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Gorka MORENO MÁRQUEZ, Profesor en la E.U. de Trabajo Social de la UPV
En un artículo anterior se realizó una breve presentación de las principales características teóricas de la flexisecurity o flexiseguridad. Así mismo, también se comentaba cómo se ha llevado a cabo su aplicación práctica en países como Dinamarca y Holanda. Teniendo en cuenta que la Unión Europea toma como ejemplo estos modelos, especialmente el danés, la primera pregunta que hay que plantearse es si este modelo es exportable al resto de países de la Unión Europea.
Antes que nada, sería interesante aclarar si el gran gasto invertido en políticas sociales y laborales activas que caracteriza al modelo danés se podría aplicar en países medianos o grandes. En este sentido, no hay que olvidar que la población de Dinamarca ronda los 5,5 millones y, por lo tanto, tiene un número de habitantes mucho menor que Alemania (más de 82 millones), Francia (63 más o menos) o España (cerca de 46). Otro elemento a tener en cuenta es la presión fiscal de este país, que es mucho mayor que la de nuestro entorno. Para ilustrar estas diferencias de manera gráfica, mientras que Dinamarca utiliza el 30,1% de su Producto Interior Bruto en gasto social, en España esa cifra desciende a un 20,9% (Petrasova, 2008: 1). Así mismo, y cómo ya se mencionó en el artículo anterior, las prestaciones sociales de este país escandinavo son mucho más amplias que las de nuestro entorno. Por último, también es destacable que el modelo de flexiseguridad en estos países se ha llevado a cabo mediante el acuerdo de las instituciones públicas y los agentes sociales (Miguélez, 2007), ya que, al contrario que aquí, la concertación social es de gran importancia en su cultura política.
Una vez explicado todo esto y teniendo en cuenta las características del estado del bienestar nórdico, se podría pensar que su traslado a otro entorno podría crear dificultades (Esping-Andersen, 1993). Por ejemplo, podría resultar difícil que cuajase un modelo de flexiseguridad que no forma parte de las características del estado de bienestar mediterráneo (Algan y Cahuc, 2005). Los parámetros sociales de nuestro entorno cercano, por ejemplo, no tienen nada que ver con los del centro o el norte de Europa, sobre todo en lo referente a la protección social. Por lo tanto, si aquí se apuesta por la flexiseguridad, existirá un problema estructural desde el principio, ya que las debilidades de una de las bases del modelo serán notorias, con lo cual nos encontraríamos ante un modelo cojo desde un principio.
Foto: KaiChanVong.
Siguiendo con el tema, la siguiente pregunta que hay que contestar es si se puede o se debe tener un único modelo de flexiseguridad en la Unión Europea. Quizá, teniendo en cuenta las características culturales del contexto de cada país, habrá que ejecutar distintos modelos, hablando de modelos de flexiseguridad en lugar de hablar de un solo modelo de flexiseguridad. De hecho, lo que es beneficioso en un país puede no serlo en los demás. Es más, lo que en uno podría ser un paso adelante, en otro podría no ser más que un obstáculo.
Dejando de lado el tema de la exportabilidad, el siguiente elemento de análisis es aclarar de qué estamos hablando exactamente. De hecho, si a uno de los dos elementos del concepto se le da más o menos importancia, el resultado que se obtendrá será muy diferente. Por eso hay que dejar claro que se apuesta por la flexibilidad laboral y la protección social de forma equilibrada. Dicho de otra manera, hay que especificar bien cuánto de flexi y cuánto de seguridad se aplicará en cada caso y en cada desarrollo diferente. Éste es el debate principal que se plantea entorno a esta idea y, si desde el principio no se establecen bien los límites, el debate posterior puede resultar estéril y debilitado.
En este sentido, por una parte, se nota cierta desavenencia entre la parte discursiva y normativa de la propuesta; por otra, entre la aplicación práctica y la real. Es imprescindible que la suma de estas dos partes sea correcta en el debate sobre la flexiseguridad, para dejar claro de esta manera si dentro de un recipiente bonito hay un contenido realmente interesante o solo una estrategia de marketing para aumentar la flexibilidad y la inestabilidad laboral. Al fin y al cabo, el debate consiste en precisar las cantidades de flexi y seguridad. En otras palabras, y utilizando el símil del cóctel, se podría decir que según quién haga el cóctel y qué ingredientes utilice —parece que éstos últimos los proporciona la Comisión Europea— el sabor será diferente y, por descontado, las cantidades de alcohol y zumo también. En este sentido, no podemos olvidar que mientras a algunos les gusta el cóctel cargado, a otros les gusta suave...
