Amaia
AGIRRE
Jatorrizko bertsioa euskaraz
En esta ocasión me gustaría plantear un tema tratado frecuentemente por los medios de comunicación: la preocupación existente por las bajas tasas de natalidad. No sé hasta qué punto unos simples datos demográficos pueden llegar a ser una preocupación compartida por la sociedad, pero parece ser que sí es un tema que, en principio, preocupa al poder político. A la hora de buscar motivos que expliquen estos datos, suele apelarse a las tasas de empleo femenino, uniendo, inevitablemente, estas dos tasas, buscando una solución fácil. Mediante estos planteamientos la realidad que quieren plasmar es la de que a más mujeres trabajando, menos hijas e hijos se tienen, es decir, el aumento de las tasas de empleo de las mujeres acarrea, ineludiblemente, el descenso de las tasas de natalidad. Si bien, en cierta medida, estas dos variables pueden estar relacionadas, no es menos cierto que hay muchas otras cuestiones que se deberían tener en cuenta a la hora de hacer este tipo de análisis. Una vez más, se confiere a las mujeres más responsabilidad de la que realmente tienen, dejando en sus manos la importante tarea de la procreación.
Aún así, es evidente que existen muchas otras realidades que no se suelen tener en cuenta y que ponen en entredicho estas afirmaciones. Por una parte, no se mencionan las tasas de natalidad de países cuya tasa de empleo femenino es muy superior a la de Euskal Herria y que en determinados casos llegan a doblar la tasa de natalidad de Euskal Herria (Noruega, EE.UU., Islandia...). De la misma manera, en esos países con altas tasas de natalidad el porcentaje de mujeres empleadas es uno de los más altos del mundo.
Foto: Gustty. http://www.flickr.com/photos/gustty/2410634785/ |
La realidad de los países recién mencionados nos debería llevar a mirar en otra dirección. Si bien es verdad que tener un empleo es muy importante para las mujeres que quieren ser madres y que, por lo tanto, tener un empelo o no puede influir directamente en sus decisiones de procreación, no podemos olvidar que la ausencia de una política pública y de servicios sociales juega un papel fundamental a la hora de explicar las bajas tasas de natalidad. Al no haber una red social e institucional importante para el cuidado de las y los menores, convierte el empleo de estas mujeres en un factor fundamental a la hora de tener descendencia. Y si, además, añadimos a todo ello las precarias condiciones laborales de la mayoría de los empleos, se convierte en una tarea difícil lograr un empleo compatible con la maternidad. Las mujeres que quieren ser madres consideran necesario asegurarse un puesto de trabajo lo suficientemente fijo y flexible, a su vez, que les proporcione las condiciones sociales y económicas necesarias para suplir la carencia de servicios sociales.
Por lo tanto, la razón fundamental de las bajas tasas de natalidad, no es la incorporación “masiva” de las mujeres al mercado laboral, sino la precariedad del mismo, la falta de paridad en el ámbito familiar y la falta de políticas y servicios públicos para el cuidado de las y los menores.
Otra cuestión a tener en cuenta son las medidas necesarias para compatibilizar satisfactoriamente el empleo y la familia. Dichas iniciativas, en cierta manera, pueden volverse en contra de los intereses de las mujeres, al menos si no se tienen en consideración las múltiples variables que inciden en sus vidas. Por ejemplo, las medidas adoptadas de forma aislada (tal y como se hace actualmente) pueden dificultar la situación de las mujeres empleadas y limitar la carrera profesional de las mujeres madres. En consecuencia, además de las medidas desarrolladas para proteger la maternidad es necesario implantar medidas que posibiliten la paridad en el empleo. Ante el nacimiento de un bebé si se cree necesario dejar de lado durante un tiempo el empleo de uno de los progenitores o coger una reducción de jornada, habitualmente son las mujeres las que lo hacen, por lo que son las que más tiempo y trabajo invierten en el cuidado de sus familias. A menudo, el factor determinante para la decisión de quién es el o la que deja el trabajo suele ser el sueldo y, generalmente, las mujeres ganan menos que los hombres, lo que hace más sencillo tomar esta decisión en detrimento de las mujeres. Asimismo, el hecho de que, en general, sea la mujer la que deja su trabajo, ya sea a la fuerza o fruto de una decisión consensuada, refuerza las prácticas discriminatorias del empresariado, ya que, de este modo, encuentran un argumento para justificar el discurso de que las mujeres se sacrifican menos por su empleo.
