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HISTORIA
Se supone que el arte floral nació hacia el siglo VI de mano de los monjes al hacer las ofrendas a Buda. Ellos fueron los que introdujeron estas técnicas en Japón.
La primera escuela conocida es la de Ono no imoko también llamada ikebono, del siglo VII.
Entre el siglo VIII y el XIV se hizo muy popular en Japón la escuela rikka de arte floral. Según los maestros rikka las flores simbolizaban la fe en dios, en el emperador, en el cónyuge. Por ello se procuraban formas florales de ramilletes tiesos.
Posteriormente, hacia el siglo XIV surge la ikebana, voz japonesa que significa “composición de flores” (otros la traducen como “flor viva colocada”), escuela aún activa. En esta modalidad del arte la composición floral se realiza de acuerdo a reglas muy precisas, unidas generalmente en origen a la ceremonia del té. La flor representa lo natural, simple y a la vez perfecto, resumen de la vida. Las ramas superiores representan el cielo; la intermedia al hombre y la inferior a la tierra. El hombre es el que tiene que armonizar las fuerzas vitales para unir cielo y tierra, lo eterno y lo efímero. A la vez simboliza la unión entre los antepasados y sus descendientes. Se estudia el diseño de la composición, pero también la armonía tanto de materiales, como de colores, y de texturas.
Asimismo, dentro de la ikebana según el tipo de composición recibe un nombre distinto: Koryu, Ohara, Sogetsu, Rikka, Shoka, Nageire, Moribana, etc.
En San Sebastián en el 2006 se funda Tatebana, primera escuela de ikebana del País Vasco.
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