Enriqueta Gastelumendi: La última del pueblo de los hombres de a pie (II / II)Escuchar artículo - Artikulua entzun

Juan Manuel SCOTTI

:: Enriqueta Gastelumendi: La última del pueblo de los hombres de a pie (I / II)

 

Cuenta Lucas E. Bridges: “Uno de los onas se ausentaba frecuentemente por largos períodos para trabajar en la isla Picton. Durante una de sus ausencias, su mujer dio a luz un niño de tez blanca, pelo rubio y ojos celestes (debo dejar bien establecido que mis ojos son castaños y que en esa época mi pelo era casi tan negro como el de un ona). Yo, perplejo, me preguntaba qué diría el indio al ver ese extraño vástago.

A su debido tiempo volvió el indio de la isla Picton, y uno o dos días después vino a visitarme para pedirme una pastilla de jabón; no del común, sino del mágico jabón de color vidrio oscuro y forma de un huevo de ganso de las montañas. Yo no comprendí al principio a qué se refería; pero él me explicó de muy buena fe que durante su ausencia su mujer había tenido un hijo moreno como todos los niños onas, pero que cuando él lo había conocido ya se le había aclarado maravillosamente la piel y el cabello. Al preguntársele a la esposa sobre esta increíble transformación, ésta, apoyada por el testimonio de las dos mujeres que la habían atendido, atribuyó el milagro a una pastilla de jabón mágico que le había dado mi hermana Alicia. Dijo también que un poquito de jabón había entrado en los ojos del niño, que se habían vuelto al momento celestes como el cielo. El orgulloso padre estaba tan impresionado por esas maravillas que venía a buscar otra pastilla.”

Patagonia Sur
Patagonia Sur. Distribución de pueblos según Martín Gusinde.

Sus raíces proceden de los grupos provenientes de Siberia durante el último período glaciar, que migraron hacia América al descender el nivel de los mares a través del estrecho de Bering. Esto sucedió en un período que se remonta entre unos treinta y cincuenta mil años atrás. Al llegar estos pueblos a la Isla Grande de Tierra del Fuego en el extremo sur de América (unida al continente hace unos diez mil años) encontraron tribus estrechamente emparentadas con los aborígenes australianos, los cuales habían abandonado hacía milenios el arte de la guerra por lo que fueron eliminados; excepto aquellos que se unieron al invasor. Estas hipótesis surgen de actuales estudios en el campo de la genética y una reinterpretación del arte rupestre local.

Los selk’nam, poseedores de una cultura riquísima y una espiritualidad enorme, mostraban una gran sensibilidad. Profundas emociones invadían su ser que con control supremo ocultaban tras rígidos gestos y exteriorizaban a través de sus pinturas faciales. El origen de este pueblo visitado por Charles Darwin recién está dejándose vislumbrar.

Para los onas la creación ocurrió cuando Kenos, nacido de la Cúpula Celeste fue enviado por Timáukel (deidad suprema que castigaba la maldad), este descendió a la Tierra mediante una larga cuerda. En el preciso instante en el que Kenos se posó en la Tierra la cuerda se cortó, y ese fue el motivo por el que no regresó de inmediato. Si bien tenía dos tareas que cumplir encomendadas por Timáukel, lo que vio de la Tierra le pareció horrible, una masa chata y sin forma, rodeada de manera asfixiante por Kox, el Mar. Por ésta razón Kenos creó las montañas, valles, sierras y barrancos; y los distribuyó por el mundo. La luz era tenue y uniforme y el transcurso del tiempo pasaba inadvertido, entonces Kenos dio origen a Krren (el Sol) y le instruyó para que brillara con más esplendor al mediodía para luego retirarse; mientras que luego de crear a Krah (la Luna) le ordenó que brillara con su luz blanca al esfumarse Krren. Ahora, el cielo había adquirido una magnificencia tal que aplastaba los bosques ahogando a los árboles. Advirtiendo esto, Kenos empujó la cúpula hacia arriba para que los bosques pudieran ser bellos y altos. Al ordenar la naturaleza, Kenos, cumplió con la primera parte de su cometido. Luego se sentó a descansar a orillas de un pantano contemplando el resultado de su creación. Tomó un poco de lodo del fangal, les exprimió el agua y moldeó los genitales masculinos. De igual modo hizo con los femeninos. Con sumo cuidado los apoyó en el suelo uno al lado del otro y al anochecer Kenos se retiró. En plena obscuridad los genitales copularon y al regresar Kenos a la mañana siguiente le sorprendió encontrar un ser quien resultara el primer antepasado de los onas. Lo mismo sucedió noche tras noche y el mundo se pobló de hombres y mujeres. Para que reinara la justicia, Kenos asignó a cada grupo un haruwen (o territorio) el cual les proveyera alimentos y nadie podía expulsarlos del mismo.

