Uri RUIZ BIKANDI
Traducción: BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA
Jatorrizko bertsioa euskaraz
Los inmigrantes representan un 5 % de la población de la Comunidad Autónoma Vasca. A pesar de que los datos cambian de un día para otro, puede decirse que los hijos de inmigrantes que asisten a los centros educativos vascos guardan una proporción semejante con respecto al resto del alumnado. Hasta hace bien poco tiempo, el mayor reto de la escuela vasca era enseñar euskera a alumnos cuya lengua materna era el castellano. En la actualidad, a éste se le ha sumado la necesidad de enseñar, además de todos los contenidos educativos, las dos lenguas oficiales a alumnos que no las conocen al llegar la escuela. Así pues, no hay duda de que este nuevo fenómeno ha intensificado la complejidad del sistema educativo bilingüe vasco y de que satisfacer sus demandas resulta en la actualidad algo más difícil.
Hace once años, en un artículo1 publicado en catalán, dábamos cuenta de las tres primeras niñas marroquíes que estaban estudiando en un modelo de inmersión en euskera. En él, intentábamos analizar la situación de esas hermanas, atendiendo especialmente los obstáculos a los que debían enfrentarse en un lugar desconocido, para entender ese mundo nuevo y adaptarse al sistema escolar.
Eran tres niñas que habían venido a la escuela de Abadiño con diez, ocho y siete años. Las dos mayores ya habían estado escolarizadas, por lo que sabían leer en árabe al nivel que correspondía a su edad. Era esa la lengua que utilizaban en casa, pese a que los padres hablaran entre ellos amazigh (bereber). Las niñas, además del árabe materno, sabían francés y berebere en diferentes grados. En su nuevo pueblo, aunque les resultara una ardua tarea, tendrían que aprender dos lenguas más, hasta entonces desconocidas para ellas: el castellano y el euskera en su versión dialectal (vizcaíno) y estándar (batua).
En el artículo relatábamos los avances de las niñas y dábamos cuenta de los obstáculos, dudas y sorpresas que encontraban, mientras intentábamos comprender el choque cultural y emocional que vivían. Reflexionábamos sobre los límites del modelo de inmersión al euskera, pues era evidente que, en este caso, las circunstancias habían cambiado: las de estas niñas que no disponían de una lengua en común con sus profesoras eran más difíciles que las de los niños que sabían castellano al llegar a la escuela, y el esfuerzo que esto significaba para ellas era doble. Manifestábamos nuestros miedos y también nuestras esperanzas ante tanta dificultad.
Después de once largos años, hemos tenido noticia de esas niñas, noticias que nos han llenado de alegría: hemos sabido que dos de ellas están ya en la universidad y la mayor, terminados sus estudios universitarios, busca empleo con su recién logrado título de economía bajo el brazo. Además de hablar con fluidez en euskera, castellano y árabe, sabe también inglés y francés. Esperamos que muchas empresas sepan apreciar tanto conocimiento y que pronto encuentre un buen puesto de trabajo. Mientras tanto, nos preguntamos si será posible aplicar los rasgos de este caso, al parecer modélico, de éxito escolar, a la mayoría de los niños de características semejantes que se están escolarizando hoy en día.
Garantizar los derechos fundamentales
La situación de los centros educativos vascos ha cambiado radicalmente a partir de 1981. Como nunca había ocurrido, desde entonces, estudiar en vascuence pasó a convertirse en algo normal, tanto para los alumnos cuya lengua materna es el euskera como para los castellanohablantes, de tal modo que enseñando en las dos lenguas oficiales, nuestro sistema ha logrado crear alumnos bilingües.
Esta tendencia no ha sido la misma en el grupo de los hijos de inmigrantes. Hasta hace poco, en la mayoría de los casos se les dirigía al modelo A, de enseñanza en castellano con el euskara como materia, sin ofrecerles posibilidades de elegir otras vías educativas. Como resultado de ello, en muchos lugares, la mayoría de los alumnos escolarizados en ese modelo eran hijos de los inmigrantes recién llegados, con lo que se creó el riesgo de que se produjeran bolsas de marginación. Pero, además, esto ponía en evidencia un gran problema: por unas razones u otras, en la práctica, parecía que la consigna fuera “el castellano para cualquiera, pero el euskera solo para los de aquí”, de tal modo que a quienes no tenían aquí sus raíces se les negaba de facto el derecho a aprender bien las dos lenguas oficiales.
En los últimos años se ha roto esta tendencia, porque en todos los niveles de responsabilidad del sistema educativo se ha apostado fuerte por enseñar en euskera a los hijos de los inmigrantes. Hoy en día, los que se matriculan en Educación Infantil y la mayoría de los que se matriculan en Educación Primaria, lo hacen en los modelos B y D. Los que llegan alrededor de la adolescencia van a la escuela y al modelo disponibles según las posibilidades de los centros educativos de las zonas en las que estos alumnos viven.
