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Por el indulto de Juan Gastón: lucha colectiva en la Pamplona de 1915

Amelia GUIBERT NAVAZ

En un momento en que prestigiosas instituciones están llevando a cabo actuaciones para erradicar del mundo la pena de muerte y trabajan intensamente para lograr el indulto de los reos, en los siempre demasiados corredores de la muerte, cobra vigencia la lucha por el indulto de un preso, en la ciudad de Pamplona, en el año 1915.

El primer conocimiento que tuve de la ejecución de Juan Gastón, en Pamplona, fue a través de las largas conversaciones familiares mientras hacíamos punto, zurcíamos calcetines y —como todos los niños de mi generación— limpiábamos las lentejas, en torno a la cálida mesa camilla, en la dura época de las “cartillas de racionamiento”. Mi madre, que tenía en 1915 escasos ocho años, vivió intensamente —y nos transmitió vivamente— el sufrimiento de mi abuela, María Ana Sanz, que acompañó al reo en sus últimas horas y que llegó desolada al amanecer. “A la abuelitina sólo la consolaba que se había arrepentido y estaba sereno después de recibir los sacramentos”.

El contacto posterior con las hemerotecas me ha permitido ahondar en el intenso drama que conmocionó Pamplona y que los medios de comunicación transmitieron ampliamente.

Juan Gastón Pérez, nacido en Añorbe, el 14 de febrero de 1892, fue juzgado y condenado a muerte en la Audiencia Provincial de Navarra, en marzo de 1914 por un crimen que tuvo lugar en Sara (cerca de San Juan de Luz), en el caserío “Bechiem borda” de los hermanos Benito y Martín Luz, en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1912. A pesar de los fundamentados argumentos del abogado Rufino San Martín, en cuanto a la autoría compartida de los crímenes, la testigo de cargo, María Ordoqui, atribuyó los dos crímenes y sus propias lesiones a Juan Gastón.

Diario de Navarra. Jueves 1 de Abril de 1915

Diario de Navarra. Jueves 1 de Abril de 1915.

En un artículo de la prensa local, María Ana Sanz1, da más datos personales de Juan Gastón: procedía de una humilde y “honradísima familia Navarra, en la que figuran sacerdotes y religiosas”, y “que casi niño, las necesidades de la vida le arrojaron del hogar paterno donde sí había amor, no había pan, dejándole solo...”. Estas circunstancias, según Juan Gastón, le impulsaron a delinquir “la desgracia fue irme en la precisión de rodar por el mundo, en donde encontré hombres que me enseñaron el mal por mi inexperiencia de la vida”. Primero, cometió robos, luego, llegó a cometer un asesinato, siendo todavía un adolescente.

Sobre el crimen y las circunstancias del asesinato hay amplia referencia en un artículo firmado por “X.X.” el 30 de marzo: “El crimen tuvo lugar en la borda de los hermanos Luz y la mujer de Martín, Maria Ordoqui, en la localidad francesa de Sara”, donde se produjeron el robo de una importante suma de dinero, el asesinato de Benito y Martín, y las heridas en María Ordoqui. Al día siguiente, fue detenido Juan Gastón, al que se le imputaron las muertes y lesiones producidas el día anterior. No se le encontró la suma de dinero robada en Sara, sólo se hallaron en su poder “varios efectos de escasísimo valor, robados la noche anterior a la del crimen en la fonda de las Palomeras de Echalar”. Juan Gastón confesó que había matado a sólo uno de los hermanos y afirmó que fue su cómplice el que asesinó al otro hermano e hirió a María Ordoqui, el que planeo el robo y el que se quedó con el botín. El autor del artículo ve motivos fundados para respaldar estas afirmaciones por las pruebas que se aportaron en el proceso: “según informe del juez francés, en el pajar de la casa del crimen se apreciaron huellas de dos cuerpos, en las inmediaciones de la borda se vieron las pisadas de dos personas mayores, una, calzada con borceguíes y otra con alpargatas, las heridas que produjeron la muerte de dichos hermanos y las que sufrió la María Ordoqui fueron causadas con distintas armas”. Y, más adelante, se hace una pregunta: “¿Puede creerse que Gastón solo, desconocedor de la casa, en la que había dos hombres y una mujer, se aventurara a penetrar en ella y cometer un robo de una importante suma de dinero, que estaba oculta?”. Se señala que el cómplice al que alude Juan Gastón, de nacionalidad francesa, conocía el lugar donde estaba oculto el dinero y, presumiblemente, fue el que se apropió de éste, mató al otro hermano e hirió a la mujer (no se dice la gravedad de sus lesiones). Esta versión, en sí, puede dar pie a muy diversas interpretaciones sobre dramas rurales.

Interesa, tanto como el drama en sí, la reacción de toda una ciudad en una lucha colectiva pidiendo un indulto porque, en la conciencia colectiva de Pamplona, un navarro, Juan Gastón, había sido juzgado y condenado a muerte, quedando en libertad el que fue considerado “el inductor” del crimen. Y este hecho produjo indudable indignación en los medios de comunicación y todo ello va a condicionar las actividades individuales y colectivas llevadas a cabo.

Ya el tres de marzo de 1915, la prensa Navarra informa de unas primeras reacciones de Instituciones locales a favor del indulto de Juan Gastón. El alcalde de Pamplona, Alfonso Gaztelu, envía “despachos telefónicos” al Presidente del Consejo de Ministros y al Ministro de Gracia y Justicia. “También por carta se dirigirá al Alcalde de Sara y al Prefecto del Departamento de Bajos Pirineos”. La Diputación, mediante llamadas telefónicas, lo pedirá igualmente al Rey, al Presidente del Consejo y al Ministro de Gracia y Justicia.

