Sagrario Aleman (Etxaleku, 1952)
Estudió farmacia, al principio en Pamplona y luego en Madrid, en la
Complutense. Sin embargo, nunca ha ejercido como farmacéutica.
Mientras estudiaba la carrera empezó a dar clases de euskera y desde
entonces esa ha sido su ocupación principal. Empezó en 1972
en Pamplona, durante un par de años, con adultos y con los niños
pequeños de los centros. Siguió enseñando euskera en
Madrid. Estaba allí cuando murió Franco.
Volvió al País Vasco y se dedicó de lleno a la enseñanza.
En 1978 estuvo en la Ribera y en 1979 en Sakana. En 1981 volvió a empezar
en el euskaltegi Arturo Campion.
En 1989 se dio la separación entre los euskaltegis que estaban en AEK.
Pos este motivo, varios euskaltegis de Navarra y Álava crearon IKA
(Ikas y Ari). En la actualidad es la responsable del euskaltegi Arturo Campion
y es allí donde da clases.
También ha entrado en política: fue concejal de Pamplona a partir
de 1982, en el segundo mandato de Balduz. En 1986, se presentó al parlamento
de Navarra.
La nombraron ayudante de Euskaltzaindia en 2006 y entró como miembro
de la misma en 2008. Además es miembro de la Comisión Asesora
de Euskera del Gobierno Vasco.
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El pasado 31 de mayo, en su pueblo natal, Etxaleku, en Imotz, la nombraron oficialmente miembro de Euskaltzaindia. Sagrario Aleman está muy entregada a la enseñanza del euskera, a la alfabetización y euskaldunización de adultos. En los últimos 30 años, miles de alumnos han pasado por el euskaltegi Arturo Campion, que se encuentra en pleno centro de Pamplona, y muchos de ellos viven en euskera en la actualidad. Para Aleman ha sido una atalaya inmejorable para observar la evolución del euskera y la cultura vasca en Navarra.
La acaban de nombrar miembro de Euskaltzaindia. Es un gran honor, pero aparte de eso, ¿el cargo le crea responsabilidades?
Sí, claro. Al fin y al cabo los que me han propuesto lo han hecho por algo, creen que puedo hacer algo. Por ese lado te preocupa un poco, si responderás, si cumplirás con lo que esperaban quienes te propusieron. Está claro que cuando se acepta algo hay que hacerlo lo mejor posible dentro de las capacidades de cada uno.
En su opinión, ¿qué puede aportar a Euskaltzaindia?
Por un lado, hace falta esa globalidad del País Vasco y, desde ese punto de vista, tengo la perspectiva de los que vivimos en el mundo vasco en Navarra, soy una más en ese aspecto. Por otro lado, lo que yo conozco es el movimiento de euskaldunizacion de adultos, y por ahí también puedo aportar algo. Euskaltzaindia tiene dos secciones principales, Iker y Jagon. Me veo más en Jagon porque he estado más metida en temas relacionados con la situación del euskera y no tanto en temas como la gramática o la confección de diccionarios.
En los últimos años la Academia se ha rejuvenecido y además han entrado en ella varios miembros que no provenían del mundo académico. En su opinión, ¿eso favorece a Euskaltzaindia?
Yo creo que sí, hacen falta puntos de vista diferentes. Todos son necesarios y además es peligroso mirar solo en una dirección. Por eso hace falta gente que trabaje en las distintas áreas de la actividad cultural vasca. Al fin y al cabo, queremos que el euskera esté presente en todos los ámbitos y fortalecer la propia lengua. Lo de la juventud no sé si es cierto; a lo mejor lo que ocurre es gente que hace unos años era más joven y que ya tiene una edad está entrando ahora en Euskaltzaindia, porque se necesita algo de experiencia. Hay otro cambio; antes eran 24 miembros, ahora 30, lo que también ha provocado cambios en la estructura interna y en los proyectos.
En su opinión, ¿cuáles tendrían que ser las prioridades o tareas principales de Euskaltzaindia?
Como ya he mencionado antes, en Euskaltzaindia hay dos secciones principales y creo que hay que trabajar en ambas. En torno al euskera batua, había mucho trabajo que hacer en el tema de la estandarización, trabajo que estaba pendiente. Se ha dado el primer paso, el más importante, y se ha volcado un gran esfuerzo en conseguirlo durante estos últimos años; todavía hay que seguir con ello, porque no tenemos el euskera del todo normalizado, estandarizado. Además, creo que también deberíamos mirar a la viveza del euskera, también tenemos que esforzarnos en eso. Eso no se puede dejar de lado de ninguna manera, pero quizá ahora haya otras cuestiones de mayor peso.
Hace unos meses que se han dado a conocer los resultados de la Encuesta Sociolingüística del País Vasco. ¿Qué le parecen los datos recabados?
La verdad es que aún no los he examinado a fondo, pero se ve claramente que hay diferencias entre las tres comunidades administrativas; saltan a la vista. Ese resultado distinto se debe el desarrollo de las leyes que hay o que no hay, pero no sólo eso, tendríamos que ver si el avance de cada entorno ha sido homogéneo. No son sólo las leyes, también hay razones demográficas, sociolingüísticas, hay muchos factores y causas. Las leyes y el marco jurídico son importantes, claro; pero hay otros muchos factores.
