La fiesta de “El Barte” en Larrea (II/II)Escuchar artículo - Artikulua entzun

Kepa RUIZ DE EGUINO

:: La fiesta de “El Barte” en Larrea (I/II)

 

Aurresku del Barte

Es el nombre con el que se conoce a la danza que con creciente entusiasmo el día cuatro de julio de cada año los vecinos de Larrea en el cercano pueblo Hermua, después de asistir a la función religiosa que celebran en honor de San Martín, para cumplir con la costumbre de la que hay constancia en documentos del archivo de Larrea referidos a una sentencia arbitraria, fechada en el siglo XVI, que dirimió diferencias sobre pastos, agua, etc. entre los dos pueblos citados y en las que quedó claro el derecho de los de Larrea a “montar juego de bolos y hacer danza” en el vecino pueblo de Hermua cada año por referido día.

Intervienen en la danza sólo los vecinos, es decir, los cabezas de familia, o un representante de ellas y unos “pocos vecinos honorarios”. Comienzan con un “gizon dantza”, en la que todos ellos toman parte. Cuando cambia el ritmo de contrapás a contradanza el vecino más distinguido trenza los compases de la melodía delante de la chica que ha sido elegida por los “jurados” de la danza y colocada en el centro del círculo. Antes ha dejado la boina en el suelo, sobre la que baila el dantzari dando vueltas alrededor de la dama, procurando no pisar la boina ni tocar a la señora. Finalizada la melodía, el jurado tira al aire la boina, el vecino toma de la mano a la dama y la introduce en la “soka”, volviendo todo ello al ritmo de contrapás y repitiendo la danza con el mismo ceremonial hasta que han bailado todos y cada uno de los vecinos ante la dama a la que le ha tocado en turno.

El complemento de la danza es el “arin arin” y el fandango u “orripeko” que no se baila en el mismo lugar sino ante la casa cural situado en el prado de la estrada, paso obligatorio para entrar y salir del pueblo al dirigirse al de Larrea, donde prosigue la fiesta.

Los Lezea y la fiesta del Barte

Hay quienes aseguran que los de Larrea vendieron la imagen de San Martín por un (Barte) trozo de pan, a los de Hermua, con la condición de que les cediesen la ermita para hacer la fiesta en la citada tarde de julio, poniendo a disposición el juego de bolos y el agua para refrescarse, teniendo obligación los de Larrea de hacer el camino que separa los dos pueblos por la estrada de Saroste, llevando el tamboril y los cohetes para la fiesta. Otros aseguran que la cesión de unos pastos por los de Larrea a los de Hermua es el motivo de que ese día tengan derecho al uso de la ermita y del juego de bolos.

Tres generaciones al menos, los Díaz de Lezea (Angel, Aniceto y José), tamborileros el abuelo, e Zalduendo y los restantes de Salvatierra - Agurain, han sido los encargados de la música del txistu de el “barte”.

A Pepe Lezea (perdió el Díaz por desidia del escribiente de turno), le solía acompañar el también aguraindarra Eulogio Pitillas como atabalero.

Por traslado a la vecina Araya, le sustituyó durante tres o cuatro años Manolo García de Andoain, que acudía acompañado de algún otro txistulari del grupo Oldarki al que pertenecían ya estos en 1967. Les sucedió Ignacio Pérez Viñegras como txistulari y Jesús Moraza (padre) como atabalero.

En compañía del txistulari aguraindarra Jesús Ruiz de Larramendi, Patxo visitó a Pepe el 18 de agosto de 1978, quien narró como efectuaban la fiesta en su juventud:

La primera vez fue con su padre (Aniceto) contando 15 años a sustituir a su abuelo Ángel. Éste estuvo en vela hasta que regresaron de la fiesta. (1 o 2 de la mañana) para saber cómo se habían desenvuelto sin él.

El trayecto desde Salvatierra, donde vivían, lo hacían a pie (aunque en los últimos años contaban con vehículo solamente 2 o 3 veces lo hicieron en él)

Iban por Heredia a Zuazola y de aquí a Larrea llegando hacia las 11 y media antes de que entraran en el pueblo, un vecino que estaba a la expectativa en el instante que les divisaba disparaba un cohete. En este momento los vecinos que con anterioridad habían acudido a misa de diario y estaban de vereda, dejaban ésta, para que algunos de ellos salieran a su encuentro, como mínimo, hasta el puente de Zilibur y desde aquí tocando una biribilketa entrar en el pueblo.

