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Hasta la fecha se conserva muy poca documentación sobre los órganos que han existido en la iglesia parroquial de San Torcuato (San Trokaz) de Abadiño. Se sabe que la actual iglesia está construida en el mismo lugar donde anteriormente se ubicaba otro templo de menores dimensiones, del que apenas quedan testimonios documentales. De aquella primitiva iglesia se conserva la torre, trazada en 1732 por el cantero durangués Juan de Herdoiza. Años después, la anteiglesia de Abadiño se replanteó la reconstrucción integral del templo, respetando la torre de Herdoiza, trabajo que se llevó a cabo en dos fases entre 1762 y 1783, año en que fue consagrada definitivamente. El proyecto de la obra fue encargado al arquitecto guipuzcoano Ignacio de Ibero, aunque la materialización de la misma fue llevada a cabo por maestros canteros y carpinteros de la comarca.
La iglesia de San Torcuato de Abadiño fue reconstruida entre los años 1762 y 1783, bajo la dirección del arquitecto guipuzcoano Francisco de Ibero. En la primitiva iglesia existía anteriormente un órgano construido en 1721 por José Antonio de Balzategui, que fue desmontado en 1766 para volver a ser instalado de nuevo una vez terminada la reconstrucción de la iglesia. El órgano actual fue construido en Barcelona en 1913 por Lope Alberdi, uno de los organeros más destacados de su época en el panorama de la organería española.
Gracias a las publicaciones de José Antonio Arana Martija, sabemos que la primitiva iglesia disponía por lo menos de un órgano, ya que el organero de Oñate José Antonio de Balzategui construyó uno nuevo entre los años 1720 y 1721.1 Dicho instrumento, estaba concluido ya en 1722, pues fue examinado por Santiago de Herdoiza, cura beneficiado y organista de Elorrio, cuyo posible sobrino del mismo nombre y apellido, trabajó activamente después tanto en Bizkaia como en otras localidades del obispado de Calahorra y La Calzada.2 En 1747 el órgano sufrió una importante reparación por Joseph de Arroitia, a quien se le pagaron «ochocientos sesenta y seis reales..., en los cuales se remató la composición del órgano de dicha iglesia».3 Por aquella época figuraba como organista el clérigo Francisco de Arbaiza, quien en 1753 delegó sus funciones en Juan Esteban Pérez, también «de profesión organista».4 Tras la decisión de reconstruir la iglesia, el órgano de Balzategui fue desmontado en 1766 por Joseph Ramón de Goicoechea, con la idea de volverse a colocar en la nueva parroquia al terminar las obras de la misma.5 Es muy posible que Goicoechea estuviera relacionado profesionalmente con el organero Santiago de Herdoiza, puesto que sólo consta que desmontó y ayudó a trasladar el órgano de la parroquia de San Torcuato.6 La musicóloga Mª Carmen Rodríguez Suso, en su artículo Notas sobre la organería en Vizcaya durante el s. XVIII, destaca las intervenciones de este personaje junto a Herdoiza en Elorrio, y vuelve a mencionar más adelante su paso por San Torcuato de Abadiño durante el año 1776.7
Desconocemos qué organeros trabajaron en Abadiño durante el siglo XIX. Lo cierto es que en 1886 el polifacético otxandiotarra Felipe de Arresebeitia construyó la sillería que todavía se conserva en el coro, cuya colocación fue alterada en 1913, cuando Lope Alberdi instaló el actual órgano que hoy todos conocemos. Los órganos construidos por Lope Alberdi en el País Vasco fueron numerosos. Solamente en Bizkaia, entre 1900 y 1925 instaló alrededor de 15, de calidad muy variable de unos a otros. Entre los más notables, cabe destacar el de la iglesia de San Torcuato de Abadiño, construido en 1913. Este magnífico instrumento, fue donado por Pedro de Zelaieta y su esposa, siendo párroco Félix de Ercilla. La cantidad que se pagó por el mismo fue de 16.000 pesetas.8
Lope Alberdi sintetizó varios aspectos de la organería europea del momento, especialmente de la francesa y la alemana. En la mayoría de sus instrumentos de tamaño medio y grande, aplicó el sistema de válvulas cónicas por medio de transmisiones mecánicas, similar al ideado en 1842 por Eberhard Walcker de Ludwigsburg. En cuanto al aspecto sonoro, Alberdi optó por una armonización más delicada que la de Aquilino Amezua, basada en un carácter orquestal todavía mucho más acentuado, a través de la reducción de las tallas de sus registros, especialmente la de los principales y las flautas. Llama la atención la estrechez de los bajos de madera del Flautado Principal, que podrían confundirse fácilmente con los bajos del Salicional, si uno no se percata de ello. Aunque la talla de la Flauta Armónica sería más apropiada para un Flautado Principal, los tubos de la franja armónica imitan con total fidelidad a la flauta travesera.
