Recuperación de la memoria a partir del patrimonio fotográfico (I/III)Escuchar artículo - Artikulua entzun

Josune IRIONDO

Recuperación de la memoria a partir del patrimonio fotográfico (II/III)

Recuperación de la memoria a partir del patrimonio fotográfico (III/III)

1. INTRODUCCIÓN

La vida moderna ha hecho difícil el conocimiento auténtico de sí mismo a partir de la más densa rutina técnica, pero no ha logrado extinguir el interés que el lograr ese conocimiento genera.

En el caso particular de comunidades culturales pequeñas, el llegar a este conocimiento auténtico -de sí mismo y del otro de mi comunidad-, se ve especialmente amenazado por todas aquellas circunstancias histórico-políticas que tienden a hacer de la pequeña comunidad solamente un ente dependiente que poco a poco va perdiendo identidad hasta llegar a desaparecer totalmente.

A lo largo de este breve trabajo de investigación, deseamos afirmar el significado que el conocimiento de sí le otorga a la persona en la relación con el otro y su mundo y, en consecuencia el llegar a promover un mayor interés por su pasado, por lograr una identidad propia en el mundo actual.

Así pues, consideramos la recuperación del patrimonio cultural, en este caso particular del patrimonio fotográfico, como vehículo indispensable para el establecimiento de un vínculo afectivo entre la persona y su mundo inmediato, como fundamento de una comprensión y comunicación efectiva1 entre el yo y mi entorno.

Se propone como objetivo ultimo de este estudio, el recobrar el sentido que el patrimonio cultural posee en la vida de cada persona, como facilitador de generación de vínculos capaces de conectar un pasado y un presente, promoviendo un auténtico conocimiento sobre sí mismo y sobre el grupo cultural y su historia, fortaleciendo el pensamiento que impulsa necesariamente hacia una postura de adquisición de identidad cultural.

El tema trabajado en la presente investigación gira en torno a la importancia de la recuperación y conservación de una parte del patrimonio cultural -la imagen fotográfica-, como herramienta capaz de de acercarnos a un pasado y quizás a un presente que desconocemos y que muchas veces nos ha sido deliberada o inconscientemente velado.

Se plantean, en un primer momento, aquellos aspectos que justifican la realización de un trabajo como éste: la necesidad de acercarse a un mundo propio y particular, la activación de potencialidades que tal acercamiento promueve en el desarrollo personal, la posibilidad de establecer comunicaciones reales con nuestro pasado, la oportunidad para comprender y tolerar otras realidades personales, el posible acceso a los aspectos culturales del grupo.

Se prosigue con una revisión de fuentes bibliográficas, que considera aspectos filosóficos del tema, investigaciones que han sido realizadas por pensadores y autores de gran reconocimiento en la materia de estudio.

Se propone una práctica en forma de presentación posible de aspectos que pudieran servir al propósito de recuperación de una memoria colectiva a partir de la presentación de la fotografía.

Para finalizar, se incluyen las conclusiones que a lo largo de la investigación se extractan como información pertinente que puede hacer aportes al estudio y que dan el cierre al tema tratado.

1.1. OBJETIVOS

- Objetivo general

- Objetivos específicos

2. MARCO TEÓRICO

2.1. JUSTIFICACIÓN

- El encuentro con el Otro a través de la cultura

Emmanuel Mounier  
Emmanuel Mounier
El ser humano es un continuo movimiento hacia el Otro. Su experiencia de vida más valiosa se da por la comunicación. Buber (1977) y Mounier (1984), pensadores que aparecerán en apartes de este estudio, hacen una consideración bastante profunda del Yo personal, estableciendo su aparición a partir del Nosotros.

No es posible considerar una real ubicación del hombre en su mundo, sin tocar el problema del Otro. No se puede hablar de la existencia solitaria del Yo, marginándolo de lo que significa su propia sustantividad. El Otro necesariamente recobra en el encuentro interpersonal toda su vigencia, toda su fuerza y su inherente importancia, lo cual hace posible, no solo la existencia del hombre como tal, sino permitiéndole su propia realización.