Los datos muestran claroscuros. ¿En Navarra qué predomina, la luz o la oscuridad?
Como en todo, depende de a qué nos referimos, en qué momento… en muchas ocasiones he oído decir a gente de mi edad o algo más mayor: “Yo no sé euskera, pero mis nietos sí que saben”. Si lo miramos desde ese punto de vista, ha habido un avance, y hay mucha gente así en Pamplona. Lo dicen con agrado, de alguna manera ven que en cien años aquí se hablará en euskera, les parece que vamos por el buen camino.
Pero igualmente podemos mirarlo desde otra perspectiva. Muchos de nosotros vivíamos casi únicamente en euskera en nuestra infancia y hoy veo pocos niños en Navarra que vivan sólo en euskera: porque en casa no saben, porque muchos juegos son en castellano, porque han llegado la televisión y las nuevas tecnologías...
Por otro lado, en la enseñanza el modelo D subió poco a poco; el modelo A estaba desapareciendo pero ahora de nuevo está tomando fuerza. Ahora nos quieren meter otro modelo y hay que pensar que podría perjudicar al modelo D y al estudio del euskera.
Si lo miramos desde el punto de vista del prestigio, en nuestra infancia se menospreciaba el euskera. Después el euskera ganó algo de prestigio, en un momento se pensó que era necesario y creo que en eso también hemos retrocedido. Por otra parte, los que están en contra del euskera, no sé si son más, pero hacen más ruido.
Entonces, en efecto, hay factores a favor y en contra en cuanto a la actitud, el conocimiento y el uso, depende de hacia dónde miremos... Además, esos factores siempre están en movimiento.
Sin embargo, creo que en general vamos hacia delante, pero muy despacio, y el euskera no está en absoluto en situación que invite a la tranquilidad, de ninguna manera, el peligro de perder el euskera sigue vivo.
¿El mayor enemigo de la euskaldunización de adultos es pensar que el euskera es una labor de las siguientes generaciones?
En una época no se decía: “Les enseñaré a mis hijos pero yo no aprenderé”. Se oía menos. Luego, según se reforzaba el modelo D en los colegios, muchos se plantearon que los hijos aprenderían y que ellos no tenían que aprender: “Ellos lo salvarán”. Pero esos niños y jóvenes viven en la sociedad y repiten lo que hacen sus predecesores; si sus predecesores hablan en castellano y ellos viven allí, también hablarán en castellano.
Muchas veces nos quejamos de que los jóvenes hablan en castellano, pero siguen el ejemplo que les damos los adultos, y por esa parte es normal, al fin y al cabo son parte de la sociedad. Digo “normal”, no lo que deseamos ni lo que necesitamos, pero si no se le da más importancia a la euskaldunización de los adultos, no será fácil.
¿Ha cambiado mucho la tipología o la motivación de los alumnos de los euskaltegis en estos últimos 25-30 años?
No creo que en Navarra haya cambiado mucho la motivación. La motivación principal es afectiva, identitaria: porque en su entorno hay algún euskaldun, para reivindicar o decir que son de aquí o porque es la lengua de aquí; esas son las principales.
De todas formas, no hay una única motivación, influyen muchos factores. Una persona puede estar a favor del euskera, pero para animarse a estudiar el deseo de hacerlo tiene que venir de más de un sitio, hay que encenderlo. Por ese lado no ha cambiado mucho, no sé hasta qué punto es una necesidad, muchos alumnos dicen “puede que me venga bien”, pero no se apoyan en eso principalmente. En los últimos años ha habido un pequeño cambio, muchos de los jóvenes que vienen al euskaltegi quieren conseguir el título, pero la mayoría de los alumnos no viene en busca de un título.
Hoy en día hay más posibilidades de estudiar euskera en la educación reglada. ¿Esto ha provocado algún cambio en la edad media de los alumnos?
Sí, en eso sí que ha cambiado, los alumnos cada vez son más mayores. No es sorprendente, la población en sí está envejeciendo y, por otro lado, los más jóvenes han estudiado en una ikastola o en modelo D y creen que saben mucho. En verano vienen estudiantes más jóvenes, y entonces se dan cuenta de que todavía tienen lagunas y de que nunca se deja de aprender una lengua. Además, la mayoría han seguido un aprendizaje académico, no natural, y la facilidad para hablar fuera de clase está muy limitada.
¿Cómo se siente cuando un alumno habla en euskera con total comodidad o cuando publica un libro en euskera?
Ese es el mejor regalo que podemos recibir. Me ha ocurrido el ir a algún sitio y que ellos dijeran, sin que yo los conociera, que estudiaron con nosotros. Les oyes hablar en euskera en la calle y te acuerdas de cuando estaban dando sus primeros pasos. Es cierto que otros pierden lo que estudiaron con nosotros, el entorno no ayuda demasiado, cada uno tiene que buscarse un entorno apropiado, pero para muchos no es fácil. Eso da pena, pero a ellos también se les queda algo. Es difícil, pero hay que darles la oportunidad de seguir en la calle, en casa o en el lugar de trabajo.