Diego Joaquín Ibarbia
Nosotros creamos el Comité Pro Inmigración Vasca en Argentina
* Original en euskera
Gonzalo Auza

El canto en euskera de su madre repercutía en su alma. Así explica Diego Joaquín Ibarbia los orígenes de su sentimiento vasquista.

Varias décadas después de esos años en los que hacía pucheros cuando su madre cantaba, este bonaerense fue quien ideó y llevó adelante la creación del Comité Pro Inmigración Vasca, que en los años '40 -en lo que podría haber sido la fase inicial de un plan más ambicioso de recepción de inmigrantes- ayudó a rescatar a los exiliados para que ingresaran a la Argentina.

Hijo de Diego Ibarbia y Francisca "Panchita" Olariaga, nació en General Guido, provincia de Buenos Aires, en 1906, en el seno de un familia de clara raigambre vasca; y a lo largo de sus 96 años intervino en variados campos de actividad social. Casó con Dora Marín con la cual tuvo siete hijos, trece nietos; y cuatro bisnietos. Se recibió de ingeniero agrónomo a los veinte años y a los cuarenta concluyó también la carrera de derecho.

 
D.J Ibarbia con su madre y una hermana.

La dedicación a sus propiedades agrarias no le impidió ser dirigente de la Sociedad Rural Argentina -la institución agraria de más peso-, funcionario público y docente. Fue designado miembro de la Academia Nacional de Agronomia y Veterinaria y de la de Ciencias Morales y Políticas. Y tuvo una destacada actuación como Director del Instituto de Colonización de la Provincia de Buenos Aires: durante su gestión se fundaron dieciséis colonias que abarcaron 131.000 hectáreas.

Dentro de las instituciones vasco-argentinas fue presidente del Instituto Americano de Estudios Vascos en tres períodos, además es miembro honorario del Centro Vasco Laurak Bat y fundador de la Fundación Vasco Argentina Juan de Garay.

Ibarbia representa un tipo humano que ya no abunda. Encarnó la entrega solidaria sin pedir nada a cambio; y puede ser visto como un signo vivo del humanismo de otros tiempos. Frente a un mundo que ya casi no comprende el significado de la solidaridad gratuita entre los pueblos, Ibarbia puede vivir para contarlo. En ese sentido, es exponente de un período histórico distinto del actual: aquel en que los países podían ir en auxilio de los pueblos sin condiciones financieras, como hizo Argentina con Euskadi y con España.

El recuerdo de una gesta de la colectividad vasco-argentina

Lo encontramos a Diego Ibarbia a media mañana en su departamento del barrio de Palermo, en una de las zonas más elegantemente europeas de Buenos Aires. Para atendernos interrumpe la lectura del diario La Nación, una de las rutinas que lo mantienen en actividad. A los 96 años conserva una salud envidiable: periódicamente se da el gusto de viajar al campo y, aunque lo pone en duda, conserva en su memoria la vitalidad de los hechos ocurridos hace más de sesenta años.

Sin problemas pasa inmediatamente de la actualidad a la historia para contar los pormenores de su actuación durante los años '40; con el gesto propio de quienes están de vuelta de la vida, más allá de las cosas menores.

Rememora la acción del Comité y, un poco entre líneas, deja entrever el pesar por algunos sucesos que la pueden haber empañado. Por momentos se emociona y la evocación de lo vasco le toca la fibra más íntima, como cuando nombra a su madre -"que cantaba en euskera como las madres, no como las ángeles"- y que le transmitió el amor a esta cultura.

- ¿Cómo fue el nacimiento del Comité?
Bueno, eso no nació por generación espontánea. En aquella época yo era Secretario del Instituto de Colonización de la Provincia de Buenos Aires. En aquel tiempo ocurrió que un grupo de holandeses, que integraban una colonia importante en Tres Arroyos ("La Federal", en la estación Barrow), se interesaron por sus connacionales que en aquel momento estaban siendo expulsados de Indonesia. Yo pensé que si los holandeses eran capaces de hacer una gestión de tal magnitud, los vascos, que eran una colectividad muy importante y poderosa en Argentina, podían hacer algo por sus hermanos en desgracia. Con ese motivo reuní un grupo de amigos en la Sociedad Rural Argentina, de la que yo era vocal. Y tomamos la iniciativa de crear el Comité Pro Inmigración Vasca. El objetivo era intentar resolver o mejorar la situación de los exiliados vascos a causa de la guerra civil española. Naturalmente se encontraron algunas dificultades, pero la colectividad superó ampliamente estos inconvenientes y obtuvo un decreto del Presidente Ortiz por el cual con el sólo aval del Comité Pro Inmigración Vasca los vascos indocumentados, que eran muchos, dispersos por el mundo, podían entrar a la República libremente.

