Ángeles de Dios ALTUNA DE MARTINA
La docencia en la vida de Mario Chapo Bortagaray
El quehacer profesional del doctor Chapo se orientó hacia diversas metas, entre ellas la docencia que se extendió a diferentes sectores de la comunidad desde el ámbito académico de la Universidad Nacional del Nordeste, otras casas de altos estudios de la Argentina y del exterior, así como a otros ámbitos de la población: escuelas, hospitales, centros de salud y bibliotecas entre otros.
En la Facultad de Medicina dependiente de la Universidad Nacional del Nordeste, ocupó cargos que incluyen tanto cátedras, cuanto dirección de institutos y programas. Su relación con esta Universidad se extendió desde 1973 hasta 1984. Durante esos años, fue profesor en las cátedras de Cirugía C y Fisiología; profesor titular en el Programa y otras iniciativas de interés científico que no podría concretar por falta de apoyo y recursos económicos.
En el ámbito universitario ocupó además el cargo de Interventor del Instituto de Ciencias Fisiológicas dependiente de la Facultad de Medicina; tuvo bajo su responsabilidad el ordenamiento de las tareas docentes de la cátedra de Fisiología Humana; fue integrante de una comisión destinada de investigación diabetológica, Jefe de Trabajos Prácticos en la de Cirugía C con sede en el Hospital Perrando de Resistencia e integrante del Consejo Técnico del Instituto de Patología Regional en representación de la Facultad de Medicina.
Tuvo su cargo programas de investigación que acreditan los años de experimentaciones y estudios de distintos temas que lo inquietaban como las posibilidades de aislamiento masivo de islotes de Langerhans, su aplicación experimental y posibilidades de ser inyectados en el hombre, su aplicación clínica, la investigación diabetológica y el tratamiento quirúrgico de la hipertensión arterial.
De este modo se creó el Servicio que atendía a distintos sectores de la población con diez profesionales de diversas especialidades que trabajaban ad honorem. Este plan consistió en beneficiar a la población de cuatro provincias, pertenecientes a distintos grupos de pacientes en general, embarazadas diabéticas y prediabéticas así como realizar ateneos, seminarios para médicos y público interesado. Para ello se había programado el dictado de conferencias en la Universidad, tareas de divulgación en las escuelas primarias, bibliotecas y otros grupos comunitarios.
Su creador redactó los Fundamentos del Servicio, consignó las necesidades del servicio entre ellas del instrumental que se requería. Previó coordinar su trabajo con otras reparticiones tales como las de Lucha Antituberculosa y las de enfermedades transmisibles. Programó, entre otras cosas, la atención en el consultorio externo, de laboratorio, el modelo de formulario que se utilizaría en la atención del público, las derivaciones que se realizarían, el tipo de informes regulares que se efectuarían y las funciones que cumpliría cada uno de los miembros del equipo. A la programación se le incorporó un ejemplar del Estudio del Dismetabolismo Diabético. Pruebas Funcionales que fuera elaborado por diversos especialistas del equipo.
La lectura del Proyecto permite apreciar la visión de su creador en cuanto a la importancia de la educación de la sociedad y a modernos conceptos sanitarios. Las actividades de este Servicio que integraba la Universidad a la comunidad, se extendió durante tres años. Por desacuerdos devenidos con las autoridades de la Universidad, su director fue destituido y el servicio, cerrado.
Se observa que la inestabilidad laboral en el ámbito universitario, era casi una constante. Los contratos de trabajo se hacían por espacio de algunos tres meses renovables por iguales períodos. Era modalidad en esos años que los contratos no previeran el pago de sueldos durante los meses de recesión universitaria (enero y febrero). Esta situación dejaba desprotegidos a los investigadores, sin ingresos y sin obra social. Los bajos salarios en estas categorías -problema que se ha acentuado en nuestro país- , la falta de espacio físico, de equipos, de material bibliográfico actualizado o de la compra de instrumental indispensable entre otras limitaciones, eran problemas que imprimían al trabajo inseguridad y discontinuidad.
