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Los fragmentos que componen este breve texto constituyen un pequeño resumen del estudio más amplio que se ha llevado a cabo y que se puede encontrar con el mismo nombre y en toda su extensión en la página web de Eusko Ikaskuntza. Por lo tanto, invitamos al lector interesado a que se sumerja en la versión informática del trabajo para poder así acceder en profundidad a su expresión más extensa, notas al pie, menciones de otros textos, datos sobre informadores, bibliografía, recursos gráficos, etc.
La máscara es un objeto muy significativo y utilizado en distintas culturas, y que se presenta en general asociada a los ritos. El contexto de las máscara es el rito mismo. Difícilmente se podrá encontrar una máscara, queremos decir una máscara que permanezca “viva”, que no esté vinculada a ningún rito. Y si el soporte de la máscara o la careta se encuentra enraizado en el rito, resulta necesario echar un vistazo a la esencia misma de este concepto. Así, podemos decir que el rito es una parte del culto religioso. Más concretamente: el rito, de alguna manera, es la expresión o la actualización colectiva del culto religioso. Sin embargo, esta definición no es completa o, al menos, debería incluir otras explicaciones de carácter sociológico. De cualquier forma, la estrecha relación entre rito y religión aparece mencionada una y otra vez en cualquier definición que se dé del concepto de rito. Y es en este entorno religioso en el que se ubica la máscara. A continuación, debemos hacer una precisión: aún cuando la máscara se presenta íntimamente unida al rito, tampoco es necesario que aparezcan ambos juntos de forma permanente. Así, sin duda alguna existen muchos tipos de ritos, tanto en el País Vasco como en el exterior, pero no en todos estos ritos participa la máscara, sino solamente en algunos de ellos. En este sentido, T. Teut profundiza en la expresión religiosa de la carátula utilizada en los ritos, al objeto de esclarecer la función que cumple ese objeto.
Muchos investigadores se han ocupado de estudiar la función de la máscara. En general, la manifestación y actualización de espíritus, dioses o antepasados es un elemento que se tiene por fundamental en la mayoría de las definiciones aplicadas a la máscara. Para reforzar esta idea, los antropólogos se han dirigido normalmente a las culturas poco desarrolladas o al pasado de las culturas denominadas desarrolladas. De esta manera, además de recoger el rito, traen a colación también el mito. Así, el antropólogo estructuralista C. Lévy-Strauss no concibe un planteamiento de investigación de la máscara si no se desarrolla dentro de un flujo constante con los mitos, es decir, no puede llevar a cabo un estudio sobre la máscara si no va de la mano del mito y del rito. Al fin y al cabo, su objetivo es comprender el significado de la máscara. Así, aún cuando la plasticidad del objeto sea bastante expresiva, que lo es, la investigación no puede quedarse ahí, sino que ha de ser más profunda, hasta llegar a la base fundamental. Reconoce abiertamente su semántica religiosa, pero al mismo tiempo, introduce igualmente en el juego valores sociales. Este ilustre antropólogo, en las investigaciones que ha llevado a cabo, ha tenido la gran oportunidad de observar, por una parte, el objeto en sí mismo, y por otra, por medio del rito, también el ámbito del mito, ya que este se encontraba todavía vivo. Sin embargo, en el País Vasco las cosas no son así en la actualidad. Podemos afirmar que el rito y la máscara están vivos, hasta cierto punto al menos (y no en todos casos). Pero no podemos decir lo mismo del mito. A menos que no entremos en el terreno de la hipótesis (el cual en estos últimos tiempos parece haber devenido en instrumento de ficción, como consecuencia de tantas suposiciones sin comprobación alguna), nuestra única ubicación firme es el terreno del rito. En el trabajo de campo observamos el rito a nuestro alrededor, pero muy pocos testimonios vivos sobre el mito que corresponde a ese rito. Esa es la realidad. A partir de ahí se podrán ofrecer diversas hipótesis, las cuales presentan en la mayoría de los casos serias dificultades para ser confirmadas.
