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Sebastián FUENTEALBA
Arantxa UGARTETXEA ARRIETA
La educación chilena, a nuestro parecer, ha derramado la gota que rebasa el vaso. Las calles de Santiago y otras ciudades de este país se han convertido últimamente en una manifestación estudiantil que reclama a voz en grito, una educación pública, libre, gratuita y de calidad. En una palabra un gran número de estudiantes se decantan por una “Educación Estatal” que exige un cambio constitucional. Hasta 1978 de hecho fue estatal, pero con la dictadura las escuelas pasaron a depender de los municipios. Lo público derivó en particular subvencionado y municipal, y lo particular en subvencionado y particular. El afán neoliberal de privatizarlo todo llegó incluso hasta el Estado, comenzando por la privatización de las pensiones y siguiendo con la salud y la educación. Todo ello con una ideología que ha ido alimentando el concepto de que lo público es siempre de peor calidad que lo privado.
Preguntas como estas, ¿sabías que la educación chilena tiene claras falencias basadas en la injusta condición socio-económica de los chilenos y las chilenas?, si eres pobre ¿te parece justo que tu hijo o tu hija reciba una educación de baja calidad tan solo porque estudie en una escuela municipal, en donde el estado se ha desligado de su responsabilidad de educar, abandonando y dejando a la deriva las escuelas a la suerte monetaria y política de las municipalidades? Esto nos llevan a pensar que la situación actual no da más de sí y que lo establecido, no encuentra dentro de sus propias estructuras, respuestas adecuadas para seguir defendiéndolo. Podríamos decir que la pedagogía de la pregunta está más que nunca a pié de calle, porque multitud de estudiantes de universidades, liceos y colegios, preguntan a los responsables del gobierno, cómo remediar tanta desigualdad de oportunidades, agobiados y agobiadas con las deudas que van adquiriendo a lo largo de las carreras, licenciaturas y doctorados.
Las calles de Santiago se han convertido últimamente en una manifestación estudiantil que reclama una educación pública, libre, gratuita y de calidad.
Foto: Arantxa Ugartetxea
Se siente una especie de orfandad estudiantil. Las jornadas sobre la pedagogía de Paulo Freire están siendo el bálsamo y la explicitación de la realidad que le está tocando vivir a un gran sector de la población. No falta la lucidez mental de los educandos y cuando se reconocen en esta pedagogía les cuesta terminar los encuentros y las jornadas, sienten la necesidad de alimentar sensibilidades olvidadas o como diría el otro día un director de liceo, esa pedagogía que hemos perdido en el camino. Es muy curioso que en estos tiempos tan tecnológicos, competitivos y quizás hasta científicos, ver con los ojos de la cara y sentir en la piel, cuando estamos en el aula, lo gélido del conocimiento. Este aspecto ha hecho de la educación un comercio, o quizás ha sido al contrario. No hemos salido todavía de “la educación bancaria”, batalla por la que tanto luchó el muy querido profesor brasileño.
Hablar sin tregua y con tranquilidad de esta pedagogía freireana consideramos que regenera y fortalece nuestro corazón y nuestras mentes poniendo el contenido necesario para entender la situación actual y así poder, no solo denunciarla, sino también anunciar algo inédito pero viable. Lo hemos visto en las jornadas estudiantiles reflejado en sus rostros, en sus palabras, en su acogida, en una invitación detrás de otra a seguir reflexionando y explicitando juntos, las posibilidades y los límites existentes para seguir buscando, reclamando y comprometiéndonos con aquello, que de tan obvio lo pasamos de largo, la humanización, porque si la educación no nos humaniza ¿en qué andamos?
La orfandad se siente en todos los espacios, los alumnos y las alumnas van por su lado, el profesorado también se siente sólo, y las familias de escasos recursos sufren sin poder conseguir para sus hijos e hijas la tan cacareada educación. El porcentaje de analfabetos en Chile es de ochocientas mil personas y si a esto le sumamos los cuatro millones doscientos mil que no han terminado los estudios, estamos hablando de cinco millones necesitados de formación. Siendo que la mayoría analfabeta es femenina. Estos datos de la UNESCO prácticamente ni se nombran, el hecho se ningunea y por aquello de que lo que no se nombra no existe, nadie toma en serio esta realidad sobrecogedora. A todos y todas se nos han escapado de las manos los mal llamados analfabetos, esos y esas a quienes dedicó con tanto afecto Paulo Freire “Pedagogía del oprimido”.
La palabra diálogo, ha perdido su denominación de origen porque estamos viviendo el mundo como un mero soporte, sin darnos cuenta que es la existencia lo que nos diferencia como seres humanos, es decir esa capacidad responsable de interrogarnos sobre nuestra forma de vida personal, circunstancial y relacional, mientras intervenimos en la transformación de lo que nos rodea. No hay neutralidad que valga mientras exista la gran pornografía mundial del hambre y la miseria.
El porcentaje de analfabetos en Chile es de ochocientas mil personas.
Foto: Arantxa Ugartetxea
Seguirán, las manifestaciones, las explicitaciones, las reflexiones, las detenciones quizás, pero en algo vamos a tener que cambiar. El oprimido y la oprimida no se liberan mágicamente, la lucha es necesaria, para que al hacerlo, la opresión sea liberada y nosotros estamos convencidos de que los educandos y educandas, con su lucha, nos están liberando. No podemos dejarlos solos, la educación es cosa de todas y todos, esta es otra de las obviedades ante la que pasamos de largo, sin caer en la cuenta de que solo una educación verdaderamente democrática construye la auténtica ciudadanía. Conscientes de esta realidad hemos salido a las calles con ellos el profesorado y representaciones de padres, apoderados y trabajadores en este 16 de junio de 2011, en una espectacular manifestación (unas cien mil personas) de responsabilidad ciudadana. No podemos menos que seguir recordando, junto a los educandos y educandas, nunca sin ellas ni ellos, que somos sujetos de la historia de esta educación chilena que estamos conformando. En estas tierras de Santiago escribió el profesor brasileño, la obra clásica que hemos mencionado, mientras sufría el exilio, esta fue su ventana al mundo, desde aquí se hizo gigantesco, por eso desde nuestra ontológica esperanza humana, intentamos seguir haciendo de la dificultad camino.
“Reconozco la realidad. Reconozco los obstáculos, pero rechazo acomodarme en silencio o simplemente ser el eco vacío, avergonzado o cínico del discurso dominante.”
PAULO FREIRE. A la sombra de este árbol. El Roure. Barcelona, 1997.
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