Zuriñe VELEZ DE MENDIZABAL ETXABE
Fotografía: Zuriñe VELEZ DE MENDIZABAL ETXABE
Traducción: BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA
Jatorrizko bertsioa euskaraz
Jesús Moreno es mondragonés. A pesar de haber pasado gran parte de su vida en esta localidad, en tiempos de la Guerra Civil tuvo que desplazarse de un lugar a otro con su familia y ha querido compartir con nosotros esas experiencias, con el dolor que éstas conllevan.
Jesús Moreno nació en la calle Iturrioz de Mondragón hace 79 años y allí vivió hasta el comienzo de la Guerra Civil. Su padre Justo entró en el batallón Loyola. Entonces, Jesús se fue a Elorrio con su madre, Irene, y sus tres hermanos. Corría el mesde junio de 1936. No fue una época tranquila “la situación empeoró mientras estábamos en Elorrio. Comenzaron a bombardear el pueblo a cañonazos desde el monte Intxorta y los proyectiles llegaban hasta la plaza del pueblo”, recuerda. “Nos entró miedo a todos y nos dirigimos a Durango. Allí fue donde nació nuestro hermano Imanol”.
“Doña Rosa Matute nos recibió en su casa. Yo quería mucho a Rosa y a su hijo Antonio”. Pero pronto, Durango comenzó a padecer también los efectos de la guerra. “El 31 de marzo de 1937 teníamos que ir a catequesis en euskera y antes había que ir a misa. Mi hermana, José Ramón Bolinaga Txori y un amigo de Marquina estábamos esperando a que llegara la hora de la catequesis. Faltaban diez minutos cuando las campanas empezaron a sonar. Un hombre nos cogió de la mano a mi hermana y a mi y nos llevó a un sitio seguro. Fue espantoso. Vimos a un burro con las tripas fuera y la iglesia se derrumbó enterrando a todos los que estaban dentro. Nos libramos por poco”, afirma.
Por la tarde también nos bombardearon. Detrás de Anboto surgió un biplano “el abuelo” seguido de otros siete aviones que descargaban sus bombas una y otra vez.
Al volver a casa, el ambiente estaba crispado. “El hijo de Rosa, Antonio, había ido a misa y nadie sabía nada de él. Recuerdo que fuimos por la noche al cementerio y lo encontramos entre cientos de muertos. Yo entonces tenía diez años y no me dejaron ver el cuerpo”.
Después de aquello toda la familia se dirigió a Mañaria, pero allí tuvieron que esconderse en un pinar para evitar los disparos de los aviones. Vista la situación, decidieron ir a Guernica en un camión. Viajaron de noche, pero la tranquilidad no iba a durar mucho. Dos días después, el 26 de abril de 1937, se produjo el bombardeo. “En Guernica no había más que humo. Todo estaba negro”.
Me quedé solo y me acerqué a un pino muy alto. Mientras las bombas me caían al lado, yo saltaba como una pelota. Tenía sangre en las manos, en las piernas y en la cabeza.
Cogieron sus escasas pertenencias y continuaron su viaje. “Fuimos a Bilbao y luego a Villaverde de Trucio (Carranza). Allí pasamos seis meses. Una tarde, mientras recogía la marmita de leche, me encontré con unos soldados. Los aviones empezaron a disparar y tuvimos que echar cuerpo a tierra. Noté cómo me caía sangre por la cabeza. Desde entonces tengo metralla aquí dentro”, nos dice Jesús. De Carranza fueron a Santander, a Cabezón de la Sal y luego de vuelta a Santander.
El padre del cooperativista Alfonso Gorroñogoitia trabajaba en el gobierno y les consiguió los papeles para salir del estado. A bordo del Elice Marie llegaron en tres días a Burdeos. “Nos daban queso con pan para desayunar, para comer y para cenar. A los niños les daban leche condensada. Cuando llegamos a Burdeos, los médicos nos examinaron y miraron si teníamos piojos”.
No
eran los únicos mondragoneses en aquel rincón de Francia, por
lo que Jesús afirma “nos alegró encontrarnos con muchos
conocidos”. A continuación los llevaron a Montélim, un
cuartel de guerra francés. “Aquel sitio impresionaba. Allí
había horcas, sillas eléctricas y pelotones de fusilamiento.
Además, los guardas sólo nos dejaban salir los jueves de cuatro
a seis de la tarde”.
La familia Moreno tuvo la oportunidad de viajar a Cuba ya que tenía allí algún pariente, pero al final decidió volver a Euskal Herria. Cuando subieron al tren corría el año 1938. Al llegar a Irún los registraron de arriba a abajo. Fueron momentos difíciles para Jesús. “Los guardias desnudaron a mi madre”, cuenta. Su tía Sabina les estaba esperando y con ella fueron en tren hasta Mondragón. Los exiliados de guerra llegaron a una estación de tren repleta de gente. “Entonces había muchos falangistas en Mondragón. Según íbamos a casa nos gritaron España sí, Rusia no”, recuerda Jesús.
No nos contrataban en ningún sitio porque éramos rojos. Había doce bocas que alimentar y solamente trabajaba la abuela.
“Vivíamos trece personas en la casa de la calle Maala y solamente trabajaba la abuela. Entonces se nos trataba de rojos y lo teníamos muy difícil para encontrar trabajo o ir a la escuela". Aunque Jesús tampoco tiene buenos recuerdos de sus inicios en el colegio "teníamos que cantar el Cara al sol al entrar y al salir. Si te negabas a cantar te pegaban y yo recibí muchos golpes”. Con doce años dejó la escuela y empezó a trabajar como recadista.
Al
volver a Mondragón, madre e hijos debían presentarse todas las
semanas en el cuartel. A su madre le preguntaban por su padre y Jesús
recuerda que, cuando Irene contestó que no tenía ni idea, le
dijeron: “cuántos compañeros habrá matado tu marido”.
“Teníamos que oír eso y no podíamos contestar”,
explica.
La Guerra Civil curtió a Jesús. “Me ha tocado de todo: era el hermano mayor, nuestro padre no estaba y yo tuve que ser el hombre de la familia”. Seguramente habría preferido no pasar por una experiencia tan dura.
¿Quiere colaborar con Euskonews? Envíe sus propuestas de artículos
Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik
Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria
![]() | Aurreko Aleetan |