Oscar GONZÁLEZ FERNÁNDEZ
La presión sociocultural percibida sobre el autoconcepto físico: naturaleza, medida y variabilidad. Tesis dirigida por Alfredo Goñi Grandmontagne, codirigida por Arantzazu Rodríguez Fernández y realizada en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UPV/EHU.
Esta investigación desvela que el autoconcepto físico es vulnerable a influjos socioculturales como la familia, los amigos, la publicidad y la información. Es más, el poder que tienen estos influjos de modificarlo es muy alto. Este descubrimiento abre un nuevo abanico de posibilidades en la prevención de enfermedades de índole psicológica tales como los trastornos dismórficos y de conducta alimentaria (anorexia, la bulimia...), cuyos síntomas tienen en común una insatisfacción con el propio físico, y cuyo tratamiento y reeducación se abordaría de forma más eficaz si se incidiese sobre todas las dimensiones del autoconcepto físico y los influjos socioculturales que pueden modificarlo, no sólo sobre la imagen corporal.
Esta reciente investigación ha cumplido un doble propósito. Por un lado, encontrar cómo el influjo tanto de la familia como de los amigos, el de la publicidad y el de la información inciden en la modificabilidad del autoconcepto físico de forma individual y determinar en qué medida influye cada uno, y por otro, construir un Cuestionario de Influjos socioculturales sobre el Autoconcepto Físico (CIAF) para medir la influencia que ejercen los influjos socioculturales sobre el autoconcepto físico en cada persona.
Según parece, la opinión de los padres resulta ser un indicador de la insatisfacción corporal incluso más potente que el propio físico de los adolescentes. La familia enseña a sus nuevos miembros, desde muy pequeños, cómo deben vestirse, cuál es el modelo de belleza, qué se considera de mal gusto... En el seno de la familia también se comenta la importancia de la apariencia delgada, se amplifica la apariencia sociocultural del atractivo....1 En definitiva, se va configurando una escala de valores interna que va a permitir, al adolescente, interpretar los estímulos del entorno de una forma determinada, identificándose con aquellos que son valorados como buenos según la escala de interpretación aprendida.
Además, a medida que los hijos crecen, los padres tienen una percepción y unas actitudes hacia la apariencia de sus hijos cada vez más negativas, de forma que con hijos pequeños evalúan su apariencia, su alimentación y sus hábitos deportivos más positivamente que con hijos adolescentes.2 Parece ser que esta actitud de los padres es debida a que el atractivo físico se entiende como sinónimo de distinción social, de éxito, de competitividad, de sociabilidad, de reconocimiento social o de afirmación, mientras que la gordura se asocia a connotaciones negativas.3
La necesidad de admiración por parte de sus iguales puede convertirse en un elemento educador nocivo para aquellos quienes sus amigos les presenten ideales de modelos inalcanzables y excesivos.
Foto: CC BY - zalouk webdesign
Pues bien, dado que los patrones de opinión de los padres contribuyen de forma tan directa en la construcción del autoconcepto físico de los hijos, habría que tener un especial cuidado en el tipo de comentarios y la cantidad de críticas referentes al físico, sabiendo que los hijos internalizan las posiciones críticas de los padres, es decir, registran representaciones mentales tanto del Yo como del propio cuerpo recibidas a través de la familia, las cuales, además de que ni siquiera las ponen en duda, las utilizan como matriz de base en la interpretación del mundo que les rodea. Sin duda, este es un buen consejo para aquellas familias cuyos hijos e hijas se encuentran en riesgo de contraer este tipo de enfermedades, cuyas actitudes frente a la forma de ingerir alimentos denotan ciertos síntomas obsesivos, cuya preocupación por el adelgazamiento es excesiva.
Por el contrario, aquellos adolescentes que viven en un entorno de buena comunicación y aceptación por parte de la familia, en general, desarrollan una mayor aceptación de la propia imagen física.4
Las amistades también juegan un papel importante, sobre todo en la adolescencia, momento en el que se reafirma y se construye el Yo de los jóvenes. La necesidad de admiración por parte de sus iguales puede convertirse en un elemento educador nocivo para aquellos quienes sus amigos les presenten ideales de modelos inalcanzables y excesivos, para aquellos que no sepan aceptar su físico tal como es y necesiten de la comparación continua mediante la cual, indefectiblemente, van a encontrar elementos de diferenciación que les mueva a cambiar, a ser diferentes, a ser otra realidad distinta a la suya porque la suya nunca les perece suficiente, no les parece digna de ser aceptada. En este contexto de competitividad, las conductas se extreman y la persona se vuelve excesivamente vulnerable a las valoraciones de los demás. Es entonces cuando la evaluación de los otros condiciona las autopercepciones físicas, de manera que la opinión que la persona cree que los del entorno tienen de él, ejerce una significativa influencia sobre cómo se ve a sí misma.
