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INTRODUCCIÓN
La madera ha sido el primer útil que ha usado el hombre. Madera para calentarse, para cazar, para ahuyentar a los enemigos, para edificar sus chabolas Seguro que en una de esas chabolas alguien con una piedra afilada grabó algo. Sería el primer signo de talla.
Posteriormente la manipulación de la madera ha dado en el arte popular vasco múltiples demostraciones artísticas. Sería en los arcones o kutxas, las tallas en las puertas, o en los aleros de las casas, los muebles, terminando con las imágenes y los retablos.
Porque en nuestra tierra existieron y existen buenos tallistas, y diría más, hay un amor especial por la talla y el trabajo con la madera, lo cual se demuestra de forma palpable en el buen número de artesanos que se dedican a este menester y lo que me parece más ilustrativo, el alto número de personas que tallan y trabajan la madera por afición.
De diversos artesanos de la madera hemos tratado anteriormente en EUSKONEWS: así y entre otros recuerdo: en el nº 148 Iñaki Alberdi (makilas), nº 158 Yosu Carballeda (torno), nº 166 Fermín Anda (argizaiolas), nº 199 Pablo Iturgaiz (tonelero), nº 201 Miguel Urroz (cucharero), nº 211 Angel Santos Ruiz (maquetista), aparte de otros como los cesteros, fabricantes de txisteras, etc.
Hoy vamos a tratar de un artista que hace algo simple y a la vez bello: talla en madera, y especializado en tallar kutxas (arcones).
LA KUTXAEl arcón, en euskera kutxa, era un gran cajón con tapa y cerradura que existía en todos los caseríos. Las había para diversos usos. Las más simples, generalmente sin talla, se usaban para salar la cecina y los jamones, o para guardar el grano.
Las más bonitas, y muchas con preciosas tallas, eran para guardar los elementos de valor de la familia: las mejores ropas, las pocas joyas que disponían y algunos recuerdos personales.
Había familias que tenían otra, y que generalmente estaba en el desván, en que guardan la mortaja (il-zapiak), los candelabros y demás elementos del rito mortuorio.
En las casas curales o casa del rector, había una gran kutxa que se usaba para recoger los diezmos, y que a veces llamaban hórreo, algunas de grandes dimensiones (de hasta 1,9 m. de alto, 2 m. de ancho y 0,6 m. de fondo).
Antiguamente todas se alzaban sobre cuatro patas para evitar el acceso de los ratones. Se armaban sin clavos, a base de pasadores de madera y los panales generalmente iban montados en tingladillo.
Es a partir del siglo XVI cuando nuestra kutxa adquiere su personalidad. Se fabricaban en madera de castaño, aunque las hay también de roble y haya. Se tallaban motivos simples, generalmente geométricos, con abundancia de grandes discos solares de rayos múltiples.
El que fuera director del Museo San Telmo, Gonzalo Manso de Zúñiga, situó en el siglo XVIII la aparición de decoraciones artísticas como flores, aves, personas o jinetes a caballo con olifantes.
A partir del siglo XIX ya no evolucionan y los artesanos de las tallas se limitan a repetir los modelos anteriores.
Hoy se siguen fabricando preciosas kutxas, pero con fines exclusivamente decorativos. Por otra parte al estar destinadas a los modernos pisos ha obligado a efectuar ciertas concesiones, como la de reducir los tamaños y el que en lugar de tener una tapa superior se cierre con una tapa frontal, que posibilita tener algún objeto decorativo sobre ella y no tener que retirarlo para abrirla.