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¿Espectadores del declive o promotores de futuro?

Javier RETEGUI AYASTUI

Cada mañana despertamos con sobresaltos: caída de las bolsas, medidas de ajuste, recortes presupuestarios, puesta en entredicho de países y continentes, ... , mientras que, en esa convulsión, se mueven inmensas masas financieras en busca de beneficios especulativos.

Las autoridades, acuciadas por la necesidad, tratan de responder a las medidas que les imponen. La “dictadura financiera” exige garantías de rentabilidad y seguridad. Al menor recelo se incrementa el interés. Estamos ante una nueva versión de “usura”, que tras otorgar financiación con liberalidad, aprieta al deudor hasta límites insospechados.

Las medidas de ajuste, adoptadas por los gobiernos, añaden dificultades a un maltrecho mercado de demanda, que soporta nuevas reducciones en una situación que se encuentra bajo mínimos. Ello conlleva menor actividad económica e incremento del desempleo.

La función de la actividad financiera consiste en intermediar, entre los recursos excedentes de la sociedad y los proyectos generadores de valor, que garanticen el bienestar social. Esa ha sido su función tradicional y por eso se llaman “intermediarios financieros”.

Fotografía: CC BY - Lifetime

Cada mañana despertamos con sobresaltos: caída de las bolsas, medidas de ajuste, recortes presupuestarios,...
Fotografía: CC BY - Lifetime

En lugar de ello, el mundo financiero se ha orientado crecientemente al mercado especulativo, buscando beneficios en actividades que no generan valor. La función de “intermediación” ante la economía real se ha ido transformando en adquirir “protagonismo” en la inflada economía especulativa.

El desplome de este entorno artificial ha puesto en entredicho la solvencia y equilibrio de entidades financieras. Su reequilibrio requiere medidas extraordinarias como, fusiones y agrupaciones que las racionalicen, que vienen acompañadas por generosas ayudas de dinero público.

A su vez, las entidades financieras reducen su presencia en las empresas generadoras de actividad económica y empleo, huyendo del riesgo en momentos de recesión y cuando se producen dificultades. El resultado es: mayor desempleo y la muerte de muchas actividades reales, por asfixia financiera.

Es un panorama desolador de declive donde se van resolviendo los desajustes, de arriba abajo, dejando para el final, fuera del sistema, al inmenso “pozo negro” del desempleo. Éste no tiene quien le defienda, aguantando como puede a través de ayudas paliativas. Se trata de un panorama que nos lleva a la “muerte por inanición”.

El trabajo es el principal y único medio de generar valor y riqueza. El desempleo, es un despilfarro social fruto de un gran fracaso de organización.

No podemos resignarnos al “ajuste por reducción de actividad” esperando a que cambie la coyuntura o a que sean otros países los que generen economía. Es una actitud pasiva y de defensa de intereses, con el resultado de pobreza extrema para los parados.

Hay otro enfoque para reducir los desequilibrios: incrementar la actividad económica real, generadora de valor añadido y de empleo. Se trata de “crear riqueza” que garantice el empleo y permita un razonable nivel de vida. Es centrar la atención en la fase creativa más que en la defensiva o combinando ambas.

Fotografía: CC BY - jurvetson

Hay otro enfoque para reducir los desequilibrios: incrementar la actividad económica real, generadora de valor añadido y de empleo.
Fotografía: CC BY - jurvetson

Al “ajuste destructivo” se puede oponer el “afán constructivo”, creando nueva actividad económica adaptada a las cambiantes condiciones sociales. Promover un clima social a favor de la creación de actividad real, nos tiene que llevar a iniciar un movimiento ilusionado de promoción, iniciativa e innovación.

Pero, ¿hay actividades que tengan encaje en este desolado panorama económico? Diría un sí rotundo. Desde la creación de actividades que respondan a nuevas demandas, hasta la adaptación de nuestra industria tradicional a las exigencias de competitividad internacional, tienen un gran recorrido de desarrollo que nos puede permitir generar riqueza.

El espíritu empresarial sigue vigente en la sociedad. La “función social del empresario” debe traducirse en el afloramiento de nuevas iniciativas. Es preciso echar mano de ese “cajón de ideas”, que todo empresario tiene guardado, para aflorarlo y ponerlo en circulación. Se trata de poner al trabajo como núcleo de nuestras preocupaciones.

Esta acción promotora debe ir acompañada con una coherente actividad financiera. El dinero tiene que servir para “irrigar” los nuevos intentos, hasta convertir en vergel el desolado panorama presente. Ningún proyecto empresarial coherente, debe abortarse por limitaciones de financiación.

Es preciso huir de la paralizante sensación de impotencia. Nadie va a resolver nuestros problemas ni podemos esperar rescates externos. La vitalidad de un pueblo se mide por las repuestas ante las dificultades. Permanecer impasibles ante la lacra del desempleo es perder nuestra identidad, la que nos ha caracterizado en la historia.

“O libreta o maleta” apostillaba Arizmendiarrieta, para indicar que debíamos trabajar y ahorrar para invertir en crear actividad económica, en caso contrario estaríamos condenados a la emigración.

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