Foto: El Conde! http://www.flickr.com/photos/pablogonzalezr/2255307043/ |
Como decía, además de la paridad necesaria en el ámbito del empleo, hacen falta servicios que se ocupen debidamente de las y los niños pequeños. Actualmente, el llevar a bebés de corta edad a guarderías es una práctica que recibe críticas desde ciertos ámbitos de la sociedad; asimismo, si la niña o el niño pasa más horas de las consideradas “necesarias” en la escuela, se escucharán comentarios reprobatorios, achacándole siempre a las madres la responsabilidad de ese comportamiento desviado. Sin embargo, en muy pocas ocasiones se plantean soluciones reales para salir de esta situación y se critica sin mucho fundamento los aspectos negativos de llevar al bebé a la guardería. Se presupone que las personas que trabajan en las guarderías estarán formadas expresamente para tal efecto y que las niñas y los niños estarán cuidados debidamente en edificios acondicionados especialmente para sus edades. ¿Por qué pensamos que estarán mejor cuidadas o cuidados por su abuela o por una persona que, habitualmente, recibe un sueldo miserable y trabaja en muy malas condiciones laborales? No quisiera poner en entredicho la importante función que cumplen esas personas, pero, en definitiva, parece más adecuado dejar a las niñas y niños en manos de profesionales. Asimismo, sería necesario que este tipo de soluciones estuvieran organizadas de una forma pública y colectiva y no, como sucede ahora, de una forma privada e individual.
Otra cuestión a tener en cuenta acerca de las políticas públicas y de los servicios sociales, es que no deben ser consideradas, en ningún caso como servicios creados en beneficio de las mujeres. En su lugar, deberían concebirse como instituciones indispensables en el proceso de socialización de una parte de ciudadanas y ciudadanos, como son las y los niños. Es decir, como un elemento fundamental para la construcción de una sociedad cohesionada y saludable.
Por otra parte, cabe mencionar que al presentar el fenómeno de las bajas tasas de natalidad unido a la incorporación de las mujeres al mercado laboral convierte en invisible la evolución histórica del empleo femenino. Si bien es cierto que en siglos anteriores el empleo femenino estaba estructuralmente organizado de diferente forma, no debemos olvidar que las mujeres siempre han sido un agente activo en el mundo del trabajo, tanto dentro como fuera del hogar. En consecuencia, presentar el empleo femenino como un fenómeno nuevo de las ultimas décadas y unirlo como la causa final de las bajas tasas de natalidad, no es sino una falacia. Si bien dicha representación nos lleva al imaginario del “ángel del hogar” y de la mujer que no ha trabajado nunca fuera de su casa, no debemos confundirlo con la realidad, ya que la mitificación de la ama de casa es un fenómeno que podría considerarse reciente y que se refuerza a mediados del siglo XX. En este punto, durante la época franquista se llegan a manipular datos que hacen referencia al número de mujeres empleadas.
Por ultimo, y planteando la cuestión desde otra perspectiva, cabe tener en cuenta la manera en la que se presenta la baja tasa de natalidad, como si de un problema mayúsculo se tratara, pero no se menciona unido a esto el importante número de personas extranjeras que desean (o deben) venir a vivir a nuestra sociedad. La mayoría de estas personas es gente joven y, en consecuencia, se encuentran en edad de procrear. Por lo tanto, la preocupación por las bajas tasas de natalidad pierde su sentido como tal y adquiere tintes racistas. ¿Queremos niñas y niños, si, pero de dónde?.
Foto: Gato Azul. http://www.flickr.com/photos/gatoazul/2084534038/ |
Aunque pudiera parecer una cuestión de siglos pasados, todavía se mantienen, en cierta medida, los intereses por el predominio demográfico. Por esta razón, me atrevería a afirmar que la actual preocupación que existe en nuestro país por las bajas tasas de natalidad tiene cierto cariz hipócrita, dado que estamos viviendo una época en la que la población mundial se encuentra inmersa en un proceso de crecimiento sin precedentes.
Así pues, es una empresa fácil alarmar a través de los medios de comunicación de la importancia de esta cuestión, como acostumbra a hacer el poder político. Pero todo ese discurso pierde su sentido si junto con ello no se llevan a cabo iniciativas, inversiones y proyectos que solucionen dicha situación.
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