Además de la comparación con sus iguales también juegan un papel importante las conversaciones sobre el físico, el modelado o imitación de un patrón y el feedback, es decir, la apreciación de cómo los demás le perciben.5
Tanto la familia como los amigos conforman un espacio en el que se crean los valores de referencia de la imagen corporal, si bien ejerciendo un nivel menor de presión que los medios de comunicación. Aun así, los ideales estéticos no se generan únicamente en los medios de comunicación, quienes sí juegan un papel primordial en su difusión. Esto no es incompatible con que la familia sea el primer contexto de socialización a través del cual, con sus palabras o con las comunicaciones no-verbales, se favorezca el desarrollo del autoconcepto físico.
De esta manera, los medios de comunicación ejercen una intensa presión social al transmitir el mensaje, principalmente dirigido a las mujeres, de que un físico delgado proporciona felicidad, ya que éste, por lo general, no sólo se asocia con belleza y atractivo sexual, lo que facilita ser amada, sino que también implica tener más poder y autocontrol, concretamente, un pleno control sobre el cuerpo que informa de una subjetividad perfecta y poderosa; la imagen corporal no está sólo ligada a la belleza física, sino a características de personalidad altamente valoradas socialmente.6
La presión que ejerce el entorno es más precoz en las mujeres que en los hombres y se incorpora como un elemento de autoestima.7 El físico de las mujeres que aparecen en los medios de comunicación en general, y en la publicidad en particular, es cada vez más irreal, lo cual implica riesgos para la salud de las mujeres al buscar un ideal corporal inalcanzable. Además supone una importante dedicación temporal al cuidado del cuerpo y la búsqueda de la belleza.8
La presión sociocultural que ejercen los medios de comunicación también influye en el desarrollo de la vigorexia. En los países occidentales, los hombres están expuestos constantemente y de forma creciente a mensajes de estética y supuesta belleza que transmiten una imagen corporal ideal, modelo que va cambiando con los años. Hace tres o cuatro décadas, tanto en los héroes cinematográficos como en los juguetes, se ha evidenciado un aumento de musculatura.9
Los hombres, a diferencia de las mujeres, cuando manifiestan insatisfacción con su cuerpo, en la mayoría de los casos quieren ganar musculatura más que peso.10 El modelo que presenta la industria de la publicidad se asocia a musculatura, dureza abdominal y poca grasa con poderío sexual, explotando así inseguridades en otros ámbitos.11 El aspecto se considera sinónimo de éxito, belleza, salud, felicidad y control.
Las amistades también juegan un papel importante, sobre todo en la adolescencia, momento en el que se reafirma y se construye el Yo de los jóvenes.
Foto: CC BY - chiesADIbeinasco
Otro de los elementos en los que profundiza esta investigación es sobre la idea de si los medios de comunicación, publicidad e información, utilizan mecanismos de influencia distintos sobre el autoconcepto físico. Los resultados muestran que esta diferenciación es adecuada, toda vez que la publicidad influye de manera involuntaria, mientras que la información requiere de una intencionalidad.
La publicidad influye de manera que los estilos y los atributos físicos son socialmente considerados más o menos atractivos: se utilizan cuerpos espléndidos como reclamo para incrementar las ventas. En las últimas décadas, la silueta corporal deseada ha sufrido cambios drásticos, de manera que se presentan modelos más delgados y altos como paradigma de belleza en la mujer, exhibiendo un pecho y unas caderas cada vez menores en tanto que se incrementa la altura y la cintura, modelos cuyo índice de masa corporal es tan bajo que puede interpretarse como uno de los síntomas de diagnóstico de anorexia nerviosa. Es decir, el modelo propuesto como ideal de belleza y de éxito en la vida, corresponde a un cuerpo anoréxico. Este dato resulta inquietante, puesto que se ha probado que la presentación de imágenes de mujeres delgadas es el mayor factor contribuyente a la hora incrementar la insatisfacción corporal.12
En cambio, dado que el ideal corporal que se presenta a los varones es bastante diferente, el riesgo de terminar padeciendo una anorexia o bulimia nerviosa es mucho menor mientras que se maximiza el riesgo de otra patología psicológica: la vigorexia. Durante los años 90 el prototipo masculino ha sufrido un incremento muscular tanto en la televisión, como en los carteles publicitarios. Pero donde más se ha apreciado este incremento muscular ha sido en las revistas, mostrando hombres con cuerpos mesomórficos, con espaldas anchas, un torso bien desarrollado, y un vientre plano y musculado. Este tipo de modelo estético, incluso, ha propiciado en algunos hombres el uso de anabolizantes para lograr una mayor masa muscular.13
La información que suelen proporcionar los medios de comunicación, a la par que icónica, es también auditiva y escrita, de manera que además proporciona consejos sobre cómo alcanzar el ideal corporal a través de artículos sobre dietas, hábitos de vida o el ejercicio físico. En un estudio elaborado por Tiggemann (2003)13, se ha comprobado que la lectura de este tipo de información influye sobre la insatisfacción corporal de forma diferente a como lo hace la televisión. Y en distintas investigaciones se ha encontrado que la lectura de información sobre moda o acerca de la imagen corporal se hace de modo intencionado, con la finalidad de buscar instrucciones, mientras que cuando se ve la televisión esos mensajes no son buscados conscientemente sino que aparecen implícitos; y esta diferencia de intencionalidad marcaría también influencias diferentes entre el material procesado activamente y el de impacto incidental.