En los ritos tradicionales del País Vasco, las máscaras se dan en dos tipos de celebraciones o ritos. Por un lado, las caretas han estado fuertemente vinculadas a las fiestas invernales y se puede observar que lo siguen estando en la actualidad. Estos objetos se presentan en formas distintas, sobre todo con ocasión de los carnavales. Por otra parte, también se manifiestan en distintas celebraciones de verano. En el primer caso, muchas informaciones y modelos han perdurado hasta nuestros días. En el segundo caso, en cambio, no tantos. Sin embargo, si pretendemos saber algo sobre el rico pasado de las máscaras estivales, siempre podemos recurrir a los archivos. Por lo tanto, teniendo en cuenta lo anterior y ante el deseo o la necesidad de hacer algún tipo de clasificación de las máscaras utilizadas en el País Vasco, podemos llevarla a cabo según la época del año, esto es, en relación con los distintos tipos de ritos que se realizan en cada estación del año. De esta manera, tendríamos, por un lado, las máscaras invernales, que conforman un extenso grupo, y por otro, las máscaras estivales, cuyo grupo, si bien en la actualidad no es tan prolijo, se puede comprobar fácilmente que en el pasado sí que lo fue.
En nuestro entorno, la máscara ha sido un instrumento básico en las celebraciones de carnaval y se le ha dado una gran utilidad en casi todos los pueblos. En muchos lugares, por lo que sabemos gracias a la información que hemos podido recabar sobre la situación del siglo XX, las máscaras se solían comprar, eran generalmente de cartón y se fabricaban fuera de los pueblos, razón por la cual han llegado máscaras de todo tipo a los carnavales del País Vasco. Los denominados antifaces han dido algunos de los más utilizados. Sin embargo, este tipo de máscara no ha dejado una huella profunda en el folklore. Son variables, cambian de un año para otro, en función del gusto del usuario. No obstante, en algunos lugares se repetía año a año el mismo tipo de máscara, o mejor dicho, se debía repetir. Todos los aspectos relacionados con el uso de este elemento aparecen entroncados en la tradición aún hoy en día. Pero aunque la máscara haya sido uno de los instrumentos más utilizados en estas celebraciones, no era el único. Así, en algunos lugares, el medio escogido para este fin era el de pintarse la cara, como por ejemplo en Arrizala (Álava). Cuantitativamente, esta segunda opción es más pobre, sin duda alguna, y no presenta una gran variedad de formas en los carnavales de los pueblos del País Vasco: lo más simple y normal era pintarse la cara de negro. En nuestro entorno se registran los siguientes nombres para referirse a la máscara:
a) En euskara: maskara, maska, karatola, karatula, karatulia, karatulea.
b) En castellano: la máscara, la careta, la carátula, la escarátula y otros nombres similares.
Máscara de tela del kotilun gorria de Ustaritz (Lapurdi), imagen de la sala de ropajes del Museo Vasco de Baiona.
En cualquier caso, el origen del nombre no se encuentra en el euskara, sino en las lenguas romances o, en algunos casos, la palabra procede del latín. No ocurre lo mismo con la denominación que se da a quien usa la máscara para disfrazarse. En este caso, ciertamente hemos encontrado abundantes denominaciones en ambos idiomas. Entre ellas, un gran muestrario de palabras de origen euskérico utilizadas preferentemente en las zonas euskaldunes. Pero en este terreno se nos presenta un serio problema, ya que si consultamos en algunos diccionarios, las definiciones que corresponden al concepto de disfraz nos remiten a la máscara. Es decir, de alguna manera, se otorga la denominación de la totalidad al objeto más representativo del conjunto. Por esta razón surgen problemas a la hora de establecer los criterios de traducción, ya que al parecer se utilizan los correspondientes al castellano. Es decir, que se confunden las definiciones de disfraz y máscara. El trabajo etnográfico que hemos desarrollado nos ha aclarado estas dudas. El euskara no confunde estos dos conceptos, y otorga a cada uno sus propias características. Sin embargo, como veremos pronto, la derivación de palabras como máscara, carátula y otras similares da lugar a nombres que significan personas disfrazadas, y esto sucede generalmente en algunos lugares situados en zonas no vascófonas. En otros lugares y, con toda seguridad, en las zonas euskaldunes, en cambio, a cada concepto se le otorga la denominación correspondiente, y esa es sin duda la tónica general en el conjunto del País Vasco: el disfraz tiene su nombre y la carátula el suyo. Pero, como hemos dicho, también se dan excepciones en las que se produce un flujo directo entre ambos conceptos, sobre todo en las zonas no vascófonas. En estos casos, el objeto que se coloca en la cara no significa disfraz directamente, pero sí la palabra derivada. Así, por ejemplo, en Sunbilla, Navarra, para denominar la acción de cubrirse la cara con una máscara se dice maskaratu, y el mismo verbo encontramos en casi todo el ámbito euskaldun. En castellano, en cambio, hemos oído los verbos mascararse, enmascararse, escaratularse, encaratularse.
