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Joxe Mari Arzuaga Lasagabaster (1932-1967)

Jerardo ELORTZA

Joxe Mari Arzuaga nació para la música. Era lo suyo. Cierto es que en casa encontró un ambiente propicio para ello, ya que su padre, Senén, además del piano, también tocaba otros instrumentos, como el armonio, el laúd, la bandurria, la cítara, la flauta travesera, el clarinete y el txistu, entre otros. Así es que los Arzuaga, con el padre de maestro, aprendieron en casa los fundamentos del solfeo, el canto y el piano al mismo tiempo que a leer. Joxe Mari, desde bien niño, antes de empezar a leer las notas, ya recordaba partituras enteras.

Primeros años

Joxe Mari Arzuaga

Joxe Mari Arzuaga Lasagabaster nació el 27 de abril de 1932, en Oñati, en el número 7 de la Plaza Mayor. Era el quinto hijo de Senén y Jovita. Sus hermanos y hermanas mayores eran Migel Anjel, Arantxa, Jabier y Axun, y Jesús Mari nació un par de años después de nacer él. Tenía cuatro años cuando estalló la Guerra Civil en 1936, por lo que tal vez no le afectó de manera directa, pero si lo suficiente como para recordar aquellos amargos acontecimientos, ya que para cuando terminó la contienda, ya tenía casi siete años. De todas formas, durante la guerra, Axun y Joxe Mari pasaron alrededor de un año en el caserío Artabe de Aretxabaleta, en el barrio de Aozaratza, de donde era su madre, e incluso asistieron a la escuela de ahí. Posteriormente pasó al preescolar del hospital de Oñati y, desde 1939, cursó sus primeros estudios en los Maristas.

Con diez años, en 1942, acudió al seminario de Arantzazu con la intención de ingresar como fraile. Jabier había acudido tres años antes con el mismo propósito. Joxe Mari realizó casi todo el itinerario académico habitual de los franciscanos de entonces: tres años en Arantzazu, dos en Forua (Bizkaia), noviciado en Zarautz (Gipuzkoa), los tres de filosofía en Olite-Erriberri (Nafarroa) y los cuatro de Teología de nuevo en Arantzazu. Pero faltando poco para que terminara la carrera, abandonó el seminario y volvió a casa.

En la época en la que estuvo con los franciscanos, a la música se le dedicaba una importancia extraordinaria dentro del programa de estudios. Muchos jóvenes alumnos cantaban como tiples en el coro de Arantzazu. Este coro cantó en las funciones de la basílica durante muchas décadas y fue muy prestigioso y numeroso; sus actuaciones podían escucharse durante todo el año, pero, sobre todo, en los actos religiosos de la misa mayor en la novena de septiembre de la Virgen María y en la denominada Benedicta. Además de al canto, también concedían una particular importancia a los estudios de piano y órgano, sobre todo entre los aspirantes a fraile que manifestaban unas singular aptitud para ello. Joxe Mari, que casi completó el ciclo entero de los franciscanos, siguió de lleno ese programa que hemos mencionado.

Estudios de música con los franciscanos

Cuando fueron los hermanos Jabier y Joxe Mari a estudiar al seminario de Arantzazu, ya estaban mucho mejor preparados que otros para la música, por las razones que hemos mencionado anteriormente. Cuenta Jabier, medio en bromas, que una vez fue a hacer un examen de piano después de jugar a pelota y, como tenía la mano derecha hinchada, no pudo aprobar el examen, y por eso tuvo que dejar de tocar el piano. Joxe Mari, en cambio, se aplicó tenazmente a los estudios de música.

De joven fue tiple de coro en Arantzazu. Perfeccionó sus estudios de solfeo con los profesores Bernardo Aperribai, Kandido Zubizarreta y Luis Esnal. Como miembro del coro de Arantzazu, participó en diversas actuaciones del mismo fuera de la basílica: en Madrid (en 1944 y en 1947) y en Bilbao (en 1945). Posteriormente, dedicó muchas horas por su cuenta a intentar interiorizar los secretos de la armonía. De esta forma, obtuvo siempre unas excelentes notas en materia musical. Al volver de Olite a Oñati para realizar los años de corista y teología, se introdujo de lleno en el mundo musical de Arantzazu, desempeñando con frecuencia en aquella época labores de organista y de director de coro. En Arantzazu recibió la influencia de distintos y prestigiosos organistas y directores, como el areatzarra José María Arregi y el oriotarra Alejandro Ezkurdia.

