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José Javier FERNÁNDEZ ALTUNA
Se puede afirmar sin duda alguna que Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924) es uno de los artistas y figuras más importantes que hemos tenido en el arte contemporáneo de Euskal Herria, y no sólo porque, afortunadamente, sigue vivo, sino porque, además, continúa con su labor creativa. Me gustaría resaltar tres peculiaridades de la obra de Néstor Basterretxea como artista contemporáneo y, en general, de su largo y fructífero itinerario artístico.
En primer lugar, su apuesta por el arte contemporáneo desde el inicio de su trayectoria profesional. Si las dos primeras décadas del franquismo fueron, en general, difíciles y especialmente contrarias a los lenguajes artísticos contemporáneos, Néstor Basterretxea y otros artistas vascos de la misma época —Jorge Oteiza, Eduardo Chillida y Agustín Ibarrola, entre otros— apostaron por la gramática contemporánea de la época de la vanguardia —surgida entre las dos guerras mundiales y siguiendo sobre todo la corriente de la abstracción—, convencidos de que llegarían otros tiempos de nuevas libertades democráticas junto con otras formas de entender y de practicar el arte. Sin embargo, aunque Néstor Basterretxea apostara por el arte contemporáneo como línea principal en su línea artística, ha tenido distintas fases y etapas en su desarrollo y, consecuentemente, nunca fue un artista de una sola perspectiva o una única mirada; al contrario, siempre tuvo muy claro que cada conjunto de obras de arte ha de seguir los dictados de su época y, sobre todo, responder a las directrices de los encargos correspondientes. Por eso, sin dejar de lado su lenguaje artístico contemporáneo, siempre supo modificar la gramática, el léxico y la sintaxis en su obra para adecuarlos a la nueva situación que le surgía en cada momento. No obstante, analizando todas sus obras y, sobre todo, las que realizó tanto en Arantzazu como junto con los miembros del grupo 57 y en el marco del grupo Gaur —fue entonces cuando adquirió las principales y más firmes rasgos de su lenguaje artístico contemporáneo—, podemos observar claramente que lo que más le agradaba era su apuesta por la vanguardia abstracta y constructiva —siguiendo las corrientes del Neoplasticismo, Suprematismo y Constructivismo— y, en mayor o menor medida, fue eso lo que defendió con las diferentes obras de arte que realizó a lo largo de su trayectoria, y no solamente en las disciplinas relacionadas con la pintura y la escultura.
“Mural”, por Néstor Basterrechea.
El segundo rasgo importante de Néstor Basterretxea que cabe resaltar es el siguiente: si bien a lo largo de todo su itinerario artístico siempre hizo una audaz apuesta por el arte contemporáneo, este artista vizcaíno, al igual que otros muchos de su generación —una vez más Jorge Oteiza y Eduardo Chillida, entre otros— se esfuerza por combinar los lenguajes artísticos innovadores con la personalidad y las peculiaridades propias de Euskal Herria. Así, Néstor Basterretxea, junto con otros artistas vascos de su época, intentó encontrar la denominada estética vasca tradicional, y no lo hizo solamente participando en diferentes estudios arqueológicos y antropológicos, sino también tratando de incorporar los frutos de esas investigaciones en el arte contemporáneo. Eso sí, en lugar de seguir una estética tradicional sin más, Néstor Basterretxea siempre tuvo muy claro que la labor del artista contemporáneo, una vez conocidas las características, los antecedentes y las raíces de esa estética, debía ser la de inventar una nueva estética que tuviera una estrecha relación con la sociedad y la época actuales, que fuera tan vasca como la anterior, pero con una personalidad propia, y por eso era necesario realizar un estudio y análisis de lo anteriormente existente, pero teniendo siempre muy claro que había que crear unas propuestas artísticas que respondieran a los nuevos lenguajes artísticos creados por la vanguardia europea, aunque estas nuevas apuestas innovadoras tal vez no consiguieran el respaldo de la sociedad de la época, como, por desgracia, ha ocurrido casi siempre, y no solo por culpa del franquismo, sino también por una manera inadecuada de entender al nacionalismo.
