El monte Ezcaba y su influencia en los pueblos que lo rodean: aprovechamientos, modos de vida, usos y costumbres

Carmelo URRA

Lagundu

La primera influencia que tiene el monte para los pueblos que lo rodean depende de su disposición orográfica. Orientado casi de Oeste a Este, genera dos microclimas distintos para los pueblos del norte (Ezcabarte) y los del Sur. Estos, desde Villava a Berriosuso disfrutan de un clima más mediterráneo. En su ladera había viñas, encinas e incluso un olivar en Artica. Los pueblos de Ezcabarte, más oceánico, no tenían viñedos ni encinas en su ladera.

El principal aprovechamiento del monte era la leña de su bosque de robles y encinas para el fuego de sus hornos y hogares. Los documentos hablan de leña menuda y leña gorda o leña y ramas. La menuda se obtenía de las limpias y de las ramas desgajadas por la nieve o el viento. La gorda es la que se obtiene de los árboles grandes. Podía ser cortando el árbol desde la parte baja del tronco —por pie— o aprovechando las ramas y troncos desgajados por el peso de la nieve o la fuerza del viento, por rama.

Monte Ezcaba. Al fondo el Fuerte San Cristóbal

Monte Ezcaba. Al fondo el Fuerte San Cristóbal.

Todos los concejos solían repartirla tres veces al año. Berriozar lo hacía en lo que llamaban las tres pascuas: Navidad, Resurrección y Pentecostés. En Berriosuso, por Navidad, San Blas y Santa Eulalia. (3 y 12 de febrero) A partir del siglo XIX ya repartían dos.

Primero hacían junta o batzarre, a toque de campana, en el atrio de la iglesia, convocado y presidido por los jurados. Allí señalaban un día para reconocer el monte y determinar en qué parte se iba a cortar la leña. Otro día subían todos, uno por casa, con sus herramientas. Después de hacer la leña la sorteaban entre los vecinos, de ahí viene el nombre de suertes. Estas suertes no podían venderse. A veces cortaban lotes de leña para venderla.

La ganadería y el monte

Por el monte pastaban, sobre todo, cerdos, ovejas y cabras. En algunos pueblos como Ezcaba vedaban trozos del monte desde Nuestra Señora de marzo hasta Navidad y sólo podían entrar los bueyes y animales de labor. Desde muy antiguo en los pueblos se limitó el número de cabras que podía tener cada vecino pues siempre se consideró que son unos animales dañinos para los renuevos y plantas jóvenes. Por el contrario era el animal del que podían disponer los más pobres para abastecerse de leche. Normalmente cada pueblo tenía su pastor para el cuidado de las ovejas —a veces hacía también de cabrero—, dulero para el ganado caballar, boyero y porquerizo. Estos oficios desaparecieron a mediados del siglo XX.

Cantera La Barga

Cantera La Barga.

Cuidado del monte

Todos los pueblos velaban por su monte. Berriozar tenía fama entre los circunvecinos de que lo cuidaba de una forma especial. La gente tenía claro que nadie podía cortar robles o encinas por pie ni por rama y que había que dejar siempre horca y pendón. Varios testigos de otros pueblos decían que el de Berriozar estaba especialmente cuidado, incluso que era de los mejores de Navarra. Algunos afirmaban que todos los años, en navidad, todos los vecinos juraban custodiar el monte, no cortar ningún árbol por pie ni por rama y denunciar ante los guardas a quienes vieran haciendo daño. Este juramento lo realizaba por primera vez cada uno al llegar a la mayoría de edad, o sea, al cumplir los 25 años. También el que venía de fuera a casarse a una casa del pueblo A partir de entonces esa persona era juramentado y si no cumplía con este cometido se le consideraba perjuro, lo que era un motivo más para respetar el monte.

Los que se encargaban de guardar el monte eran los guardas o costieros. No permitían que ningún animal de otro pueblo entrase en el monte ni ninguna persona —ya fuera del propio pueblo o de otro— cortase leña en él. A veces la función de guarda la hacían todos los vecinos siguiendo el orden de las casas. Otras contrataban a uno para todo el año y le pagaban con trigo y la mitad o la tercera parte de las multas. Generalmente los nombraban en enero. En aquellos tiempos los guardas entregaban cada domingo a los jurados lo que habían cobrado por las multas durante la semana. Más tarde, desde mediados del XVIII, lo hacían una vez al año, en enero.

