Juan Carlos MELERO, EDEX
La sociedad puede hacer (y lo hace) que algunas elecciones sean más improbables que otras, pero no puede privar a los humanos de la libertad de elegir. |
La educación en habilidades para la vida desde las primeras etapas evolutivas es una de las iniciativas promovidas por organismos internacionales como la OMS desde 1993, así como por otras agencias multilaterales (UNICEF, 2004).
Humanas y humanos estamos sometidos a un sinfín de azares que dan cuenta, en parte, de los derroteros de nuestra vida. El azar de nacer con una determinada carga genética que desplegará una serie de peculiaridades físicas y quizás también emocionales. El azar de vivir en unas determinadas circunstancias sociales (los “determinantes sociales de la salud” de los que habla la Organización Mundial de la Salud, OMS) que condicionarán nuestros procesos de socialización. El azar, en fin, de venir al mundo en un contexto relacional de apego o, por el contrario, de distancia emocional. Factores genéticos, sociales, emocionales que van fraguando nuestra identidad. Pero, como escribió Sartre (1952): “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que nosotros hacemos de nosotros mismos con eso que han hecho de nosotros”. Casi un trabalenguas con el que proclama la libertad para decidir acerca del modo en que se quiere vivir, así como la capacidad para sobreponerse a la adversidad. Con una mala dotación genética, viviendo en condiciones de desventaja social y/o socializándose en un entorno emocional precario, el horizonte vital puede verse seriamente restringido. Pero aun en tales circunstancias hay siempre espacio para construir un proyecto de vida personal. En unas u otras situaciones, las llamadas “habilidades para la vida” son herramientas personales que pueden favorecer que una persona asuma las riendas de su destino. Por el contrario, su ausencia puede dejar a una persona en manos del azar que, en cierta medida, nos gobierna.
La educación en habilidades para la vida desde las primeras etapas evolutivas es una de las iniciativas promovidas por organismos internacionales como la OMS desde 1993, así como por otras agencias multilaterales (UNICEF, 2004). En Life Skills Education in Schools, la OMS (WHO, 1993) define así estas habilidades: “aquellas aptitudes necesarias para tener un comportamiento adecuado y positivo, que nos permiten enfrentar eficazmente las exigencias y retos de la vida diaria”. Habilidades que pueden organizarse en tres bloques:
Las diez habilidades para la vida promovidas desde 1993 por la OMS son las siguientes:
Cuando hablamos de habilidades para la vida hacemos referencia a un repertorio de destrezas psicosociales vinculadas tanto con el funcionamiento íntimo de cada persona como con su competencia relacional y su inclusión social.
El modelo de educación en habilidades para la vida pone de manifiesto la necesidad de desarrollar en cada persona una panoplia de destrezas que la capaciten para socializarse de manera no problemática en los diversos entornos de los que forma parte, encontrando en sí misma y en la relación con las demás personas fórmulas susceptibles de favorecer la autonomía, el bienestar y la inclusión social. Es lo que conocemos como resiliencia (Munist, M. et al, 1998), esa metafórica “armadura” personal con cuya vestimenta una persona puede desarrollar su vida con mayores satisfacciones y menores riesgos, revirtiendo procesos que, sin tales recursos psicosociales, podrían amenazar su bienestar y su inclusión social.
Por otra parte, el manejo efectivo de estas habilidades favorece en las personas actitudes proactivas hacia el cambio social positivo, en la medida en que no se trata de habilidades que agotan sus posibilidades en la “mismidad” del sujeto, sino que, por el contrario, están estrechamente relacionadas con la dimensión social constitutiva del ser humano. Son, por lo tanto, el núcleo del potencial relacional a partir del cual pueden conformarse redes y alianzas entre personas para mejorar las condiciones sociales que subyacen al malestar personal y colectivo.
En definitiva, cuando hablamos de habilidades para la vida hacemos referencia a un repertorio de destrezas psicosociales vinculadas tanto con el funcionamiento íntimo de cada persona como con su competencia relacional y su inclusión social. De la integración equilibrada de estas habilidades cabe esperar resultados positivos para la capacidad de las personas, y los grupos de los que forman parte, de gestionar adecuadamente su vida, incidiendo positivamente sobre las influencias sociales que la condicionan.
Sobre este modelo, así como sobre las propuestas que dinamizamos para su desarrollo en los campos de la educación para la salud, la cultura ciudadana y la prevención del abuso de drogas, puede verse más información en: http://habilidadesparalavida.net/
Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Madrid: Kairós.
Goleman, D. (2006). Inteligencia social. La nueva ciencia de las relaciones sociales. Madrid: Kairós.
Mantilla, L. y Chahín, I.D. (2006). Habilidades para la vida. Manual para aprenderlas y enseñarlas. Bilbao: EDEX.
Munist, M., Santos, H., et al (1998). Manual de identificación y promoción de la resiliencia en niños y adolescentes. Washington, DC: OPS.
OMS (2009). Subsanar las desigualdades en una generación. Alcanzar la equidad sanitaria actuando sobre los determinantes sociales de la salud. Ginebra: OMS.
Sartre, J.P. (1952). Saint Genet, comédian et martyr. París: Gallimard.
UNICEF (2004). Life Skills-Based Education for Drug Prevention: Training Manual. New York.
WHO (1993). Life Skills Education in Schools. Geneva: WHO.
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