Siendo la escolarización como es, un derecho democrático, una institución cuya vocación y misión es ofrecer a todos las mismas posibilidades de aprendizaje reduciendo las diferencias de partida, el objetivo principal de nuestro sistema educativo es que los todos los alumnos dominen las dos lenguas oficiales y, además, hacia el final de la enseñanza básica adquieran un buen conocimiento de una tercera, que por regla general es el inglés.
Pero alcanzar un objetivo tan ambicioso no resulta fácil. En nuestras escuelas, el 50% de los hijos de los inmigrantes son hispanohablantes (especialmente de Sudamérica y de Centroamérica) pero un porcentaje similar desconoce de partida el euskera y el castellano. Enseñar dos lenguas a niños alóglotas requiere un doble esfuerzo, por la ausencia de un idioma en común entre profesor y alumno. A esto hay que añadirle que en la misma clase puede haber niños de lenguas y orígenes diferentes y que el docente tiene que aprender a conocer y gestionar esa diversidad. ¿Seremos acaso demasiado audaces al plantearnos objetivos tan ambiciosos?
Fácil no, pero sí necesario y posible
El sistema educativo vasco lleva veinticinco años desarrollando educación en un segundo idioma. Los conocimientos y la experiencia acumulados en todo ese tiempo permiten pensar en que es posible alcanzar estos objetivos, siempre teniendo en cuenta que una de esas lenguas, el castellano, tiene un gran apoyo social. Pero con todo, eso no es suficiente. Los especialistas en educación bilingüe norteamericanos explican claramente que en los programas bilingües los alumnos que estudian en segunda lengua necesitan ayuda durante muchos años, por lo que hay que apoyarles en su esfuerzo de responder a las exigencias lingüístico-académicas para alcanzar el mismo nivel que logran quienes la tienen como lengua materna. En nuestro caso es así: aunque los resultados del sistema educativo son buenos en general, quienes consiguen los mejores resultados en euskera y en castellano son, respectivamente, aquellos que tienen cada una de esas lenguas como lengua materna. De ahí que el sistema debería proporcionar ayudas especiales a los que no tienen ninguna de las dos lenguas como tal, con el fin de que no fracasen en su recorrido escolar. A este objeto, resulta de todo punto imprescindible poner a disposición de este alumnado material escolar y recursos humanos adecuados a sus necesidades.
En suma, al niño que venido de fuera se convertirá en ciudadano vasco se le plantea una antinomia de derechos: para garantizar el derecho que, como sus iguales, tiene de aprender las dos lenguas oficiales, deberá recorrer un camino más difícil y trabajar el doble que ellos. No se puede, por lo tanto, hablar estrictamente de igualdad. Por eso, para asegurar un buen desarrollo de estos niños que lo tendrán más difícil en la vida y en la escuela, será necesario ofrecerles ciertas facilidades a lo largo del camino. Durante largo tiempo tendrán que tener ayuda para poderse poner al nivel de los demás. Esperamos que el sistema educativo vasco pondrá el cuidado y la responsabilidad necesarios, ofreciendo medios y ayudas a los que empiezan desde una situación más difícil. Se han adoptado ya algunas medidas, pero será preciso profundizar en ellas, reforzándolas y ampliándolas en la medida en que las necesidades lo requieran, para que estos niños puedan acceder a una educación de calidad.
En cualquier caso, conviene recordar que el aprendizaje de las lenguas es un medio para conseguir otros objetivos. La lengua, al igual que la educación, no es un objetivo en sí misma, sino un medio. Las lenguas hacen posible la participación en los grupos sociales, pero también y sobre todo -pues eso es lo que le interesa de manera especial a la educación- hacen posible el conocimiento y el desarrollo intelectual, del que son instrumentos.
Es preciso tener presente que, como en el caso de nuestra recién titulada de Abadiño, a fin de cuentas, todo este esfuerzo se verá realmente compensado cuando estos alumnos de hoy, tras acabar sus estudios, encuentren un trabajo adecuado y un lugar en esta sociedad. Y también se verá compensada esta sociedad que ha apoyado el sistema educativo bilingüe: tendrá su premio en forma de cohesión social y en la consecución de un modo de vida digno para todos sus ciudadanos.
1 Larrañaga, Maje & Ruiz Bikandi, Uri (1996) “Plurilingüisme i biculturalisme en un programa de inmersió” Articles nº 8 (35-46).
¿Quiere colaborar con Euskonews? Envíe sus propuestas de artículos
Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik
Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria
Aurreko Aleetan |