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En algún momento de su vida, Ud. se habrá preguntado cuál es el propósito de su existencia. Lo mismo que la mayor parte de las personas, se habrá percatado de que se encuentra ante un sendero desconocido y misterioso que recorrer. ¿Qué le deparará el destino? ¿Qué hay más allá del presente en el que estamos? Ante qué pruebas y circunstancias de la vida tendremos que enfrentarnos? Y lo que es más importante aún, ¿venceremos en la batalla de la vida o seremos vencidos por ella?
Todas estas son las consideraciones que surgen en nuestra mente cuando, en momentos de reflexión, nos planteamos el porqué de nuestra existencia. ¿Hay alguna razón para que exista el Universo o es éste solo un conjunto de cuerpos celestes que están en el espacio sin causa que lo justifique? Cuando volvemos nuestra vista hacia el firmamento, en una noche estrellada, comprendemos que un conjunto tan enorme como es el Cosmos, que funciona de acuerdo con unas leyes tan perfectas y ordenadas que permiten que todos los astros del Universo se muevan con precisión matemática, ha de tener un propósito de existencia. No podemos por menos que pensar, maravillados, que hay o debe haber una razón en todo ello. No puede haber sido creado todo sin un propósito definido. Es difícil concebir que un Universo, que es energía en movimiento hacia el infinito y desde el infinito, desde la inmensidad de los tiempos, sea algo sin razón que esté aquí para nada ¿Y nosotros? ¿Cuál es el papel que nos ha correspondido desempeñar en el vasto escenario del Universo? ¿Acaso nuestra vida es solamente el resultado de unas causales reacciones químicas que empezaron a evolucionar hace miles de millones de años, o somos algo más? ¿Tiene nuestra vida una razón de ser o solamente somos criaturas que nacemos, crecemos, morimos, y después nada? ¿Hay algo después de la vida? En esta misma vida ¿qué hay y está reservado para nosotros, como humanidad en conjunto y como personas en particular? ¿Por qué tenemos la sensación de ser como barcos sin timón, a merced de las corrientes de la vida y expuestos a las tempestades de la existencia? ¿Hay alguna misión particular, que cada uno de nosotros deba desempeñar durante su paso por la tierra, o es solamente una quimera hasta su final? ¿Qué es lo que hace que algunos vivan una vida plena, llena de éxitos, y otros vivan la amargura continua del fracaso?
Foto: xamad.
http://www.flickr.com/photos/xamad/518876976/
Hace ya miles de años que hombres y mujeres, sinceros buscadores de la verdad, y deseosos de desentrañar el misterio de la existencia de una u otra manera, comenzaron la búsqueda para responder a esas preguntas esenciales que nos hemos planteado hace un momento y que siguen siendo el motor básico que impulsa a los verdaderos pensadores a los futuros Maestros de la Vida. Muchos de esos hombres y mujeres abandonaron incluso la comodidad de sus hogares para, en tiempos inciertos, partir a la búsqueda de las fuentes de la Sabiduría eterna para saciar en ella su sed de conocimiento. Algunos encontraron a otros seres semejantes a ellos en el deseo de saber y se unieron para emprender la búsqueda en la que compartirían sus experiencias individuales para mutuo beneficio. Fundaron en la antigüedad las Escuelas de los Misterios y se constituyeron en Veladores Silenciosos, para preservar el conocimiento interior que hacía libres a aquellos que lo poseían. Pero, cabría preguntarse, ¿qué es lo que descubrieron en las Antiguas Escuelas de Conocimiento Esotérico, guardándolo como un tesoro al abrigo de los libertinos, reservándolo solamente para aquellos elegidos que probaban fehacientemente su interés en conocer los misterios profundos del Ser?. Nada hay más cerca de nosotros que nosotros mismos y nada que nos sea más desconocido que nuestro propio Ser. En nuestro cuerpo un número ilimitado de átomos giran en órbitas como lo hacen los astros en el Universo, con la misma precisión y armonía que el Cosmos, y funcionando con las mismas leyes fundamentales. Buscamos el Universo fuera de nosotros, sin percatarnos que nosotros mismos somos un universo en miniatura. Pero, más importante aún, los seres humanos somos algo más que cuerpo. Tenemos vida y manifestamos su atributo más importante: la conciencia. Los seres humanos somos también mente que se manifiesta continuamente. Hasta cuando dormimos nuestra mente sigue funcionando para asegurar los procesos vitales fundamentales. La psicología moderna admite que un alto porcentaje de las enfermedades que padecemos son psicosomáticas, que empezaron primero en la mente para manifestarse después en el cuerpo. ¿Por qué la mente nos ocasiona, a través de procesos incorrectos, estas enfermedades? Actualmente, en la época de la informática, sabemos que las computadoras se pueden programar y desprogramar para conseguir fines distintos. La mente funciona de forma parecida a las computadoras. Una programación incorrecta puede ocasionar enfermedades graves y traumas que convierten nuestra vida en algo desgraciado. Podemos aprender a corregir gran parte de las enfermedades que nos aquejan. Podemos programarnos para mejorar la memoria, para conseguir seguridad y aplomo, para un mejor funcionamiento de nuestra personalidad, para gozar de una mejor salud. Tantas y tantas cosas podemos hacer, cuando conocemos las potencialidades internas de nuestra mente, que podemos relegar el sufrimiento al lugar que verdaderamente le corresponde.