Imanol BUENO BERNAOLA
Aitor VENTUREIRA SAN MIGUEL
En el acervo cultural alavés, encontramos múltiples creencias y ritos ancestrales vinculados, en muchos casos, a elementos de la naturaleza.
Unas de las fechas principales en el calendario tradicional, eran los solsticios de verano e invierno, cristianizados bajo la advocación de San Juan Bautista y Navidad. Era creencia de Aiara y Artziniega, que el sol salía bailando en la mañana de San Juan tras una noche mágica llena de ritos ancestrales; en Egino, esa misma mañana se recogían los eguzkilores silvestres, planta protectora y símbolo solar por excelencia, que se colocaría en las puertas de las casas, con el fin de prevenir el hogar de las brujas.
En Urbina era tradición en la noche de San Juan, pasar por un roble hendido a un herniado para su curación, había que contar para ello con dos hermanos seguidos e hijos de la misma madre. Los hermanos llevarían a cabo el rito de pasar al herniado por una hendidura practicada en el árbol, que representaba la hernia. Uno de ellos debía pasar al enfermo al otro, diciendo “eutsi anaiye” y el otro lo debía recoger, respondiendo “ekatzu anaiye”. Se realizaba esta acción tres veces, se cerraba la hendidura atándola con una cuerda, si el árbol se mantiene vivo, el enfermo sanará, de lo contrario no lo hará.
Santuario de Santa María del Yermo.
En cuanto a las fechas navideñas, existía una hermosa costumbre que hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra cultura ancestral, se trata del tronco de Navidad o Gabonzuio. Era este un madero que ardía en el fuego del hogar durante estas fechas especiales y que adquiría diferentes propiedades mágicas, se utilizaba posteriormente durante las tormentas, o se esparcían sus cenizas en los establos, huertas y tierras como protector del ganado durante el invierno. En muchas ocasiones se ha llegado a personificar este tronco con la propia figura del Olentzero, tomando incluso el mismo nombre como sucede en Legutio, donde se conoce a ambos con el nombre de Kalerre. Así en Laudio ardía hasta la llegada de la Nochevieja, en Agurain se le conocía con el nombre de Porrondoko.
Las aguas mágicas tienen una especial importancia en la cultura tradicional, son muchos los ritos que se deben realizar en diferentes lugares para conseguir la protección de las aguas, sucede así en el Santuario de Santa María del Yermo y San Antonio en Laudio. Era tradición en este precioso conjunto religioso, coger agua con la boca de la fuente que hay en la ermita de Santa Lucia o en la que mana bajo el humilladero de San Antonio. Con ella en la boca, los fieles se acercaban a la oquedad que hay en el mismo humilladero, y que según la tradición es una huella de la Virgen, y allí la depositaban, quien esto hacía, quedaría libre del dolor de muelas.
El hacha es un elemento que adquiere también propiedades protectoras en caso de tormenta, quizás sea una creencia heredada de tiempos remotos en las que el hacha se fabricaba con sílex, lo cierto es que en varias localidades se utilizaba para prevenir la caída del rayo colocándola en la puerta de la casa con el filo hacía arriba. Sucede esto en Ayala, en Gasteiz o en Navarrete.
En fechas navideñas existía una hermosa costumbre que hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra cultura ancestral, se trata del tronco de Navidad.
Una curiosa creencia es la que nos habla del oneztarri. Este es el nombre con el que se conoce al rayo en euskera, “Oneztu” (relámpago) y “arri” (piedra), esta terminación nos habla de una vieja creencia europea, que también tuvo su lugar en el territorio alavés, en localidades cono Laudio o Apodaka. Es creencia que el rayo es una piedra arrojada por una nube de tempestad, puede ser, según el lugar geográfico, un sílex o un hacha de piedra, bronce o acero. Al caer a tierra, penetra en la misma siete estadios, cada año sube un estadio hasta alcanzar la superficie terrestre, cuando esto ocurre, la piedra adquiere propiedades protectoras contra el rayo.
Se han usado diferentes elementos protectores como los dientes de erizo, usados en Laudio, como amuleto para facilitar la dentición de los niños, o las campanillas de plata para protegerse de Adur en Laguardia. En Aprikano se acostumbraba a colocar patas de águila en la puerta de la casa como preventivo contra las sorginas y malos espíritus.
También las bayas de enebro se han usado para la curación de verrugas, con la creencia de que enterrando las mismas mientras se recitaba una oración, se secaban las verrugas, a medida que lo hacían las bayas, como sucedía en Laudio o Ubarrundia.
En Saseta, se creía que las almas en pena salían el día de Difuntos a las doce de la noche.
En Saseta, se creía que las almas en pena salían el día de Difuntos a las doce de la noche, y daban doce vueltas alrededor del cementerio e iban al cielo. En Galarreta se pensaba que no era conveniente dar tres vueltas alrededor del cementerio pues podíamos encontrarnos con algún cadáver o luz aterradora, apariciones motivadas por la petición de los difuntos de cumplimiento de promesas, o para encargar misas en Todos los Santos.
Vinculado a este tema de dar vueltas a determinados lugares, encontramos la tradición que tiene lugar en la ermita de San Vitor, en Iruraiz Gauna. Era costumbre dar tres vueltas alrededor del templo, mientras se rezaba, a cada vuelta se cojía una piedra que guardadas en la mesilla de noche protegían del dolor de cabeza. Y es que en esta ermita se conserva, según la tradición, el cráneo del santo en un relicario de plata, se bebe agua en el mismo, para curar el dolor de cabeza y las enfermedades nerviosas.
En Agurain se conserva un interesante ejemplo de carnaval tradicional vasco, tiene como personaje principal a Markitos, que es quemado en público tras permanecer empalado junto a la iglesia, y realizar un juicio en su contra, carnaval cargado de símbolos que hunden sus raíces en lo más profundo de nuestras creencias.
En el pueblo de Laño, en Treviño, un sacerdote acostumbraba a conjurar las tormentas cuando se aproximaban. Lo hacía desde la conocida como “piedra de los Santos”, ubicada en las Gobas del sector de Santorkaria de la localidad.
Era creencia que la tierra y determinados pueblos crecían, así en Agurain, los más ancianos de la localidad, aseguraban que antiguamente no se acertaban a ver los campanarios de los pueblos colindantes, y ahora si se podían ver. En Aretxabaleta y Gardelegi, poblaciones de la Cuadrilla de Vitoria, se aseguraba que la corteza terrestre se iba levantando poco a poco.
Las nubes tormentosas surgen del lago de Arreo, en Caicedo de Yuso, que después precipitarán granizo y pedrisco.
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