Iniciados en el Hain
Iniciados en el Hain. (M. Gusinde).

Como Kenos era muy locuaz, pasaba horas y horas balbuceando en soledad hasta que no lo soportó más y dio a los hombres la capacidad del lenguaje. Los onas lo aprendieron vivazmente y jamás dejaron de conversar.

Kenos instruyó a los selk’nam a concebir, explicándole que la mujer y el hombre se debían unir basándose en una serie de normas al respecto. Por ejemplo, que el hombre no debía tomar la mujer de otro, y las mujeres no debían copular con otro que no fuese su hombre. También distribuyó las distintas tareas de las que se encargarían las mujeres y los hombres, instruyó tratar con respeto a los ancianos y educar a sus hijos con las mejores costumbres para que puedan ser transmitidas de generación en generación. De este modo Kenos le brindó a la humanidad las enseñanzas para vivir en felicidad culminando con la segunda parte de su misión.

Un día, agotado de su labor, Kenos se sumió en un profundo sueño del que sus ancianos acompañantes no podían despertar. Se dieron cuenta de que Kenos era ya un anciano. Se acostaron en el suelo a esperar la muerte; pero ésta no llegó. Pasado un tiempo Kenos despertó y decidió marchar al norte, a un paraje lejano donde morir. Sus acompañantes le siguieron. Al llegar, se acostaron nuevamente en el suelo, se envolvieron en sus pieles y en el letargo la muerte les alcanzó al fin; pero no duró por siempre. Después de yacer otra temporada Kenos y sus acompañantes comenzaban a recuperar vitalidad nuevamente hasta realizarse de que poseían la juventud otra vez. De ahí que los viejos al perder la voluntad de vivir se acostaban en sus chozas, envueltos en sus capas a esperar la hora. Quienes tenían la suerte de rejuvenecer iban a la choza de Kenos a darse un baño dejando en el agua los restos de su vida anterior. Al pasar el tiempo la vejez se presentaba nuevamente comenzando el ciclo una y otra vez hasta conformar un cerro, un animal, un río, etc.

Cuando Kenos finalmente partió de regreso a la Cúpula Celeste, quienes le acompañaban se convirtieron en los astros que iluminan el firmamento.

Entre sus ritos, el más importante era el “Hain” que consistía en una reunión secreta organizada por los hombres para iniciar a los adolescentes varones. Si al término del ceremonial que duraba meses lograban pasar las duras y difíciles pruebas a las que los sometían, salían convertidos en cazadores adultos. Otra ceremonia era la que se denominaba Kloketen. Aquí los adultos enseñaban a los jóvenes a someter a las mujeres. ¿Cómo? Disfrazándose con temibles máscaras mientras gritaban y aullaban emulando espíritus malignos.

Danzas en la ceremonia del Hain
Danzas en la ceremonia del Hain. (M. Gusinde).