Algunos programas emprendidos por Chapo se desarrollaron con personal médico y ayudantes voluntarios, que como se dijera trabajaban sin percibir remuneración alguna. Es probable que esta situación de inestabilidad y falta de respaldo a sus investigaciones, agregados al descreimiento y a la hostilidad de algunos colegas acerca de sus trabajos, lo llevaron a renunciar en 1983 al cargo que desempeñaba en ese momento en la Secretaría de Ciencia y Técnica como investigador equiparado al cargo de profesor titular con parcial dedicación. La posibilidad de cuestionar o discutir sus proyectos con entera libertad y la falta de apoyo provocaron su distanciamiento de la Universidad.
Si bien es conocida la relación conflictiva de Chapo con sus colegas y las autoridades de la Facultad de Medicina, esta situación es comprensiva a la luz de la palabra esclarecedora del investigador Mario Bunge, contemporáneo de la realidad que le tocara vivir al médico correntino. Se entienden así los dichos de sus pares cuando refirieron en sus testimonios, que era imposible seguirlo, no sólo por los niveles de exigencia que imponía a sus trabajos, sino porque cada uno debía atender sus necesidades personales de subsistencia, el consultorio y también los requerimientos familiares. Los trabajos sin remuneración o con niveles ínfimos para vivir decorosamente, hacían abandonar a profesionales de su equipo algunos proyectos, aun observando con esperanza los logros obtenidos.
El investigador
Chapo Bortagaray se destacó en el nivel científico no sólo en el medio donde vivió, sino en su país y en el plano internacional. Conocer su quehacer profesional, los testimonios de profesionales, los reportajes periodísticos y hasta las fotografías, permiten delinear rasgos de un hombre singular, adelantado y visionario de la medicina. El estudio y la investigación constante fueron los instrumentos fundamentales en su vida. Mantuvo una actitud de permanente búsqueda de la verdad, de las explicaciones que podía darle la ciencia y las que podía obtener por sí mismo en los experimentos que realizó. Acerca de este quehacer escribió con convencimiento:
“La investigación es una disciplina, un quehacer apasionado que nos enfrenta en este tema al sufrimiento y el dolor, exigiendo nuestras mejores capacidades y desnudando con frecuencia nuestras ignorancias y falacias”. “Los que trabajamos en condiciones precarias, sabemos que la investigación médica se hace más difícil y lenta. Sabemos también que la experiencia es una disciplina larga pero que los hechos hallados por nosotros, pueden y deben ser repetidos, para después ser utilizados por la medicina en beneficio de muchos enfermos”.
Nada le fue ajeno, el destino de los enfermos diabéticos sujetos a largos y costosos tratamientos, sin perspectivas de curación. Estudió el metabolismo, la fisiología y las consecuencias de sus alteraciones. Estas actividades le exigieron no sólo la investigación y el conocimiento de otras especialidades de la medicina, sino además, la invención de instrumental quirúrgico que respondiera a sus objetivos. Como parte de su formación y actualización profesional asistió a numerosos congresos con trabajos propios o realizados en colaboración con sus colegas.
No obstante sus facultades de cirujano e innovador en el campo de la diabetes en donde abrió rumbos y sentó las bases para nuevas incursiones, conoció la incredulidad de algunos colegas y la indiferencia. Sus trabajos provocaron adhesiones y denuestos. También la ingratitud, la falta de lealtad de algunos profesionales lo llevarían a renunciar, en su momento, a algunas asociaciones científicas.
Su prédica fue permanente en la búsqueda de los fondos necesarios para la investigación, la infraestructura y el equipamiento necesario. De carácter fuerte y frontal, en algunos momentos esto le causó problemas que no lograron amedrentarlo. No se amilanó ante el desinterés, la falta de comprensión y apoyo, pero tuvo palabras de reconocimiento para aquellos organismos que colaboraron con sus proyectos.