De tal forma, el Otro y su implicación definitoria en la existencia humana no sólo está pleno de sentido, sino que ha sido a través de la historia de la humanidad el motor que impulsa a seguir adelante. Nos construimos a través de las infinitas relaciones que tenemos con los otros en nuestro mundo; ellos le dan forma a nuestra existencia, la colman de significado, la hacen posible.

El fenómeno fundamental de la experiencia humana es el encontrarnos inmersos en una realidad en medio de las cosas y de los hombres con los que tratamos, que influyen en nosotros y con quienes construimos múltiples relaciones. La existencia del hombre está referida al mundo de las cosas y al mundo humano y personal. La vida de la persona está orientada hacia el entorno humano, de donde ella misma surge, donde se aprende el lenguaje, se adoptan las costumbres y se participa de una cultura; la persona se halla en el complejo relacional del mundo humano, histórico y social. Lo que el hombre es (lo que Yo soy), lo que experimento y entiendo como Yo mismo, es el resultado de un constante intercambio entre Yo y mi mundo (Coreth,1982).

“Lo que el encuentro tiene de característico, es que en él, nosotros nos hacemos
ser uno al Otro.”
(Kwant, citado por Iriondo y Kurmen 1986: 85).

Coincidimos con Coreth (1982), cuando propone la experiencia comunicativa como el elemento determinante que configura el mundo del hombre. En esta experiencia nos encontramos a nosotros mismos como seres entre otros seres, en medio de una realidad que nos abraza y supera. Sólo a través de la relación personal con otros hombres nos adentramos en una posición y comprensión mundanas, sólo de esta manera conseguimos un mundo humano.

Jaspers, citado por Laín Entralgo (1983), refuerza esta misma idea, al haber expuesto en su pensamiento filosófico que es solamente por la comunicación como el hombre llega a ser él mismo; así, la comunicación surge como necesidad existencial y queda comprometida en el logro de la autonomía y crecimiento personal del hombre.

Heidegger, citado por Laín Entralgo (1983), confirma que la existencia humana es constitutivamente coexistencia; toda posible actividad de la primera, llevará en sí, de modo más o menos visible, una referencia a los otros. Mi existir me remite siempre a esos otros. Y esos otros, son aquellos de los cuales uno se diferencia, los cuales uno reconoce y entre los cuales uno está.

Mounier (1981), en su presentación del documento “El Personalismo”, plasma el compromiso de una orientación filosófica con aquello único y valioso perteneciente al hombre: el ser persona; propone este logro a través de la interacción Yo-Mundo, Yo-Tú, es decir, comprendiendo el fenómeno de la comunicación como aquella experiencia fundamental de cada quien, y como camino único para el logro del conocimiento de sí, el encuentro consigo mismo, y como resultado, el encuentro con el otro y con mi mundo. Mounier otorga a esta concepción personalista un carácter práctico, aportando entonces el elemento cotidiano y social, tan importante en las ciencias humanas.

Al hablar del hombre, su mundo y su relación interpersonal, Coreth (1982), expone cómo las relaciones humanas se realizan principalmente, aunque no de manera exclusiva, a través de la palabra, más concretamente a partir del diálogo.

El hombre no está prefijado en sus formas de responder y de relacionarse con su entorno; es mas bien el propio hombre quien, con su esfuerzo personal conquista y configura su mundo y desarrolla dentro de él su propia existencia; considerando las diferentes concepciones filosóficas sobre el hombre y su mundo, tomamos los puntos fundamentales de la fenomenología como aquella orientación que dentro del humanismo permite aproximarnos de manera más fiel a nuestra idea de lo que debe ser el desarrollo del hombre y la relación de la persona con su mundo:

-Los fundamentos fenomenológicos intentan explicar, entre otros puntos de importancia, cómo el hombre percibe y construye su ser y su existencia en el mundo.

