Querido hijo. Cartas emigrantes entre Chile y País Vasco (II/II)Escuchar artículo - Artikulua entzun

Olga LARRAZABAL SAITUA

Querido hijo. Cartas emigrantes entre Chile y País Vasco. (I/II)

 

En 1916 muere mi bisabuelo y en 1921 mis dos bisabuelas la de Gambe y la del Puerto y en 1923 muere Antonio Larrazabal en Cuba dejando a Paca Saitua viuda con 37 años y seis hijos esperando su vuelta a Euskal Herria, la que no llego a realizarse.

Empieza la correspondencia referente a la herencia. Tenía mi bisabuela dos casas en el Puerto de Algorta llamadas Gorrostiondo y Entelladorena que todavía deben estar en pie, ahora pintadas como postales turísticas. El caserío Sarachaga en Getxo, morada ancestral de los Ibarras o Arteagas, una casa en Berango y 16.000 pesetas ahorradas a través de toda la vida. Los hermanos hicieron tasar las casas, dividieron entre cuatro y echaron en suerte las porciones igualadas. Mi abuelo Facundo, el de Chile, sacó la casa de mayor valor y la regaló a sus hermanos renunciando a su herencia por considerar que ellos estaban más necesitados. Lo único que conservó fue un mantón con dibujos búlgaros que usó su madre para casarse en 1868 que tengo yo en mi poder y que será de la mayor de mis nietas cuando llegue la ocasión. Total, yo soy Saitua por partida doble y con lo quijotes que eran mis ancestros de herencias enjundiosas ni hablar.

Sarachaga estaba arrendado desde tiempos inmemoriales a dos familias que compartían la casa, se peleaban todo el tiempo y pagaban dos reales al año. El día de pago llegaban ambos arrendatarios, pagaban, se quedaban todo el día a comer y transmitían sus quejas: “Que la Segunda me ha dicho Sapo enané” y el viejo lloraba mientras la tal Segunda comía como una lima y cuando le ofrecían verduras decía: “No, carne, carne y tú”, le decía a mis tías, “Tocar haste el cerrebete” por el piano que tenían en la casa. Cuando vino la República, la Segunda propuso comunizar el Caserío. Mi abuela, que era muy ocurrente, le aceptó de inmediato con la condición de comunizar con ella las vacas, ya que ella no tenía vacas. “No, no” dijo la Segunda, “porque esos bien costaos están...” Y se acabó la Reforma Agraria.

Así sigue la correspondencia, con nacimientos y defunciones en ambos países. El 16 de Julio de 1926 tengo una carta que comienza: “Querida Hermana”. Mi abuela de Algorta muestra buen humor, se habla ya de matrimonios de sobrinas en América con galleguitos, como les decían a los españoles fuera de donde fueren, y los actores principales de esta historia ya tienen una posición desahogada gracias a las pasadas por Cuba y Chile. También comunican que la casa que mi abuelo de Chile les cedió en el Puerto, se la han dado por el momento a una prima que quedó viuda, con siete hijos y muy pobre. La red familiar sigue funcionando, hasta que en 1937 Yagoba Saitua, hijo de Santi, el hermano más bromista de la familia, escribe esta dramática carta:

  Carta solicitando ayuda a America
Carta solicitando ayuda a America.
“Burdeos, 25 de Junio de 1937

Sr. Don Facundo Saitua

Santiago

Mi querido tío:

Por la prensa se habrá enterado de la horrible situación en Bilbao donde he estado luchando como gudari. No se si la suerte o la desgracia ha querido que en el último momento, después de caído Bilbao, me decidiera a salir en un buque pesquero en compañía de otros 5 gudaris, recalando en Arcachon desde donde la policía nos ha traído a Burdeos.

Mi situación es dificilísima, pues al igual que otro sin fin de gudaris, solo nos espera un entrañamiento indefinido en un campo de concentración o volver a la Península donde nos espera la muerte.

En estas circunstancias pensando en mi situación presente y en mi porvenir, me he acordado de Ud. Procediendo a escribirle seguidamente, rogándole me proteja y mi única protección sería salir de Francia, pero para ello necesito un billete de llamada y unos pocos francos para esperar la salida de un buque. Espero así lo hará acogiéndome en su hogar en este momento difícil de mi vida y quien sabe si ello servirá de ocasión para definir mi porvenir y bendecir la decisión que Ud. tome en mi favor en este momento grave.

De mi madre y mis hermanos no se absolutamente nada; la familia de la tía Paca debe estar en Santander o algún pueblo de la provincia y su hijo José Manuel no se si habrá podido escapar.

La contestación sírvase enviármela a la Delegación del Gobierno de Euskadi en Burdeos, 15 bis Tours Marechal Foch, desde donde me la remitirán al campo de concentración que me parece va a ser en Orleáns.

Con verdadera ansiedad espera sus prontas noticias su sobrino,

Yagoba de Saitua

Direcció Telegráfica Euskadi Bordeaux”

Zoila Toledo Arellano  
Zoila Toledo Arellano. La nuera americana 1900.
Yagoba Saitua llegó a Chile teniendo unos 19 años, conoció a mi abuelo en el último año de su vida, fue el primero de la larga lista de familiares emigrados, vivió con mi abuela chilena como un hijo y ésta lo obligó a continuar su carrera de Química. Él y yo trabajamos juntos en un Instituto Tecnológico y 35 años después, en 1972, nos hicimos cargo de los trámites del entierro de mi abuela Zoila Toledo la chilena que llegó a sentirse hija de esa madre vasca y acogió en su casa a los parientes exiliados de la Guerra Civil.

José Manuel, el mencionado en la carta, escapó de un campo de prisioneros italiano en España. El tío Miguel Larrazabal de Gambe, carlista acérrimo, con una boina roja inmensa, entró con paso seguro al campo de prisioneros, sacó otra boina que llevaba oculta, y salieron ambos “emboinados”, aprovechando la confusión que había en ese minuto y también llegó a Chile donde el tío, junto a su hermana y sus sobrinos.

Y así han pasado setenta años desde la última migración y junto con mis primas, estamos despidiendo a la última de la generación anterior a nosotros, que parece ha decidido dejarnos. Leemos cartas, miramos fotos y yo encuentro que Mirentxu es igual al bisabuelo, ellas, que yo soy igual a la bisabuela. Miramos estas notas y nos emocionamos porque sabemos que hemos cumplido al estar juntas en el último tercio de nuestras vidas, despidiendo a nuestros muertos tal como nos enseñaron nuestros antepasados, juntas en las buenas y en las malas.

La historia se redondea, la conversación cesa, hasta que alguien dice: “¿Por qué no juntamos plata para ir a Algorta?” Y empezamos a pensar en la Lotería y en que tal nos veríamos caminando del bracete por la Avenida Basagoiti, yendo al Puerto Viejo, al Casino que estaba al frente de la casa del tío Vicente Saitua, a Etxechu, y a la Iglesia de San Nicolás... Nadie nos conocería, pero sabemos que nuestros fantasmas nos acompañarían porque no me cabe la menor duda de que volvieron allá, ya que para ellos el Paraíso tenía una curiosa semejanza a la Algorta de su infancia y juventud, y sabemos también que se están riendo socarronamente de todos nosotros, como acostumbraban a hacerlo en vida.

Querido hijo. Cartas emigrantes entre Chile y País Vasco. (I/II)

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