También se inició como compositor en aquella época. Son de aquellos tiempos, por ejemplo, el “Himno del Cura”, compuesto en marzo de 1952 para la primera misa de su hermano Jabier y que posteriormente publicaría en la revista musical Melodías (en octubre de 1955). Cuando su hermana Arantxa ingresó en el convento, en 1952, Joxe Mari armonizó la pequeña obra que había dedicado su padre Senén a su hermana. Al año siguiente, en agosto, escribió una pieza para los alumnos, en conmemoración del cumpleaños del Padre Rector. Podrían pertenecer a esa época estas otras obras de Arzuaga que se encuentran en el Archivo de Música Vasca Eresbil de Rentería: “Gau bijilian”, “Agur, Euskalerri”, para voz y piano y las piezas vascas tituladas “Agur” y “Amatxo”.

De Arantzazu al pueblo de Oñati

Joxe Mari Arzuaga

Faltando unos días para realizar los votos definitivos, es decir, para ingresar en la orden, Joxe Mari se marchó a casa, el 17 de noviembre de 1953, a los dos meses de empezar el tercer curso de Teología. Casi de inmediato, ingresó en el coro de la parroquia de San Miguel de Oñati como cantante y como colaborador musical del organista Julian Zelaia. Fue allí donde lo conocimos los que entonces éramos tiples, como director del coro y como organista suplente de Zelaia. Joxe Mari era un apuesto joven de veintiún años, que a los niños de nueve o diez años nos parecía ya una persona adulta. Tenía una agradable voz de tenor y era muy dinámico dirigiendo el coro y en otros quehaceres. En San Prudencio comenzó también a tocar el armonio en las misas que daba los domingos el cura oñatiarra José María Agirrebaltzategi.

De todas formas, se vio en la necesidad de buscar una profesión para ganarse el sustento. Así, en 1954 empezó a trabajar en las oficinas de Hijos de Juan Garay, que era la principal empresa de Oñati de entonces, después de realizar estudios de contabilidad en una escuela de Tolosa. En esa fábrica y en ese oficio permanecería hasta su muerte. Pronto tomó una importante decisión: el 24 de mayo de 1958 se casó con Paulina Kernstock. El padre de su esposa era un alemán, Juan Pablo Kernstock, que había llegado de joven a Oñati. Su madre, Anizeta Biain, era oñatiara. Paulina y Joxe Mari tuvieron cuatro hijos: Frantzisko, Pablo, Konrado y Monika.

Joxe Mari también era aficionado al teatro, afición que dejó bien patente con las obras representadas en la segunda mitad de la década de los 50 en el viejo salón de la casa cural y en el claustro de la Universidad. Nos acordamos, entre otras, de La herida luminosa, de Josep María de Sagarra; de La muralla, de Joaquín Calvo Sotelo, así como de El gran teatro del mundo, de Calderón de la Barca, y de los autos sacramentales La cena del rey Baltasar. En esas obras tomó parte tanto en calidad de actor como en calidad de director.

De todas formas, la música seguía siendo aun su ámbito favorito. Intentó profundizar en sus estudios de armonía con el maestro zarauztarra Frantzisko Escudero. Pero el trabajo y la familia no le dejaban tiempo suficiente y por eso no pudo llevar adelante durante mucho tiempo estos estudios. Por esa razón le dijo Escudero a Karmelo Iturria: “Hemos perdido otro Usandizaga”. En lo que respecta a la composición, durante esos años compuso diversas obras, como por ejemplo canciones para las bodas de sus amigos. Estando su padre Setién a punto de morir, en 1960, Joxe Mari preparaba una misa Requiem en su memoria. Por desgracia no pudo terminarla, ya que, al día siguiente de fallecer su padre, la sorpresiva muerte de su hermano mayor Migel Anjel le debió afectar profundamente.

El ochote Irrintzi

De todas formas, fueron otro tipo de iniciativas las que dieron fama a Joxe Mari Arzuaga fuera de Oñati, concretamente los concursos de ochotes que se extendieron en Euskal Herria, sobre todo, en la década de los 60. Los concursos promovidos durante aquellos años por el periódico El Correo Español – El Pueblo Vasco de Bilbao supusieron una gran innovación para la música coral vasca. Los pequeños coros formados por ocho personas se pusieron de moda por todas partes. Los cantantes que formaban parte de estos minicoros eran dos primeros tenores, dos segundos tenores, dos barítonos y dos bajos. Eso sí, todos hombres.

En Oñati había una gran afición por el canto, tal y como hemos señalado anteriormente, sobre todo en torno al coro parroquial de la parroquia de San Miguel y a la coral Schola Cantorum. Joxe Mari, reuniendo algunos amigos de su entorno, consiguió formar un ochote, al cual bautizaron con el nombre de Irrintzi. Se trataba de una agrupación formada por un grupo de jóvenes cuyo local estaba situado en un local de Kale Barria, un poco más abajo de la taberna Naparreneko. Muchos de los cantantes de la formación original eran miembros de esa sociedad. El caso es que Joxe Mari, en poco tiempo, consiguió formar un ochote muy apañado.