- Es decir que el gestor de la idea del Comité fue usted
Bueno, la idea la tomé de la acción que estaban desarrollando los holandeses. Encontré un eco muy propicio porque en este país hay una proporción muy importante de vascos y de descendientes de vascos. Además, conté con el apoyo de las instituciones más importantes de Buenos Aires: había representantes del Centro Vasco Laurak Bat, de Euskal Echea y, fundamentalmente, conté con el concurso de la Sociedad Rural Argentina -de la que en ese momento era presidente Adolfo Bioy, que no era vasco sino bearnés y simpatizante de la causa vasca, como su cuñado Miguel Casares, mi supervisor en el Instituto de Colonización-.

- Usted en ese momento era muy joven...
Tenía 34 años, no eran tan joven. Los demás sí eran mayores. Efectivamente yo sentía que me veían como al niño díscolo que les traía problemas.

- ¿Y qué conocimientos tenía de la situación de los exiliados?
Yo había estado un año en Euskadi, así que conocía bien a los actores de este proceso. Estuve en 1927; y mis sentimientos plasmaron en el año 1940.

- La situación política era delicada ¿había comunión de ideas en el Comité?
Yo me cuidé muy bien de no embarcar al Comité en ninguna de las tendencias que se había puesto de manifiesto en Euskadi. Y aquí conseguí el apoyo de gente de distintas extracciones políticas: había radicales, había conservadores, y hasta había socialistas que apoyaron esta gestión

- Me imagino que la embajada española habrá manifestado resistencias
No teníamos un enfrentamiento con la embajada española, pero sabíamos que la embajada hacía gestiones para que se derogara este decreto. Mientras los presidentes fueron Ortiz y Castillo no consiguieron nada, pero al subir Perón obtuvieron la derogación.

- ¿Y ustedes no hicieron gestiones con Perón para evitar la anulación?
Esa anulación fue un hecho inesperado. Nosotros no sabíamos el curso que tenía la gestión de la embajada. Perón evidentemente simpatizaba con Franco; y lo que hizo fue seguramente responder a un pedido suyo y anular los decretos. Esto no tuvo ningún efecto desde el punto de vista práctico porque ya para entonces todos los vascos de la diáspora habían encontrado su destino.

- Además de obtener la entrada al país de los exiliados, ¿ustedes les daban apoyo para que se pudieran establecer?
En la medida que podíamos los orientábamos, pero le advierto que la inmensa mayoría se orientó por sí sólo. Una de las virtudes de este pueblo es su fuerte individualismo y no necesitaron la ayuda de ningún estado, sino que acá no les faltaron parientes, amigos, que apoyaron su presencia en Argentina. Yo he ido a algunos lugares del país y me he encontrado con gente que me dijo "gracias a usted estoy acá". El primer sorprendido era yo porque mucha de esa gente entró con el apoyo del Comité y luego se orientó por sí misma.

- ¿Sabe a cuánta gente lograron ayudar?
Es difícil establecer la cantidad. Yo estimo que habrán entrado unas 3.000 familias. En el libro [Homenaje al Comité Pro Inmigración Vasca] se dice que fueron unos 1.500 pero hay muchos que no pasaron por el control del Comité.

- Habría que saber cuántos fueron los oficialmente ingresados con asistencia del Comité ¿Entre los papeles del Instituto de Colonización estará el archivo del Comité?
Debería estar, pero no se dónde se encuentra. El presidente del Instituto era el Ingeniero Miguel Casares y él facilitó en toda forma el funcionamiento de este organismo, en realidad paralelo al Instituto. Nosotros teníamos una oficina en la calle San Martín al 400. Era una oficina modesta. Yo pagaba el alquiler y puse a un empleado del Instituto de Colonización -Oscar Rivas Nogueira- al servicio del Comité.

