Deporte y valores éticosEscuchar artículo - Artikulua entzun

José Manuel GONZÁLEZ ARAMENDI, Doctor en Cirugía y Medicina. Experto en educación física y deportes. Fundación Oreki
Traducción: BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA
Jatorrizko bertsioa euskaraz

A menudo, los futbolistas que se encuentran en el terreno de juego son más costosos que la sanidad, educación y alimentación de muchas regiones. El dinero, la propaganda, la competición deportiva y la preparación para competir pueden causar grandes perjuicios a la esencia del deporte, que no es otra que el espíritu deportivo.

Lo más importante del espectáculo deportivo es su objetivo y, para lograrlo, los medios y el camino a seguir se encuentran condicionados. En el deporte, parece que los resultados y otros beneficios como el dinero, la fama y la gloria son excusas válidas para hacer “cualquier cosa” o “todo lo que haga falta” para lograrlos. Inevitablemente, el ignorar el método utilizado o el camino seguido para lograr resultados trae consigo la mercantilización del deporte, un proceso en el que entran en juego, no solamente el individuo, sino también los equipos deportivos, las naciones y los estados.

Los verdaderos valores del deporte

Muchos de nosotros deseamos un deporte diferente. Un deporte que constituya un derecho para todos los niños y jóvenes del mundo; un deporte lleno de valores; un deporte que forme parte de la vida y del bienestar, que nos permita cumplir los compromisos que nos marquemos nosotros mismos; un deporte que permita compartir ilusiones y esfuerzos; un deporte basado en la persona y un deporte sociable.

Para lograr un deporte así resulta imprescindible contar con normas éticas y externas, es decir, elaboradas y aprobadas por los organismos deportivos competentes. Unas normas que, por una parte, permitan guiar debidamente la competición y el entrenamiento y que, por otra parte, permitan evitar que se ignore el objetivo principal de la práctica deportiva. Para ello necesitamos tanto normas éticas como normas externas. No podemos olvidar el compromiso que adquirimos como deportistas, puesto que en caso de hacerlo estaríamos dejando de serlo.

Los principales beneficios del verdadero deporte son los valores éticos subyacentes. Esos valores se encuentran al alcance de todos, no marginan a nadie y no son dependientes de los resultados ni de la clasificación. Los valores éticos siempre ganan. Por ello, debemos ensalzarlos y cuidarlos como el tesoro que son, ofreciéndoselos a aquellos que aún no disfrutan de ellos, especialmente a niños y jóvenes.

Pero no debemos tratar los valores y la ética deportiva como algo estático, puesto que se trata de elementos dinámicos que requieren una atención y un análisis continuo, así como una práctica diaria consecuente. Deben basarse en un verdadero compromiso y avanzar sin descanso.

La conducta deportiva debe basarse en los valores que definen el deporte. Esos valores nos exigen siempre, tanto a los deportistas como a los colaboradores deportivos, unas respuestas éticamente adecuadas. Esas respuestas deben surgir desde el interior de los deportistas, independientemente de las exigencias del entorno o del momento.

El respeto

El compromiso que adoptamos los deportistas y todas las personas vinculadas con el mundo del deporte nos exige un respeto total al deporte siempre y en todo lugar. Esta conducta, implica la aceptación y obediencia de las normas deportivas, e incluso nos lleva -siendo aún más estrictos- a actuar siempre de forma noble, acrecentando así el valor de dichas normas.

El deporte debe ser positivo para la persona. Debe aportar beneficios físicos que permitan cuidar el cuerpo; beneficios mentales que permitan mantener y mejorar la salud psicológica y beneficios sociales que faciliten los procesos de socialización e integración de las personas. Deberíamos tomar esta idea como punto de partida y preguntarnos lo siguiente: ¿sería lícito un deporte doloroso?; un deporte que perjudique al deportista, ¿sería deporte o simplemente una competición sin espíritu deportivo alguno, una mera preparación para competir?

Para ser beneficiosa, la conducta deportiva debe basarse en la persona. Debe concentrarse en el individuo y respetar tanto el deporte como al deportista. Ahí está el quid de la cuestión.

