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Andoni SÁENZ DE BURUAGA, Universidad del País Vasco y Asociación Vasco-Saharaui de la Evolución Cultural
Un marco tan especial como el que circunscribe a la sociedad saharaui —en donde, a las lógicas restricciones y carencias en los instrumentos de difusión, se une una particular coyuntura geopolítica: que, por una parte, segmenta geográficamente el territorio, y, por otra, aísla y aleja de él a sus habitantes, relegándolos al forzoso exilio en los Campamentos de Refugiados en Tindouf (Argelia)— requiere de unos medios más que oportunos que aseguren el conocimiento del patrimonio cultural y, con ello, la transmisión y asimilación de las enseñanzas de sus variadas expresiones. Aquí, en este terreno, no hay duda que los libros de texto mantienen las garantías plenas para ese propósito didáctico y, lógicamente, ello ha canalizado nuestros esfuerzos.
En este sentido, hasta el momento, son esencialmente 2 las obras escritas que mejor reflejan esta preocupación por difundir socialmente nuestra producción cultural en el Sahara Occidental. En ambos casos, su edición se debe a la implicación del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco. Vaya, de seguido, una breve presentación de estas concretas iniciativas.
- 1) La primera de ellas, editada en diciembre de 2008, responde el título «Contribución al conocimiento del pasado cultural del Tiris. Sahara Occidental. Inventario del patrimonio arqueológico, 2005-2007».
Se trata, en líneas generales, de un catálogo, de un registro de las referencias patrimoniales, arqueológicas y medioambientales, controladas por nosotros entre los años 2005 y 2007. Una parte, por lo tanto, de las pruebas materiales del pasado cultural del Tiris, y, paralelamente con ello, de los testimonios fidedignos que nos hacen proponer una perspectiva del estado del conocimiento del que podemos disfrutar.
Perspectiva desde las montañas de Galabt Duguech (Tiris).
Tenemos la obligación de registrar, controlar y proteger la riqueza del patrimonio cultural. Y uno de los medios es precisamente elaborando y publicando compendios, sistemáticos y normalizados, de los bienes territoriales. Así pues, además de medidas de prevención y de recursos paliativos que eventualmente puedan ensayarse, sumamos la certeza que, efectivamente, conservamos y custodiamos el patrimonio haciendo pública la pluralidad de sus expresiones culturales.
Un “Catálogo del Patrimonio Cultural” supone unísonamente, por consiguiente, un registro compilatorio, un compendio de enseñanzas y un instrumento de defensa y salvaguarda de unos bienes. Su difusión, además de útil, resulta, por lo tanto, un recomendable recurso de conservación y de potencial prevención de un legado histórico ante las variables situaciones de riesgo a que puede verse sometido. Por ello, hemos concluido, en diciembre de 2011, la redacción de una nueva monografía que, a modo de continuación de esta de 2005-2007, incorpora los testimonios recabados en las diferentes campañas de exploración desarrolladas entre 2008 y 2011. Confiemos en poder ver pronto su publicación.
- 2) La segunda obra, editada en diciembre de 2010, responde al enunciado de «Pinceladas de un desierto vivo desde la región del Tiris, en las tierras libres del Sahara Occidental».
Ésta, a diferencia de la anterior, busca una mayor cercanía y familiaridad con el lector desde la presentación de unos rasgos característicos del medio desértico aprehendidos desde nuestra particular ventana de observación en el Oeste del Sahara: las tierras del Tiris. A través de 4 capítulos mayores (de caracterización geográfica, climática, prehistórica y etno-antropológica) se proponen 20 temas significativos que intentan conformar una perspectiva integral e integradora de la cultura y naturaleza desérticas, de su biodiversidad, y de su rico legado y bagaje intelectual
Junto a ello, el texto encierra las plurales imágenes que a uno le suscita, más interiormente, el desierto. El Sahara muestra el antiquísimo esqueleto rocoso de la Tierra y acaso por ello facilita la percepción, desnuda y nítida, de nuestros más profundos valores y virtudes como seres humanos. No es, por lo tanto, un simple relato descriptivo lo que aquí se contiene, sino un deseo de transmitir unas sensaciones más introspectivas, una experiencia interna que deriva del hecho de vivir y sentir el desierto.
