En Euskonews nos interesa su opinión. Envíenosla!
¿Quiere colaborar con Euskonews?
Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik
On line komunikabide onenari Buber Saria 2003. Euskonews y Media
Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria
Mi conocimiento y trato personal con Dn. Carlos Santamaría se redujo a un tiempo muy limitado y a circunstancias un tanto particulares. Se remontan a mis años de formación como seminarista, que culminarían con mi ordenación sacerdotal el año 1951, en la Catedral del Buen Pastor, de San Sebastián. El obispo que me ordenó como presbítero fue Mons. Jaime Font y Andreu, primer obispo que fue de esta diócesis, tras la segregación de la antigua diócesis de Vitoria, de los territorios de Vizcaya y Guipuzcoa, el año 1950, y la consiguiente creación de las respectivas diócesis de Bilbao y de San Sebastián. Posteriormente, en los cuatro años de mis estudios universitarios en Roma, mantuve mis contactos con Dn. Carlos, en el tiempo de las vacaciones de verano, en aquellos años de 1951 a 1955. No sé si se puede afirmar que aquellos años fueran los más significativos para conocer la personalidad de Dn. Carlos. Seguramente, no. Aun así, vistos desde mi perspectiva personal, son ciertamente los más interesantes para presentar «mi» visión particular de su personalidad, dado que son los años de mis contactos más interesantes tenidos con él. Pero aparte de ello, pienso que fueron también unos años muy importantes en el intento de ofrecer una plena visión de su rica personalidad, humana y cristiana, que evidentemente solo podrá conocerse desde la totalidad de los años y circunstancias históricas vividas por él.
Los años del siglo ya pasado a los que he hecho referencia, discurren del 1948 al 1955. Sin tenerlos en cuenta en su peculiaridad, no alcanzaríamos a conocer, a mi juicio, una dimensión concreta, cristiana y política a la vez, de lo que calificaba como «rica personalidad» de Dn. Carlos Santamaría. Fueron unos años en los que el franquismo se consolidaba, tras su victoria alcanzada el año 1939 y anunciada por el Generalísimo «Españoles, la guerra ha terminado. ¡Viva España!». Era el tiempo de la consolidación del franquismo, pero también del régimen de sus relaciones «interesadas» con la Iglesia, configuradas en el modelo del «Nacionalcatolicismo». Todo ello sucedía, a pesar de la derrota de los regímenes totalitarios de Alemania y de Italia, en la que Franco se apoyara anteriormente. Al mismo tiempo, en la Europa de los aliados e incluso en la Alemania de Occidente, se establecían regímenes políticos inspirados en la Democracia Cristiana, frente a la afirmación del Socialismo en Rusia, que no podía menos de influir en Occidente. En aquellos años y, en concreto, en el año 1953, se dio también otro hecho de particular importancia política, en relación con el régimen franquista impuesto por el Generalísimo. Fue el reconocimiento que los EE.UU. de América hicieron del Régimen de Franco, al que siguió también en el mismo año, el Acuerdo de la Iglesia con el Estado español, estipulado en la forma de un solemne Concordato que consolidaba también la posición de España en el ámbito de las relaciones internacionales.
Quizás quienes no vivieron la experiencia de aquella compleja situación política y religiosa, dentro del territorio estricto del estado español, pero también en el ámbito de las relaciones internacionales, no lleguen a experimentar y valorar en su justa medida, el significado de aquellas «Conversaciones Católicas Internacionales» que, en años sucesivos, fueron celebrándose en el Palacio de la Diputación, de San Sebastián, de las que Dn Carlos Santamaría fue el inspirador, el promotor y el ejecutor, con toda la complejidad que la obra llevaba consigo.
Queriendo recoger alguna de las circunstancias que influyeron en aquel empeño, habría que señalar una que puede considerarse, ya de entrada, como fundamental. Era la tensión permanente entre el deseo y la voluntad de vivir y actuar en libertad que la sociedad entonces vivía, y la experiencia de la falta de libertad político-social que en ella se vivía. Desde esta perspectiva, cabría decir que aquellas Conversaciones eran encuentros apoyados en la libertad vivida, como cercana experiencia, en países europeos que habiendo carecido de ella, trataban de construirla y vivirla en las múltiples experiencias de su vida cívico-política. Y apoyada también en la voluntad de quienes eran conscientes de que esa realidad no existía en su propio país, siendo vivamente deseada, y que era necesario ir conquistando en el espíritu y manifestar en la reflexión compartida. Las conversaciones eran ellas mismas una experiencia de libertad que voces extranjeras pero también internas del Estado español, proclamaban en la búsqueda de una verdad que se quería compartir.
La afirmación de la libertad se hacía además, desde las voces de una Europa que creía que la herencia doctrinal de las dimensiones cívico-políticas de la fe cristiana, podían servir para la construcción de una convivencia apoyada en la dignidad de la persona y, por ello, en paz y en solidaridad. Obispos, sacerdotes, religiosos, laicos cristianos, políticos y profesores universitarios, hablaban de la opresión y de la libertad, desde la reflexión y la experiencia. No todos compartían las mismas razones y motivaciones derivadas de su fe común. Desde la perspectiva estrictamente española se dejaba sentir también el aire que se respiraba en la llamada «Asociación Católica de Propagandistas», marcadamente confesional. Todavía habría que esperar muchos años hasta que el Concilio Vaticano II elaborara su Declaración sobre la Libertad religiosa. Pero lo cierto es que también en San Sebastián se oían las voces de quienes habían de contarse entre los teólogos que inspirarían el nuevo pensamiento teológico que estaría en la base del citado Concilio.
En esta mirada retrospectiva de lo que eran y significaban aquellas “Conversaciones Católicas Internacionales” celebradas en San Sebastián , en los años en que la vida político-religiosa en España estaba fuertemente condicionada por el Nacionalcatolicismo del franquismo, entendido como un fenómeno político y religioso a la vez, hemos de situar la figura de Dn Carlos Santamaría, dotada de una inteligencia privilegiada y poseedora también de un talento político, claramente puesta de manifiesto en aquellos años en que tuve la suerte de conocerle y relacionarme con él.
Artículo publicado en el Nº 15 de Atejoka
La opinión de los lectores:
comments powered by Disqus