Puesta en práctica del concepto de respeto

Cualquier deportista tiene derecho a ser tratado con respeto por compañeros, adversarios, entrenadores, directores, medios de comunicación y público.

Los deportistas necesitamos de otros deportistas para poder practicar nuestro deporte. Necesitamos adversarios para jugar con ellos y probarnos. Necesitamos un objetivo común para poder competir.

Los entrenadores, directores, patrocinadores y espectadores también necesitan a los deportistas para que no se rompa ese vínculo existente entre ellos y para con el deporte.

El respeto implica aceptar y valorar a todos los deportistas, analizar sus peculiaridades, aceptarlas y ser tolerantes. El deporte fomenta los procesos de socialización e integración, pero para ello debemos aprender a no despreciar a los menos buenos y a los más torpes y, por supuesto, no debemos aceptar actitudes xenófobas.

El respeto al deportista significa que debemos andar con mucho cuidado. Es un compromiso con un deporte sin violencia ni ataques de ningún tipo, un deporte seguro. Debemos evitar acciones en las que un deportista pueda perjudicar a otros compañeros, pero no solamente eso, porque, además de ser seguro, el deporte debe aportar bienestar, ayudando a que niños y jóvenes lleguen a ser personas completas.

Pero el respeto al deportista no es suficiente en sí mismo. También debemos respetar el juego aceptando y respetando las normas que lo definen, cumpliendo las normas elaboradas por y para los deportistas. El respeto al deporte exige un compromiso que pasa por un buen comportamiento y por un intento de mejorar. Todos los deportistas y entrenadores deberían intentar mostrar sus habilidades y mejorar en cada entrenamiento y en cada competición, sin olvidar que el deporte es un juego y que uno de sus objetivos principales es pasarlo bien.

Los deportistas debemos respetarnos y ser consecuentes

Debemos respetarnos a nosotros mismos. Para ello, debemos valorarnos y ser consecuentes. También debemos cuidar nuestro cuerpo y no permitir que los intereses de la competición pongan en peligro nuestra salud y nuestra seguridad.

El respeto propio exige integridad moral y honradez. Debemos cumplir siempre nuestros compromisos y nuestra palabra. El deporte, por lo tanto, además de desarrollar las aptitudes físicas del individuo, también permite mejorar su capacidad de entendimiento y sus valores morales.

Todos los que trabajamos en algún aspecto deportivo debemos ayudar al deportista. Entrenadores, preparadores, directores, médicos deportivos, etc. no podemos utilizar al deportista para darnos a conocer. No podemos actuar caiga quien caiga para lograr buenos resultados. No podemos marginar a los deportistas que no son tan buenos sin darles la oportunidad de mejorar y no podemos aceptar ni el doping ni cualquier otro tipo de trampa. Nuestra conducta debe ser totalmente opuesta a ello.

Dado que soy médico deportivo, quisiera pedir a todos aquellos que practican mi misma profesión y visten bata blanca que se impliquen más en las actividades deportivas. Debemos cuidar al deportista a lo largo de su vida deportiva y más allá de ésta, intentando siempre ser los mejores en lo que hacemos.

En la Fundación Oreki tenemos ese objetivo. Hemos elaborado códigos éticos para deportistas, entrenadores y padres, similares a las declaraciones de principios de otras asociaciones. También contamos con una Declaración de Buenas Prácticas y con un Contrato de Compromiso que permiten a clubes y grupos deportivos expresar su conducta ética, guiar a sus deportistas y basar las relaciones entre clubes.

Para el deportista, la repulsa de los factores dopantes y negativos es una decisión ética. Para los demás, no fomentar que el deportista tome sustancias dopantes y promover el juego limpio, el respeto y los valores deportivos también constituye una decisión ética.

Aunque nuestro potencial como individuos y como grupo sea muy limitado, debemos continuar trabajando en este sentido. No podemos dejar que las cosas continúen tal y como están. No podemos aceptar la situación sin más. Debemos encontrar una solución adecuada para el problema al que nos enfrentamos.

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