El cine vasco en la década de los ochenta; auge y caída de un fenómeno artístico singularEscuchar artículo - Artikulua entzun

Carlos ROLDÁN LARRETA, Doctor en Historia
Itzulpena euskaraz

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  Ama Lur
Cartel de la película Ama Lur.
ras la aprobación del Estatuto de Autonomía en 1979 y el traspaso de competencias en materia de cine a la comunidad Autónoma Vasca se inicia a partir de 1981 en Euskadi una política de ayudas al cine que tiene a las películas Agur Everest, Siete calles y sobre todo, La fuga de Segovia, como punto de partida. El Gobierno Vasco se encuentra, sin buscarlo, con una realidad vibrante. Todo un magma en ebullición que venía ardiendo desde los tiempos de Ama Lur (1968) y que había idºo cobrando fuerza durante los setenta. El acierto de este primer gobierno autónomo tras la muerte de Franco es que tiene la suficiente sensibilidad como para atender esa demanda y articular de manera espontánea unas ayudas para canalizar esas ansias de una parte significativa de la sociedad vasca.

El éxito de esta propuesta, sobre todo de La fuga de Segovia, anima a los dirigentes políticos vascos que, lejos de considerar estas producciones de 1981 como flor de un día, mantienen firme su apuesta por la consolidación de una política de ayudas al cine vasco. Nuevas producciones como La conquista de Albania, Akelarre, Erreporteroak o La muerte de Mikel confirman el asentamiento de la política cultural del Gobierno Vasco en materia de cine logrando una subvención de un 25% del costo total de la película, por adelantado y a fondo perdido. Más tarde, en 1984, se firma un convenio entre el Departamento de Cultura y la Asociación de Productores Vascos que fija las reglas básicas para optar a las subvenciones. Si a esto se le suman las ayudas del Ministerio de Cultura español y el acuerdo de enero de 1985 entre la Asociación de Productores Vascos y Euskal Telebista para colaborar en los casos de adquisición de derechos de antena y emisión por parte de ETB a proyectos de largometraje vascos se llega a una situación, abriéndose la segunda mitad de los ochenta, realmente idílica. Sumando al 25% del coste definitivo de la producción que aporta el Gobierno Vasco, el 25% de ETB y el 50% que en su máximo desarrollo otorga el Ministerio de Cultura se va a lograr el sueño de la financiación completa.

Los Reporteros
Fotograma del largometraje Los Reporteros.

La primera mitad de los ochenta es una etapa dorada para el cine de Euskadi. Y es que, además del acierto en las medidas institucionales, los directores responden con películas que despiertan la admiración de crítica y público. Tres hitos de esta etapa son La fuga de Segovia (1981) de Imanol Uribe, –eficaz combinación de cine político y de aventuras–, La muerte de Mikel (1983) de Imanol Uribe –un canto a la libertad del individuo frente a las normas de la sociedad– y Tasio (1984) de Montxo Armendáriz –otro canto a la libertad personal, pero esta vez ambientada en el medio rural vasco–. No puede hablarse de un cine vasco que responda a una temática común o a una estética diferenciada, pero, es evidente en estos momentos, que el cine que se realiza en Euskadi vive pendiente de la realidad vasca y en gran medida refleja los acontecimientos que se están desarrollando en el sufrido solar vascón. Así, el hecho de que tanto Tasio como La muerte de Mikel muestren personajes centrales ansiosos de libertad no es una casualidad, teniendo en cuenta la situación socio-política que vive el País Vasco.

La muerte de Mikel
Imanol Arias en el film La muerte de Mikel.

A pesar de estas favorables expectativas el cine de Euskadi entra en una profunda crisis conforme avanza la segunda mitad de la década de los ochenta. Varias son las causas que explican esta situación. En principio, los directores vascos no dan con éxitos de crítica y público, tal y como habían hecho a principios de los ochenta. Además, las relaciones entre cineastas e instituciones, modélicas hasta ahora, se empiezan a enturbiar debido al afán del Gobierno Vasco por producir por cuenta propia, actitud que desde un importante sector del cine de Euskadi se ve como un claro ejemplo de competencia desleal. Por si fuera poco, la marcada tendencia de Vitoria a desarrollar una política donde el nepotismo cada vez se hace más patente tampoco ayuda mucho a apaciguar los ánimos. Así, un movimiento cinematográfico que había deslumbrado entra de pronto en barrena cuando menos se esperaba. De todos modos se producen películas en esta etapa de gran importancia histórica para el cine de Euskadi. Golfo de Vizcaya-Bizkaiko golkoa (1985) de Javier Rebollo queda como la primera película vasca que denuncia la trama de los GAL. Juanba Berasategi con su inspirada Kalabaza tripontzia (1985) dirige la primera película de largometraje de dibujos animados en la historia del cine del País Vasco. Los tres mediometrajes de la productora Irati –Ehun metro, Hamaseigarrenean aidanez y Zergatik panpox (1985)– son una firme y lograda apuesta por integrar el euskera en el discurso cinematográfico. Con 27 horas (1986) Montxo Armendáriz deja un poético y desgarrado documento sobre la juventud vasca de la época. Tu novia está loca (1987) es la primera comedia del cine de Euskadi. Dirigida por Enrique Urbizu, no tuvo ayudas del Gobierno Vasco y gran parte de la opinión pública desaprobó el proyecto. En todo caso fue un paso fundamental para desbloquear la rígida temática del cine vasco y abrirse a nuevos horizontes. Por último destacar la vigencia del cine de claro componente político con películas como El amor de ahora (1987) de Ernesto del Río, Ander eta Yul (1988) de Ana Díez o Ke arteko egunak (1989) de Antton Ezeiza.

Golfo de Vizcaya
Fotograma de Golfo de Vizcaya, de Francisco Javier Rebollo Fernández y Juan Marino Ortuoste.

No puede hablarse de un éxito económico al hacer balance de la aventura del cine vasco durante los años ochenta. Pero a nivel artístico, la apuesta ha merecido la pena. Han surgido más de treinta largometrajes de una calidad media estimable. Y una importante cantera de cineastas que destaca en los campos de la dirección, la interpretación y la técnica cinematográfica. Y lo que es más importante, se ha consolidado por fin una base sobre la cual poder seguir desarrollando en el futuro una cinematografía vasca.

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