Todo este mundo erigido en torno a una cultura milenaria comienza a resquebrajarse cuando a partir de 1880 la figura del koliot (forastero) se hace más habitual. En esta época comenzó la explotación del oro en este territorio. Aparecieron personajes de la talla de Julius Popper, un ingeniero rumano que no tenía escrúpulos en masacrar a los nativos para apoderarse de sus haruwens. Sumado a ésto allá por 1894 la codicia de las compañías ganaderas tornó la persecución del pueblo selk’nam aún más dramática. La familia Menéndez Behety compuesta por el asturiano José Menéndez y la vasca María Behety no carecían de crueldad. Su más fiel empleado y servidor, un escocés que se reconocía inglés de apellido McLennan y más conocido como “El Chancho Colorado” ejecutó las desencajadas ideas de sus patrones además de aportar las propias. Esta familia fijó un valor para efectivizar la matanza de los onas. Por cada par de orejas o seno, una libra esterlina; y media por cada oreja de niño. Tras observar aborígenes vagando sin orejas optaron por cotizar cabezas, testículos y órganos vitales.

McLennan, después de hallar una ballena varada antes que los onas y demás pueblos vecinos, la envenenó con altas dosis de estricnina. Luego de probar su carne, perecieron unas 500 personas. No conforme aún con sus cacerías fusil en mano, el Chancho Colorado prepara el siguiente plan con la satisfacción y beneplácito de sus patrones. Les hace creer a los onas que ya cesarían las persecuciones, les explica un falso plan para redistribuir las tierras y como signo de acuerdo, un trágico banquete. Los selk’nam concurren incapaces de sospechar tanta barbarie. Una vez hartos de comer y embriagados, el plomo de los fusiles se apoderan de otras 500 vidas, hecho sucedido en Cabo Domingo.

Los Menéndez Behety premiaron a McLennan, ascendido a capataz y administrador, colocando su nombre a un río que actualmente se modificó por el de “Río Ona”. Bajo estos métodos que por eficaces los implementaron luego con los tehuelches, levantaron las estancias Primera y Segunda Argentina que hoy llevan los nombres de José Menéndez y María Behety.

Matanza de onas
Matanza de onas. Se observa a Julius Popper de pie exhibiendo “su presa”.

La infamia no se detuvo allí. Maurice Matre, en una de sus redadas tuvo la original idea de obtener más dinero si, en lugar de matar a sus cautivos, les embarcaba y así fue como llevó a un grupo de onas a la Exposición de París de 1889. Los presentaba como caníbales, y les arrojaba carne cruda a la jaula para que se alimenten a vista del público.

Otros tristemente memorables asesinos a sueldo fueron el portugués José Díaz, el yugoslavo Kovasich y los kelpers Niword, Sam Ishop y Stewart1.

De los cuatro mil selk’nam que poblaban Isla Grande en 1880 apenas quinientos quedaban hacia 1905. Con sus territorios notablemente disminuidos, los lobos marinos y guanacos diezmados por la caza excesiva de los colonos, los selk’nam de tanto en tanto cazaban un “guanaco blanco” (oveja) lo que valía de excusa para continuar con las atrocidades.

Los que sobrevivieron, lo hicieron gracias a la protección de las misiones salesianas y de los Bridges en las estancias Harberton y Viamonte. La primera misión se erigió en la isla de Dawson (Chile) en 1889 y la segunda en Argentina (La Candelaria) en 1893. Las misiones ampararon a los pobres selk’nam que a su vez el cambio en las costumbres sumado al trauma de la persecución hicieron que disminuyeran sus defensas y quedaran aún más expuestos a la tuberculosis, sarampión, y escarlatina. En 1910 arribó procedente de Biella, Italia, Alberto De Agostini quien rápidamente ganó el apodo de “Monseñor Patagonia”. De Agostini, extraordinario andinista, recorrió estas latitudes tomando imágenes con su cámara a cuestas, observando la realidad de los hechos. Fue él quien además hizo el relevamiento topográfico y orográfico más exacto de los hielos continentales recorriendo durante cuarenta años el extremo sur de la Cordillera de los Andes. Escribió más de una veintena de libros a través de los cuales conocemos hoy usos y costumbres de este milenario pueblo. A través de sus escritos, se observan las múltiples denuncias que él, Monseñor Fagnano2 y otros misioneros efectuaron ante los gobiernos y la prensa de Argentina y Chile; las que fueron completamente ignoradas. Tanto De Agostini como Thomas Bridges se encargaron de eliminar las falacias de Charles Darwin respecto que los selk’nam eran “bestias” y “caníbales”. Los onas que no alcanzaron a refugiarse en las misiones salesianas o en la estancia Harberton, se vieron acorralados en las montañas del sur y con escasos víveres perecieron por inanición.