Después de morir su padre Senén, Joxe Mari se convirtió en administrador de los bienes que poseían en Oñati los Solano de Lekeitio (cuyo título era Marqués del Socorro). Los miembros de Irrintzi solían ensayar en una casa que poseía dicha familia en Kale Zaharra. Probablemente, aunque no dispusieran de las excelentes voces de otros ochotes de la época, Joxe Mari consiguió en poco tiempo formar un grupo equilibrado y compacto. Mientras estuvo en activo, el ochote estuvo formado por los siguientes cantantes, en distintas épocas: Federiko Mendizabal, Joxe Antonio Billar, Nikolas Erostarbe, Felix Arregi, Joxe Otalora, Jabier Letamendi, Julio Ibarrondo, Manolo Urtzelai, Juanito Arkauz, Eujenio Kortabarria, Joxe Errasti, Juan Migel Ordoki y Jerman Aramendik.

Pertenecen a esa época los temas “Txoriñua”, “Oi bart”, “Zeruetako” y “Oi Bethlem”, tantas veces interpretados y armonizados expresamente para el ochote Irrintzi por el mismo Joxe Mari. Incluso llegaron a grabar el tema “Txoriñua”, con Joxe Antonio Billar como solista. Asimismo, armonizó el tema “Estrellita”, para la Coral Oñati.

En pocos años, el coro Irrintzi consiguió desarrollar una rica trayectoria. Ganó innumerables premios en los concursos organizados en distintos lugares. El más importante, seguramente, fue el logrado en el Concurso Vasco-Navarro de Ochotes de 1964, en Bilbao, del cual se proclamó brillante vencedor por acuerdo unánime del jurado. Pero, además de ese, consiguió también otros premios: en 1962, se proclamó campeón de Gipuzkoa, y posteriormente, en Mondragón, Erandio y Durango. Con posterioridad, el coro Irrintzi ha cantado en innumerables lugares del norte y sur de Euskal Herria, así como en otros lugares fuera de nuestras fronteras, como Madrid, Soria, etc.

Joxe Mari Arzuaga

Cooperaciones y proyectos

No podemos dejar de mencionar la relación estrecha y fructífera que mantuvo Joxe Mari Arzuaga y el coro Irrintzi con el gran músico lateranense de Oñati Frantzisko Madina. Irrintzi popularizó muchas de las canciones del de Zubillaga, que por aquellos tiempos andaba por Argentina y, posteriormente, por Estados Unidos. Entre las más conocidas podemos citar, por ejemplo, “Beti ezkamak kentzen”, “Oles ezkonberriak” y “Azokan”. Pero Madina, además de las citadas, compuso muchas otras canciones expresamente para el ochote de Oñati. Algunas de ellas las podemos escuchar en los 3 discos sencillos que el grupo grabó en Barcelona en aquella época.

Pero la inspiración musical de Joxe Mari no se limitaba a la dirección y armonización. Al igual que en la década anterior, en los años 60 también creó diversas obras. La que más se escuchó en Oñati de entre ellas fue, tal vez, la melodía que compuso para el verso clásico “Bihotz baten ordean”. Los hermanos Loli y Juan Migel Ordoki fueron los que dieron a conocer ese tema. También se acercó a la gente joven, mediante el grupo de música moderna “Los Migs”. No hay que olvidar que Juan Migel, además de miembro de Irrintzi, también fue vocalista de Los Migs, que actuó en numerosas plazas y discotecas de Oñati y los alrededores en las décadas de los 60 y 70.

Dentro de los límites impuestos forzosamente por el trabajo y la familia, los proyectos e iniciativas de Joxe Mari no tenían límites: enseñó solfeo a sus hijos y sobrinos mediante un nuevo método basado en los colores; participó en innumerables iniciativas populares; por mediación de Patxi Madina, estuvo a punto de ir a Nueva York con el coro Irrintzi; también probó a escribir, trabajando como corresponsal de Oñati para el periódico La Voz de España de Donostia.

Pero la cruel y afilada espada del destino sesgó lo que podría haber sido una trayectoria artística mucho más rica, al igual que había hecho siete años antes con la del hermano pintor Migel Anjel. La desgracia sucedió el 9 de julio de 1967, en un remolino del río Ebro, cerca de la localidad navarra de Biana.

El pueblo de Oñati, donde para entonces Joxe Mari era sumamente conocido y estimado, quedó totalmente consternado por la tragedia. En las fiestas de San Miguel de ese año, el Orfeón Donostiarra cantó por primera vez el profundo “Aita gurea” de Madina, en memoria de Joxe Mari. Al año siguiente, el mismo Patxi Madina compuso una misa funeral en honor de Arzuaga, titulada “Ildakoen meza, Joxe Mari Arzuagaren oroiz” (Misa de muertos en memoria de Joxe Mari Arzuaga). Los miembros de Irrintzi, como no podía ser de otro modo, tampoco olvidaron a su director, al cual rindieron frecuentes homenajes en los cuales participaron ochotes venidos expresamente a Oñati.

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