La vereda la dedicaban principalmente al acondicionamiento y reparación de los alrededores de la iglesia, el cementerio, el lavadero y la estrada de Sarroste.

La comida que les servía a los txistularis la casa o taberna encargada por el Concejo siempre contaba con cangrejos como uno de lo platos.

A las cinco menos cuarto de la tarde, al disparo de un cohete, los txitularis se dirigían de la casa donde habían comido a la parte delantera de la parroquia al son de una biribilketa, donde una vez reunidos los vecinos se dirigían todos por la carretera hasta la estrada de Sarroste, donde dejaban de tocar, para adentrarse por ella, previo disparo de cohete, e ir hasta de Sarria delante de la casa cural de Hermua. En caso de mal tiempo, siempre algún vecino iba por la estrada para cumplir con la tradición, si bien, la mayoría lo hacía por la carretera y a la entrada de Hermua por un sendero dirigirse a Sarria empezando nuevamente la biribilketa y pasando por el juego de bolos y llegar hasta la ermita de San Martín en el mismo Hermua.

Después del rosario, al salir de la ermita formaban la cuerda, y separándose la primera y la última mano bailaban el desafío. El segundo y el anteúltimo eran los encargados de buscar las mujeres, siendo la del Alcalde de Hermua para la primera mano y la del Regidor para la última, mujeres a las que tenían que ir a buscar a sus casas, pues nunca los vecinos de Hermua asistían a la fiesta.

La cuerda giraba en sentido contrario a las agujas del reloj y al llegar a los servidores con las txapelas en la mano uno delante y otro detrás la mujer del alcalde daban dos vueltas en sentido contrario a la cuerda y por fuera de ésta. Ya en su sitio empezaban la música del contrapás. La primera mano ofrecía la boina a la mujer que la conservaba en las suyas o bien se la ponía (según carácter), y bailando una parte al txistulari y el resto a la mujer, después el servidor de la primera mano bailaba banako alrededor de la txapela que había depositado a los pies de la mujer elegida para su mano, tratando de arrimarse a ella y levantarle la saya con la punta del pie al menor descuido, con el regocijo de los que ríen el atrevimiento. Sacaban a continuación a la mujer del regidor para la última mano y le bailan el mismo ritual que a la primera. Una vez finalizado éste, introducen en la cuerda tantas mujeres como hombres figuren en ella y completa ésta se separan la primera y la última mano con las respectivas mujeres formando un corro y el resto en otro bailan la jota y los puerros y todos en una cuerda nuevamente bailan la marcha, haciendo puentes, recibiendo algún que otro golpe al pasar por debajo de las manos entrelazadas. Después del consabido disparo de cohetes, parten hacia el juego bolos de Hermua, donde echaban unas “pasadas” (hoy en día esta en estado ruinoso) y habiendo jugado se dirigen de nuevo a la campa de Sarria y bailan otra vez, jota y puerros.

Suena la biribilketa y parten por la carretera hacia Larrea, unas veces bailando y otras andando, llegan al pueblo deteniéndose en el pórtico de la parroquia donde toman un refrigerio, mientras el tamborilero toca algún zortziko de audición o algún que otro bailable.

Después de un descanso merienda en el Concejo, donde darán cuenta de ella entre charlas y cantos. A los txistularis se les suministraba la merienda en la taberna o casa encargada por Concejo.

Acabada la cena, salen a la explanada que hay junto al Concejo en el término de Uruguru, formando cuerdas para bailar de nuevo el aurresku con igual ceremonial que en la ermita de San Martín de Hermua, pero esta vez sacando a la cuerda a las mozas de Larrea y bailando además todos los que componen la cuerda al pasamanos.

Otro aurresku bailaban a continuación los jóvenes con iguales figuras, pero sacando a las mujeres mayores casadas del pueblo, después, los mozos acompañaban a los txistularis que se dirigían a la taberna tocando una biribilketa donde eran despedidos para emprender el regreso a Salvatierra.

