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Andoni VERGARA MARTÍNEZ
Ricardo Zuricalday de Otaola (Bilbao 1877-1969): De encarcelado por la República (1936) a juez de Instrucción de la “audiencia de Guerra” en la dictadura de Franco (1940)
Nació en Bilbao día 12 de agosto de 1877, tres años después de levantarse el Tercer Sitio de la villa. Ricardo fue el tercero de cuatro hermanos.
La infancia de Ricardo se desarrolló en el Casco Viejo de Bilbao. Sus primeros años de vida los pasó en la calle Barrencalle. Según García Merino,1 L.V., era una de las de mayor densidad de las Siete Calles, pertenecía al distrito de Mercado y era habitada por clases medias y modestas. Poco antes de 1900 la familia se trasladó a un inmueble de su propiedad en la calle Correo, que había tenido arrendado desde mediados del siglo XIX.
Vestido con el hábito de la Orden de Carlos III, 1925.
Foto: Familia de Ricardo Zuricalday.
Según la ficha antropométrica del ingreso en la Academia de Toledo (1900),2 Ricardo medía 1,775, casi diez centímetros más alto que la media.3 Además hablaba perfectamente tanto el francés como el alemán.
En 1903 se licenció como Teniente. En el mes de julio fue destinado al Regimiento de Infantería Garellano nº 43 de Bilbao. El 26 de octubre participó con su Batallón en la protección del depósito de aguas de Puente Nuevo durante la huelga general de octubre.
En 1905 marchó con su regimiento a Sestao para reprimir los incidentes producidos en la localidad fabril con motivo de la huelga minera. Como consecuencia de aquellos sucesos Ricardo fue arrestado en el Castillo de Serantes por “abandono y negligencia en el servicio”. Esta sería la única nota desfavorable de su expediente militar en más de 40 años de servicio.
Debemos tener en cuenta que, hasta la reorganización de los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad en 1908, antecedentes de la policía nacional, la competencia de orden público era desempeñada en el municipio de Bilbao por el ejército, la guardia civil, la policía gubernativa, los miñones y la guardia municipal. Dependiendo de la naturaleza de la protesta podían llegar a emplearse todas las fuerzas disponibles en la villa. Al margen de los cuerpos anteriormente citados, serán los militares a partir de la Restauración (1902), y hasta la Guerra Civil (1936) los que reprimirán casi en exclusiva el movimiento obrero.
En 1922 fue destinado a África. Desempeñó labores técnicas en Melilla hasta que su regimiento entró en combate en Dar- Drius y Zeluan. Participó en la toma de Tefersit, Buhafora y Tizzi-Asa.
El 25 de agosto de 1931 se retira del ejército acogiéndose a la Ley Azaña.4 Con la llegada de la República, optó por dedicarse a administrar su cuantioso patrimonio, aumentado tras la muerte de su hermano mayor Lino en 1926. Ricardo había manifestado su simpatía hacia la monarquía, y la caída del rey no hizo más que adelantar su retiro. Desde entonces y hasta la llegada de la guerra civil se dedicó a buscar los orígenes de su familia, reconstruyendo su árbol genealógico, recopilando, analizando y clasificando la correspondencia y documentación de sus antepasados.
El 18 de julio de 1936 le sorprende camino de Reinosa (Santander) adonde se dirigía para recoger a su familia. Allí fue detenido y posteriormente conducido a un calabozo del ayuntamiento “sin suministrarme comida, cena, cama, asiento ni abrigo”. Fue liberado dos días más tarde, tras verificar que se hallaba en situación de retirado voluntario desde la ley Azaña.
Unos meses después el 23 de septiembre Ricardo fue detenido de madrugada en Bilbao y conducido al barco prisión Cabo Quilates5 como rehén. En esta ocasión la intercesión de su yerno, Modesto Arámbarri, capitán destinado en el Estado Mayor del Ejército del Operaciones de Euskadi, le liberó de sus captores utilizando su influencia en el bando republicano.
Según refiere el propio Ricardo su yerno le facilitó varios salvoconductos firmados “por los comisarios generales del partido comunista de Euskadi, de Milicias unificadas, del partido nacionalista vasco y de la FAI, en cuyos cuatro oficios se dispone que para nada sean molestados don Ricardo Zuricalday, ni su esposa ni su hija soltera”.
Estas autorizaciones impidieron una nueva detención en junio de 1937 cuando el grueso de las tropas republicanas retrocedía hacia Santander. Sin embargo, no pudieron evitar que un grupo rezagado asaltara su casa y se llevara objetos de valor, diversos enseres y prendas de abrigo.
Ricardo se presentó la tarde del 19 de julio de 1937 en el Hotel Carlton de Bilbao para ponerse a disposición de las tropas nacionales. Del 4 al 6 de julio estuvo destinado en la Comandancia Militar de Bilbao, mientras se dirimía su participación en la guerra. El 29 de septiembre fue declarado “sin responsabilidad alguna”. A partir de entonces desempeñó diversas funciones de naturaleza jurídica: abogado, juez y fiscal.
Actuó de defensor de un Jefe y ocho oficiales ante Consejo de Guerra de Oficiales Generales (Sumarísimo 116). El 19 de noviembre defendió al comandante Ladislao Cuadrado y diez oficiales ante los Consejos de Guerra. El fiscal acusó los detenidos de inhibirse en el asalto a las cárceles de la villa en 1936. Tras la declaración de todos los detenidos y una vez dictada la sentencia el comandante Cuadrado fue sentenciado a 12 años y un día de cárcel.
En 1940 fue nombrado Juez Instructor del Juzgado Eventual nº 1 y nº 2, Militar (nº 10) de la Audiencia de Guerra. Actuó de Presidente del Consejo de Guerra de Bilbao hasta que se suprimió en agosto.
Boy Scout, 1910.
Foto: Familia de Ricardo Zuricalday.
Ricardo fue un hombre austero que poseía numerosos bienes inmuebles y activos financieros. Según sus familiares y amigos, ejercía voto de pobreza. Estaba muy orgulloso de sus orígenes y se jactaba de pertenecer a una estirpe cuyos antepasados vestían el hábito de la orden de Carlos III desde finales del siglo XVIII.
Ricardo supo adaptarse a los cambios políticos. Solicitó el retiro voluntario del ejército por negarse a acatar la república, siendo monárquico. Tras la victoria de Franco se acomodó a la nueva situación y colaboró activamente con el recién creado régimen ejerciendo de abogado, juez y fiscal de la audiencia de guerra.
1 García Merino, L.V., La formación de una ciudad industrial. El despegue urbano de Bilbao, IVAP, Oñate, 1987, pg 603.
2 Archivo General Militar de Segovia, Ministerio de Defensa.
3 La talla de los vascos en 1900 era de 1,65. Vid Aranzadi, Telesforo, Antropometría, editorial sucesores de Manuel Soler, Barcelona, 1903, pág 53.
4 Esta ley admitía el retiro, con el sueldo íntegro, de todos los generales y oficiales que no quisiesen prestar juramento de fidelidad a la República.
5 En este barco murió un primo suyo llamado Francisco Zuricalday.
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