-Sitúa al hombre singular como centro de atención: el hombre es el organizador intelectual y práctico... yo soy yo en el mundo y debo organizarlo para poder atribuirle un sentido.

-Considera los diferentes modos en que las cosas aparecen o se manifiestan en la conciencia.

“La realidad histórica del momento en que vivimos, nos ha llevado a participar de un mundo en el que la soledad, la despersonalización y la ausencia de encuentro y diálogo son las reglas del juego, en donde no existen personas sino individuos” (Coreth, 1982: 76).

“...la orientación humanista rescata al individuo en tanto persona, al individuo como ser único, como un todo donde confluyen creencias, afectos, saberes y gustos” (Fernández, Sánz y colaboradoras, 1997: 47).

Laing, citado por Iriondo (1984), confirma cómo la comunicación es la necesidad básica de toda interacción, y sin embargo, posee un sinnúmero de desviaciones, en la medida en que no se optimice.

El valor de cada persona en el mundo es infinito y particular; es precisamente entonces donde cada quien está llamado a volcarse totalmente y lograr la originalidad y autenticidad de sí mismo; es en cada momento de la vida cotidiana de cada uno donde se abren las posibilidades de mostrarse como ser permanentemente creador y transformador.

- El componente cultural

Chastain (1988), presenta dos definiciones de lo que puede entenderse por cultura:

En ambos sentidos, Chastain (1988), propone el patrimonio cultural como eje fundamental del funcionamiento social, pues tiene que ver exclusivamente con una de las principales metas educativas del mundo moderno: contribuir a la constitución de una actitud de paz y progreso en el sistema interdependiente entre naciones, con elementos tan diferentes colocados de una forma tan próxima, actitud que depende en última instancia del entendimiento, tolerancia y cooperación como elementos presentes en el desarrollo personal y de las comunidades.

- La situación de la fotografía dentro del patrimonio cultural

Propone Sontag (2005), que fotografiar es llegar a hacer una apropiación de lo fotografiado; es establecer una relación determinada con el mundo, que podría ser conocimiento y por tanto poder.

  Roland Bathes
Roland Bathes
Deseamos rescatar esta relación del hombre y la imagen fotográfica como el establecimiento de un diálogo profundo, en el sentido en que llega a involucrar la
emoción del hombre frente al objeto fotografiado, logrando, como proponíamos en un principio, el establecimiento de una comunicación auténtica. Barthes (2004), afirma que la fotografía que de una manera real llega hasta él, es aquella que llega a producir

“una agitación interior, una fiesta,o también una actividad, la presión de lo indecible que quiere ser dicho... acaso interés? No, interés es demasiado poco...” (Barthes, 2004: 48).

“...Mi Fenomenología acepta comprometerse con una fuerza, el afecto...” Barthes (2004: 51).

Tomaremos como referencia importante, el concepto que según Barthes (2004), llega a determinar la relación profunda entre la persona y la imagen fotográfica presentada, aquella que suscita esa “agitación interior” y que corresponde precisamente al concepto de aventura, en el sentido de que una foto me adviene y otra no. Equiparamos entonces en este momento, este concepto de aventura, con el de comunicación auténtica descrito por Thayer (pág.1), al cual nos hemos referido anteriormente y a partir del cual logramos el conocimiento de sí y de nuestro mundo haciéndonos capaces de la comprensión de lo otros mundos. De esta forma, la imagen fotográfica que me adviene, Barthes (2004), es la causante de un estado de animación, es la que anima a la persona que mira y percibe, es lo que constituye el fin último de la aventura.

Intentando clarificar qué es aquello que compone el patrimonio cultural, tomamos las palabras de Márai (2005), cuando habla de la cultura como de “aquella experiencia constante como la luz del sol”, aquello que llega a convertirse en un reflejo condicionado, un movimiento que se produce sin depender de nuestra voluntad.

