En Euskonews nos interesa su opinión. Envíenosla!
¿Quiere colaborar con Euskonews?
Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik
On line komunikabide onenari Buber Saria 2003. Euskonews
Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria
Pello FERNÁNDEZ OYAREGUI, Catedrático de Historia de Enseñanza Secundaria, Profesor de Historia del Arte
El Museo de Las Encartaciones en la casa de Juntas de Abellaneda, Bizkaia, alberga la más completa retrospectiva de este importante pintor (Sopuerta 1928 - Trapagaran 2010), reuniendo más de cien obras de distintas temáticas y técnicas. La exposición que se presenta bajo el sugestivo título: “Ismael Fidalgo, la aventura de un pintor expresionista”, supone un auténtico ejercicio de revisión, y reinterpretación de su obra. Este apasionante proyecto, quiere trascender la mera realidad expositiva y tiene como finalidad iniciar un estudio de la vida y obra de Fidalgo, para lo cual, será completado con un ambicioso plan de actividades que se desarrollarán en un espacio largo de tiempo, entre el 20 de junio de 2012 y 5 de enero de 2013, entre las que destacan, la realización de dos audiovisuales y un catálogo que constituya el punto de partida tanto de la catalogación como de una profunda investigación de su obra.
“Montes de Soria”, donde se puede rastrear la clara influencia de Ortega Muñoz, obra hecha a base de bandas de colores malvas, ocres, negros y morados que resultaban tremendamente modernas.
Comenzaba la década de los años 50 con tres circunstancias vitales, que marcarían la trayectoria artística de Fidalgo. Su llegada a Baztán para realizar la “mili”, le ligaría a esta tierra hasta el final de su vida, en una larga carrera de más de 60 años de pintura. Su relación con la Escuela de Madrid, tanto en los encuentros con sus integrantes, exposiciones, descubrimiento del paisaje castellano, como en los estudios realizados en el Círculo de Bellas Artes. Por último, su relación con Oteiza y trabajo en su taller en el modelado en barro.
Tres espacios fundamentales y muy diferentes entre sí conforman la obra pictórica de este artista: su Bizkaia natal en su triple acepción minera, industrial y marinera, la profunda Castilla y el bucólico Baztán. Todos ellos, muy distintos entre sí y a veces antagónicos, estructuran un sugestivo y rico universo pictórico muy personal.
Para analizar los antecedentes de su pintura, nos tenemos que referir, a la influencia de Aurelio Arteta en la pintura vasca en general y en particular con más intensidad en Bizkaia. Dos jóvenes en aquellos momentos, Ibarrola y Fidalgo, recogerán su herencia, compartirán amistad, trabajo y sobre todo afinidad estética incorporando la pintura social y el geometrismo artetiano a su quehacer artístico. Esta geometrización de la figura humana en Fidalgo, se hace evidente en su pintura mural “Bautismo de San Juan” para la iglesia de Elizondo, en la cual realiza un interesante estudio de la figura humana partiendo de constructos geométricos. Fidalgo sintetiza y simplifica los elementos pictóricos, partiendo de un geometrismo constructivista que define los planos generadores de la forma; haciendo una síntesis de la estética poscezaniana y cubista, con la volumetría de Vázquez Díaz. Todo ello, entroncado con una utilización subjetiva y lírica del color, lo que da a su pintura un aire expresionista y en ocasiones incluso fauvista.
Su preocupación social siempre estará presente en su obra. No olvidemos que era un pintor que procedía del ambiente minero, conocía bien su extrema dureza. Así como el entorno industrial de la margen izquierda con su problemática social y el mundo laboral de las fábricas, en su misma condición de trabajador de la multinacional estadounidense Babcock Wilcox.
Otras formas geométricas puras se observan en sus metas, puentes o en los propios trazados urbanos como es el caso de “Txokoto” (Elizondo), que es un ejemplo de modernidad y renovación en el año 1955.