De los diversos testimonios de colegas, surgen reflexiones coincidentes en una mirada retrospectiva de su trayectoria, de las actividades que desarrolló, las experiencias inéditas y asombrosas para la época, su preocupación por el estudio y la búsqueda de soluciones para la cura de algunas enfermedades. Esta realidad se contradice con la resistencia e indiferencia de muchos profesionales a sus teorías y métodos.
La identidad vasca
Chapo Bortagaray era un hombre de gran estatura, aspecto fuerte y agraciado físico. Su sola presencia se imponía y no pasaba inadvertida para nadie. De espaldas anchas y piernas largas, se desplazaba rápidamente por las calles internas del hospital donde trabajaba o a donde concurría. Su andar, los gestos y movimientos lo definen como de tipo atlético, características que conservó a lo largo de su vida. Sus manos eran amplias y de particular fuerza.
Era naturalmente cortés, elogiaba la belleza femenina con finura y elegancia. Tenía sentido del humor y los rasgos dominantes de su personalidad eran su gran energía, capacidad y entusiasmo en su quehacer profesional. Era llamativo para sus colegas y las personas que lo rodearon, su dinamismo e iniciativa en lo que emprendía.
Estos rasgos de su personalidad pueden asimilarse a las características que distintos autores le atribuyen invariablemente al hombre vasco que describieron el carácter singular que lo identifica. Además de su modalidad personal y rasgos físicos, Chapo Bortagaray, como gustaba presentarse y firmar con grandes y enérgicos trazos, permiten pensar que no era ajeno a su origen. Solía hacer referencia a sus antepasados vascos cuando la ocasión lo imponía.
“Cuando se presentaba la oportunidad comentaba que era descendiente de vascos, especialmente por su tozudez. Se reconocía absolutamente vasco; decía que esa tozudez le venía de ahí. Él se proponía algo y así tuviera que demoler el mundo, lo iba a conseguir; el mundo no era nada para él, lo demolía si era necesario. Era una personalidad avasallante”.
No obstante el esfuerzo que realizara, los años que dedicó a la investigación y a la experimentación, el haber logrado un mecanismo que revolucionó el tratamiento de algunas enfermedades y los resultados observados en el seguimiento de sus pacientes, las investigaciones no pudieron continuarse por diferentes motivos, particularmente la falta de recursos. Pero el avance de la ciencia en otros centros y el desarrollo de nuevos métodos científicos, permiten en la actualidad valorar esos trabajos que fueron las ideas innovadoras que Chapo Bortagaray introdujo en su momento en su afán de encontrar respuestas a los casos difíciles. Como un visionario de la medicina adelantó cambios que sobrevendrían en pocos años con la utilización generalizada de los trasplantes, en este caso el de los islotes pancreáticos.
Tal vez Jean Borthagaray, cuando abandonó Iparralde, no imaginó que su nieto Mario, alcanzaría a más de un siglo de su arribo a América, el reconocimiento mundial de científico y que honraría a la medicina argentina y a las provincias de Corrientes y Chaco, escenarios de sus sueños y de sus obras.
Conclusiones
Queda aquí la trayectoria y el ejemplo de un médico de provincia que buscó sin pausas y pese a las adversidades del medio, nuevos rumbos en la cura de la diabetes. Su tenacidad lo llevó a alcanzar niveles de investigación comparables a los obtenidos en países con mejores recursos económicos, infraestructura y apoyo oficial. Hoy la medicina continúa trabajando en líneas de investigación científica abiertas por él hace más de tres décadas, en relación a los trasplantes de islotes de páncreas para normalizar o reducir la glucemia de los pacientes diabéticos.
Estas esperanzas que estuvieron basadas en años de experimentaciones y en los primeros trasplantes realizados en Argentina llevaron al país al reconocimiento mundial aportando a la historia de la medicina un hito significativo.
Mario Chapo Bortagaray. Un científico argentino (I de II)
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