Así, en muchos lugares en los que se utilizan máscaras en carnavales, este instrumento denomina a la persona que se disfraza. Esta relación no comprende un determinado ámbito geográfico, es decir, esta denominación no se corresponde con un valle o comarca determinado o con un territorio en concreto. Según los datos de los que disponemos, la mayoría de los casos se dan en Navarra y algunos en Álava. En Bizkaia hemos encontrado un caso. Por lo general, estos casos se dan en territorios no vascófonos, aunque también se den algunos en ámbitos euskaldunes, pero cuantitativamente estos últimos son muchos menos que los anteriores. De todas formas, los pueblos que presentan esta característica concreta se encuentran dispersos, no perteneciendo a un núcleo geográfico homogéneo, es decir, entre los pueblos que presentan estos vínculos lingüísticos hay otros muchos en los que no se da tal confusión. Como hemos mencionado anteriormente, dichos flujos lingüísticos se producen generalmente en los ámbitos no vascófonos. Parece ser, en consecuencia, que las palabras que se conservan en euskara para denominar a la máscara no son originariamente euskaldunes, sino foráneas. Esto se puede apreciar muy claramente cuando observamos las palabras que se utilizan en euskara para denominar a las personas disfrazadas. Así, hay un repertorio limitado de palabras para denominar a la máscara, y sus variantes no son muy abundantes. Sin embargo, hemos observado en la lista anterior que para denominar a las personas disfrazadas existe un gran número de nombres locales en euskara, cada cual referido a su ámbito. En lo que respecta a las palabras no euskéricas, sobre todo en los ámbitos no vascófonos, se ha creado el flujo mencionado: la denominación que se otorga a quien se disfraza proviene de la palabra máscara, y no al revés. Sea como fuere, queremos subrayar lo siguiente sobre la utilización de las máscara: en muchos lugares, el objeto mismo denomina a la persona disfrazada, unas veces mediante derivación y otras no. Una parte del conjunto designa a la totalidad del conjunto. Lo contrario, en cambio, no sucede tan a menudo, es decir, la palabra disfraz no denomina a la máscara en euskara.
Mamoxarro enmascarado de Unanua (Navarra), con karatola metálica.
Se podría pensar, a juzgar por la evolución de las últimas décadas, que la máscara es un objeto utilizado únicamente en carnavales. Y, a tenor de los datos que podemos recabar en la actualidad, es preciso reconocer esta tendencia, ya que hasta 1936 no existían carnavales sin máscara. En esas fiestas invernales, la máscara era tan esencial como el disfraz mismo. Posteriormente, en el resto de las fiestas que han revivido hasta nuestros días, tal vez la máscara no haya obtenido tanta primacía. Sin embargo, aun hoy en día, cuando pensamos en carnavales en seguida nos viene a la cabeza la idea de la máscara. No obstante, algunas de las máscaras que se conservan hoy en la actualidad en el País Vasco, en pequeña cantidad ciertamente, se relacionan con fiestas celebradas en otras estaciones. Algunas tiene que ver con la fiesta del Corpus Christi y otras pertenecen a la celebración de las fiestas patronales de los pueblos, las cuales se celebran mayormente en verano. En este sentido, podemos mencionar dos lugares de nuestro entorno en los que se ha conservado la máscara utilizada en fiestas de verano hasta nuestros días: Oñati en Gipuzkoa y Otsagi en Navarra. En el primer caso, el grupo de máscaras aparece en la procesión religiosa de la fiesta del Corpus Christi, y en el segundo, participa en los ritos de homenaje al ente protector local.
El boboa de Otsagi (Navarra), mostrando su cabeza cubierta con la máscara bicéfala de tela (del libro El Pirineo español de R. Violant, pág. 629, fotografía de 1943.
Aún hoy en día podemos recabar información sobre muchas máscaras utilizadas en siglos anteriores en celebraciones de verano, pero mediante fuentes indirectas. En efecto, existen documentos antiguos que mencionan continuamente la utilización de disfraces y máscaras en verano, ambos vinculados con ritos estacionales. Estas menciones se pueden encontrar accediendo a los textos que se conservan en archivos, así como observando las anotaciones realizadas en textos antiguos. De esta manera, se ha podido atestiguar el uso de máscaras rituales vinculadas a celebraciones estivales en Oiartzun, Legazpi, Arroniz, Lizarra, Bastida, Donostia y otras localidades.