Antton ARRIETA
Traducción: BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA
Jatorrizko bertsioa euskaraz
En primer lugar, hay que destacar que el significado de la palabra “castillo” aparece en esta obra de un modo limitado, ya que solamente se utiliza la definición desde un punto de vista histórico y arquitectónico. Así, en este trabajo, un castillo se entiende como un recinto con función militar construido en la Edad Media y formado por una combinación de torres y muros. Por supuesto, el significado de la palabra castillo en euskera, como ocurre con sus equivalentes en muchos otros idiomas, es mucho más amplio. Por ello, se describe en primer lugar el tipo y la época de construcción de los castillos. A continuación, en las siguientes páginas, el libro resume la información existente hoy en día sobre los castillos de Gipuzkoa y cita las construcciones más conocidas. En una segunda parte, se recogen y analizan las posibilidades de encontrar más castillos en dicho territorio.
Tras reconocer que se tienen pocos datos sobre los castillos existentes en Gipuzkoa en el pasado y su efecto sobre la ordenación del territorio, la larga introducción del libro recoge aquello que sí se conoce: las citas de castillos a lo largo de la historia partiendo de las crónicas de los sucesos de 1200, sus estructuras, las excavaciones e investigaciones realizadas, los restos existentes, sus supuestos límites, su arquitectura, los caminos adyacentes, etc. También se han analizado datos relativos a las construcciones con el fin de detectar los posibles problemas de las mismas. A pesar de todo, en la mayoría de los casos queda una incógnita principal por despejar totalmente: ¿por qué se construyeron estos recintos fortificados?
El castillo de Ataun se situaba sobre la entrada a un pastizal en la sierra de Aralar. En la foto, el cañón y el asentamiento del castillo de Arrate, la última peña, visto desde el norte. (Foto: Antton Arrieta). |
Resulta reseñable que, a pesar de que no se conoce el nombre que algunos edificios tenían en la Edad Media, los escasos restos existentes y los nombres actuales nos confirman que tenían una función militar (Gazteluberri, Mendikute...). Por otra parte, los castillos de Ataun y Ausa se encontraban en el Reino de Navarra y por ello existe gran cantidad de información sobre ellos, al menos de la última década antes de su destrucción en el siglo XIV.
La aportación principal del libro se encuentra en su segunda parte, donde se reúnen numerosos posibles castillos dispersados a lo largo de 72 municipios y consorcios de Gipuzkoa. Para ello, se ha tomado como base la toponimia, las características geográficas, las conjeturas de los historiadores y antiguos documentos. Por supuesto, también se han reunido dichos documentos: uno del siglo XIII, cinco del siglo XIV, cinco más del siglo XV, diez del siglo XVI y cinco del siglo XVII. Además, se recogen unas 180 citas y topónimos significativos aparecidos en libros.
En aras de la claridad, el autor ha clasificado los castillos geográficamente, independientemente de sus posibles alineaciones o agrupaciones. Sin embargo, y de manera no intencionada, esta clasificación permite observar la relación existente entre los castillos y los campos de pastoreo. Las zonas geográficas utilizadas han sido: las sierras de Zaraia-Elgea-Urkilla-Aizkorri, el monte Uli y la localidad de Gaztelu, Adarramendi-Mandoegi, los montes de la costa, la sierra de Ernio y, finalmente, la franja montañosa situada entre los ríos Urola y Deba. En estas zonas existen castillos documentados, como el de Elosua o Iriaun, situados sobre el río Urola; Mendikute, situado en la sierra del Ernio; las fortalezas de Gazteluberri, San Adrián y Aitzorrotz, situadas en las franjas montañosas del sur, o las de San Sebastián, Pasaia y Hondarribia, situadas a orillas del mar.
En el centro de la foto el castillo de Arantzazu y sus alrededores visto desde las proximidades de la casa Sindica. (Foto: Antton Arrieta). |
A continuación, para completar la segunda parte del libro, su autor ha analizado los túmulos medievales, ya que en Europa occidental (incluyendo el norte de Euskal Herria) muchos de ellos se hicieron para servir de cimientos de castillos de pequeño tamaño, construidos por los primogénitos de importantes linajes.
Por otra parte, no hay que olvidar las fortalezas construidas en las villas, dado que en ocasiones se construían torres enormes para vigilar las murallas y reforzar la defensa del lugar. También cabe destacar las casas solariegas de las familias más importantes, ya que algunas podrían confundirse con castillos.