Existe en el Archivo de Agurain una carta del alcalde de Larrea, pidiendo que, aunque el Día del Barte caiga en domingo, se permita a Pepe Lezea ir a esa romería, después de cumplir sus obligaciones en la Villa como txistulari municipal que era, dado que dicha familia llevaba desde tiempo inmemorial tocando en la fiesta.

La ermita de San Martín de Tours de Hermua

Esta ermita que está situada en el centro del pueblo ha sido reconstruida varias veces, tiene hoy escaso valor artístico, aunque fuerte solera histórica y popular. Prueba su antigüedad un curioso ventanal que puede situarse en épocas del románico muy primitivo y hasta enraizarse acaso en tradiciones prerrománicas.

Se trata de un vano muy estrecho, situado en la cabecera de la ermita, y rematado en un arco de herradura, muy pronunciado, con triple muesca en arquivoltas y jambas.

La ermita tuvo bóveda que necesitaba reparos en 1759 y que se rehizo en 1798. Su cubierta actual es de viguería.

La imagen de San Martín, es de estilo neoclásico y es obra de Alejandro de Valdivieso, quien la ejecutó y pintó en 1849, para colocarla en un retablo, hoy desaparecido y pagado el mismo año a pablo de Garay, vecino de Aretxabaleta. La imagen es una talla de escasa calidad, como todas las del final del taller de los Valdiviesos.

Esta imagen sustituyó, muy posiblemente, a una antigua retirada, como tantas otras, en momentos de incomprensión hacia lo medieval. En la visita pastoral de1819, se encargaba, en efecto, el cura y mayordomo de Hermua que se retirasen las imágenes viejas de la ermita de San Martín, y que se hiciese una nueva del santo titular.

San Martín de Hermua y su ermita, fueron objeto de culto inmemorial por parte de los vecinos del pueblo y de otros de la comarca.

En 1556 la ermita carecía de renta, pero más tarde tenía una casa y cinco heredades que, aún en el siglo pasado, se arrendaban “a candela encendida” por dos fanegas de trigo y una peseta al año; a parte del pago de esta renta tenía el arrendatario la obligación de alumbrar la ermita tres días por semana a su propia costa, y de aportar la cera necesario en funciones.

Los vecinos de Hermua dejaban mandas testamentarias para ornamentos y alumbrado de la ermita, en la que se celebran a veces los cultos parroquiales, particularmente en momentos “de inundaciones y avenidas de aguas, frecuentes por la localidad metida en dos valles”. Por esto pudo conseguirse en 1809 que la ermita de San Martín no fuese comprendida en Reales ordenes de venta de Obras Pías y Capellanías.

Notas:

Libro de la ermita de San Martín (años 1769-1849. Cuentas de 1798).
Libro de la ermita de San Martín. Cuentas de1849 folio 161.
Testamento de Juan Díaz de Heredia 26 de Octubre de 1550.Carpeta de documentos sueltos. Leg. S.n.
Memorial y testimonio al Comisionado Regio para la venta de Obras Pías 27 y 29 de Abril de 1809. Carpeta de documentos sueltos.

Bibliografía:

Archivo Municipal de Agurain (carta del Alcalde de Larrea al de Agurain).
Archivo de Larrea.
Catálogo Monumental Diócesis de la Llanada. Micaela Portilla.
Alava en sus manos. Joaquín Jiménez (tomo 4) “La Danza en Alava” y “El alavés carácter y costumbres” año 1983, pag. 49.
Vocabulario de las Palabras Alavesas. Federico Baraibar (1903)
Ohitura, nº 3. Patxo Fernández de Jauregui.
Revista “Txistulari”. Pepe Lezea, homenaje. Kepa Mª Pinedo.
Dantzariak , nº 2. Fiesta del Barte.
Bandas de Música y Txistularis de Salvatierra-Agurain. Kepa Ruiz de Eguino.
Gure Herria- Cortumbres y Tradiciones del País Vasco - La Traslación de San Martín de Larrea. Alfredo Feliú Corcuera.

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