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Un paseo por el valle de Erro

Amaia CUENDE

Amanece. El cielo soleado de primavera nos invita a una pequeña excursión, una escapada que nos lleva a conocer nuestro entorno más cercano.

Os proponemos un paseo por el valle de Erro, donde nos encontramos, entre otras cosas, con tres interesantes templos en los municipios de Aintzioa, Ardaitz y Espinal respectivamente. La Enciclopedia Auñamendi nos adelanta una presentación de todos ellos.

Iniciamos el recorrido en el pueblo más meridional del valle, Ardaitz. Junto a los restos medievales destaca también la iglesia de San Pedro, un templo protogótico de comienzos del siglo XIII al que, más tarde se le añadieron la sacristía y la capilla (siglo XVI), reparándose la cubierta en el siglo XVII. El resultado final es un edificio heterogéneo en el que se aprecian elementos de distintos periodos y estilos artísticos.

parroquia de San Bartolomé

Antigua parroquia de San Bartolomé de Espinal fue reformada en el siglo XVII.

Tras pasear por las calles de Ardaitz nos dirigimos hacia nuestro próximo destino, Aintzioa, localidad de la que nos separan escasos 9 km. Situado a 1.008 metros de altitud, es el pueblo más alto del valle. Su iglesia de San Esteban fue construida a comienzos del siglo XIII y pertenece al estilo protogótico, es decir, un templo que no es ni plenamente románico ni plenamente gótico. Destacan también otros elementos barrocos como el retablo mayor o la cruz parroquial. Callejeamos entre sus casas encaladas y partimos rumbo a Aurizberri. 16 kilómetros de sinuosa carretera para llegar al pueblo más grande del valle. En él se concentra un tercio de la población total.

Paseando por sus calles podemos apreciar la belleza de sus viviendas y edificios. Destaca entre ellos la iglesia de San Bartolomé, construida en 1961 por los arquitectos Cándido Ayestarán y Javier Esparza. El templo original fue levantado mucho antes y reformado ya en el siglo XVII. Sin embargo, en 1881 sufrió un incendio. Espinal es lugar de paso para los peregrinos que se dirigen a Santiago. Fue también lugar de descanso para el escritor Ernest Hemingway, quien aprovechaba su estancia para pescar truchas en el río Irati.

Y aquí termina el día y nuestra ruta. Cae ya la noche. Un atardecer que invita al descanso antes de continuar descubriendo nuestro entorno. ¡Que lo disfrutéis!

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