Thomas Bridges junto a un grupo de onas
Thomas Bridges junto a un grupo de onas.

Martín Gusinde, sacerdote salesiano y etnólogo nacido en Austria, convivió con los selk’nam entre 1918 y 1919 fotografiando y documentando como nadie los ceremoniales y costumbres. El mismo fue iniciado en el ceremonial del Hain y ganó el apodo selk’nam “Mankancen” (cazador de sombras). Escribió Gusinde: “En la soledad del confín de la tierra, han vivido felices y contentos por siglos hombres con la forma de vida más simple; las generaciones se iban sucediendo en su modo de vida inalterable, vital y potente. Muchos eslabones podían haber prolongado esta cadena. Hasta hace poco el indio nunca había servido de estorbo para nadie en el mundo. Un puñado de ávidos europeos quiso acumular riquezas temporales. Apenas le alcanzaron cinco décadas para borrar, sin dejar rastros, al milenario pueblo indígena. ¡Ese es el destino del mal comprendido pueblo selk’nam!”.

A Enriqueta Gastelumendi le molestaba su apodo: “La India Varela”. No por lo de “India”, sino por “Varela” pues le hacía rememorar la traumática convivencia con su esposo. Enriqueta enviuda en 1959. A partir de esa fecha volvieron a escucharse risas en la casa y la viuda, feliz, se reencontró con aquella vida casi extraviada previa a sus trece años. Se volcó a las tallas nuevamente. Su tolhuin (corazón) se completaba con el saludo amable de los vecinos que observaba a través de su ventana de la calle San Martín.

Martín Gusinde es iniciado en el Hain  
Martín Gusinde es iniciado en el Hain.
Establecida en Ushuaia, no conservó ninguno de “sus trabajitos”. Están esparcidos por todo el mundo. El más lindo, recordaba Enriqueta, lo llevó un señor de Buenos Aires. Se trataba de un caballito con crines. La pieza de mayor dimensión le ocupó dos años tallarla y representa a un guanaco. Varias de sus obras se observan hoy en exposición permanente en el Museo del fin del Mundo en Ushuaia.

Hasta 1992 desarrolló tareas docentes en los talleres de libre expresión de la Dirección de Cultura de la Provincia de Tierra del Fuego dirigidas a niños y a adultos. Su nombre engalana la Casa de la Cultura y la biblioteca de la escuela Nº 9, ambas en Ushuaia.

Enriqueta fue declarada “Ciudadana Ilustre de Ushuaia” en 1993.

En junio de 2004 contrae una neumonía. Mientras Krah observaba en lo alto, el 29 de agosto del mismo año, Enriqueta Gastelumendi, la última selk’nam por descendencia directa, parte dejándonos un legado colmado de aprendizaje.

1 Según memorias de Federico Echelaite en la película documental “Los Onas, Vida y Muerte en Tierra del Fuego” (de A. Montes, A. Chapman y J. Prelorán).

2 Monseñor Fagnano nació en el Piamonte, Italia. Fue el primer Prefecto Apostólico de la Patagonia Meridional permaneciendo en este territorio desde 1889 hasta 1909. En 1910 le sucedió Alberto De Agostini, conocido como “Monseñor Patagonia”.

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