Leintz-Gatzaga. La sal de la vida

Juan AGUIRRE SORONDO

Lagundu

Pocas lecciones hay en la Historia tan emotivas como la de esos pueblos que, desafiando los trágicos embates del destino o de la crueldad humana, una y otra vez se levantan sobre un manto de polvo y ceniza para reconstruir sus plazas y sus casas, sus templos y sus consistorios, los lugares en suma que dan forma y sentido al colectivo como organismo perenne al paso de las generaciones.

En Gipuzkoa, Leintz-Gatzaga representa una de las máximas expresiones de esta férrea voluntad de supervivencia más allá de todo azar. Y dentro de la villa, sin menoscabo del mayor renombre del santuario de Nuestra Señora de Dorleta, pero cuya importancia se relaciona antes con la ruta jacobea que con la historia de la propia villa, es la iglesia de San Millán, asentada sobre terreno inestable y varias veces sacrificada al fuego, la que desde su origen constituyó el nudo físico y metafísico del ovalado burgo, amén de descansadero del antiguo Camino Real a Castilla que biseca la población.

Hagamos rápido repaso. A poco de fundarse, exactamente en 1334, padeció la villa un primer incendio del que apenas nada se salvó. Fue entonces cuando se decidió reconstruir la iglesia parroquial de San Millán en piedra, protegiendo así al primer símbolo de la unidad comunal contra nuevas devastaciones. La desgracia se repitió en 1371, afectando a toda la población incluida la pétrea parroquia, y otra vez se puso en pie Salinas de Léniz al precio de grandes sacrificios.

Leintz-Gatzaga. Ilustración: Josemari Alemán

A poco de fundarse, exactamente en 1334, Leintz-Gatzaga padeció un primer incendio del que apenas nada se salvó.
Ilustración: Josemari Alemán

El siglo XV traería un rosario todavía mayor de calamidades: la lucha con el señor de Oñate por una parte, a quien estuvo sometida y contra quien se batió a sangre y fuego todo el Valle; la peste por otra, que según algunos historiadores se saldó en la mítica fecha de 1492 con el incendio voluntario del pueblo como remedio purificante; por último otra deflagración, accidental esta vez, en 1497, a la que siguió su enésima reconstrucción pero ahora “con muros de cal y canto” y con la precaución añadida de trasladar las ferrerías a los extramuros. Los Reyes Católicos, atendiendo a tantos reveses y en consideración a su importancia como “uno de los lugares principales de Guipúzcoa”, ayudaron a que Salinas se rehiciese en los albores del nuevo siglo.

También la iglesia de San Millán se benefició de este impulso, y en 1510 fue labrada en planta rectangular y con nuevas capillas. Al son de su campana se reunía en el claustro la asamblea de vecinos en concejo abierto, la misma que “tocando a nublado” intentaba espantar las tormentas de pedrisco. Y en su pila se bautizaron los primeros Oquendo, una de las once familias fundadoras de la localidad, ascendientes de los grandes navegantes, así como varias generaciones del linaje de los Elejalde, servidores reales y anfitriones de las más altas personalidades en su casa de Során —hoy Indianokua—, frente a la parroquia (se contaba que Juan Ochoa Elejalde enseñó euskera a Carlos V, lengua que el emperador no dejó de ejercitar durante sus desplazamientos).

Como otros pueblos de Gipuzkoa, Salinas alimentó largamente su afición a la tauromaquia celebrando festejos sobre la plazuela de San Millán, apeadero de reyes, príncipes, cortesanos y embajadores yendo o viniendo de Castilla; y como ellos, buen número de comerciantes, soldados, peregrinos, de viajeros en suma, se acercaron a refrescarse al popular As de Copas, fuente barroca con tantos caños como meses.

La iglesia parroquial de Leintz-Gatzaga perdió su antigua fisonomía el 27 de diciembre de 1954, pasto otra vez del fuego. Ardió el templo y con él todas sus obras de arte, reliquias, manuscritos... Cuatro paredes quedaron como sillares desmochados de la centenaria construcción. Pero Gatzaga, infatigable, erigió en el mismo emplazamiento, con el mismo escorzo sobre el conjunto, una nueva parroquia. La que hoy podemos contemplar en la villa salinera.

Lagundu

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