Aitor GONZÁLEZ GATO
Fotografía: Aitor GONZÁLEZ GATO
:: Isasi Goicoa. Una hermosa torre a punto de desaparecer (I/II)
Propietarios hasta la actualidad
Desde la Razón de Propios y Arbitrios de 1799, no volveremos a encontrar el nombre de sus propietarios hasta 1873 (es decir, un largo silencio de 74 años). Para suplirlo nos fuimos al Registro de la Propiedad Urbana de Galdakao, donde, esta vez sí, encontraremos la relación ininterrumpida de sus poseedores hasta la actualidad; por contra, sin embargo, les perderemos definitivamente la pista a sus inquilinos, pero sabemos que estos siguieron habitando la torre por lo menos hasta mediados del siglo XX. Empecemos por la primera inscripción. Esta nos dice que la torre, que se valoraba en 4.000 pesetas de las de entonces, posee “a su circunferencia” (es decir, en su perímetro) “965 metros cuadrados de tierra labrantía y 86.070 metros cuadrados de montes poblados de robles y castaños”. Ocupaba su planta “con inclusión de su antuzano, horno y tejabana” 172 metros cuadrados. Era su propietario don León de Perea y Jáuregui, quien por escritura otorgada el 27 de diciembre de 1873, cede la torre a su mujer, doña María de Echevarría y Madariaga. Posteriormente el edificio pasa a su hijo en 1914. Desde esa fecha pasará a los apellidos Ibarrondo, Perea y finalmente a los Zalvidegoitia, que actualmente ostentan su posesión.
Descripción
La torre está hecha de buena sillería para las esquinas y sillarejo en el resto. Todas sus fachadas presentan vanos modernos (excepción hecha de algunas aspilleras en la planta baja y a la altura del camarote). Tenemos también la fachada principal, muy interesante: un acceso apuntado de ingreso a la cuadra, un patín defendido por un muro aspillerado, que llega a la 1ª planta, donde vemos otro acceso apuntado, y una bonita ventana del mismo tipo. La estructura interior es a base de un solo pie derecho central de madera (seguramente de roble, que junto con el castaño, era una de las especies que había alrededor de la torre y que se citaban en la escritura de 1914) que, sobre una base de piedra tronco-piramidal, se alza hasta la base del primer piso. Otra viga de madera horizontal apoya en la antedicha (sentido este-oeste) introduciéndose en el muro, y siendo sostenida así mismo por dos viguetas (una en cada extremo) que se apoyan a su vez en los muros laterales. Sobre la citada viga horizontal van catorce cabrios (sentido norte-sur) que se introducen en el espesor del muro, así como también descansan en el rebaje del mismo, y sobre dichos cabrios, por fin, se dispone el entablado de los pisos holladeros. La división entre el primer piso y el camarote, se realiza también a base de cabrios que se incrustan en el muro (sentido este-oeste), y sobre ellos, el entablado del piso.
Que sepamos, sólo el primer piso se divide en estancias (no hemos podido acceder al camarote). Son cuatro, separadas todas por delgadas paredes de ladrillo tabiquero. Sólo el “hall” o recibidor y la cocina se separan por un muro de mampostería entre listones de madera. No sabemos a qué se debe esta diferenciación en el material.
En cuanto a la distribución y uso que tuvieron en su día las estancias, podemos aproximarnos a lo que una vez fueron, no hace tantos años (más difícil sería concretar la distribución original). Veamos; la cuadra parece que siempre ha cumplido esa función. Hoy este lugar carece de encachado y está parcialmente recubierta de escombros, pero parece que siempre ha sido un lugar diáfano, despejado, es decir, sin estancias individualizadas. Por el interior, adosado a la fachada sur o principal, se conservan los escasos restos de un pilón o abrevadero de piedra.
Como dijimos, el primer piso posee cuatro estancias. La única que tiene una función segura es la que se sitúa en la esquina noroeste: debió ser la cocina, quizá incluso desde época antigua. Induce poderosamente a pensar en ello el hecho de que la fachada oeste conserva un desaguadero de piedra, que debía tener al interior un fregadero o pila (39); la fachada norte cuenta, muy cerca de la esquina noroeste, con un hueco en el muro: un tiro de chimenea; se conserva, incluso, una viejísima campana de hierro que conducía los humos al citado hueco.
