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Balenciaga retorna al País Vasco

Abraham DE AMÉZAGA, periodista especializado en moda

En realidad, nunca se fue para siempre. El maestro vino al mundo y está enterrado en Getaria, villa marinera en la que nacieron también otros ilustres, como Elcano, Bonaechea o Pepita Embil, entre el largo rosario. Lo que ocurre es que Cristóbal de Balenciaga (1895-1972) vuelve a ser noticia —por fortuna, positiva, tras el serial de la desfachatez que de un tiempo a esta parte tiñó lo relacionado con su museo—. Y lo es porque el Bellas Artes de Bilbao expone algunos de sus vestidos (Balenciaga. El diseño del límite. Hasta el 26 de septiembre). De manera original. A lo largo de la pinacoteca. Alrededor de cuarenta modelos que se irá encontrando el visitante, ubicados en diferentes espacios, pretendiendo susurrar a quien se detenga y los admire aquello de “soy obra de un maestro, Cristóbal de Balenciaga; él trabajó con telas, pero como el mejor de los arquitectos”.

Foto: Sacheverelle

Foto: Sacheverelle.

El País Vasco, cuna de otro grande de la moda, como Paco Rabanne, guipuzcoano también, está en deuda con el guetariano, simplemente porque como ocurre por desgracia en demasiadas ocasiones no fue consciente de su proyección y su legado, de las dosis de arte que plasmó en su oficio. La moda ya entró en universidades del mundo moderno. No sé por qué extrañaría que lo hiciera también en museos, como es un hecho desde hace tiempo. Y para ejemplo, la exposición que ahora pone en pie la pinacoteca bilbaina, con creaciones procedentes del Gobierno vasco, la Fundación Balenciaga y particulares.

Falta cultura de la moda, y eso que por estos lares el vestir fue algo que se cuidó mucho. Hay quien cree hoy que hay que vestirse con lo que se lleva, que eso es destilar moda, estilo, o lo que es más lamentable, elegancia. Con esto último, como con el talento, se nace y sobre todo se trabaja; con curiosidad, con interés por la belleza de las gentes y de las cosas. Cuán horrorizado se mostraría de nuestro tiempo, a buen seguro, el propio Cristóbal de Balenciaga, hijo de marino y costurera que desde pequeño luchó por aquello en lo que creía, por aquello que sabía; superándose cada día. Como se ha dicho en más de una ocasión, si no se hubiese instalado en París, como lo hizo a raíz de la guerra civil, no hubiera pasado de ser un gran nombre de la moda española. Había que estar en la capital del Sena y demostrar al mundo entero que el talento de uno se desarrollaba a diario, con afán de superación, y con un estilo. Como el suyo, único e irrepetible, que sobresalía por formas y volúmenes, así como por utilizar los mejores tejidos. Algunos, incluso, se le creaban en exclusiva. Por deseo propio, en 1968, en pleno boom del prêt-à-porter, decidía cerrar su ciclo creativo, apartándose definitivamente del mundo de la costura.

El director del Bellas Artes bilbaino, Javier Viar, me cuenta que “podrían perfectamente producirse otras exposiciones sobre moda en este museo, pero nuestro aprecio particular a Balenciaga está por encima de cualquier otro profesional. Creemos que es el creador de moda más cercano a las propuestas artísticas de su tiempo, el más profundo y el más lúcido”. Sí, y el menos generoso en palabras, como buen vasco, quien nunca concediera entrevista alguna, ni al llegar al cenit de su carrera; siempre en la sombra, y con tiempo sólo para crear las prendas más sobrias.

Recuerdo otra muestra, la que la sala Kubo del Kursaal le dedicara en 2001, Balenciaga. De París a San Sebastián, y en la que tuve el honor y sumo placer de participar. Allí, donde en otro tiempo vistió a destacadas señoras, incluso a las reinas María Cristina y Victoria Eugenia; a mujeres que se cambiaban de ropa hasta tres y cuatro veces al día. El pasado año, en Las Arenas, invitado por Bilbao International Art & Fashion homenajeábamos al maestro, con una conferencia y rodeados de algunos de sus trajes, creados por los talleres Eisa. Ahora, en la otrora ciudad de industrias y engalanadas damas, clientas con las que contó don Cristóbal en Bilbao o Getxo, tenemos otra cita con su obra, dentro de la “particular interpretación de sus creaciones en el contexto espacial del museo”, como me subraya Viar. Para disfrutar de la perfección, del trabajo bien hecho de quien, aún hoy y teniendo a nuestro servicio las nuevas tecnologías, nadie superó.

 

Abraham de Amézaga es periodista especializado en moda; autor de textos en los catálogos Balenciaga. De París a San Sebastián y Carta de amor a Cristóbal Balenciaga.

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