Alberdi, natural de la localidad vizcaína de Gautegiz de Arteaga, se consolidó como uno de los organeros más destacados de su época en España a través de sus experiencias en Barcelona: primero como director técnico en los talleres de Aquilino Amezua, y después al frente de su propia empresa. De una manera u otra, Lope Alberdi vino a sintetizar diversos aspectos de la organería europea del momento, especialmente la francesa y la alemana. En la mayoría de sus instrumentos —particularmente en los de tamaño medio y grande—, aplicó el sistema de válvulas cónicas (Kegellade) por medio de transmisiones mecánicas, similar al ideado en 1842 por Eberhard Walcker de Ludwigsburg,9 y que fue introducido por primera vez en España en 1857 por Joseph Merklin en el órgano de la catedral de Murcia. Mas adelante Lope Alberdi optó por adaptar a dicho sistema otro tipo de transmisiones, como por ejemplo la tubular-neumática. No obstante, la configuración de todo el sistema seguía siendo la misma que la de los primeros secretos de válvulas cónicas desarrollados por Walcker de Ludwigsburg. La adopción de estas y otras nuevas técnicas convirtieron a Alberdi en uno de los precursores de las nuevas tendencias que iban a imperar en la organería española durante las tres primeras décadas del siglo XX.
Tras el abandono de Lope Alberdi de la dirección técnica de los talleres de Aquilino Amezua de Barcelona, las diferencias constructivas entre uno y otro se hicieron cada vez más notables. Por un lado, Alberdi optó por una armonización más delicada, basada en un carácter orquestal todavía mucho más acentuado, a través de la reducción de las tallas de sus registros —especialmente la de los principales y las flautas—. Por otro, abandonó paulatinamente los tradicionales secretos de correderas, para incorporar secretos de válvulas cónicas, como ya queda dicho. Por lo general, desde muy antiguo tanto en España como en el resto de Europa, los organeros construyeron sus instrumentos con secretos de correderas. Pero la distribución de los registros de un mismo secreto en grupos diferentes sobre arcas de vientos independientes fue una innovación muy importante que fue desarrollada por los organeros franceses de la segunda mitad del siglo XIX. De esta manera, los registros pertenecientes a un mismo teclado están agrupados en dos bloques, gobernados cada uno de ellos desde su propia arca de vientos: los registros de boca o labiales (jeux de fond) en una y; los registros de lengüetería en otra, acompañados generalmente de registros labiales compuestos y de mutación (jeux de combinaison). Este planteamiento solucionó muchos de los inconvenientes que se originaban a consecuencia de las típicas caídas de presión. Sin embargo, algunos de nuestros grandes organeros del período romántico, como por ejemplo Aquilino Amezua, siguieron construyendo secretos con una única arca de vientos.
1 Arana Martija, José Antonio: La Música del Barroco al Romanticismo. En «Bizkaia 1789-1814». Bilbao 1989, pág. 231.
2 Ibídem.
3 (BEHA, Abadiano. Libro de Fábrica, sign. 7-I). Rodríguez Suso, M. Carmen: Notas sobre la organería en Vizcaya durante el s. XVIII. Aportación Documental. En Recerca Musicológica III. Barcelona 1983, pág. 143.
4 Arana Martija, José Antonio: La Música del Barroco al Romanticismo. En «Bizkaia 1789-1814». Bilbao 1989, pág. 231.
5 BEHA, Abadiano. Libro de Fábrica, sign. 7-I.
6 Rodríguez Suso, M. Carmen: Notas sobre la organería en Vizcaya durante el s. XVIII. Aportación Documental. En Recerca Musicológica III. Barcelona 1983, pág. 143.
7 Ibídem, pág. 158.
8 Salaberría Salaberría, Miguel: Bizkaiko Organuak/ Órganos de Bizkaia. Bilbao 1992, pág. 18.
9 Los secretos de válvulas cónicas (Kegellade), fueron desarrollados por Walcker de Ludwigsburg en 1842. En un primer momento, dichos secretos estuvieron controlados mecánicamente, aunque más adelante se introdujeron otros sistemas tanto neumáticos como eléctricos. En lo sucesivo, los secretos de válvulas cónicas se fueron implantando progresivamente en Alemania. Este nuevo sistema se desarrolló con la idea de obtener un caudal de aire más constante y estable a cada registro del órgano, para evitar así la caída de presión que tiene lugar en los secretos tradicionales de correderas cuando estos son de grandes dimensiones y contienen un considerable número de registros de 8 pies. Aunque la Casa Walcker de Ludwigsburg instaló este tipo de secretos en España, conectados a la consola en varias de sus formas posibles, fue Joseph Merklin quien los introdujo por primera vez en 1857, en el órgano de la catedral de Murcia.