Algunos pueblos hicieron faceros o convenios de facería, esto es, acordaban que sus animales podían pastar en los términos de esos pueblos respetando los vedados. La leña no entraba en esos convenios. Todavía perdura el Facero de los cuatro pueblos: Berriosuso, Unzu, Zildoz y Orrio.

Ovejas en Ezcaba

Ovejas en Ezcaba.

Las canteras

De las canteras llamadas de Ezcaba, Artica y Berriozar obtuvieron piedra dura y arena roja refractaria para la construcción. De la de Ezcaba tenemos noticias de su explotación desde principios del XVI para la construcción del castillo y reparación de las murallas de Pamplona. En Berriozar en el XIX solía hacerse una subasta anual para la adjudicación de la explotación de la cantera. Se adjudicaba al mejor postor, utilizando el antiguo método foral de la candela, con admisión del sexteo. Una comisión concejil marcaba el lugar que no podía exceder de 900 metros cuadrados. El Concejo era el responsable de que nadie, excepto el adjudicatario, extrajese piedra o arena de ningún lugar del término concejil. Ahora bien, si algún vecino necesitaba sacar arena para alguna obra o para usos agrícolas, podría hacerlo libremente aun en el terreno adjudicado.

Repoblación forestal en el Siglo XVIII

A partir de las Cortes de 1757 la Diputación se propone repoblar los montes. Navarra queda dividida en 18 partidos y al frente de cada uno de ellos estará un Diputado Conservador quien visitará todos los pueblos de su circunscripción y, junto con los regidores, examinará el monte y acordarán las medidas oportunas. El Ezcaba, sobre todo en los pueblos de Ezcabarte, necesita mayores cuidados. A todos los pueblos menos Berriozar, Aizoáin y Berriosuso les ordena que construyan viveros. En un primer momento estos tres no lo necesitan pues hay zonas en su robledal y encinal demasiado tupidas. De allí tendrán que trasplantar a los claros. Se comprometen también a hacer limpias unos días al año y a no introducir las cabras. Parece que tanto los viveros como la repoblación directa fracasaron. Las visitas acabaron en 1796, después de la Guerra de la Convención. Durante el siglo siguiente los bosques del Ezcaba quedaron muy deteriorados a causa de las diversas guerras que padecieron nuestros pueblos.

Repoblaci?n junto al cementerio

Repoblación junto al cementerio.

La hermandad del árbol y del paisaje

Fue una asociación ecologista nacida en Pamplona a principios del siglo XX. Esta asociación se declara totalmente altruista. Uno de sus principales fines es la repoblación del monte Ezcaba. Dicen que aunque el monte no pertenece al término de Pamplona sí forma parte integrante de su paisaje. En 1927 se firma un convenio, por quince años, entre la Hermandad y el Concejo de Berriozar por el cual éste cede 300 robadas en el paraje del Camposanto. La Hermandad del Árbol y del Paisaje entregará 300 pesetas anuales como compensación del valor de las hierbas mientras dure el cierre. También abonará otras 300 pesetas que previamente el Ayuntamiento de Pamplona había acordado entregar a la Hermandad con destino al Concejo de Berriozar para ese fin. El Concejo será el propietario del arbolado. La repoblación se llevó a cabo pues Paz de Ziganda, uno de sus miembros, se siente muy orgulloso de sus resultados. Pensamos que esta asociación acabaría con la Guerra Civil.

La ermita de San Cristobal

Citada ya en el XIII por Aneliers, de ella en el XIX, antes de la construcción del Fuerte, ya no quedaban más que unos vestigios de sus cimientos. En 1716 cuentan que, desde tiempo inmemorial, todos los pueblos de la Cendea de Ansoáin acudían en romería a la ermita el lunes de pentecostés. Salían todos juntos de Berriosuso. En la ermita oían misa y recibían un refresco. Volvían a oír otra misa en Berrioplano. Dos días antes subían en procesión los de Garrués. También, otro día, los del barrio de la Magdalena. La desaparición de la ermita tuvo que ser posterior a la pérdida de la costumbre de las romerías.

El monte Ezcaba ha sido el pulmón verde de la Comarca de Pamplona. Nosostros deberíamos mantenerlo y cuidarlo como hicieron los antepasados.

Fotografía de la portada: Berriozar

Lagundu

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