Si el modelo danés tiene éxito es por que, además de la flexibilidad, se hace un gran gasto en protección social. Es imposible poner en marcha medidas basadas en la flexiseguridad sin ningún coste y dejando de lado las políticas sociales. Por tanto, en este tema el coste cero es imposible. Si no se tiene en cuenta esta afirmación, el modelo se asemejará más a una flexiexplotación basada en la precarización (Zubero, 2007). La mayoría de los sindicatos europeos reunidos en la Confederación Europea Sindical se centran en esta idea. En octubre de 2007 publicaron un informe muy crítico con la propuesta de la Comisión Europea. También a nivel estatal, los mayores sindicatos —UGT y CCOO— están de acuerdo con este análisis, y en varias reflexiones y trabajos destacan que tras el discurso de la flexiseguridad puede haber intereses ideológicos que pretenden desregular el mercado laboral. Así, queda claro que tanto en el mundo laboral como entre los sindicatos, la flexiseguridad se considera un Caballo de Troya para conseguir un mercado laboral cada vez más precario.
Foto: mostaque.
Como se ha mencionado en las líneas anteriores, son muchas las instituciones y los expertos que defienden la necesidad de precisar bien a qué nos referimos cuando hablamos de flexiseguridad y de delimitar bien el ámbito del debate. Dicho de otra manera, y siguiendo lo mencionado por Keune, si no se aclaran los límites del debate, el ámbito de la flexiseguridad se situará en el terreno de la innovación y la ambigüedad (Keune, 2008). A primera vista, el concepto de flexiseguridad puede ser tan atractivo como interesante, pero si se quieren fortalecer las relaciones laborales actuales, por fuerza se tendrán que definir sus características de forma que las dos partes del concepto estén equilibradas. De otra manera, no sería más que una herramienta ideológica para defender los intereses de ciertos sectores. Por eso sería importante incluir la flexiseguridad tanto en la agenda pública como en la social y construir un debate tranquilo y real sobre su significado y contenido. Así mismo, tanto los sindicatos como los distintos agentes sociales deberían construir un discurso alternativo sobre el concepto de flexiseguridad, para hacer frente a la visión neoliberal y para animar el debate.
Al fin y al cabo, la flexiseguridad puede traer aire fresco al debate sobre el mundo laboral que tan a menudo muestra falta de solidez e imaginación. Así, en muchas ocasiones, las respuestas sindicales y políticas miran al pasado y, también en muchas ocasiones, responden a la realidad actual con propuestas bastante minoritarias y que muestran dificultades para generalizarse. Por ejemplo, pensar que un empleo puede ser para toda la vida y que ésa debe ser la respuesta para hacer frente a la precariedad laboral puede ser una solución limitada y estéril, ya que el modelo de empleo que se daba antes —fordismo— está desapareciendo en la actualidad. Por todo ello, y más que nunca, hacen falta alternativas que puedan hacer frente a la gestión neoliberal de las relaciones laborales.
Como ya se ha mencionado, probablemente el puesto de trabajo ya no es para toda la vida, pero esto no tiene que crear necesariamente más inestabilidad laboral o social para los trabajadores. Como dijo Guiddens en una entrevista “hay que proteger al trabajador más que al puesto de trabajo” (Guiddens, 2006: 17). En este sentido, hay que adaptarse necesariamente a los nuevos tiempos y a los retos que conlleva la globalización económica. Pero, de igual manera, no se puede dejar de lado la seguridad social —en sentido amplio—, que tiene una enorme importancia en cualquier sociedad desarrollada, al menos si se quiere garantizar la cohesión social. En este sentido, parece que el debate en torno a la flexiseguridad puede ofrecer elementos interesantes, pero siempre teniendo claro que tras un discurso que puede resultar atractivo no se pueden ocultar partidismos o intereses propios de algún grupo y que uno de los símbolos principales de las sociedades desarrolladas es la ciudadanía garante e inclusiva.
Bibliografía
ALGAN, Y. y CAHUC, P. (2005): “Civic attitudes and the design of Labour Market Institutions: Which Countries can Implement the Danish flexicurity model?” Centre pour la Recherche Economique et ses Applications-CEPREMAP, en www.columbia.edu/cu/alliance/documents/Homepage/Paper-Cahuc.pdf
ESPING-ANDERSEN (1993): Los tres mundos del Estado de bienestar, Alfons el Magnànim, Valencia.
GUIDDENS, A. (2006): “Coronar todas las cumbres” en El País, 3 de diciembre de 2006, pág. 17.
KEUNE, M. (2008): Between innovation and ambiguity. The role of flexicurity in labour market analysis and policy making, European Trade Union Institute for Research, Education and Health and Safety, Brussels.
MIGUÉLEZ, F. (2007): “Flexiseguridad, bienestar y cohesión social” en Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, número 1, pág. 145-160.
PETRASOVA, A. (2008): “Social protection in the European Union” en Statistics in focus, nº 46/2008, Eurostat.
ZUBERO, I. (2007): “¿A qué huele en Dinamarca” en Lan Harremanak, número 16, pág. 35-58.
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