En resumen, los resultados sustentan la existencia de tres tipos de influjos socioculturales: la publicidad, la información y el entorno, aglutinándose en este último los influjos de la familia y del círculo de amistades. Aunque un reciente estudio ha encontrado que estos influjos son definitivamente independientes. Estos influjos guardan relación con todas las dimensiones del autoconcepto físico. Se confirma, por otro lado, que las mujeres son más vulnerables a los influjos del entorno y los hombres a los de la información, y que los menores de 14 años son los más vulnerables que los de más edad. Así mismo, se encuentra que quienes experimentan una mayor satisfacción por su silueta corporal al igual que quienes no practican ninguna actividad físico deportiva son menos vulnerables a los influjos socioculturales.
1 Raich, R. M. (2000). Imagen corporal. Conocer y valorar el propio cuerpo. Madrid: Pirámide.
2 Striegel-Moore, R. H., y Kearney-Cooke, A. (1994). Exploring parents’ attitudes and behaviours about their children’s physical appearance. International Journal of Eating Disorders, 15, 377-385.
3 Toro, J. (1988). Factores socioculturales en los trastornos de la ingesta. Anuario de Psicología, 38, 25-47.
4 Pons, J., y Pinazo, S. (2000). Autoconcepto y niveles de comunicación familiar en adolescentes. Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, 46(2), 167-174.
5 Paxton, S. J., Schutz, H. K., Wertheim, E. H., y Muir, S. L. (1999). Friendship clique and peer influences on body image attitudes, dietary restraint, extreme weight loss behaviours and binge eating in adolescent girls. Journal of Abnormal Psychology, 108(2), 255-266.
6 Martínez, I. (2001). Género, desarrollo psicosocial y trastornos de la imagen corporal. Madrid: Instituto de la Mujer.
7 Kelly, C., Ricciardelli, L., y Clarke, J. (1999). Problem eating attitudes and behaviors in young children. International Journal of Eating Disorders, 25, 281-286.
Ricciardelli, L. A., y McCabe, M. P. (2003). Sociocultural and individual influences on muscle gain and weight loss strategies among adolescent boys and girls. Psychology School, 40, 209-224.
Rosemblum, G. D., y Lewis, M. (1999). The relations among body image, physical attractiveness, and body mass in adolescence. Children Development, 70, 50-64.
8 Santiso, R. (2001). Las mujeres en la publicidad: Análisis, legislación y aportaciones para un cambio. Acciones e Investigaciones Sociales, 13, 43-60.
9 Pope, H. G., Olivardia, R., Gruber, A., y Borowiecki J. (1999). Evolving ideals of male body image as seen through action toys. International Journal of Eating Disorders, 26, 65-72.
10 Fallon, A. E., y Rozin, P. (1985). Sex differences in perceptions of desirable body shape. Journal of Abnormal Psychology, 94(1), 102-105.
11 Hausenblas, H. A., y Fallon, E. A. (2006). Exercise and body image: A meta-analysis. Psychology & Health, 21(1), 33-47.
Morgan, J. F. (2000). From Charles Atlas to Adonis complex. Lancet, 356, 372-373.
12 Tiggemann, M. (2003). Media exposure, body dissatisfaction and disordered eating: television and magazines are not the same! European Eating Disorders Review, 11, 418-430.
13 de la Serna, I. (2004). Anorexia y vigorexia. Monografías de Psiquiatría 16(2), 3-15.
Pope, H. G., Gruber, A., Choi, P. Olivardia, R., y Phillips, K. A. (1997). Muscle dysmorphia: an under recognized form of body dimorphic disorder. Psychosomatics, 38, 548-557.
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