Según entramos por el acceso alto nos encontramos unas escaleras de madera adosadas a la fachada principal, que suben al camarote. No estamos seguros de ello, pero la existencia de dichas escaleras nos induce a pensar que la estancia donde se ubican era un lugar de paso, un simple “hall” o recibidor. Las otras dos estancias podrían haber sido dormitorios (de ser así, la torre, consecuentemente, carecería de sala).
No sabemos la función que se le debió de dar al camarote, pero dado que su actual tejado es producto de haberlo elevado considerablemente sobre la torre, parece que esta elevación tuvo como objetivo que ese lugar sirviera de secadero para los productos del campo.
Estado actual
Lamentablemente, hoy la hermosa torre de Isasi Goicoa es una pura ruina. No sabemos cuánto tiempo lleva abandonada (es probable que entre 20 y 30 años), pero las razones de ello se nos antojan bastante evidentes: el edificio se encuentra lejos de cualquier núcleo urbano (lo cual paradójicamente también ha propiciado su conservación). Pero es que incluso Isasi está demasiado apartada del camino Lecubaso; la zona donde se asienta, muy boscosa, resulta húmeda y sombría. Hasta tal punto esto es así, que cuando visitamos la torre en mayo de 2005, vimos cómo la intensa lluvia de aquel momento había provocado múltiples regatos que, bajando desde el monte, rozaban literalmente sus muros. Ni qué decir tiene lo perjudicial que resulta esto para la estabilidad del edificio. El lugar, aunque fértil, resulta tan empinado, que probablemente sus inquilinos lo abandonaron por no ser propicio ni cómodo para la agricultura.
En cuanto al edificio en sí, la tupida vegetación ha invadido casi todos sus muros, sobre todo en lo que se refiere al primer tramo del patín, hoy oculto, y al resto de la fachada principal, de la cual ya sólo se ve la zona alta del camarote.
La apertura del acceso moderno a la cuadra, al no aliviar el peso de sus muros con un arco de descarga, propició algunas grietas sobre dicho acceso. El resto de sus muros no poseen demasiadas grietas, pero si no se actúa con rapidez no tardarán en aparecer. Destacar así mismo un aparatoso descalce en el interior de la base de la fachada trasera.
Debido a la humedad y las lluvias, la estructura lígnea del interior está gravemente dañada. La lluvia casi entra libremente a su interior, debido al más que maltrecho tejado. Esto ha hecho que el suelo de la cocina (es decir, parte del techo de la cuadra) se haya desplomado (lo que por cierto nos permitió ver la distribución habitacional del primer piso).
¿No hay esperanza entonces para esta bonita torre? Sí que la hay, si actuamos con premura. En cuanto a los regatos que bajan del monte en época de lluvia, facilitaría mucho su desviación por la propia pendiente del terreno. Por otra parte, sería cosa fácil realizar un sistema de drenaje alrededor de la torre. Pero lo mejor es el propio edificio, es decir, la buena calidad de sus materiales, que ha hecho que no encontremos grandes grietas o abombamientos en sus muros: estos, resisten estoicamente la acción del tiempo.
Queda pues, hacer un urgente llamamiento a sus propietarios y a las autoridades competentes. La torre de Isasi Goicoa forma parte de nuestro patrimonio histórico-artístico, y de forma destacada, pues es un bello ejemplo de casa fuerte-palacio rural, de los que tan escasos anda Galdakao. Sentiríamos profundamente que se perdiera este dignísimo edificio medieval. Roguemos por que Dios ilumine a sus actuales propietarios y a las instituciones que están obligadas, por ley, y por deber moral, a salvar de la ruina una de nuestras más bellas casas torre. Aún estamos a tiempo. Que no tengamos que llorar su pérdida.
:: Isasi Goicoa. Una hermosa torre a punto de desaparecer (I/II)
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