Como hemos dicho antes, un hito importante en la carrera de nuestro artista, es su introducción en el ámbito madrileño. La posguerra y la férrea dictadura, en aquellos momentos en su punto álgido, marcaban una triste realidad artística y pictórica. La Escuela de Madrid, heredera de las dos experiencias anteriores materializadas en la primera y segunda Escuela de Vallecas, en torno a Alberto Sánchez, Benjamín Palencia y Vázquez Díaz entre otros, introducirán aires de modernidad y vanguardia. Esta Escuela de Madrid, estuvo formada por muchos pintores según años y exposiciones, entre los más importantes se encuentran Álvaro Delgado, Díaz Caneja, Redondela, Zabaleta, Ortega Muñoz, Faraldo (crítico de arte), Menchu Gal y un largo etcétera. Aunque también practicaron otros géneros como la pintura de figura y bodegón, se centraron en el paisaje como campo de experimentación que posibilitará el cambio pictórico. De aquí resurgirá el amor por Castilla, que será un paisaje de gran esencialismo, de apariencia ruda, osca, desolada, deshumanizada, pero que fue abordada por estos pintores desde el intimismo y lirismo para convertir lo que podía parecer como feo en una belleza singular y distinta. Es en este contexto artístico, donde Fidalgo encuentra su medio de expresión y entra en contacto con este grupo, tanto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, como, en la exposición colectiva y la mención honorífica en el IV premio de pintura de la revista Arte y Hogar. A esto tenemos que añadir su periplo por tierras castellanas con Ibarrola y Blas de Otero; se trataba de vivir, sentir y experimentar ese nuevo paisaje, que lo trasladará al lienzo en los años 50 y que reiteradamente lo retomará en las siguientes décadas. De esta época, son las obras de la Castilla profunda. Destaca el cuadro “Montes de Soria”, donde se puede rastrear la clara influencia de Ortega Muñoz, obra hecha a base de bandas de colores malvas, ocres, negros y morados que resultaban tremendamente modernas, estas características también son apreciables en pinturas de la zona media de Navarra, en concreto en varios cuadros pintados en Ujué. En sus obras, “Soria” y “Rincón de Sotofrías”, podemos observar colores atrevidos que crean planos y delimitan el espacio, calles vacías, silencio y soledad que nos transportan a ese mundo esencial. Pero quizá, donde mejor expresa el constructivismo deudor de Cézanne, es en su obra titulada “Frías”, en una organización geométrica del espacio, como si fuera la Montaña de Santa Victoria del mencionado pintor francés. Ubica paisaje y el conjunto de casas de este pueblo burgalés, como un apiñado conjunto de bloques geométricos que en ritmo ascendente se coronan en el castillo-fortaleza.
De su Bizkaia natal, destacan sus bravías marinas pero sobre todo, ese paisaje industrial de pasarelas de hierro, chimeneas, humos difuminadores, arquitecturas fabriles que tan bien plasmó en su obra “Baracaldo” de 1974. Por último, los paisajes mineros concretados en tantos cuadros de La Arboleda, Ortuella, Gallarta, donde aparece esa pintura social de Fidalgo y esa vena expresionista concretada en esas tierras rotas en sus entrañas y en las humildes casas de los mineros, de belleza muy dura pero trascendental.
Gallarta. Los paisajes mineros concretados en tantos cuadros de La Arboleda, Ortuella, Gallarta, donde aparece esa pintura social de Fidalgo y esa vena expresionista.
Como contrapunto de esta realidad, Fidalgo al llegar al Baztan se encontró con un paisaje idílico, amable, exuberante, de contemplación fácil y de una belleza que le cautivó para el resto de sus días. Montañas sinuosas, verdes praderas, caseríos blancos que ponen la nota geométrica, manchas de color de la frondosa foresta, de los dorados maizales, de los marrones y rojizos helechales. En Baztán, conocerá a José Mari Apezetxea, decano de los pintores baztaneses con quién compartirá su admiración por Cézanne, y a Ana Mari Marín que hacia el año 52 iniciaba su carrera pictórica, reconociendo a Fidalgo como su primer maestro. A través de Ana Mari, estrechará su relación con Menchu Gal, con la que coincidirá en Madrid, como hemos visto anteriormente. Son precisamente estos dos artistas quienes transformen y renueven el paisajismo baztanés desde presupuestos estéticos diferentes. Menchu Gal lo hará a través de la explosión de color fauvista, con una pintura muy matérica y gestual que se traducirá en su particular grafía pictórica cuyo rasgo más definitorio es su trazo ondulante y curvilíneo que se transforma en su peculiar “caracoleo”. Mientras que Fidalgo, abordará esta renovación desde el constructivismo y geometrismo, en el que el caserío baztanés aparecerá como un constructo geométrico, una suma de planos que da lugar a un paralelepípedo que son el contraste a la mancha de color verde de la campiña baztanesa. Otras formas geométricas puras se observan en sus metas, puentes o en los propios trazados urbanos como es el caso de “Txokoto” (Elizondo), que es un ejemplo de modernidad y renovación en el año 1955 y que luego irá repitiendo a lo largo de su carrera pictórica. Fidalgo, no practica un geometrismo frío y en el caso de su pintura baztanesa, lo rodea de esa suavidad de las líneas ondulantes de sus montañas y de sus sinuosos caminos. Línea y curva conviven en su pintura, creando un todo armónico. Todo ello, es potenciado por una gama cromática a veces austera y que en otras ocasiones, se torna atrevida e incluso violenta y fauvista, donde naranjas, ocres, amarillos, azules, rojos y morados dan rienda suelta a esa utilización intuitiva, lírica, y personalista del color, donde aflora el expresionismo siempre latente en la obra de Fidalgo.
La opinión de los lectores:
comments powered by Disqus