En Euskonews nos interesa su opinión. Envíenosla!
¿Quiere colaborar con Euskonews?
Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik
On line komunikabide onenari Buber Saria 2003. Euskonews y Media
Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria
Juan AGUIRRE SORONDO
“¿Quieres más, Fuenterrabía?”, preguntaban los hermanos Álvarez Quintero glosando en octosílabos su prestancia, en uno de tantos elogios poéticos dedicados a tan pimplea ciudad. Y no es para menos. En unas cuantas hectáreas, Hondarribia resume las virtudes de Euskal Herria entera: las naturales, las humanas, las estéticas, con grado tal de armonía que explica su perpetua elección como residencia de artistas, intelectuales y gente de viso.
El sesgo diplomático de su cultura kaletarra, que le permite codearse con soberanos del mundo o servir de escenario a decisiones de histórica trascendencia como la Paz de los Pirineos, se complementa con la rudeza de carácter de un pueblo arrantzale y con la sabiduría noblota de su ramal baserritarra.
¿Qué más quieres, Hondarribia, si hasta la gracia de tus mujeres posee eco milenario? Se cuenta que el rey Sancho Abarca —el primero según parece que asentó armas en el castillo (hoy Parador Nacional)—, en partida de caza por Jaizkibel quedó prendado por la belleza de una neska local, a la que cortejó con tanto éxito que meses después le daría un hijo. Nos hacemos solidarios con la monárquica debilidad del navarro (dicho sea con la mentalidad de la época), cuando al cabo de mil años cruzamos con tantas hondarribitarras de un donaire natural que nos encandila.
Hondarribia: Muy Noble, Muy Leal, Muy Valerosa, Muy Siempre Fiel... Acumula cuantos títulos puede reunir una ciudad y grandes admiradores que han sabido cantar y contar sus primores. Todo le sabe a poco a esta villa de impresionantes muros y de historias no menos apasionantes.
Dejando atrás el monumento a Juan Ciudad, a quien apareció aquí la Virgen en el primer episodio de su santificación como Juan de Dios, el Arco de Santa María nos prepara para la sublime ascensión por Kale Nagusia, arteria entre edificios señoriales con variadas composturas. Nótese que caminamos casi a cubierto pero en calle abierta: el afán de preeminencia engorda esta arquitectura mediante balcones volados y aleros dobles con canes tallados, palacetes primorosamente decorados con escudos, forjas, molduras y ménsulas.
En lo alto aguarda paciente la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y del Manzano; la clasifican gótica decadente con elementos renacentistas pero, como exclamó un amigo extasiado ante su monumentalidad vestida de riquezas en altares, capillas y museo: “¿Decadente? ¡Yo diría floreciente!”.
Y, por fin, Arma Plaza y el castillo de Carlos V, de gesto adusto, actitud mayestática, como un lancero de los Tercios de Flandes en su puesto de guardia al paso de la carroza del Emperador que le dio nombre y renombre. He de confesar que sólo la perspectiva del cielo, el aire de poniente y el confín del mar me concilian con esta fortaleza machorra ante la que añoro tantas casas torre vascas derruidas por indiferencia de los poderes públicos.
Permanezcamos mejor en la plaza recordando las formaciones militares de alabarda y mosquetón, o cómo paraban los carruajes y diligencias de Europa a Castilla y de la Corte a Europa... salvo las tardes taurinas, pues entonces ni la proximidad del ejército invasor cruzando el Bidasoa movía de su asiento en la Plaza de Armas al hondarribitarra hasta la muerte del último morlaco (como de hecho sucedió en 1638). No en balde han sido educados durante siglos para resistir los peores asedios sin perder un instante su flema palatina...
Hondarribia progresa y prospera porque apenas vive del pasado, bien que éste le ayude a sobrellevar los presentes nublosos: la grandeza de su arquitectura y la belleza del paisaje no logran agotar las ambiciones de un pueblo exigente. ¿Qué más puede quererse?
La opinión de los lectores:
comments powered by Disqus