Proceso de ordenación y depósito provisional de materiales arqueológicos en la base militar de Agüenit (Tiris), tras la campaña de investigaciones de Enero-Febrero de 2012.
En esta monografía se proyecta, así, una representación más personal del Sahara: una serie de sujetos e imágenes que obedecen a un conocimiento “objetivo” (o científico) y a otro conocimiento más “inconsciente” (el de los deseos, emociones, sentimientos). Por ello, en el libro se acaban fundiendo textualmente estas dos formas particulares de expresión y tratamiento.
En consecuencia, además de una contemplación de la belleza y riqueza cultural y ambiental que encierra el Tiris sahariano, la obra abre la posibilidad de reflexionar, más íntimamente, sobre nuestros propios atributos y cualidades como seres humanos y sobre el sentido y orientación que guían a nuestra moderna y globalizada sociedad occidental del bienestar... Y, en este punto, no puedo dejar de pensar en los contactos que la práctica etno-antropológica nos posibilita mantener con las personas mayores a las que entrevistamos. Los diálogos que se establecen consienten descubrir o aproximarnos a otra dimensión que queda al margen de lo correctamente cultural (o, en este caso, etnográfico). Es, ni más ni menos, apercibir el espíritu de las personas. Es decir, que nos permiten desvelar (y entender) los valores que están arraigados en las formas de ser de aquellos beduinos. Se trata, pues, en alguna manera, de un poder aproximarnos al espíritu del Sáhara, el de los nómadas saharianos.
Estas son las dos aportaciones escritas que, en síntesis, ilustran incontestablemente el avance significativo experimentado en el propósito de difusión social de nuestra investigación cultural en el Sahara Occidental. Razón y corazón —como no podía ser de otra manera— se emparentan en la empresa. Ambas obras, en suma, son la expresión de una forma de plantear y entender nuestras inquietudes en aquellas tierras, de un método y modo de trabajo con el que nos conducimos y, finalmente, de unas impresiones y sensaciones que el contacto con la realidad nos ha generado. Con todo, pensamos que la difusión del conocimiento, bajo el formato de las producciones descritas, dilata, por una parte, el panorama de la ciencia, por otra, impulsa el progreso social y, simultáneamente, favorece los vínculos de unión con el Pueblo Saharaui.
Como fácilmente se comprenderá, al igual que avances que valoramos como significativos en la construcción y divulgación del patrimonio cultural, contamos, de igual manera, con forzosas carencias en ese dominio social. Una oposición, por otra parte, consustancial al progreso y expectativas de cualquier proyecto de estas características.
No sería procedente enunciar aquí y ahora, detalladamente, esas insuficiencias, mas sí creemos un deber resaltar aquello que entendemos como de interés cualitativo y relevante para el avance de la sociedad saharaui desde al aportación del patrimonio cultural. Y, en este punto, hemos de referirnos a la conveniencia de un marco propio de gestión de los bienes de interés cultural. Una idea, por cierto, que venimos sosteniendo desde ya hace varios años y que se concretaría en la creación de lo que hemos denominado como «Centro de Estudios culturales y medioambientales del Tiris y del Oeste sahariano».
Supondría este centro la aportación de la infraestructura conveniente, no ya sólo —y de primera instancia— para abordar de forma normalizada todo aquello vinculado con el muy ingente efectivo de materiales recuperados durante estos años de investigaciones científicas y de los que pudieran seguir incorporándose (desde su necesario registro e inventario, a su tratamiento y consolidación, a su adecuada conservación y seguro depósito, a su análisis y estudio, etc.), sino que —y en última instancia— se dispondría del medio logístico y estratégico para potenciar y dinamizar la implicación y formación especializada de estudiosos saharauis en la organización, evaluación y orientación de su legado cultural (a través de programas de actuación específicos: como, p. e., de prevención de yacimientos, de restauración de materiales, de recuperación artística, de valoración de zonas de interés patrimonial, de excavación de yacimientos, de rehabilitación de monumentos, etc.).
Vista panorámica desde lo alto del relieve marmóreo de Gleb Bu Lejzeimat (Mijek).