La obra también recoge y analiza los caseríos que reciben el nombre de Gaztelu (o Gaztelumendi, Gazteluaga, Kastillokua...), ya que resultan interesantes en la búsqueda de antiguas fortalezas, pues solían situarse en alguna colina cercana e incluso en la ubicación del propio caserío.
En el capítulo de “varios”, tras recoger varias referencias, especialmente documentos y teorías de historiadores, se analizan de nuevo los topónimos. Más adelante, en otro capítulo, se incluye la lista de los términos utilizados para denominar los castillos, aunque se encuentren algo alejados de la definición de castillo incluida al principio de la obra: fortaleza; iruin, iriaun, uria...; kastellon, kastejon, kastillon; kastillu, katiliturri, katilutxulo, katiluzar...; moru, muru, murru; mota, mote, motte...; talaia, talai...; torre, dorre...
El autor tampoco ha olvidado analizar la heráldica municipal, ya que en los escudos de armas suelen aparecer muchos castillos o torres, aunque muchas veces no se sepa cuáles son. Los historiadores suelen relacionar los símbolos que aparecen en los escudos de armas con castillos cercanos. Por ello, se piensa que los escudos de armas de Errenteria / Beloaga y Arrasate están relacionados con castillos locales.
Vista desde una peña del este la ermita de Gurutze Deuna, construida en el centro del castillo. Desde las murallas y a la derecha de la construcción, se perciben los restos del depósito de agua. (Foto: Antton Arrieta). |
Para finalizar la segunda parte del libro, se mencionan unas cuarenta construcciones y topónimos que habría que descartar a la hora de buscar castillos nuevos. En la mayoría de los casos, se trata de términos cuyo origen ya se ha encontrado o castillos ya conocidos. Podrían incluirse más lugares y nombres, pero la lista solamente recoge los topónimos y construcciones especiales. Cabe destacar entre ellos el castillo de Behobia o Gazteluzar, ya que esta construcción no se encuentra en la lista de castillos por no haber sido construida en la Edad Media.
Es muy posible que algunas ubicaciones teóricas mencionadas en este trabajo fueran castillos en un tiempo. El caso de Apalategi, en Eibar, es digno de mención. Fue construido en 1538 “...donde se ubica la llamada ‘peña de Elgeta’, junto a la que se encontraba el castillo de roca [denominado originalmente “castillo roquero”]”. También resultan interesantes en OƱati las referencias a Artia: “entre las peñas de Arrigojenaga y el castillo de Artia” de 1557 y “el camino que va desde la colina de Arriba hasta el castillo de Artia linda con Arrigojenaga” en otro documento de 1585. Aunque no existan pruebas de ello, muchos aseguran la existencia de otro castillo, el del santuario de Santa María del Castillo, hoy conocido como Dorleta y situado en Salinas de Léniz. Quizá en los casos mencionados lo único que impida aceptarlos como castillos sea la prudencia del autor.
Si la definición de castillo tomada como hipótesis de trabajo no fuera tan estricta (desde un punto de vista arquitectónico: “combinación de torre y muros”), seguramente podría añadirse un castillo más a la lista: el de Txoritegi, en la localidad de Zerain. Por una parte, el resultado de las excavaciones indica que se trata de los restos de un edificio de los siglos XIV ó XV que sufriera un incendio. Por otro lado, el autor ha logrado dar con dos topónimos interesantes aplicados al lugar: campa de Gaztelumendi y Gaztelumendiondoa.
Vista aérea desde el sureste de la cima del monte Urgull, asentamiento del castillo de la Edad Media. (Foto: Antton Arrieta). |
Por todo ello, en un principio el título del libro iba a ser “Gipuzkoako gazteluen errolda” (registro de los castillos de Gipuzkoa). Si bien es cierto que la obra ha sido realizada en un momento determinado, su intención es sentar las bases para seguir investigando. En el futuro (cuando se hayan incluido en la lista más castillos de la provincia y se conozcan mejor los que han demostrado serlo), se analizarán los orígenes de los castillos y las teorías e hipótesis existentes sobre sus funciones. Asimismo, se investigará la influencia que han podido ejercer sobre las estructuras medievales de la provincia de Gipuzkoa.
Teniendo en cuenta el estado del conocimiento actual, el libro constituye más un punto de partida que una meta. Es un reto que deberá retomarse dentro de varios años. En opinión del autor, la provincia de Bizkaia requiere un trabajo de la misma naturaleza y quizá la de Álava también. Incluso merecería la pena realizar una obra similar en Navarra e Iparralde, pero ambas regiones cuentan con mucha más información en sus archivos y crónicas, por lo que la estructura y los objetivos del trabajo quizá debieran modificarse.
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