosos. Es obligado tratar este tema, siquiera someramente, ya que, como informaremos más detalladamente en un próximo informe, el 90% de nuestros deportistas no conocen un sólo efecto secundario adverso derivado del consumo de sustancias dopantes. Veamos, pues, algunos de ellos que, en todos los casos van a depender de las dosis administradas.

Los estimulantes actuan sobre el sistema nervioso central. Aumentan la atención, la agresividad y la disposición para las competiciones, reduciéndo además la sensación de cansancio. El uso de estimulantes sin control médico puede provocar insomnio, ansiedad, aumento de la agresividad y de la hostilidad, reducción del enjuiciamiento, adicción, alteraciones hemodinámicas por aumento de la frecuencia cardiaca y de la tensión arterial, con aumento del riesgo de infartos y muerte súbita.

Los narcóticos no mejoran el rendimiento físico en sí, pero pueden utilizarse para competir o entrenar con lesiones o dolores. Además de reducir la sensibilidad al dolor, el consumo incontrolado puede provocar euforia, aumento inadecuado del coraje y la intrepidez, especialmente peligrosos en situaciones de riesgo, dependencia psicológica y, en casos severos, depresión respiratoria y muerte.

Los diuréticos se han empleado tradicionalmente para reducir el peso corporal en los deportes en los que hay categorías por peso o en los que el peso determina fuertemente el rendimiento; pero también para enmascarar el uso de sustancias dopantes. Los principales riesgos para la salud derivados del uso de diuréticos son la deshidratación y el desequilibrio electrolítico, a los que se añaden los calambres musculares y la caída de la tensión arterial.

Foto: Jessika Gonzalez
Foto: Jessika Gonzalez.

En el grupo de las hormonas peptídicas, miméticos y análogos, las sustancias más importantes son la hormona del crecimiento (hGH), el factor de crecimiento insulínico 1 (IGF-1) y la eritropoyetina (EPO). La hGH estimula la síntesis de proteínas en el músculo y, consecuentemente, la hipertrofia muscular. Hasta 1985 era extraída de la glándula pituitaria de los cadáveres, y uno de sus riesgos era la transmisión de enfermedades infecciosas, siendo la específica en este caso la enfermedad de Creuzfeld Jacob, la análoga en humanos de la enfermedad de las vacas locas. Con el uso de hormonas sintéticas, los efectos secundarios derivados del uso de hGH y IGF-1 son la hipertensión, la cardiomiopatía, la diabetes, algunas enfermedades respiratorias, las alteraciones en el perfil de lípidos (grasas) en sangre, y la artritis. Además, con su consumo, aumenta el riesgo de padecer cáncer de pulmón y de colon. La administración de EPO a personas sanas aumenta la viscosidad de la sangre, por aumento de la tasa de hematocrito (proporción de glóbulos rojos por unidad de volumen de sangre). Esto aumenta el riesgo de padecer sobrecarga del sistema circulatorio con hipertensión, trombosis, embolias pulmonares, embolias cerebrales y muerte.

Comparables son los efectos secundarios asociados al dopaje sanguíneo (transfusiones de sangre, transportadores artificiales de oxígeno y expansores del plasma), a los que se añaden la transmisión de enfermedades infecciosas como hepatitis y SIDA, reacciones anafilácticas, coágulos sanguíneos, ictericia, taquicardias y parada respiratoria. La deshidratación asociada al ejercicio intenso aumenta el riesgo de padecer algunos efectos secundarios, por lo que algunas federaciones han puesto los límites antes comentados, y realizan controles de sangre preventivos antes de las competiciones.

Los agentes anabolizantes se engloban en dos categorías: los esteroides anabolizantes androgénicos (AAS) y los and ß-2-agonistas. Los AAS son hormonas semejantes a la testosterona, la hormona sexual masculina, con capacidad para aumentar la masa muscular, estimular la secreción de eritropoyetina y generar efectos androgénicos (masculinizantes). Los AAS se usan sobre todo en deportes de velocidad y potencia, en deportes de resistencia para reducir los procesos catabólicos (de pérdida de tejido muscular) y en el body-building. Los efectos secundarios, físicos y psicológicos, dependen de las dosis y del tiempo de utilización, y afectan a varios sistemas:

Los ß-2-agonistas pueden provocar taquicardia y aumento de la tensión arterial, nerviosismo, temblores, náuseas, insomnio y dolores de cabeza.