En consecuencia, hablamos de un referente patrimonial, social y científico de primera magnitud en la gestión racional, sostenible y diligente del extraordinario capital cultural y medioambiental del Occidente sahariano.
El Gobierno de la RASD ya nos ha brindado para ello la cesión de algún local en las tierras del Tiris. Un gesto que entendemos como una firme apuesta de futuro y de voluntad de consolidación de esta experiencia de investigación científica y de cooperación socio-humanitaria desde el registro y el análisis de las variadas expresiones que rodean a la cultura del pasado.
La cultura es pensamiento, es ideario, es creatividad y originalidad, es tradición y transmisión de un saber hacer y estar atávicos. Es identidad, singularidad y pluralidad.
Ignorar la cultura, su pasado antiguo o reciente, es poner un velo a la realidad: un silenciar y olvidar, como líneas atrás señalábamos, lo que hace que hoy seamos lo que somos.
Difundir el legado patrimonial es ayudar a comprendernos a nosotros mismos: un aprender y progresar recíproco para los individuos y sociedades. De una u otra forma, los individuos configuran sociedades, las sociedades crean culturas, y las culturas modelan y distinguen a las sociedades y a los individuos… Por otra parte, como ya lo apercibiera Cl. Lévy-Strauss, en su dilatada y fecunda trayectoria etno-antropológica, sustentamos el concepto de cultura en las variaciones significativas que podemos advertir, de forma objetiva, entre los colectivos sociales: “De hecho, el término cultura se emplea para reagrupar un conjunto de variaciones significativas cuyos límites, según prueba la experiencia, coinciden aproximadamente. El que esta coincidencia no sea absoluta ni se produzca jamás en todos los niveles al mismo tiempo no debe impedirnos el empleo de la noción de cultura” (C. Lévy-Strauss: Antropología estructural. Ed. Paidós, Barcelona, 1995 (2ª reimpr.), p. 317).
Nuestra formación, instrucción y conocimientos que disfrutamos en y del Sahara Occidental no se ha sustentado, hasta ahora, en la aplicación de un manual apropiado o en la teoría de una doctrina modélica de las prácticas cooperativas. En nuestro caso, podemos afirmar que el medio, el contexto y sus circunstancias han sido quienes nos han trazado el propio camino a seguir, a matizar nuestra conducta. De otra manera hubiera sido harto dudoso llegar hasta aquí.
Esas producciones se han forjado a través de una experiencia partícipe en el terreno, del predicar más con el ejemplo que con las recetas de las guías didácticas, y de cooperar, discutir y construir colectivamente. En otros términos, en saber compartir unos estímulos intelectuales como forma de vivir la investigación patrimonial; lo que conlleva remover y agitar una serie de impulsos y sensaciones que te lancen a descubrir, a cuestionarte permanentemente el porqué, para qué, cómo y cuándo de los fenómenos y de su naturaleza (o causalidad).
Pequeño «frig», o campamento de beduinos, asentado en la planicie de Lemdeismat (Duguech).
Y, recordemos de paso que en esta trayectoria personal y colectiva, tres profundas sensaciones se imbrican en la conducta del estudioso y en los propósitos de la investigación: la autoconvicción (es decir, tener racionalmente fe en lo que se hace, en las ideas originales de uno), el conocimiento (o, acaso mejor, pasión por aprender: por las enseñanzas y avances que procura la puesta en marcha de una experiencia) y el reconocimiento (o, lo que es lo mismo, la validación científica y social del trabajo efectuado a través del estudio de los fenómenos constatados y de la difusión rigurosa de su conocimiento).
Ojalá que después de estos intensos, apasionados y fructíferos años en el Sahara, podamos continuar otros tantos más, desvelando, aprendiendo, transmitiendo y compartiendo, junto a la sociedad saharaui, las enseñanzas de la extraordinaria cultura del desierto. Recuperando su patrimonio e indagando y sintiendo el pasado del Sahara Occidental desde la emoción y el compromiso científico y solidario.
Agradecimientos
A las instituciones del País Vasco que viene manteniendo este proyecto: a los Departamentos de Cultura y de Educación del Gobierno Vasco y a la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Y a las autoridades de la RASD, al Frente Polisario y, en general, al Pueblo Saharaui por su hospitalidad y cariño en todos estos años.
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