Incorporando lo expuesto anteriormente, podemos hablar del patrimonio como de aquella percepción del mundo, ese comportamiento involuntario que nos es entregado por nuestros padres y antepasados y a partir del cual nos desenvolvemos en nuestro grupo inmediato.

Para llegar a conocernos en nuestra totalidad como personas, para lograr establecer entonces ese diálogo aunténtico que la comunicación significativa logra ayudar a establecer, se hace necesario el desvelar aquel conocimiento de lo que realmente fuimos, de lo que nos ha pertenecido como cultura particular, lo que a través del tiempo hemos acumulado en nosotros gracias al papel único y singular que cada uno de nuestros antepasados ha representado y ha dejado plasmado en nuestra historia.

En oposición al patrimonio fotográfico como instrumento a partir del cual puede provocarse el diálogo y la comunicación con su receptor, afirma Sontag (2005) que la fotografía ha llegado a ser considerada como un elemento con tantos usos narcisistas y folclóricos, que llega a convertirse en instrumento poderoso para despersonalizar nuestra relación con el mundo.

“... la cámara vuelve íntimas y cercanas las cosas exóticas, y pequeñas, abstractas, extrañas y lejanas las cosas familiares” (Sontag, 2005: 234).

Se ha culpado a la fotografía de convertirse simplemente en una invitación al sentimentalismo, transformando el pasado en un “objeto de tierna reminiscencia” (Sontag, 2005: 106), desviando la realidad a partir de la contemplación de tiempos ya idos.

En contraposición a estas posiciones, aparecen con fuerza los puntos de vista de pensadores tan influyentes como Roland Barthes, quien atribuye a la fotografía algunas características que dependiendo tan sólo de aquel que la mira, llega a cobrar un significado real y único; entre aquellas marcas que llegan a definir una imagen fotográfica como relevante para el espectador, trataremos más adelante el concepto de Punctum establecido por el mismo Barthes, concepto que se convertirá en uno de los ejes fundamentales de esta investigación.

Deseamos establecer la importancia de la relación directa entre receptor e imagen fotográfica, el diálogo que se logra a partir de tal relación, lo que la fotografía llega a evocar y producir en la persona que logra un encuentro personal a partir de ella; ese puente afectivo - mensaje continuo - (Barthes, 1977: 17), que llega a construirse a partir del encuentro conciencia-imagen, con todos los resultados que este hecho puede llegar a provocar.

“La fotografía llega a conmoverme si la retiro de su parloteo ordinario: Técnica, Realidad, Reportaje, Arte, etcétera: no decir nada, cerrar los ojos, dejar subir sólo el detalle hasta la conciencia afectiva” (Barthes, 2004: 94).

Pasamos a considerar exactamente en este momento, el significado de la fotografía, aquello en lo que el objeto fotografiado llega a convertirse para la conciencia
afectiva de la persona que recibe la imagen; en su libro “Image, Music, Text”, Barthes (1977: 22, 23), expone la manera como los objetos fotografiados llegan a convertirse en inductores de asociación de ideas, o, por otro lado más profundo, en símbolos con excelentes elementos de significado; por ejemplo, la situación que expone Francois Mauriac, citado por Barthes, en donde una fotografía que nos muestra una ventana abierta a un viñedo con tejas en los tejados cercanos; en frente de la ventana un album de fotografías, una lupa y un jarrón lleno de flores. Con todo ésto, nos situamos en el sur del Loira (viñedos y tejas cerámicas), dentro de una casa acomodada y burguesa (jarrón de flores sobre la mesa), y cuyo propietario, de edad algo avanzada (lupa), se dedica a revivir sus memorias (album fotográfico).

Hay que considerar siempre que el significado de la imagen, lo que podemos leer en la fotografía, depende del “conocimiento del lector”, de las connotaciones que éste sea capaz de atribuirle, por el hecho de pertenecer a una cierta cultura que es propia o cercana.

Biliografía

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