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Juan AGUIRRE SORONDO
Ilustración: Josemari Alemán.
Aire rural en medio de un bosque fabril, círculo al final de una línea recta, remanso en pleno camino... La curiosa personalidad de Irura culmina en su plaza de San Miguel Arcángel o Mikel Goi-Angeru plaza. Bien que renovada, conserva sin embargo todos los rasgos de las viejas plazuelas comunales: el ayuntamiento y la iglesia frente con frente, un frontoncillo al calor del pórtico (con advertencia del año 1900 prohibiendo “toda clase de juego durante los divinos oficios bajo la multa de 20 pesetas”), el pequeño edificio de la sociedad popular y un sauce medianero.
Hace siglo y medio, Irura era ya asiento atractivo para las plantas industriales y sigue gozando de este favor. Las mansiones de los intendentes siguen ahí, descubiertas o embozadas entre modernos pabellones, como pervive también el curioso lavadero público de 1889, remozado para disfrute de los paseantes.
Villa dual, binaria, emparejadura de yerba y hollín. Acomodados en la grada de piedra de la plaza, arrullados por el murmullo de la carretera, asistiremos al juego de los niños y seguiremos con la mirada el renco paseo de los mayores hacia su hogar social. Y puede que hasta desfile algún baserritarra con su vaca en tránsito a otros pastos, dejando una estela olorosa no siempre ingrata.
Desde la plaza del Arcángel ascenderemos al campanario de la iglesia que lleva su nombre para apreciar la vega desplegada: paisaje mecánico difuminando los contornos de una llanura fértil, coqueta, que en su día resultaría ideal. Y si se lo pedimos, el sacristán nos descubrirá los secretos de la ganbara. Sumergidas en un silencio pulcro, sagrado, como una galería empírea, las figuras procesionales del Nazareno y de la Dolorosa, las viejas y veneradas tallas de Nuestra Señora de los Remedios, de San Pelayo protector de los chicos tardos, un San José con Niño, un Sagrado Corazón, el antiguo banco eclesial de las autoridades municipales todavía, y la madera crujiente de una carraca de Semana Santa. Cuesta creer que el tiempo avance aquí arriba, bajo las tejas del cielo abovedado de la iglesia de San Miguel de Irura.
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