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EL ARTESANO
Cosiendo. |
La necesidad de salir adelante hace que José entre con 8 años como cantor en la parroquia del Buen Pastor, por lo que le daban 15 Pts. al trimestre y clases. Después del colegio iba a la Pañería Arka de Martín Arrieta que estaba en la calle Urbieta, 37 de San Sebastián, en donde hacía recados, a cambio le vestían y le daban 60 Pts. al mes que en aquellas fechas no estaba nada mal. Al poco tiempo asciende a monaguillo en el Buen Pastor con un sueldo de 70 Pts. al mes, lo cual alternaba con la sastrería. En 1952 deja de ser monaguillo y pasa a estudiar a las escuelas públicas de Víctor Pradera, alternando la escuela con los recados en la sastrería. Además del sueldo, los domingos, que solía ir para hacer algunas entregas de prendas, le solían dar 6 ó 7 Pts. además de las propinas que le daban los clientes.
Con 14 años pasa a trabajar como aprendiz del sastre Antonio Pascual, en la calle Arrasate 7-4º, donde permanecerá hasta cumplir los 19, momento en el que pasa a la sastrería Enrique García en la Plaza de la Constitución portal 13, 4º. Al entrar le pagan a razón de 80 Pts. a la semana por 10 horas de trabajo al día, cantidad que le van subiendo periódicamente. Aquí permanece hasta que al cumplir 27 años, deja el trabajo para independizarse y casarte. Por ello marcha a Barcelona donde toma unos cursillos de perfeccionamiento en el oficio y un título acreditativo.
Se casa y pasa a vivir a Irun, trabajando en su casa como “piecero” para otros sastres y realizando los trabajos que le encargan sus propios clientes. Así trabaja para las mismas Pañerías Arka en donde se había iniciado, ya que ellos no tenían taller, tomaban los encargos y luego los daban a otros para que los hicieran, para Antonio Pascual (hijo del que le enseñó el oficio) y otros sastres con los que continúa aún hoy en día trabajando.
A máquina. |
Casa con Rosario Picaza Zabala, y tiene dos hijos: una chica Miren y un chico Mikel, y 2 nietos hijos de Miren.
Siempre celebraban la fiesta de Santa Lucía. Los sastres, modistillas, por grupos y cuadrillas. Lo normal era comer juntos y luego los jóvenes iban a bailar. Nos dice José que hoy lo celebran muchos que “no han visto una aguja en su vida”.