- ¿Cómo era la relación con las instituciones vascas?
La relación personal mía fue siempre cordial. Tuve algunas dificultades con la Delegación del Gobierno Vasco; porque nosotros por nuestra intervención no cobrábamos nada, en cambio la Delegación -que presidía Aldasoro- seguía la tarea y a todos los que recurrían a ella les cobraban lo que podían pagar. A mí eso me chocó mucho porque nosotros lo habíamos hecho todo gratuitamente, sin cobrar nada a nadie. Yo me enteré con sorpresa que en una fiesta que hubo en Tandil habían patrocinado una colecta y dijeron "para el Comité Pro Inmigración Vasca" y no era cierto: era para la Delegación. A mí me molestó mucho que usaran el prestigio que tenía el Comité. Tuve una discusión muy fuerte con Aldasoro por estas circunstancias que estuvo a punto de terminar en una gresca. Después he comprendido esto... ellos en realidad llegaron acá sin un peso y no tenían para vivir. Era un estado de necesidad.

- Usted dijo en un discurso durante un homenaje al Presidente Ortiz que el Comité debía ser un ensayo para un plan más ambicioso...
Siempre albergué la esperanza de mantener una relación regular con el gobierno vasco. En ese sentido le confieso que al intervenir de una manera tan perniciosa la Delegación, que confundía su acción con la nuestra, mi entusiasmo se enfrió. Desde ese momento me aparté con gran disgusto de la acción que hasta ese momento había tenido en el Comité. Fue lamentable, porque al final los que perdieron fueron los vascos. Lamento que todo esto se haya dilapidado. Pude haber hecho una organización permanente al servicio de la inmigración vasca...

- ¿Y cómo era el clima social en Argentina en relación con esa inmigración?
Toda la prensa se expidió favorablemente. Salvo algunos casos puntuales de periódicos de otras colectividades como gallegos o catalanes que lógicamente bregaban por condiciones iguales para sus connacionales.

- ¿Cómo lo recuerda al Presidente Ortiz?
Fue totalmente solidario con nuestra gestión. Lo visitamos varias veces en la Casa de Gobierno y yo acompañé a la comisión. También en su casa particular por problemas del Instituto de Colonización, acompañando a Casares. Ya no veía. Fue muy penoso. Siempre se mantuvo completamente propicio para favorecer a los exiliados en desgracia. Era descendiente de vascos igual que su mujer.

- ¿Recuerda la llegada del primer barco?
Lo que recuerdo muy bien es el viaje del Formosa... un viaje de un año... Al llegar fueron recibidos por el presidente del Comité, José Urbano Aguirre, que tenía una quinta cerca de Tigre e hicimos un asado al que asistieron todos. Me emocioné porque resulta que estos vascos cantaban canciones vascas con música brasilera y canciones brasileras con música vasca. Habían permanecido durante un año en el barco, lógicamente habían tocado todos los puertos brasileros y habían recogido la música carioca. Realmente fue emocionante asistir a ese espectáculo de gente que venía del extremo de la desesperación y podía sobreponerse a la desgracia y cantar...

- ¿Antes de la conformación del Comité participaba de la vida de la colectividad vasca?
Tengo que remontarme a una acción muy eficiente de mi madre. Mi madre era argentina, al nacer perdió su madre y el abuelo Francisco Olariaga llevó a su hija a Bizkaia y allá los parientes la colocaron en un colegio en Betharram, en Francia. Entonces, naturalmente, mi madre me transmitió ese sentimiento. Además, cantaba en euskera como las madres, no como los ángeles... Yo realmente lo sentía. Lo sentía en el alma. La leyenda familiar asegura que yo en la cuna hacía pucheros cuando mamá cantaba las canciones de cuna vascas. También recuerdo que, colgado de sus faldas, yo insistía: "canta mamá, canta mamá". Mi madre una vez me dijo que yo era argentino con boina vasca. Y era así.


Gonzalo J. Auza, gonzalo@juandegaray.org.ar
http://www.juandegaray.org.ar/fvajg/docs/Gonzalo_J_Auza
Fotografías del Autor

Euskonews & Media 205. zbk (2003 / 03-28 / 04-04)

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