Mención especial merecen las muertes asociadas al uso de drogas en el deporte. Una sobredosis de anfetaminas provocó la muerte del ciclista holandés Knut Enmark Jensen en los JJ.OO. de Roma de 1960. En la muerte de Tom Simpson, en el Mont Ventoux, durante el Tour de Francia de 1967, se combinaron el esfuerzo intenso, una temperatura de 42ºC, anfetaminas y coñac. Han sido muchas las muertes asociadas a uso de estimulantes, EPO, combinaciones de fármacos y otras sustancias y métodos, en el vano intento de conseguir resultados deportivos.

Dopaje genético

Por si no tuviéramos suficientes problemas, nos llega, y en seguida, el dopaje genético. Los avances en el conocimiento del genoma humano y en las técnicas de ingeniería genética, un paso de gigante para el control y tratamiento de muchas enfermedades y dolencias, pueden, una vez más, desviarse y ser utilizados con el único objetivo de lograr mejoras en la performance deportiva. Las ventajas y las desventajas naturales con las que venimos a este mundo, las que nos hacen personas algo diferentes, puede que no tengan tanta importancia dentro de unos pocos años en el deporte de alto nivel.

Foto: Jessika Gonzalez
Foto: Jessika Gonzalez.

En pocos años podrán manipularse los genes para aumentar la masa muscular o hacer que los glóbulos rojos se reproduzcan más rápidamente. La terapia genética podrá restaurar el músculo perdido por la edad o por la enfermedad. Y permitirá también, en los deportistas jóvenes, obtener una mayor y mejor musculatura en poco tiempo, y mantenerla con poco esfuerzo adicional durante más tiempo. Sin duda, un medio interesante para mejorar el rendimiento deportivo. ¿Ciencia-ficción? No tanto.

Los tres campos en los que se moverá el dopaje genético son la ingeniería genética (crear hormonas), la selección genética (determinar el potencial deportivo de un individuo analizando su carga genética) y la manipulación genética (modificar la estructura cromosómica). La ingeniería genética es una realidad desde hace ya unos años. Hay tecnología para el análisis del genoma, y sólo es necesario para ello una muestra de tejido (por ejemplo, una gota de sangre); conociendo el mapa genético de un niño se podrá identificar su predisposición para un deporte específico y la forma óptima de entrenamiento a seguir. Y la manipulación genética ha resultado bastante exitosa con animales, aunque sin olvidar que la manipulación de estructuras cromosómicas –DNA– puede provocar leucemias y cánceres.

Los genes más atractivos para el deporte están bien definidos: unos son los que estimulan el crecimiento muscular, aumentando la fuerza y potencia muscular; y otros los que aumentan la resistencia estimulando la producción de glóbulos rojos. La experimentación animal ha dado resultados sorprendentes, sobre todo en el control del crecimiento muscular, bloqueando la acción de la miostatina (un enzima que regula el crecimiento muscular), o estimulando la acción de la IGF1. Los expertos en dopaje genético creen que en 15 años podrá cambiarse por medio de técnicas genéticas la proporcionalidad de los atletas, esto es, la proporción de tejido muscular.

El dopaje genético seguramente cambiará aún más la naturaleza del deporte. Parece que es sólo cuestión de tiempo, y no de mucho. En el área de la terapia genética la tecnología avanza rápido, y la oferta será lo bastante tentadora como para ser evitada por muchos atletas y responsables deportivos.

Mientras, es una realidad que este dopaje industrializado y globalizado de hoy en día, que poco tiene que ver con el artesanal y esporádico de hace unos pocos años, está cambiando ya el deporte. Y es también una realidad que nosotros nos estamos acostumbrando a esta cultura del dopaje, sin ofrecer la resistencia y las soluciones debidas.

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