La petición de indulto, que se desea se conceda “en el acto de adoración de la Cruz”, se incrementa días anteriores a La Semana Santa. El 29 de marzo, a modo de editorial, aparece en el Diario de Navarra un título: POR UN REO: PIDAMOS EL INDULTO, donde se afirma: “¿Quién se negará a secundar las gestiones que en Madrid realizan los diputados forales, señores Uranga y Martínez Vélez, para salvar la vida de Gastón? Nadie, de ello estamos seguros. Pero no basta una buena voluntad: es menester darse prisa para que este indulto sea incluido en los del Viernes Santo”. Y, a continuación, publica las peticiones de indulto que se han realizado. En primer lugar, aparece la exposición que la Escuela de Magisterio de Maestras envió a la Reina por medio del marqués de Vadillo, respaldada por más de 200 firmas en las que se pide que interceda ante el Rey: “nosotras, mujeres, execrando el delito compadecemos al criminal” y, más adelante “acudimos confiadas ante V.M rogándoos, por el dolor de una madre desventurada, interpongáis vuestra influencia cerca de S.M. el Rey a fin de que la regia prerrogativa del indulto sea ejercida sobre este desgraciado”. Igualmente, envían telegramas al Presidente del Gobierno y a la Mayordomía de Palacio, la Asociación Normalista de Navarra. También lo hacen la Junta Directiva de la Sociedad de Socorros, “Unión Obrera”.

Al día siguiente, después del citado largo artículo de “X.X.” y como línea editorial, se afirma: “como se vé no son sólo sentimientos de caridad los que nos deben impulsar a pedir el indulto de Gastón, hay también razones de equidad que robustecen cuantas peticiones se hagan en este sentido” Se demanda, por ello, la intervención del Gobernador Civil. Se añaden peticiones en telegramas enviados al Mayordomo de Palacio y al Presidente del Consejo, del Alcalde de Pamplona, la Sociedad Santa Cecilia, el Colegio Huarte de Pamplona, el Presidente de la Cámara de Comercio y el Presidente de la Asociación de la Prensa.

Pero el día clave, en que vemos a toda una ciudad unida en una empresa común para evitar “un día de luto”, es el día 31 de marzo. En esa fecha el Alcalde publica un bando llamando a todos los pamploneses a una reunión para la tarde de ese día, en el Salón de actos de las Escuelas de San Francisco “ya que Pamplona quiere que se salve la vida de Juan Gastón”. A esa reunión, acuden numerosos representantes de toda la Ciudad: Instituciones locales con sus empleados, colegios profesionales (prensa, abogados, médicos, farmacéuticos...), Banca, gremios, partidos políticos (están representados la mayor parte de los existentes en ese momento), sindicatos obreros, instituciones educativas, instituciones culturales, recreativas, deportivas, diversos movimientos religiosos, Cabildo catedralicio, Seminario, empresas, comercios, cafés... En una nutrida reunión se tomaron decisiones de actuación inminente encargando a la Diputación envíe telegramas para que Francia no se oponga al indulto, e, igualmente, telegrafíe al Rey. Se delega a una comisión de señoras telegrafiar a la Reina, y a los niños y niñas, al Príncipe y a la Infanta. Posteriormente, muchas de las organizaciones asistentes enviaron gran número de telegramas al Rey, a toda la familia Real y al Gobierno.

Foto: Vitriskel

Foto: Vitriskel.

A pesar de todos los movimientos el indulto no fue concedido en el día 10 de abril, día de Viernes Santo. Todavía hubo intentos, como el de María Ana Sanz, Directora de la Escuela Normal de Maestras, en su ya citado artículo del 17 de abril, en el que intenta movilizar a “madres esposas, hermanas... mujeres” y pide para conseguir el indulto “un acto colectivo en el que la mujer dejase oír su voz, respetuosa, pero elocuente y enérgica, ante las gradas del Trono”. Y propone dos acciones: “recójanse centenares, millares de firmas de mujeres de toda clase social”2 y que “la propia madre de Gastón acompañada de una comisión de damas haga personalmente entrega del memorial a nuestra Soberana”.

Al tenerse noticia de que Juan Gastón entraba en capilla, se siguieron enviando telegramas para evitar la ejecución. La Ciudad no había perdido todavía la esperanza a pesar de ver recorrer las calles de Pamplona a los hermanos de La Paz y Caridad recogiendo, como antigua tradición, limosnas para el reo. Pero la anhelada gracia real no llegó y Juan Gastón pasó sus últimas horas, resignado y sereno, tras recibir los sacramentos, y siempre acompañado. El alcalde que lo visitó dijo que “Juan Gastón se va al otro mundo agradecido a Pamplona por sus gestiones para conseguir su indulto”.

A las ocho de la mañana, en uno de los patios de la cárcel de Pamplona, será ejecutado el reo el 8 de junio de 1915. Fue un día triste en la cárcel de Pamplona, la bandera negra izada y todos los reclusos en sus celdas y en silencio. Fue un día de luto en Pamplona: es fácil entender la desolación de cuantos pusieron tanto empeño en evitar el dramático final de una dramática historia. Una Historia que quedó en la memoria colectiva y que, quizá, haya influido en un racional, pero también emotivo, y personal rechazo de la pena de muerte.

1 Artículo publicado el día 17 de abril de 1915. Todas las citas  proceden de la Hemeroteca Digital del Diario de Navarra (entre el 3 de marzo y 10 de junio de 1915)

2 Se lograron recopilar más de seis mil firmas de mujeres. Diario de Navarra del 25 de mayo.

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