Esteban OLAIZOLA
Itzulpena euskaraz
Las relaciones mantenidas antaño entre los sectores de bajura de todo el Cantábrico con los vecinos de Iparralde y Francia eran cordiales y fluidas debido a la coincidencia de pesquerías con los mismos tipos selectivos de métodos de pesca.
Estas relaciones se manifestaban en las reuniones anteriores a los inicios de costeras así como a su finalización. En ellas se fijaban acuerdos para el sostenimiento de los precios dirigidos a topes de captura por embarcación, fechas de campaña, etc. A la finalización de las mismas nos reuníamos para valorar las costeras en cuanto a capturas, rentabilidades, etc.
De estas reuniones salían propuestas que cada región reivindicaba a su gobierno. A menudo, estas proposiciones perseguían mantener los sistemas selectivos de pesca. Por ejemplo, la petición de los sectores de ambos lados del Cantábrico solicitando la prohibición de pescar túnidos de cualquier otra forma que no fuera la que había faenado la flota a lo largo de cientos de años: modalidad del anzuelo en sus variantes de “curricán y cacea”.
Esta petición, reivindicada desde Hondarribia hasta Bayona (Galicia) y desde Hendaia hasta Bretaña, fue apoyada en aquel entonces por la mayoría de la industria conservera de todos estos territorios. Es fácil de entender que este apoyo desde la industria conservera se debe al aporte sostenido de túnidos de gran calidad que estos sistemas de pesca habían garantizado durante muchísimos años, confiando en los mismos hacia el futuro.
La imposición de las 200 millas en el año 1976, por parte del estado Francés y firmado por el Gobierno Español, marcan el primer punto de fricción entre las flotas de ambos lados.
Lo llamamos imposición porque se traslada una medida creada para prospecciones de petróleo a la operativa de la pesca sin consultar al sector de ninguna manera, y provoca la limitación de faenar en un 60 % de los caladeros habituales de nuestras flotas.
Desgraciadamente, seguido a esto surge una flota con distintos métodos de pesca, “arrastre pelágico” y volantas. Métodos muy eficaces que inmediatamente pasan a ser dañinos debido a su nula selectividad, convirtiéndose en artes despilfarradoras de recursos ya que la mortalidad entre especies no dirigidas es superior al 40 % en todos los casos y mayor en algunos. Sirva como ejemplo que en el inicio de estas artes no creadas para la pesca de especies pelágicas ( antxoa, túnidos, verdel, etc.), al haber agotado en escaso margen de tiempo recursos como la dorada gris, el besugo, la merluza, el lenguado, la lubina, etc. , pasan a basar su rentabilidad en unas pesquerías a las que jamás hubieran pensado dirigirse.
El inicio de la pesquería de estas especies por parte de esta nueva flota provoca de inmediato situaciones de incompatibilidad en la mar.
Con el fin de regular de alguna manera esta interactividad de artes en la mar, surge en 1992 el primer acuerdo llamado de “Arcachon”, orientado a marcar unas pautas de funcionamiento en la coexistencia de ambas flotas.
Este acuerdo, firmado por los gobiernos de Francia y España con una vigencia de 10 años, se basaba en dos puntos principales: El Estado Español cedía a Francia 6.000.000,- de Kg., de su cuota de 32.000.000,- de Kg; y la flota pelágica (no así la de cerco) no faenaba a esta pesquería entre el 20 de marzo y el 31 de mayo de cada año. Hay que entender que la cuota se fija por proporcionalidad, en cuanto a capturas históricas de las flotas, por lo que la francesa no tenía mucha historia que aportar. Por otra parte, a los problemas añadidos de faena en la mar entre ambas flotas, se unía el de la llegada a los mercados en las mismas fechas de antxoa pelágica, hecho que imposibilitaba la regulación de precios en los mercados.
Aunque estos acuerdos no satisficieron a las flotas al 100%, ambas partes los aceptaron y firmaron.
Desde el año 1992 a 1994, una parte de la flota francesa incumple reiteradamente la prohibición del acuerdo en cuanto a faenar en las fechas de nuestra campaña (20-03 a 31-05), esta ilegalidad es denunciada reiteradamente por nuestra parte, tanto a Madrid, como a París y Bruselas, nadie impide a esta flota el seguir faenando. Lo hacen delante de la marina de guerra francesa.
La situación empeora debido a las entradas ilegales de antxoa a nuestros mercados de esta pesquería no permitida (ventas ilegales, camiones a comisión etc,.).
En la primavera del 2004, después de denunciar por todos los medios el nuevo incumplimiento, la flota guipuzcoana decide advertir en la mar a la flota pelágica francesa. Esto provoca un abordaje por parte de las embarcaciones de acero francesas a una embarcación de madera guipuzcoana. La gota que colmó el vaso, se produce entonces una gran concentración de barcos de acero guipuzcoanos que repelen la agresión y como consecuencia de todo ello siete barcos de Gipuzkoa están juzgados y condenados con penas de prisión y multas económicas en la actualidad.
En cuanto a la pesquería de los túnidos, después de una gran lucha en todos los campos se consiguió su prohibición para las volantas, también llamadas cortinas de la muerte, pero mucho nos tememos la imposibilidad de perdurar a medio plazo en esta pesquería si no conseguimos la prohibición del arrastre pelágico dirigido al bonito y al atún.
En fin y como resumen, las relaciones fueron buenas mientras los métodos de pesca fueron selectivos por parte de todas las flotas, destrozándose este entendimiento cuando la flota selectiva y el stock son amenazados en su pervivencia por la flota industrial de empresas que quieren rentabilizar sus inversiones en pocos años.
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