El tercer rasgo en la trayectoria de Néstor Basterretxea responde al concepto de diversidad, es decir, la diversidad no solo con respecto al estilo, como hemos subrayado al mencionar la primera característica relativa al lenguaje artístico, sino también con respecto a las disciplinas artísticas. Si bien, en general, la obra del artista bemeotarra se enmarca en el terreno de la escultura, son múltiples las disciplinas en las que ha trabajado, y no todas relacionadas con el arte, sino también con otras manifestaciones culturales, entre las que cabe reseñar el diseño, la arquitectura, la fotografía y, especialmente, el cine. También desde ese punto de vista Néstor Basterretxea es un artista contemporáneo, ya que al igual que otros muchos artistas de la época de la vanguardia —Malevich, Rodchenko, Mondrian, Le Corbusier— él no creía que el trabajo del artista tuviera que circunscribirse a una única disciplina, sino extenderse a las demás y, sobre todo, ponerse en relación y crear vínculos con la sociedad, con la vida, para conseguir el objetivo final: un nuevo arte para una nueva sociedad. En consecuencia, partiendo de esa perspectiva, Néstor Basterretxea no es solo un escultor y un pintor extraordinario, sino también un diseñador progresista, un interesante arquitecto, un audaz fotógrafo y un sorprendente cineasta. Apostando en todos los ámbitos por el lenguaje contemporáneo pero siendo consciente de que cada disciplina tenía sus propias particularidades, lo que ha logrado Néstor Basterretxea tiene un gran mérito: realizar excelentes trabajos y causar sorpresa en cada una de estas disciplinas, siendo su sello y su estilo diferentes en cada una de ellas, lo que no deja de ser una manera de expresar su personalidad.
“Núcleo interior exterior”, por Néstor Basterrechea.
En lo que respecta a sus trabajos, si tuviéramos la intención de reunir todas las obras interesantes realizadas por Néstor Basterretxea durante estos años, tendríamos que empezar de nuevo a escribir este artículo y, seguramente, necesitaríamos un artículo por cada una de las disciplinas en las que ha trabajado. Si bien las exposiciones que le van a dedicar durante las próximas semanas el Museo Vasco de Baiona y el Museo Bonnat conjuntamente —el primero sobre su faceta escultórica y el segundo sobre la pictórica— ofrecerán la oportunidad de apreciar no pocas de sus obras, no podemos desperdiciar la oportunidad que nos brinda este artículo para recomendar algunas de ellas. Por lo que concierne a la escultura, una de las series más interesantes es la denominada “Cosmogonia Vasca”, junto con el trabajo ubicado en el Parlamento Vasco; estas dos obras de arte y las esculturas situadas en distintos espacios públicos —en estos espacios destaca Basterretxea también por su acierto con los contextos y las escalas— resumen perfectamente su lenguaje artístico y su estilo. Por otra parte, en lo relativo a la pintura, cabe decir que, afortunadamente y por fin, las pinturas correctamente acondicionadas en la cripta de Arantzazu son otra expresión de su trayectoria artística, ya que, sin dejar a un lado su propio lenguaje artístico, supo afrontar un encargo complejo como era este y, a pesar de las dificultades, crear y defender su obra.
En lo que toca a la arquitectura, si bien ha conseguido levantar pocas edificaciones —únicamente la Casa Taller ubicada en Irun, junto con Jorge Oteiza y el arquitecto Luis Vallet— son muchas las ideas y los proyectos interesantes que esbozó; por mencionar unos pocos, citaremos la Biblioteca de la Universidad de Deusto, Sabin Etxea en Bilbao, el Museo de la Ciencia de Lemoiz y el Museo sobre los terribles efectos de las guerras de Gernika. En lo que respecta al cine, Basterretxea es autor de varios trabajos en colaboración, entre los cuales podemos destacar tres: “Pelotari”. “Operación H” y, sobre todo, “Amalur”, en el cual podemos encontrar resumidas la mayoría de las particularidades del artista.
Con esa trayectoria y teniendo en cuenta que, afortunadamente, aún está vivo y con ganas de trabajar, las obras de Néstor Basterretxea, más que una exposición temporal, necesitan una exposición permanente, un espacio físico digno como el que ya tienen Jorge Oteiza y Eduardo Chillida, para poder reunir en él sus trabajos más prestigiosos y, especialmente, para recoger todos los proyectos y estudios realizados a lo largo de su largo itinerario. Al fin y al cabo, al igual que él supo mirar hacia atrás para luego avanzar, nosotros tampoco tenemos que olvidarnos de lo ya realizado para continuar hacia adelante, porque todavía tenemos mucho que aprender del pasado. Pero es que, además, Néstor Basterretxea nunca ha sido el pasado, sino siempre el presente y el futuro, y en consecuencia, será imprescindible que el centro artístico que se dedique a Basterretxea sea eso, reflejo del arte, de la sociedad y de la vida que nos depara el futuro.
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